miércoles, agosto 01, 2012

Guatemala: Aquel nacionalismo burgués



Triunvirato Revolucionario: Mayor Francisco Arana, Jorge Toriello y Capitan Jacobo Arbenz en1944

El derrocamiento de Jacobo Arbenz

El principal punto de referencia histórico de la izquierda guatemalteca es el gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán (marzo 1951-junio 1954). El período de Arbenz fue el segundo de los dos gobiernos de la “Primavera Democrática” de Guatemala. Este fue un gobierno nacionalista burgués, democrático, que junto con los gobiernos de Juan Domingo Perón en Argentina y Lázaro Cárdenas en México, pertenece a la primera oleada de gobiernos con un programa nacionalista, antioligárquico y antiimperialista en América Latina. No sólo la izquierda reformista de Guatemala reivindica el programa y los logros del gobierno de Arbenz, [1] sino también los sectores más radicales de la izquierda, que levantan la bandera del socialismo. Esta misma izquierda radical se identifica en la actualidad con la más reciente oleada de gobiernos nacionalistas burgueses o pequeño burgueses latinoamericanos (que han resultado ser menos radicales que sus antecesores), a pesar de que han tenido que ir eliminando uno tras otro a Lula, Kirchner, Vásquez etc. de la lista de “revolucionarios” favoritos que elaboraron con tanto entusiasmo.
Por esta razón es importante iniciar la discusión sobre la naturaleza, logros y errores del gobierno de Arbenz. Desde la década de los setentas, sociólogos, historiadores y politicólogos han investigado sobre el tema, algunos desde puntos de vista acertados, sin embargo las nuevas generaciones de revolucionarios no parecen haber asimilado las lecciones políticas de los acontecimientos ocurridos hace ya 53 años.

Las transformaciones sociales a partir de la revolución del 44

Cuando el régimen despótico de Jorge Ubico y el gobierno de su sucesor Ponce Vaidés fueron derrocados en 1944, la economía guatemalteca se encontraba estancada y su base la constituían las plantaciones de café destinado a la exportación, pertenecientes a la oligarquía terrateniente. La oligarquía cafetalera se asentaba sobre formas semiserviles de explotación de la mano de obra campesina, predominantemente indígena, y sus artículos de consumo manufacturados y suntuarios eran importados casi en su totalidad.
En las ciudades las posibilidades de trabajo eran escasas. La industria y consecuentemente la clase obrera eran casi inexistentes. Una fábrica de cerveza, otra de cemento, algunas empresas textiles conformaban la escasa industria nacional, junto con pequeños talleres artesanales. La principal fuente de trabajo asalariado se centraba en las empresas pertenecientes a la United Fruit Company, como los ferrocarriles, las plantaciones bananeras y la empresa de energía eléctrica, junto con los servicios públicos. [2]
El panorama cambió después de la revolución de octubre de 1944. En ausencia de una burguesía definida con intereses propios, la vanguardia de la revolución fueron elementos de la pequeña burguesía: estudiantes, intelectuales, profesionales, algunos oficiales jóvenes del ejército, etc. que arrastraron tras de sí a las amplias masas de la población ansiosas de un cambio democrático.
Elementos de esta pequeña burguesía, al amparo de las nuevas condiciones de libertad y democracia que trajo la revolución y de las nuevas reglas de la economía (abolición de las formas monopolísticas de producción, abandono de las prácticas conservadoras de Ubico para mantener la estabilidad monetaria, abolición de sistemas semiserviles de tratar a la mano de obra, nuevas políticas salariales y de distribución del ingreso que ampliaron el mercado interno, etc.) empezaron a convertirse en una nueva burguesía comercial e industrial al amparo de las posiciones de poder político que gozaban. En 1948 de instalaron 14 nuevas industrias y se concedieron 23 licencias para explotación minera; en 1949 fueron 36 las nuevas industrias y en 1950, 56, todas surgidas bajo el auspicio de la Ley de Fomento Industrial. [3]
A la par de esta nueva burguesía surgió una nueva clase obrera que pronto aprovechó las libertades y derechos conferidos por el recién estrenado código del trabajo (promulgado durante el primer gobierno de la revolución, de Juan José Arévalo, en 1947). Pronto surgieron los primeros sindicatos y las primeras huelgas por reivindicaciones salariales. Doce días antes de la toma de posesión de Arévalo se desató la primera huelga de obreros agrícolas. En el mismo período se da una huelga de trabajadores del calzado y otra de obreros de las panaderías. Incluso una huelga de trabajadores de artes gráficas paralizó la elaboración de propaganda impresa de los partidos políticos en vísperas de las elecciones presidenciales de diciembre de 1944. Todas estas huelgas exitosas fueron por mejoras salariales. [4]
Después de la caída de Ubico y antes de octubre del 44 una gran variedad de trabajadores se empezaron a organizar para luchar por mejoras salariales: pilotos automovilistas, empleados de cine, trabajadores de los muelles, empleados de comercio, obreros de fábricas de calzado, panaderos, trabajadores de aserraderos, de fábricas de muebles, tipógrafos, trabajadores de hilados y tejidos, obreros de los ingenios azucareros y de las plantaciones bananeras de la UFCO. [5]
En el campo, a inicios de 1945 se realizó la huelga de trabajadores de la compañía agrícola en Tiquisate, Escuintla, en la que los obreros pidieron aumento salarial hasta de un 100%, mejoras en salubridad, vivienda, etc. Los trabajadores fueron reprimidos, intervino el ejército y 14 trabajadores fueron detenidos. Antes de 1944 la clase obrera existente se situaba principalmente en las plantaciones bananeras de la UFCO, estaba escasamente organizada, y sufría los efectos de la férrea represión del régimen de Ubico, fiel protector de los intereses de la empresa imperialista.
La organización paulatina de los trabajadores y sectores populares dio como resultado el surgimiento de la Confederación de Trabajadores de Guatemala y su aliada Confederación Nacional Campesina. En 1949 fue fundado el primer partido obrero, el Partido Guatemalteco del Trabajo, de orientación estalinista, entre cuyos miembros estaban los principales dirigentes sindicales.

