Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
jueves, enero 05, 2012
El marxismo en Uruguay
Prólogo al libro «UNA HISTORIA QUE NO ES CUENTO» (Orígenes, esplendor y derrota del MLN-Tupamaros) de Jorge Zabalza
Insurgencia y reflexión
Las clases dominantes latinoamericanas (cómplices y al mismo tiempo fieles sirvientes del colonialismo y el imperialismo) siempre han construido la imagen de un monstruo fantasmal y caricaturesco para conjurar y reprimir la rebeldía de las clases populares. Primero bautizaron a esa bestia demoníaca como «indígena caníbal» y «negro cimarrón». Luego “jacobino sediento de sangre”. Más tarde «anarquista violador» y «comunista devorador de niños» (El pintor mexicano Diego Rivera se reía mucho diciendo que como él era comunista, en la Unión Soviética probó carne de bebé y le resultó muy sabrosa). Avanzando en el tiempo, ese fantasma omnipresente adoptó la figura del «delincuente subversivo y apátrida». Posteriormente lo satanizaron como «terrorista» hasta llegar a nuestros días con el mote mediáticamente repetido desde Estados Unidos del «narco-terrorismo».
El hilo rojo que atraviesa esa prolongada demonización es la atribución de irracionalidad y locura demencial a nuestras rebeldías populares. Todo insurgente es un delirante, completamente carente de razón y de toda lógica.
A contramano de ese relato macartista, reiterado y reciclado hasta el día de hoy por la voz del amo, la insurgencia en América latina ha sido más que prolífica en sus intentos de reflexión, fundamentación lógica y argumentación razonada de sus rebeldías. La tradición de la escritura marca una clara continuidad en toda la insurgencia. El Che Guevara, además de un comandante guerrillero y un convencido comunista internacionalista es, sobre todo, un escritor prolífico. El vértice más alto de toda una tradición de escritura y pensamiento marxista insurgente.
«Una historia que no es cuento» (Orígenes, esplendor y derrota del MLN-Tupamaros), el nuevo libro del revolucionario uruguayo Jorge Zabalza, se inscribe de lleno en esa tradición demonizada por el poder.
Su reflexión histórica, teórica y política, valiosa en sí misma, se refuerza por la propia trayectoria del autor. Zabalza es un militante revolucionario que atravesó con dignidad los once años infernales de tortura, aislamiento y encierro en una jaula (con luz eléctrica las 24 horas), sin poder hablar con nadie ni hacer gimnasia, los castigos y el hostigamiento permanente al que lo sometieron los verdugos de la dictadura militar en Uruguay junto al resto de la dirección político militar de los Tupamaros.
La dictadura uruguaya y los rehenes
Uruguay, país hermano y vecino, es igual pero distinto a la Argentina. Ambas sociedades cayeron bajo la bota feroz del Plan Cóndor y su represión salvaje, orquestada a nivel continental por los instructores norteamericanos en tortura y desaparición de personas. Sin embargo, mientras que en Argentina el genocidio asumió la modalidad del exterminio definitivo, en Uruguay la dictadura militar decidió conservar como rehenes a los nueve integrantes de la dirigencia guerrillera para chantajear y controlar cualquier posible respuesta popular.
Jorge Zabalza (“el tambero” para sus amigos y compañeros de militancia), autor de este nuevo libro, es uno de aquellos nueve rehenes históricos, al lado de Raúl Sendic [1925-1989], principal dirigente de los Tupamaros.
Dialogando con la militancia joven
El trabajo que comentamos no flexiona sus rodillas ante la nostalgia fácil ni se estructura a partir del suspiro melancólico. Su impulso es bien distinto.
Por el contenido, por la forma, por el lenguaje, este libro está dedicado a la gente joven y a la nueva militancia uruguaya y latinoamericana. Su autor incursiona y explica la historia uruguaya con expresiones sencillas, claras, transparentes, comprensibles por todo el mundo. No hace falta ser un “iniciado” en alguna secta para comprender las tesis de Zabalza.
Por ejemplo, cuando quiere explicar las características históricas de Uruguay, apela a la expresión “el país de los amortiguadores”, refiriéndose tanto al populismo como al predominio de las formas hegemónicas, que marcaron la mayor parte de la historia uruguaya hasta la década del sesenta cuando la lucha de clases se tensa y el capitalismo uruguayo muestra su verdadero rostro de crueldad y represión.
