Hace un año, en Francia, las elecciones presidenciales para 2017 parecían aseguradas. Había tres partidos que importaban: Los republicanos (LR), de centro derecha; los socialistas, de centro izquierda (PS), y la extrema derecha, el Frente Nacional (FN). Dado que en Francia hay normalmente dos rondas con sólo dos candidatos permitidos en la segunda ronda, la cuestión clave es siempre cuál de los tres será eliminado en la primera ronda.
Parecía seguro en ese momento que el FN estaría en la segunda ronda, encarnando un sentimiento anti-establishment. Parecía igualmente seguro que si el presidente François Hollande buscaba la elección, perdería de mala manera. Esto significaba que el candidato de LR estaría en la segunda ronda. Esto sería cierto en especial si LR escogía a Alain Juppé y no al ex presidente Nicolas Sarkozy. La mayoría de la gente pensaba que Juppé tenía más probabilidad de atraer a los votantes socialistas y de centro que Sarkozy, y como tal mayor probabilidad de ganar la presidencia.
Entonces, la visión general de hace un año era que los partidos del establishment prevalecerían y que Juppé ganaría. Qué incorrectas resultaron estas expectativas. Si la elección de Trump en Estados Unidos y la victoria del Brexit en el Reino Unido fueron inesperadas, palidecen ante la inesperada situación en Francia. Hay seis plausibles candidatos para las elecciones presidenciales, y todos ellos (sí, todos ellos) alegan ser anti-establishment. Es más, quiénes serán los dos de los seis que estarán en la segunda ronda sigue siendo hasta ahora la adivinanza de todos. Entre ahora y el 23 de abril de 2017, la primera ronda de las elecciones presidenciales, el electorado parece extremadamente volátil.
He aquí por qué. El complicado sistema francés busca favorecer a los dos partidos principales del establishment. Y es común que funcione. Asume, sin embargo, que todo mundo es llamado a votar dos veces. Esta vez han sido cuatro veces para votar –primero que nada en las dos rondas de las primarias y luego dos veces en las elecciones presidenciales. Esto significa que un votante en la primera ronda de las primarias tendría que anticipar el resultado de la tercera elección (la primera ronda de las presidenciales) para decidir por quién votar en la primera ronda de las primarias. El resultado de esta tarea imposible es que los resultados de las primarias pueden ser muy sorprendentes, y de hecho así lo fueron.
Las primarias del LR fueron las primeras, y ocurrieron el 20 y el 27 de noviembre de 2016. En esta primaria de votantes de derecha y centro-derecha hubo tres candidatos principales. Los dos con mayor respaldo eran Sarkozy y Juppé. El tercero, muy atrás en las encuestas, era François Fillon. Fillon hizo una campaña algo anti-establishment enfatizando los males de las malversaciones financieras, de las cuales Sarkozy fue acusado y Juppé fue convicto en el pasado. También fue ultra conservador en aspectos sociales, apelando al voto católico.
Fillon sorprendió a todo mundo. En las encuestas iba en tercer lugar con sólo 10% de los votantes. En la votación brincó como 30 puntos y llegó en primer lugar. Su victoria fue tan decisiva que Sarkozy, quien llegó en tercero, lo respaldó (aunque sólo fuera por dañar a Juppé). Y Fillon prevaleció fácilmente sobre Juppé en la segunda ronda, dos a uno.
Luego vinieron las primarias de la izquierda. Anticipando una derrota humillante, Hollande se retiró de la carrera desde antes de las primarias. Su primer ministro, Manuel Valls, de inmediato entró a la carrera y se esperaba que ganara, al menos en la primera ronda. Valls se plantó como el candidato del establishment, respaldado por el ala derecha de la izquierda francesa y calladamente por Hollande.
Dos antiguos ministros de Hollande compitieron como candidatos de izquierda contra Valls. Arnaud Montebourg había renunciado debido a las políticas de austeridad de Hollande. Benoît Hamon fue despedido por Hollande porque se oponía a estas políticas dentro del gabinete. Ambos sentían que Hollande y Valls habían traicionado a la izquierda. Se esperaba que Montebourg llegaría en segundo tras Valls, y tal vez ganar en la segunda ronda.
Nada de esto ocurrió. Valls llegó en segundo, no en primero, y Hamon, no Montebourg, fue quien ganó en esas primarias. Hamon se había rehusado a respaldar lo realizado por Hollande y Valls en su tiempo en el gobierno e insistió en discutir nuevas políticas futuras, ofreciendo una propuesta de importancia. De pronto, la izquierda dentro de la primaria de izquierda parecía fuerte. Hamon recogió el respaldo de muchas diferentes facciones de la izquierda y fue capaz de hacer tropezar a Valls en la segunda ronda con casi 58% de la votación.