Polarización de intereses en el seno de la revolución

Durante el período de gobierno de Arévalo se dio una paulatina diferenciación de intereses en el seno de las fuerzas que realizaron la revolución. Como sucede en toda revolución democrático burguesa, la base popular del movimiento revolucionario al inicio sigue a los líderes burgueses o pequeño burgueses, pero en el curso de los acontecimientos va adquiriendo poco a poco consciencia de sus intereses y cada vez con más fuerza empieza a enarbolar sus propias reivindicaciones, que chocan con los límites que la dirigencia burguesa o pequeño burguesa quiere imponer a la revolución.
La oligarquía terrateniente fue la primera en oponerse a las primeras medidas de la Junta Revolucionaria de Gobierno y luego a las del gobierno de Arévalo, pues sus intereses fueron gravemente afectados, junto a los de la imperialista UFCO. En alianza con las empresas gringas, la oligarquía y militares reaccionarios urdieron numerosos complots e intentos de golpes de estado contra el régimen arevalista.
Pero la naciente burguesía que crecía al amparo de las transformaciones revolucionarias, pronto empezó a tornarse asustadiza y temerosa ante el auge organizativo del movimiento obrero-campesino. Los antiguos revolucionarios que invirtieron en negocios en los sectores comercial, industrial y agrícola empezaron a identificarse cada vez más con la burguesía incipiente de los últimos años del régimen de Ubico e incluso con la vieja clase terrateniente derrotada. Es sintomática de esto la polarización que se dio en torno a la promulgación del Código de Trabajo y la formación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Se dio una separación gradual entre los sectores más radicalizados de la pequeña burguesía y los sectores populares organizados, por un lado, y los nuevos burgueses surgidos de la revolución por otro. [6]
La polarización se agudizó con la llegada de Arbenz al gobierno. La campaña orquestada por el imperialismo y la oligarquía terrateniente contra Arbenz, basada en el temor al “comunismo", encontró fuerte eco en estos nuevos empresarios, que al final terminaron apoyando la contrarrevolución.