El público de lectores y lectoras sabrá disfrutar de esa sencillez pensada a propósito para saltar obstáculos y generar debates entre quienes no vivieron los años ’60, aunque seguramente los antiguos militantes también encontrarán materia de polémica, como sucedió anteriormente con la biografía de Zabalza Cero a la izquierda que en noviembre de 2007 motivó una batahola (con trompadas y empujones generalizados) en el parlamento uruguayo, a la vista de todo el mundo.
Antonio Gramsci y la historia de una organización
Escribir la historia de una organización política implica indagar en la historia de una sociedad y un país. Eso nos enseñó Gramsci. Ninguna organización, por más significativa o emblemática que fuera, puede comprenderse en sí misma, al margen de sus coordenadas históricas, políticas y sociales.
Y eso es precisamente lo que en su libro hace Zabalza, intentando no sólo reconstruir la historia del Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T) sino también hundir el escalpelo en las raíces históricas de la sociedad uruguaya, sus formas predominantes de dominación y resistencia, sus oscilaciones entre “los amortiguadores” (el predominio del consenso) y la represión (el privilegio de la violencia de las clases dominantes y el terrorismo de estado).
Todo ese ejercicio de reconstrucción histórica persigue un objetivo claro y una meta inequívoca en estas páginas: rastrear las fuentes y orígenes de las posiciones actuales —que Zabalza cuestiona, rechaza e impugna— de la política oficial uruguaya, incluyendo las del Frente Amplio y el presidente «Pepe» Mujica (quien también fuera otro de los rehenes históricos). Y no sólo las de sus políticas económicas, ya de por sí discutibles, sino también las raíces de la bochornosa política oficial del Frente Amplio y de Mujica hacia las Fuerzas Armadas y su impunidad, frente a las cuales Zabalza recuerda como ineludible antecedente las actitudes de colaboración con los militares de algunos dirigentes tupamaros encarcelados, así como también el intento de fundamentación ideológica de esa colaboración, sustentado en el Documento Nº5 del MLN-T.
En ese movimiento del pensamiento, Zabalza elude la mirada exclusivista sobre su propia organización —sectarismo sumamente común en las historiografías oficiales de la izquierda tradicional, socialista, comunista, maoísta o trotskista, incluso también compartido por los peronistas y otros nacionalistas— para proponer en cambio un ángulo macro donde no sólo la guerrilla tupamara ocupa el centro de la escena sino que también el Frente Amplio y toda la izquierda uruguaya se convierte en protagonista de su libro. En ese plano Zabalza recorre cada una de las inflexiones en la difícil y no siempre fácil relación entre el Frente Amplio y los Tupamaros.
Un punto de llegada,con sujeto y con historia
El relato y la reflexión que Zabalza nos propone en «Una historia que no es cuento» (Orígenes, esplendor y derrota del MLN-Tupamaros) constituye el punto de llegada de sus libros anteriores. Este autor ya había publicado anteriormente varios volúmenes: El Tejazo y otras insurrecciones; La estaca; El miedo a la democracia y Lo viejo y sabido. A esos trabajos se agregaron más tarde su biografía Cero a la izquierda. Una biografía de Jorge Zabalza de Federico Leicht [Montevideo, Letraeñe, 2007] y Raúl Sendic, el tupamaro. Su pensamiento revolucionario [Montevideo, Letraeñe, 2011] en el cual Zabalza reúne y comenta los principales textos e intervenciones políticas —materiales muchas veces desconocidos o inhallables— del principal ideólogo de la insurgencia.
«Una historia que no es cuento» es la coronación sintética de esa prologada reflexión política.
A diferencia de aquella literatura pedagógica inspirada en el estructuralismo de Louis Althusser y Marta Harnecker, tan difundidos en los cursos de formación de la militancia de izquierda de nuestro continente, el marxismo del Tambero es un marxismo con sujeto y con historia, que sustenta cada una de sus formulaciones políticas en el análisis histórico de la lucha de clases tal como se dio en la situación específica de Uruguay y tal como se da en el conjunto de países de Nuestra América.
