domingo, octubre 10, 2010

Che Guevara y el Socialismo en Cuba


Al calor del aniversario 43 de la caída en combate del argentino-cubano Ernesto Guevara de la Serna (Che, 8/10/1967), como nunca antes resulta necesario volver a una carta suya devenida ensayo con el título El socialismo y el hombre en Cuba, publicada en el semanario Marcha, Montevideo, el 12 de marzo de 1965. El socialismo… (originalmente dirigido a Carlos Quijano —abogado, político, ensayista y periodista uruguayo, fundador y director del mencionado semanario) presenta una sorprendente vigencia, como otras obras del Che. De aquí, ante todo, significo una insoslayable advertencia:
“[…] el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar […]”.
Igualmente, resalto la alerta guevariana sobre el carácter joven del Socialismo y la consiguiente posibilidad de cometer errores:
“Los revolucionarios carecemos, muchas veces —dice—, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarias para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó [...]”.
He partido de ahí porque la Revolución Cubana, a la vez que devela cómo se hace acompañar por el magisterio de Che Guevara, exhibe su histórica capacidad de corregir el rumbo cuando las condiciones así lo han demandado, algo comprobable si se examina lo que a mediados de los ochentas del pasado siglo fue denominado “Procesos de rectificación de errores y tendencias negativas” y las medidas que actualmente tienen lugar en la mayor de las Antillas.
Así, vale tener presente el discurso del Presidente Raúl Castro en las conclusiones de la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el pasado 1ro de agosto, particularmente cuando reiteró:
“[…] proseguiremos con sentido de responsabilidad, paso a paso, al ritmo que determinemos nosotros, sin improvisaciones ni precipitaciones, para no errar y dejar atrás definitivamente errores o medidas que no se avienen a las condiciones actuales”.
Asimismo, resulta de marcada actualidad la definición que nos proporciona el Che acerca del individuo como actor del extraño y apasionante drama que es la construcción del Socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad, en su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Ello explica su aviso, en el sentido de la necesidad que tiene la sociedad en formación de competir muy duro con el pasado.
De aquí que él subraye el trascendental papel de la Juventud Comunista y su Partido en la edificación de nuestra sociedad. “Particularmente importante es la primera —apunta—, por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores” —algo válido para cualquiera sociedad inspirada en similares principios.
También, carece de casualidad su insistencia en que el Partido es una organización de vanguardia, integrado por los mejores trabajadores que son propuestos por sus compañeros como posibles militantes; al tiempo que resalta el papel que juega la personalidad en la Historia, ejemplificando con el patrón del Comandante en Jefe Fidel Castro en la Revolución Cubana.
Por demás, en El socialismo y el hombre en Cuba el Che destaca cómo nuestro sacrificio constituye una acción consciente, una cuota que pagamos por la libertad que construimos; mientras no albergamos la menor duda de que el camino es largo y desconocido en parte, elemento generador de objetivas limitaciones pero también de la necesidad-estímulo para sobrepasar obstáculos.
Con su sabia, pues, podemos y debemos continuar la marcha hacia la creación del hombre y la mujer protagonistas del Socialismo en el siglo XXI que él mismo vislumbró para Cuba y más allá.

Noel Manzanares Blanco

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