Nacido en Valparaíso en 1876, Recabarren inició su militancia en el Partido Demócrata (un partido de la burguesía liberal), aunque manteniendo siempre un estrecho contacto con la clase obrera (inició en 1903 una frenética actividad de charlas y conferencias por salitreras y otras concentraciones de trabajadores, cuya fecundidad lo llevó a ganarse el mote de “padre del movimiento obrero”); fundó y colaboró con diferentes periódicos obreros, desde donde entabló encarnizadas polémicas (por ejemplo, con el célebre anarquista chileno Alejandro Escobar y Carvallo); fue elegido diputado por Antofagasta en 1906 pero no fue admitido en la Cámara al negarse a “jurar por Dios”; fue sometido a juicio debido a su participación en movimientos huelguísticos, por lo que abandonaría el país en la clandestinidad; iniciaría entonces un exilio de dos años, estableciéndose primero en Argentina y viajando desde allí a Europa, donde tomaría contacto con los principales líderes socialistas, participando a la vez en una reunión de la Internacional Socialista donde se admitió el ingreso de un “Partido Socialdemócrata Chileno”; fue detenido y obligado a cumplir parte de la sentencia a su regreso a Chile en 1908 mientras ofrecía una serie de conferencias sobre el movimiento obrero en Europa. Recabarren se distinguirá por por su empecinada labor propagandística del socialismo dentro del movimiento obrero.
La fundación del Partido Obrero Socialista
En 1912 se produce un acontecimiento que marcará un hito en la historia del movimiento obrero latinoamericano. Durante las elecciones legislativas en Iquique, en las que el Partido Demócrata sufre una derrota y no logra renovar su banca, Recabarren logra de todas maneras superar por 8 a 1 al candidato moderado de los demócratas, el diputado saliente Pedro Segundo Araya. Este apoyo popular de la base obrera de su partido, junto a la actitud hostil hacia él de parte de la dirección demócrata, lo precipitan hacia la ruptura de la organización y a la fundación del Partido Obrero Socialista de Chile. Fue apoyado por el que sería uno de los periódicos obreros más importantes de la historia de la clase obrera chilena, “El despertar de los trabajadores”. Desde entonces, la actividad de Recabarren se torna febril: establece contacto con otros grupos que rompen con el Partido Demócrata, funda cooperativas de trabajo, crea nuevos periódicos obreros, ofrece innumerables charlas y conferencias, escribe numerosos artículos, participa activamente de huelgas y acciones de lucha obreras y realiza giras de difusión del programa de POS.
Entre 1916 y 1918 Recabarren residirá en Buenos Aires, donde entablará polémicas con las diversas corrientes del movimiento obrero. Combatió, primero, las posiciones “apolíticas” que profesaban algunas corrientes sindicales (FORA IX). Sostuvo que “la permanente declaración de los sindicatos para no preocuparse de asuntos políticos, la que declara que al sindicato deben venir los obreros a defender sus intereses económicos, sin diferencia de ideas políticas, quiere decir claramente que cada obrero, conservando sus afecciones políticas a los partidos de la clase burguesa y capitalista o sin rumbos al respecto, se refugia en el sindicato solo para ‘mejorar’ sus condiciones económicas”, lo cual “es el más grave de los errores”, ya que “el único tipo de sindicato capaz de ‘socializar’ los instrumentos de trabajo y la sociedad toda” es “el sindicato político y cooperativo”, viendo al sindicato como una instancia preparatoria y formadora de “un mundo superior de vida”. Recabarren defendía al “cooperativismo” como parte integrante de su estrategia socialista: “nuestro mundo colectivo o comunista, decía, debemos construirlo al margen del mundo capitalista, para demostrar sus ventajas y atraer a nuestro lado a los convencidos de su superioridad, sin perder tiempo en querer destruir primero ese mundo para construir sobre sus despojos el nuestro”.
La I° Guerra Mundial
La posición a adoptar frente a la Primera Guerra Mundial abrió una polémica con la dirección del Partido Socialista Argentino. Para los dirigentes de este partido, en la guerra “estaba en juego la suerte de la democracia” y el grupo parlamentario del partido lanzó una declaración en la que llamaba al gobierno a alinearse con el bando aliado. Recabarren defendió entonces una línea “pacifista”, pensada ésta como una postura de neutralidad y no alineación del país con ninguno de los bandos en disputa. Pero la Revolución de Octubre de 1917 iba a impactar de lleno en el pensamiento del dirigente chileno. En diciembre de ese año Recabarren publica en el periódico “Adelante” de Talcahuano una serie de artículos titulados “La Rusia Revolucionaria librando al mundo de la guerra”, a contramano de dirigentes socialistas que hablaban de los bolcheviques “vendidos al oro alemán”. Recabarren definió entonces a Rusia como “la antorcha del mundo”.