Dejando a un costado aquellos viejos modelos esquemáticos del marxismo estructuralista, cargados de metafísica y formulaciones vagas y genéricas, la reconstrucción de Zabalza también marca el terreno crítico frente a las nuevas modas y los “últimos gritos” de la academia neoyorkina (multiculturalismo) o parisina (posmodernismo), igualmente difundidos en nuestras latitudes. Incluso cuando en el libro de Zabalza aparece mencionado el concepto de “multitud” (tan bastardeado por Toni Negri y sus discípulos sumisos y aplaudidores), Zabalza se cuida muy bien de escupir o insultar contra las organizaciones revolucionarias, de las que nunca reniega ni se arrepiente y a las que continúa reivindicando y caracterizando como necesarias.
Balance histórico del Uruguay
Para presentar sus conclusiones Zabalza se toma el trabajo previo de recorrer la historia de Uruguay y ensayar una suerte de balance a partir de contar la historia desde abajo, desde la lucha popular y no como producto de la bondad o maldad de «los importantes» políticos.
En esa tarea, identifica grandes periodos históricos, cuya instancia de inflexión está dada por la crisis de legitimación de las clases dominantes y la irrupción de la violencia política en la rebeldía popular.
Analizando el Uruguay de José Batlle y Ordoñez [1856-1929], caracterizado como “el país de los amortiguadores” y su doctrina de la supuesta “excepcionalidad” del país oriental frente al resto de América latina, Zabalza nos invita a mirar y pensar las reformas burguesas y el populismo desde abajo, desde las luchas sociales, entendiendo sus políticas sociales como concesiones de la clase dominante a la lucha popular.
Según sus propias palabras, en su balance Zabalza afirma: (a) “Si bien la figura de José Artigas dominó el escenario político del siglo XIX, desde los años iniciales del siglo XX fue don José Batlle y Ordóñez quien impuso su perfil ideológico y político a la historia del Uruguay”; (b) “El batllismo fue el salvador de la patria burguesa” y (c) “mientras los Batlle apostaron a crear condiciones en que no hicieran necesarias las rebeliones sociales, en los ‘60 la clase dominante te jugó a la represión y el terrorismo de Estado”.
En su óptica, la inflexión histórica y el “fin de la Suiza de América” se produce entre la crisis económica de 1955 y sobre todo el 14 de agosto de 1968 cuando muere asesinado de un balazo el estudiante universitario Liber Arce. Hecho que golpea la conciencia popular a fondo, poniendo también en crisis la ilusión en la inviolabilidad de la legalidad parlamentaria-republicana.
Hasta ese momento, todos, pero absolutamente todos en Uruguay adoptaban como paradigma indiscutido de las formas de hacer política (reaccionaria o progresista) la república parlamentaria. Todos… menos Raúl Sendic. Zabalza reproduce un artículo del futuro fundador del MLN-Tupamaros publicado en febrero de 1958 en el periódico El Sol donde Sendic señala: “la democracia de nuestro país, como la democracia burguesa en todos lados, no resiste la prueba de fuego de la lucha de clases”. Más adelante cita otro artículo de Sendic, de 1963, sintomáticamente titulado “¿Un revólver o la constitución?”.
Esforzándose por desplazar la explicación de la emergencia de la lucha armada en Uruguay del fondo oscuro y lúgubre marcado por una supuesta “irracionalidad mesiánica y delirante”, Zabalza reconstruye el debate ideológico en el seno del cual se debatió a nivel popular dicha estrategia de lucha. Allí estudia la polémica entre tres periódicos que hicieron época y marcaron tendencia: El Popular del PCU que proponía avanzar mediante reformas legales; Marcha, de Aníbal Quijano y Época (fundada por cinco organizaciones: PS, MRO, MIR, MAPU y los anarquistas) que promovía la lucha armada.
Luchas sociales y clandestinidad
En la reconstrucción de Zabalza los Tupamaros nacen y emergen de la lucha social, como parte integrante del horizonte que amalgamaba la organización clasista y combativa del sindicato UTAA de los trabajadores cañeros —los “peludos” en la jerga uruguaya—y la lucha de los barrios proletarios de El cerro y La Teja, en Montevideo, la capital de Uruguay. La insurgencia es producto de esa doble lucha, rural-urbana, atravesada por los trabajadores del campo y la ciudad.