El gobierno de Arbenz

Jacobo Arbenz tomó posesión del gobierno el 15 de marzo de 1951, habiendo ganado con el 63% de los votos emitidos. Su programa de gobierno significó una profundización de la revolución. Su objetivo era modernizar la economía de Guatemala dentro de los marcos del régimen capitalista. Para ello la primera medida sería terminar de erradicar los restos de relaciones semiserviles que quedaban en el agro y por medio de una reforma agraria, aumentar los ingresos de la población del campo; esto formaría un mercado interno que nutriría el surgimiento de una industria nacional fuerte. Para romper con el dominio que tenía el capital imperialista sobre la economía del país, Arbenz se propuso crear un puerto nacional en el Atlántico para competir con Puerto Barrios controlado por la UFCO; para competir con el monopolio ferrocarrilero de la International Railways of Central América, propuso la construcción de una carretera al Atlántico; y para eliminar el monopolio de la producción de energía eléctrica de la Electric Bond and Share inició la construcción de la planta hidroeléctrica nacional Jurún Marinalá.
El gobierno de Arbenz se basó en los partidos de la pequeña burguesía radicalizada y de empresarios progresistas. De manera importante, tuvo el apoyo incondicional del PGT y las centrales sindicales dirigidas por éste [7]. En el gabinete de gobierno había elementos de la burguesía como el hacendado Nicolás Brol (ministro de agricultura), el industrial Roberto Fanjul (ministro de economía), el Dr. Julio Roberto Herrera en salud pública y como canciller Guillermo Toriello, perteneciente a una de las familias económicamente más pudientes. [8]
Fiel a las concepciones de la revolución por etapas, el PGT consideraba que la revolución guatemalteca debía consistir en la eliminación de las trabas que imponían las relaciones simifeudales del campo y las compañías imperialistas al desarrollo de una economía capitalista moderna. Señalaba que el PGT debía luchar por un gobierno amplio integrado por la clase obrera, los campesinos, el sector patriótico de la burguesía nacional y la pequeña burguesía, y concebía que el proletariado paulatinamente conquistaría la hegemonía en tal gobierno en virtud de su mayor organización y consciencia política. [9]
Esta visión de la toma del poder como un proceso evolutivo fomentó en los obreros y campesinos guatemaltecos la fe en las instituciones de la democracia burguesa, en primer lugar, en el ejército. Es significativo el hecho de que, al ser descubierto por primera vez el complot que fraguaban Castillo Armas e Ydígoras Fuentes en Honduras para formar un ejército contrarrevolucionario a finales de enero de 1954, los principales sindicatos manifestaran su confianza en el “ejército de la revolución”, mismo que se negó a enfrentar al grupo armado contrarrevolucionario cuando invadió Guatemala desde Honduras en junio y derrocó el gobierno de Arbenz [10].
La polarización iniciada a finales del gobierno de Arévalo se agudizó con las primeras medidas tomadas por el de Arbenz, en especial por la implementación de la reforma agraria en 1952. A pesar de ésta no fue una reforma agraria confiscatoria, sino que se basó en la expropiación con indemnización de tierras no cultivadas, la oligarquía terrateniente y la imperialista UFCO, principales afectadas, extremaron la campaña de desprestigio nacional e internacional contra el gobierno.
Debemos entender que el principal motivo de la campaña reaccionaria, a la que se sumaron los nuevos sectores de la burguesía, fue el temor a la creciente movilización de las masas trabajadoras, campesinas y populares y su despertar político, que amenazaba con ir más allá de los límites que le imponía el programa capitalista de Arbenz con el apoyo del PGT.
Al empezar a ser puesta en práctica la reforma agraria, fue notoria la prosperidad de la economía a todos los niveles, empresarial, campesino, obrero, etc. [11]. Pero los procesos revolucionarios tienen la virtud de provocar el despertar de las masas a la vida política, la toma de conciencia de sus intereses diferentes y contrarios a los de las clases poseedoras, su consiguiente organización, movilización y lucha. En estos procesos los partidos reformistas cumplen el papel de barrera de contención de las masas, obstaculizando su independencia con respecto a los partidos de la burguesía y a las instituciones del Estado burgués. El PGT jugó ese papel en la revolución burguesa guatemalteca, junto a los partidos pequeño burgueses y el propio Arbenz.