Hay otras dos personas en la carrera. Una es Emmanuel Macron, antiguo ministro de Hollande que pensó que sus políticas eran insuficientemente pro-neoliberales, y que formó su propio partido, En marche! Macron se negó a entrar en las primarias de la izquierda. Se plantó en su programa –muy neoliberal en materia económica pero al mismo tiempo muy progresista en todas las cuestiones sociales.
La otra persona en la carrera es Jean-Luc Mélenchon, que por años se ha propuesto a sí mismo como la izquierda de la izquierda. Él le llama a su partido La France insoumise (la Francia insumisa) implicando a aquellos en la izquierda que resisten y que no permitirán ser sometidos. Por esta razón ha rechazado, descalificando como no izquierdistas, a todos los que sirvieron en el gobierno de Hollande, aun si después fueron despedidos o renunciaron.
Macron asume que su programa puede apelar a los votantes de clase media a lo ancho del espectro de la izquierda. Después de la primaria de la izquierda, muchos votantes de Valls que se enojaron por la postura izquierdista de Hamon, inicialmente amenazaron con cambiarse con Macron. Por tanto, Macron parecía implicar una amenaza para Fillon en la primera ronda de las presidenciales. Mélenchon no se hizo ilusiones de ganar esta vez, pero se prepara para el futuro. Es muy poco probable que responda al llamado de Hamon a unirse tras él en la izquierda.
De repente ocurrió un suceso importante. Fillon fue denunciado como alguien que fingió ser parangón de honestidad financiera. Había puesto a su esposa y sus dos hijos en la nómina gubernamental de algo que se demostró era trabajo ficticio. Esto no es una práctica poco común en Francia, pero los montos de dinero en este caso eran tan grandes y la acción tan contraria a los alegatos de Fillon como candidato, que LR comenzó una gran discusión en torno a un llamado Plan B para reemplazar a Fillon por otra persona.
Pero resultó que reemplazar a Fillon sería todavía peor para LR que dejarlo como candidato. Esto es así porque no hay un candidato individual que sea obvio. Y el esfuerzo para escoger a uno de ellos podría desgarrar a LR. Además Fillon contraatacó pidiendo perdón por sus malas acciones, y asegurando que todavía podía ganar. El Plan B desapareció y Fillon se mantiene como candidato de LR. La cuestión es cuántos votantes perdió para la primera ronda de las elecciones presidenciales debido a sus transgresiones.
Entonces, como dije, todos afirman ser anti-establishment. En realidad Fillon y Macron están cerca de jugar ese papel. Esto deja a Hamon como el que tiene mayor número de credenciales para representar un cambio real. Pero si quiere ganar la primera ronda de las presidenciales debe mantener en línea al partido socialista (hasta ahora lo está haciendo), atraer a los votantes de Mélenchon, atraer a votantes ecologistas (también lo está haciendo) y atraer a los centristas. Esto es bastante difícil. Marine Le Pen, del FN, ha estado recibiendo 25% de las encuestas constantemente por más de un año. Parece estar en una meseta, pero es alta. Ahora está intentando atraer a simpatizantes de Fillon desilusionados. Macron está subiendo en las encuestas, y también Hamon. Mélenchon no está cediendo. Y como decían los cartonistas: el establishment son los otros.
Si Hamon prevalece, eso será un evento mundial importante. Será la primera carrera electoral importante en Europa (o en alguna otra parte para el caso) en que un candidato de izquierda, de izquierda abierta, haya ganado. Esto revertiría la tendencia mundial de candidatos o partidos que se mueven hacia la derecha.
Conforme los trastornos económicos continúan expandiéndose, la idea de que uno pueda ganar como izquierdista puede de nuevo volverse legítimo. Es un tanto equivalente a lo que habría ocurrido si Bernie Sanders hubiera ganado la primaria demócrata en Estados Unidos. Pero recuerden, todo esto depende ahora de que los votantes adivinen quiénes serán los candidatos en la segunda ronda de las presidenciales. Asumiendo que Le Pen obtenga 25%, eso deja un 75% para dividirse entre los otros cinco candidatos.
La primera ronda de las presidenciales no ocurrirá sino hasta el 23 de abril de 2017. Esto es un tiempo relativamente largo para que los votantes hagan una decisión difícil. Las encuestas muestran que la intensidad del apoyo es muy delgada, en especial para Macron. Es por eso que podemos esperar gran volatilidad en las encuestas. No hay manera de asegurar quién obtendrá el probable 20% necesario para estar en la segunda ronda de las presidenciales el 7 de mayo de 2017.
Immanuel Wallerstein
La Jornada
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