Desde su perspectiva polémica y crítica ya desde el período fundacional del MLN-T se podían vislumbrar las diversas tendencias que lo atravesaron y lo marcaron hasta el día de hoy (enero, 2012).
En esa reconstrucción histórica, política e ideológica, Zabalza identifica dos derrotas igualmente trágicas sufridas por los insurgentes. Una, la primera, de carácter político-militar, producida en 1972. La otra, más perdurable y profunda, de tipo ideológica, sería la más actual, en la cual los tupamaros —al menos sus principales cabezas públicas— habrían sido cooptados por el poder, el orden establecido, el statu quo.
El MLN-T, Cuba y el Che Guevara
Nada o casi nada queda al margen del balance ensayado por Zabalza en este apretado y sintético libro.
Por ejemplo, el autor se anima a reexaminar la influencia de la Revolución Cubana y la participación de los uruguayos en la OLAS (Organización latinoamericana de Solidaridad, reunida en La Habana en agosto de 1967), el vínculo difícil y la disputa entre las estrategias del PC uruguayo y el MLN Tupamaro.
Y allí Zabalza destaca la originalidad y la herejía de los Tupamaros, incluso frente a Cuba hasta el límite de dialogar críticamente con el mismo Guevara quien en alguno de sus escritos otorgaba cierta credibilidad a la tesis de la supuesta “excepcionalidad” del Uruguay batllista. Desoyendo hasta al mismo Che Guevara, los embriones tupamaros comenzaron a preparar la lucha clandestina y armada desde 1961.
No hubo entonces aplicación mecánica de ningún esquema extranjero, al contrario. Los tupamaros en este punto desoyeron los “consejos” cubanos y pensaron la insurgencia de acuerdo a su propia realidad. Por eso Zabalza afirma que: “Para que el mensaje fuera recibido por sus destinatarios, el empleo de la violencia guerrillera debió adecuarse a la cultura política del Uruguay Batllista”. Los problemas estratégicos del naciente MLN-T fueron marcados por el dilema de una insurgencia bajo democracia burguesa.
Una triple polémica
En su balance el libro no apunta a presentar un mero racconto lineal de hechos históricos (cronología de acciones y crecimiento del MLN-T hasta su derrota). La genealogía que nos propone Zabalza apunta a mostrar la construcción de una fuerza social y el desarrollo de la conciencia a partir de la insurgencia y la rebeldía popular.
En esa reflexión estratégica, Zabalza despliega una triple polémica.
En primer lugar, discute los presupuestos de la izquierda tradicional (hoy adoptados como dogma indiscutido por todo el Frente Amplio), cuyo principal teórico fue el intelectual Rodney Arismendi ([1913-1989], secretario general del PC uruguayo). Arismendi elaboró en Uruguay la estrategia de “avanzar en democracia”, fórmula de compromiso entre Moscú y La Habana, formulada en su libro Lenin, la revolución y América Latina (1970), teorizada y reelaborada a su vez en Argentina por Héctor Pablo Agosti [1911-1984] con sus elucubraciones sobre una supuesta “democracia renovada”.
¿Qué era la “democracia avanzada” de Arismendi? En opinión de Zabalza dicha estrategia expresaba un punto de vista progresista “funcional al país de los amortiguadores”, es decir, al Uruguay del predominio de las formas de dominación capitalista republicana.
Los tupamaros polemizaron con dicha concepción, disputando no sólo en el terreno político sino incluso en el campo sindical, enfrentando con la tendencia clasista y combativa a la línea tradicional del Partido Comunista.
En segundo lugar, Zabalza somete a discusión a la corriente del nacional-populismo de Jorge Abelardo Ramos [1921-1994] y Vivian Trías [1922-1980], junto con Arturo Jauretche [1901-1974] y Raúl Scalabrini Ortiz [1898-1959], teóricos de la colaboración con el ejército y apologistas de la burguesía nacional. La sombra ideológica de todos estos autores está presente, según Zabalza, en el Documento Nº5 del MLN- Tupamaros, elaborado en 1971, fuente y antecedentes de muchísimos errores y desviaciones posteriores (hasta el día de hoy). Allí se encuentra el germen ideológico de los bochornosos intentos de colaboración con las Fuerzas Armadas de algunos dirigentes tupamaros prisioneros bajo la dictadura así como también una de las claves de explicación del proceso de negociación y conversaciones de la guerrilla con los militares genocidas entre el 26 de junio de 1972 y el 26 de agosto del mismo año (éste es sin duda uno de los puntos más álgidos, ríspidos y controvertidos de todo el libro).