En sintonía con esto, se formó en Buenos Aires el “Comité de Defensa de la Resolución del Tercer Congreso Socialista” con el fin de reagrupar a toda la militancia socialista disconforme con los “rumbos chauvinistas y guerreros” del Comité Nacional del PS, que pasaría luego a fundar el Partido Socialista Internacional, el cual adoptaría dos años después el nombre de Partido Comunista Argentino, alineado con la III Internacional de Lenin y Trotsky. Entre los firmantes de su acta fundacional figura Luis Emilio Recabarren.
De regreso a Chile, Recabarren se abocará a la propagación de la Federación Obrera Chilena (FOCH), de la cual logrará abrir seccionales en diferentes puntos del país. A finales de 1919 se realizará la famosa III Convención Nacional Ordinaria de la FOCH, calificada por Recabarren como un “inmenso acontecimiento en la historia proletaria de este país, tanto por la calidad de los elementos proletarios que la compusieron, como por las fuerzas numéricas que estaban representadas” de más de veinte mil obreros organizados, según sus palabras. Las deliberaciones del congreso se abocaron la modificación de los estatutos y a la confección de una nueva declaración de principios, en la que por primera vez se comprometía abiertamente a “conquistar la libertad efectiva económica y moral, política y social de la clase trabajadora (obreros y empleados de ambos sexos) aboliendo el régimen capitalista con su inaceptable sistema de organización industrial y comercial, que reduce a la esclavitud a la mayoría de la población” y que “abolido el sistema capitalista, será reemplazado por la Federación Obrera, que se hará cargo de la administración de la producción industrial y sus consecuencias”. Esta proclamación, cuya impronta llevaba la marca de Recabarren, traslucía el giro político del dirigente chileno que en sus primeros tiempos abogaba por el mutualismo y el cooperativismo. Él mismo explicará luego que esta organización sindical había adoptado “un carácter perfecto de clase, pues la organización obrera se ha dado cuenta que necesita tener como meta la socialización de los medios de producción y de cambio, ya que, de otra manera, la acción por el mejoramiento y perfeccionamiento de las condiciones de vida resultaría una labor eterna y estéril”. La reacción de la burguesía, horrorizada por estos acontecimientos, no se haría esperar. Desde entonces se sucedieron una y otras vez los allanamientos, detenciones, clausuras de periódicos y diversas medidas represivas contra Recabarren y su organización que serían constantes a lo largo de su vida. El líder chileno fue detenido por el delito de “sedición” y por “propagar ideas subversivas”.
El gobierno de Alessandri
En 1920 se produce otro acontecimiento de vital importancia para el movimiento obrero chileno. Al calor de un enorme ascenso de los conflictos obreros, ese año se llevaron a cabo una de las elecciones presidenciales más emblemáticas de la historia del país, donde el candidato Arturo Alessandri despertó un apoyo de masas enarbolando una bandera de reformas sociales y concesiones obreras de todo tipo. La fiebre alessandrina suscitó polémicas al interior de la militancia de izquierda, mucha de la cual se inclinaba a apoyar su candidatura e incluso a ir a la huelga en caso de que la “oligarquía” no llegara a reconocer su triunfo. Recabarren entonces emprendió una audaz iniciativa para dar la batalla por la independencia obrera frente a los partidos de la burguesía. Desde la seccional del POS de Antofagasta, donde residía entonces, se resolvió “ir a la lucha presidencial y llevar candidatos propios a electores en la actual contienda”, proclamando la candidatura de Recabarren para la contienda electoral y convocando simultáneamente a una convención partidaria nacional que le diera alcance nacional a la iniciativa, lo cual finalmente logró los primeros días de junio. La primera y única candidatura presidencial de Recabarren cosechó menos de 700 votos a nivel nacional; sin embargo, la defensa de una candidatura independiente y la denuncia de Alessandri que buscaba “conseguir el apoyo de las clases trabajadoras para convertirse mañana en el amo de estas”, tuvo un valor inestimable, concentrando además el 77% de su caudal electoral en las provincias obreras del salitre.