La caída de Arbenz

Ya desde los acontecimientos de octubre de 1944, se cometieron errores que luego se pagarían, como dejar intactos los cuadros medios del ejército ubiquista, de coroneles para abajo; la clase latifundista terrateniente permaneció con todo su poder social y económico e incluso tuvo participación en la elaboración de la nueva constitución. Además, las compañías imperialistas ligadas todas a la UFCO no fueron tocadas, excepto en las tierras que tenían sin utilizar, que encima fueron indemnizadas por el Estado. Estos errores son comprensibles en los elementos pequeño burgueses que dirigieron al inicio la revolución. Pero en un partido como el PGT que se reclamaba obrero y marxista, la falta de visión política revolucionaria es imperdonable. La línea reformista y etapista del PGT provocó que el proletariado y las clases populares llegaran desarmados a la crisis final del arbencismo.
El ascenso del movimiento popular y la adopción de las reivindicaciones campesinas por parte del movimiento obrero organizado dieron a la reforma agraria, pensada para estimular el desarrollo capitalista, un contenido que amenazaba rebasar los límites deseados por la burguesía nacional. La nueva burguesía, a medida que el proyecto revolucionario se radicalizaba empezó a renegar de su propio proyecto y buscó alianza con los terratenientes y el imperialismo, temerosa de que las fuerzas populares desatadas se volvieran contra el desarrollo capitalista y la dominación burguesa. [12] La situación planteada exigía llevar la revolución a una nueva fase a un nuevo enfrentamiento. Pero el hecho de que el proletariado y el campesinado guatemaltecos fueran jóvenes y sin experiencia, aunado a que sus líderes no fomentaban su independencia como clase, sino más bien promovían la confianza en las instituciones, partidos y líderes burgueses, permitió que el enfrentamiento se diera en condiciones favorables a la contrarrevolución.
La alianza burguesía, terratenientes e imperialismo logró comprar las voluntades de los mandos del ejército. Cuando el ejército contrarrevolucionario de Castillo Armas invadió el territorio nacional, el “ejército de la revolución” no opuso resistencia, salvo escasas excepciones. Las organizaciones campesinas y obreras, educadas en la confianza en el ejército y no en la creación de sus propias milicias armadas, escasamente pudieron enfrentarse a los reaccionarios y en los casos en que lograron hacerlo, magramente armados, fueron masacrados.
El grupo armado de Castillo Armas no era difícil de vencer. La prueba la dieron los valientes cadetes de la Escuela Politécnica que los derrotaron el 2 de agosto. Pero la confusión que reinó en el gobierno al conocerse la traición del ejército, y la desorientación de las organizaciones populares permitieron el desenlace inevitable.
Como conclusión debemos resaltar la importancia fundamental de mantener la independencia de clase de los sectores populares (obreros, campesinos, indígenas pobres, desempleados, etc.) con respecto a las clases burguesa y pequeño burguesas y sus partidos en los procesos revolucionarios. En nuestros países de desarrollo capitalista atrasado y dependiente no podemos plantear a lo inmediato la transformación socialista de la economía. Existen una serie de reivindicaciones democrático burguesas que es necesario resolver aún (problema agrario, independencia del dominio imperialista, salud, educación, democratización del sistema político, derechos de las etnias indígenas, etc.). Pero a estas alturas del desarrollo del capitalismo mundial, no existen ya burguesías nacionales capaces de luchar consecuentemente por estas reivindicaciones. Por tanto, las tareas pendientes de la revolución democrático burguesa corresponde resolverlas a nuestro proletariado en unión a las demás clases oprimidas por el capitalismo. Esto vincula a la revolución democrático burguesa directamente con la revolución socialista, en un proceso revolucionario continuo, no separado por etapas. Para que esto sea posible, hay que enfatizar una y otra vez, hasta el cansancio, que sólo la independencia de estas clases y la confianza en sus propias fuerzas y organizaciones (sindicatos, organizaciones comunitarias y campesinas, milicias, organismos de poder popular, etc.), hará posible el triunfo revolucionario. Invitamos a la izquierda guatemalteca y centroamericana a debatir ampliamente sobre estos temas.