Frente a estos autores tan admirados por otros dirigentes tupamaros Zabalza se esfuerza y logra ser contundente al señalar que: “El olfato ideológico de Raúl Sendic no lo engañaba nunca, prefería tener en su cabecera el «Tratado de Economía Marxista» de Ernest Mandel”.
Quizás por eso, en su anterior libro Raúl Sendic, el tupamaro. Su pensamiento revolucionario Zabalza recuerda la solidaridad concreta y explícita de Sendic con los guerrilleros argentinos del Movimiento Todos por la Patria (MTP, una de las derivaciones del PRT-ERP argentino) que atacaron el cuartel militar de La Tablada en 1989. Cuando otros preferían mirar para el costado o amigarse con los militares, al salir de la prisión el viejo Sendic seguía identificando a las Fuerzas Armadas (no sólo a las de Uruguay sino a las de Argentina y América Latina) como una de las instituciones claves del aparato de estado burgués.
En tercer y último lugar, Zabalza polemiza y formula un debate interno dentro de la insurgencia tupamara. En ese rubro cuestiona los relatos oficiales (principalmente de Eleuterio Fernández Huidobro, pero no sólo de él) sobre el MLN-T. A lo que agrega una mirada crítica sobre el “aparatismo” y al “militarismo” presentes en la estrategia originaria de los Tupamaros.
De estas últimas dos polémicas al interior de Tupamaros, una es más coyuntural y tiene que ver con la deriva actual del gobierno de «Pepe» Mujica y el modo en que éste se legitima con la lucha del pasado. La otra es más estratégica y está vinculada en gran medida a las concepciones políticas originarias de los Tupamaros.
En este último caso, Zabalza apunta a señalar el déficit de haber concebido la toma de Montevideo únicamente a través de un aparato militar y no a partir de la combinación de todas las formas de lucha, desde la guerrilla hasta la insurrección popular armada.
Rosa Luxemburg, Sendic y Lenin…
tomando mate y discutiendo el poder en Uruguay
Al recorrer las acciones históricas que caracterizaron al MLN-T Zabalza incursiona en la teoría del doble poder, amalgamando a Rosa Luxemburg y Lenin a partir de la experiencia histórica del guevarismo uruguayo en el seno del cual Zabalza diferencia la concepción del doble poder basado en un aparato de masas armado (del cual la guerrilla es expresión) de aquella otra donde sólo se reducía el doble poder a un aparato militar.
En este punto Zabalza cuestiona uno de los núcleos duros del pensamiento tupamaro histórico, focalizando su mirada crítica en la insurrección concebida como “una operación técnica de aparato militar” equivalente a tomar Montevideo por asalto, en lugar de entenderla como la expresión de la conciencia y del poder del pueblo armado en un territorio, tal como históricamente se dio en “el tejazo” (dentro de Uruguay), en el cordobazo (en Argentina) y en la Intifada (en los territorios de Palestina ocupados por Israel).
Zabalza no deja lugar a dudas. No se arrepiente ni es un renegado o un converso. Sigue pensando que había que apostar por la toma de Montevideo… pero no como producto de una técnica militar de un grupo sino “como resultado de 100 tejazos”.
A la hora de identificar el núcleo del error estratégico que este libro se esfuerza por pensar y discutir Zabalza sostiene que resulta erróneo intentar privilegiar la estructura o aparato (entendido como partido, movimiento u organización político-militar) en lugar de apostar por el pueblo armado y organizado junto a las armas organizadas. Ni pura espontaneidad ni pura organización político-militar, sino la conjunción, articulación y simultaneidad de ambas.
Multitudes insurrectas y grandes masas en movimiento pero con organización político militar… Esa es la apuesta política y teórica de Zabalza en este libro. Una mirada luxemburguista y leninista al calor de la tradición de Raúl Sendic y la experiencia rebelde concreta de Uruguay.