Luego de la votación, Recabarren defenderá una nueva estrategia al sostener que “a nosotros nos corresponde asegurarnos el cumplimiento de ese programa, tomando por nuestra cuenta la parte de ejecución que nos corresponda, y que el señor Alessandri tendrá que apoyar”. En el marco de un acercamiento del PSO al presidente electo, en marzo de 1921 Recabarren se alzaría con 2855 votos y se convertía, junto al candidato Luis Víctor Cruz, en el primer socialista en alcanzar una banca de diputado (en 1906 había sido electo como militante del Partido Demócrata). Su primera intervención, registrada en la sesión de 18 de junio, fue para defender al sistema soviético como la mejor expresión de democracia que había en el mundo. Una campaña conservadora en favor de la destitución de Recabarren (una constante hasta el final de su mandato) por ser “promotor de huelgas” fue contrarrestada con movilizaciones obreras en apoyo a proyectos legislativos del diputado socialista. En ocasión del cuarto aniversario de la revolución bolchevique, Recabarren realizó una serie de actos públicos en su conmemoración, aprovechando la ocasión para tomar distancia del gobierno de Alessandri, que lejos se encontraba de cumplir sus promesas electorales. En ocasión de una represión desatada contra una manifestación obrera, uno de los periódicos dirigidos por Recabarren aseguraba que “en los pocos días del gobierno del Sr. Alessandri se han hecho más víctimas que durante los cinco años de Sanfuentes” (anterior presidente).
La incorporación a la III° Internacional
Recabarren pugnó por que la Convención Nacional de la FOCH se defina por incorporarse a la Tercera Internacional y luego hizo lo mismo con el Partido Obrero Socialista, aceptando expresamente las 21 condiciones de la Internacional Comunista. El IV Congreso del POS, realizado en Rancagua, que acordó cambiar su nombre a Partido Comunista, pasando a ser éste el Primer Congreso del Partido Comunista de Chile. A diferencia de otros PC de América Latina, que nacieron de la ruptura de una fracción del PS, el PC chileno nació del propio desarrollo del Partido Socialista de Racabarren que ya abrazaba desde el inicio las banderas de la revolución bolchevique. Recabarren fue entonces electo como delegado al Segundo Congreso de la Internacional Sindical Roja, por lo que viajó a Moscú, donde residió en compañía de otros dirigentes comunistas latinoamericanos como los argentinos Juan Greco y José Penelón y el uruguayo Francisco Pintos. De sus impresiones en Rusia escribirá que “conversando con distintos obreros, en muchos casos, por medio de intérpretes, he podido recibir la impresión perfecta de que la mayoría de los obreros ha cesado de ser una fuerza bruta para convertirse en un pensamiento creador, que desarrolla su inteligencia, que quiere contribuir al perfeccionamiento de las condiciones en que trabaja para obtener un alivio personal, del que disfrutarán los demás, y para gozarse en la satisfacción de haber contribuido a aumentar el bienestar social, a simplificar el sistema de trabajo, a elevar los conceptos de la vida”. En un intento de contrarrestar la campaña de propaganda capitalista que sostenía que “la mujer ha sido nacionalizada en Rusia y convertida, como los instrumentos necesarios al hombre, en propiedad común”, escribió un breve escrito titulado “La condición actual de la mujer en Rusia y sus expectativas para el porvenir”, donde, a pesar de develar grandes límites teóricos, defendió el carácter liberador que significó la revolución para la mujer rusa. A su regreso a Chile, inició una serie de conferencias para propagandizar entre el movimiento obrero chileno su experiencia en la Rusia revolucionaria y publicó un famoso texto llamado “Rusia obrera y campesina”, en el que además incluía otros materiales como los informes de Lenin y Trotsky a los encuentros en que le había tocado participar.
En la madrugada del 19 de diciembre de 1924, mientras su compañera de casi toda la vida, la dirigente comunista Teresa Flores, preparaba el desayuno, Luis Emilio Recabarren, a la edad de 48 años, se quitó la vida con un disparo de pistola. Sin haber dejado escrito alguno, los motivos de su determinación aún son motivo de las más amplias especulaciones, desde los golpes anímicos sufridos por la hostilidad permanente de la dirección de su propio partido y por el desencanto con el ascenso stalinista en la URSS, hasta asuntos personales y sentimentales de distinto tipo. Sea como fuere, el impacto de su muerte entre la clase obrera chilena se reflejó en el multitudinario funeral que se llevó a cabo.
La muerte prematura de Recabarren se presenta como un anticipo de la época que vendrá. Al calor de la burocratización stalinista de la Unión Soviética y la expulsión de Trotsky (1928), las muertes de Recabarren (1924), y luego de Mella (1929) y Mariátegui (1930), serán los últimos vestigios revolucionarios de los Partidos Comunistas latinoamericanos. A partir de entonces, los dirigentes de estos partidos no serán más que instrumentos subordinados al aparato burocrático de Moscú. El PC chileno renegará durante largas décadas de la figura de Recabarren, para ser luego readoptado vacío de cualquier contenido revolucionario.
La importancia de Recabarren en la historia de la lucha de clases latinoamericana difícilmente se pueda exagerar. La antorcha revolucionaria encendida por los Recabarren se mantendrría encendida en los sectores de lucha por la emancipación de la clase obrera y la abolición del régimen capitalista y su imagen, como no podía ser de otra manera, volvió a ocupar las calles de Chile en los carteles de las movilizaciones de la rebelión de 2019.
El Be
20/12/2024
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