Notas

1 En el Programa de Gobierno 2008-2012 de URNG-Maíz, página 10, leemos “…constituye fundamento de nuestro programa, la plataforma de lucha de la revolución de octubre de 1944 y los contenidos de los programas y otros documentos políticos suscritos por URNG…” El documento que llamaba a la formación del antecesor de Maíz iniciaba de esta manera “El legado de la revolución del 44 sigue siendo la mejor plataforma política de la izquierda y demás sectores democráticos de Guatemala, pues este proceso está asociado a luchas irrenunciables como la reforma agraria, el Código de Trabajo, la educación pública y la seguridad social. Fue además una época de respeto y defensa de la soberanía nacional…” (Otra Guatemala es Posible. Llamado a la constitución del Frente Político-Social de izquierdas. Guatemala 9 de septiembre de 2006)
2 “La Revolución Guatemalteca del 20 de Octubre de 1944 y sus Proyecciones Económico-Sociales”. Alfonso Bauer Paiz. Artículo publicado originalmente en la Revista Alero, No. 8, tercera época, Guatemala, 1974. Publicado en la recopilación “La Revolución de Octubre. Diez años de lucha por la democracia en Guatemala 1944-1954”, tomo I. Centro de Estudios Urbanos y Regionales, Universidad de San Carlos de Guatemala, octubre 1994. Pg. 91.
3 “La lucha de clases durante la revolución guatemalteca 1944-1954. Primera parte”. Carlos Enrique Arriola Avendaño. Artículo publicado originalmente en la Revista de la Universidad de San Carlos, No. 7, septiembre de 1989. Publicado en la recopilación citada, pg. 207.
4 Carlos Enrique Arriola, op.cit. pg. 185.
5 “Guatemala: del gobierno de “mano fuerte” de Ubico al gobierno del “socialismo espiritual” de Arévalo. Tomás Herrera Cálix. Segunda parte de la tesis presentada por el autor para optar a la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Publicada originalmente en Estudios Sociales Centroamericanos No.16. Enero-abril 1977. Publicado en la recopilación citada pgs. 30-31.
6 Tomás Herrera Cálix. Op.cit. pgs. 45, 47, 48, 50, 52.
7 Para comprender las estrechas relaciones que tuvo Arbenz con el PGT, es esclarecedor leer las memorias del dirigente comunista José Manuel Fortuny en “Fortuny: un comunista guatemalteco” por Marco Antonio Flores, editoriales Óscar de León Palacios, Palo de Hormigo y Universitaria, Guatemala 1994. En especial los capítulos XIV, XV y XVI.
8 Carlos Enrique Arriola, op.cit. pg. 174.
9 “La revolución guatemalteca de 1944-54 y su proyección actual”. Carlos Sarti Castañeda. Artículo originalmente publicado en la Revista de Estudios Sociales Centroamericanos, septiembre-diciembre 1980. Publicado en la recopilación citada. Pg. 160.
10 Ver declaración del Sindicato de Trabajadores de la Educación (STEG). Diario la Hora, febrero 2 de 1954. Resolución del segundo congreso de la CGTG en la misma edición de La Hora.
11 Marco Antonio Flores, “Fortuny: un comunista guatemalteco”, pgs. 200-201.
12 Carlos Sarti Castañeda, op.cit. pg. 158

Armando Tezucún

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