Un archivo encontrado en Brasil sirvió para identificar a Gabriel Kesler.
En ese informe se presentaba como un agente del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y se vanagloriaba de haber lanzado la represión contra la regional Santa Fe del PRT-ERP.
Corría el año 1979, y él estaba afincado en São Paulo, Brasil. Tenía 24 años. Y, para entonces, ya le resultaba común moverse en el ámbito del espionaje. Había empezado a trabajar cuando estaba en la secundaria para el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Había dado cursos ante la Policía Federal Argentina (PFA) –cuyos espías tenían alguna afición por la infiltración– y trabajaba para los servicios brasileños. Para entonces, él se jactaba de haberse hecho pasar por militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de haber entregado a 147 de sus compañeros. Su historia pudo haber quedado en las tinieblas del terrorismo de Estado, pero un archivo encontrado en la casa de un coronel brasileño asesinado sirvió para identificar a Gabriel Kesler y para que la justicia federal de Santa Fe lo procesara como partícipe necesario de secuestros, tormentos y homicidios cometidos en 1974.
En 2014, Paulo Malhaes declaró ante la Comisión de Verdad de Brasil. Era un coronel que había estado muy vinculado a la Operación Cóndor y que, como tal, guardaba mucha información acerca de esos crímenes. Un mes después, Malhaes fue asesinado en su casa. Al momento de allanar la vivienda, se encontró un documento titulado Operacao Gringo. Uno de los anexos de ese informe estaba dedicado al PRT-ERP y narrado en primera persona por un infiltrado.
El infiltrado relataba que comenzó la secundaria en 1968 y que, cuatro años más tarde, fue reclutado por el SIE. Según él, aceptó sumarse a los servicios sin pedir salario alguno. A partir de allí, ingresó al Frente Estudiantil Secundario Antiimperialista Revolucionario (FESAR), que estaba vinculado al PRT. Después le propusieron sumarse al partido. A mediados de ese año, se incorporó a un comando del frente militar de la organización.
En 1973, pasó a ser un militante de tiempo completo y se sumó al comando “Jorge Alejandro Ulla”. Ese año, tuvo su golpe de suerte: lo mandaron a la escuela de cuadros a formarse durante quince días en Córdoba. “Cómo sería la confianza y jerarquía que había ganado que se me encomienda llevar a Buenos Aires todas las fichas personales que la organización tenía de sus miembros, en las que constaban todos los datos menos el nombre, lo cual contando con lo demás resultaba simple (de) averiguar para nuestro Servicio”, se vanaglorió.
De acuerdo con su relato, ocupó cargos de jerarquía en la Juventud Guevarista (JG) y hasta llegó a conocer a Mario Roberto Santucho, líder del PRT-ERP. En el informe cuenta que cuando consiguió un listado de los militantes de la Regional Santa Fe, el Ejército hizo un falso atentado para forzar su pase a otra regional. “El hecho repercute pues mi padre es un conocido empresario de la ciudad y mi novia, hija del presidente de la Bolsa de Comercio”, narró.
Después del falso ataque, lo enviaron a Buenos Aires. De allí fue a Tucumán para entrenarse con la compañía de monte. Lo detuvo la Policía Federal, pero lo largó a las pocas horas. Regresó a Rosario, donde volvió a ser detenido. La Triple A lo puso en una lista y, según él, lo secuestró y torturó. “Ante el color que iban tomando los hechos, la superioridad da por terminado este trabajo mío, de casi tres años, y lanzamos la represión que en menos de un día terminó con la Regional Santa Fe del PRT, incluyendo su DR (dirección regional). Sobre una lista de 150 personas que teníamos confeccionada fueron detectadas, entre detenidos y muertos, 147 de ellas”, escribió en 1979 mientras estaba en Brasil.
Cuarenta y cinco años después, el juez Reinaldo Rodríguez –antes de presentar su renuncia a la judicatura– dio por acreditado que quien escribió ese relato de una infiltración fue Kesler. Lo mismo venían sosteniendo las querellas y la fiscalía encabezada por Martín Suárez Faisal.
“Los documentos encontrados en Brasil no solo constituyen una fuente de información, sino que también reflejan las dinámicas reales y políticas en las que el imputado estaba inmerso”, escribió el juez.
De hecho, en la investigación se recabaron distintos testimonios –incluido el de la exesposa de Kesler, que confirmó que su padre había sido presidente de la Bolsa de Comercio. Hubo otros exmilitantes del PRT que recordaron que empezaron a sospechar de Kesler a partir del supuesto secuestro de la Triple A.
Para el juez, Kesler fue responsable de las caídas que se produjeron a partir de noviembre de 1974 –que comenzaron el 14 de ese mes con los secuestros de María Adelina Zamaro y Nilsa María Urquía. Las dos militaban en el PRT y fueron abogadas de presos políticos. Zamaro, además, trabajaba en Nuevo Diario y era delegada del gremio gráfico. Sus cuerpos aparecieron dos días después en el arroyo Cululú con signos de haber sido torturadas previamente.
El día del hallazgo de sus cuerpos desapareció César Orlando Zerbatto. Era el responsable político de la Regional Santa Fe del PRT. Solía frecuentar la casa de Zamaro. Zerbatto fue mencionado por el infiltrado en el informe que escribió desde Brasil: dijo que lo había conocido en la escuela de cuadros.
Tres días después de la desaparición de Zerbatto, detuvieron a Osvaldo Regazzoni. Lo llevaron a la sede de la Policía Federal, después a la alcaidía provincial y allí comenzó su periplo: cárcel de Coronda, Villa Devoto y el penal de Chaco --desde donde recuperó su libertad. Regazzoni conocía a Kesler. Los dos habían sido detenidos juntos en julio de ese año mientras panfleteaban en una protesta del frigorífico Nelson.
Por su responsabilidad en esos hechos, el juez Rodríguez decidió que Kesler siga en prisión preventiva. Está preso desde agosto en la Unidad 34 de Campo de Mayo.
Luciana Bertoia
29 de octubre de 2024 - 19:19
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