Dentro de esa reflexión estratégica se inscribe y resulta fundamental el capítulo “Justicia popular y doble poder” donde Zabalza le otorga contenido concreto al “poder popular”, esa expresión tan bastardeada y manipulada que hoy en día se utiliza —sobre todo en la literatura posmoderna y autonomista— como comodín difuso, vago e indeterminado, sencillamente para… no decir nada y eludir los problemas de fondo.
A diferencia de esa literatura posmoderna, frívola, superficial y políticamente correcta, que posa de “radical” abanicando un florido repertorio de neologismos académicos para terminar en la práctica legitimando los reformismos institucionales más mundanos, timoratos y pusilánimes…, Zabalza analiza el proceso de construcción de poder popular en Uruguay explayándose sobre el proceso histórico que “llevó la violencia a los barrios de la burguesía”. Porque en nuestros tiempos resulta muy elegante y hasta exquisito hablar del PODER con mayúsculas y en abstracto (sobre todo si se citan un par de autores franceses o italianos a la moda) pero siempre bajo la condición muda y escondida de no molestar ni incomodar a nadie.
Desde una actitud diametralmente opuesta Zabalza recuerda la estrategia tupamara de hacer sentir a las clases dominantes que ellas también podían recibir en carne propia y en sus propios territorios los embates de la lucha de clases y el ejercicio de la fuerza material en manos del pueblo organizado. Sendic nunca renegó de la violencia de abajo como una respuesta contra la violencia de arriba, de la violencia popular contra la violencia de las clases dominantes, de la violencia revolucionaria contra el terrorismo de estado.
Tal vez por eso, en una convención del MLN-T de 1987, Raúl Sendic planteó públicamente —como recuerda el periodista Carlos Fazio— que el método guerrillero seguía siendo válido en la lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanos: “Que ahora no lo usemos aquí”, dijo Sendic, “no quiere decir que no sea válido en otro avance del fascismo”.
Pero además de recordar el lado “poco simpático” y políticamente incorrecto de la confrontación en el Uruguay, Zabalza también recrea los múltiples lazos y expresiones de poder popular en los que se basó y a los que alentó la insurgencia tupamara: desde la red fábrica-barrio en las poblaciones del Cerro y La Teja hasta los hospitales populares pasando por los comités de apoyo (CAT) al MLN-T hasta la constitución de los comités de base del Frente Amplio, que en gran medida fueron durante un tiempo autónomos de las grandes superestructuras partidarias electorales. En síntesis, Zabalza sostiene que los movimientos de base constituyeron durante mucho tiempo territorios de disputa entre la estrategia del frente electoral y la de la guerrilla tupamara. Disputa tensionada que también abarcó el plano sindical en la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) y el debate entre los dirigentes sindicales Mario Acosta (PC) y Héctor Rodríguez (Tendencia clasista y combativa).
Pensando en las futuras insurgencias
A diferencia de algunos sobrevivientes de los años 70 que hoy apelan a sus medallas y honores del pasado para LEGITIMAR un presente gris y mediocre, Zabalza no se resigna ni se entrega. Rememora, recuerda, relata y cuenta, pero no para hundir, enlodar, delatar, pedir perdón y sentenciar con el dedo “ese no es el camino”. Al contrario.
Lo más sugerente del libro reside en que los análisis críticos de Zabalza eluden el arrepentimiento de los quebrados y los conversos y la frivolidad académica de los posmodernos y sus derivados autonomistas. Lo que Zabalza reclama, en el análisis histórico de la estrategia de la insurgencia de los Tupamaros (en la cual se jugó el pellejo y la vida), apunta a la creación de poder popular desde abajo, organizado y dispuesto a la confrontación con el capitalismo y la burguesía.
Este libro expresa y condensa la mirada aguda de un experimentado militante revolucionario que analiza los tiempos pretéritos para transmitir a las nuevas generaciones un balance estratégico y así alentar nuevas insurgencias. La clave de este libro no está en el pasado, aunque de eso se trata, sino en el futuro, en las nuevas rebeliones que vendrán en el país de Artigas, los Tupamaros y Raúl Sendic. Le guste a quien le guste.
Nestor Kohan
Enero de 2012
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