sábado, febrero 10, 2018

Juegos Olímpicos, geopolítica y crisis en la península de Corea



La delegación del equipo unificado de Corea del Norte y Corea del Sur, al momento de comenzar su desfile

Este viernes se inauguraron los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur. Detrás del escenario deportivo se esconde la geopolítica de la crisis y el riesgo de una guerra, convencional o nuclear, en la península coreana.

El 9 de febrero se inauguraron los Juegos Olímpicos de Invierno en el gélido condado de Pyeongchang en Corea del Sur. Está obviamente el atractivo de la competencia deportiva, pero el detrás de escena geopolítico de los juegos se lleva, por ahora, gran parte de la atención internacional. No es para menos ya que en los últimos meses uno de los deportes favoritos de los analistas es calcular el porcentaje de riesgo de una guerra, convencional o nuclear, en la península coreana en la que estarán involucrados nada menos que Estados Unidos, China y Rusia.
El gobierno de Trump está en una cruzada para escalar la presión sobre el régimen norcoreano de Kim Jong-un, que en el último año ha mostrado avances significativos en el desarrollo del armamento nuclear. Hasta ahora, la política de apretar a China para que a su vez discipline a su aliado díscolo norcoerano no dio resultados. La administración Trump se debate en el dilema entre lanzar o no un ataque militar selectivo. Como la certeza de los costos por ahora le viene ganando la partida a las probabilidades de éxito de la operación, hay una relativa parálisis en la acción, aunque abundan las amenazas verbales respaldadas por una acumulación de medios para la guerra y un endurecimiento de las sanciones económicas.
Una vez más quedó expuesta la debilidad del liderazgo norteamericano que no pudo impedir que Corea del Sur tuviera su propia política hacia el Norte
En este marco la política de distensión del conflicto con el Norte que tuvo el presidente surcoreano Moon Jae-in no resultó funcional a los intereses de Washington. Una vez más quedó expuesta la debilidad del liderazgo norteamericano que no pudo impedir que Corea del Sur, uno de sus aliados en la región, tuviera su propia política hacia el Norte. Como se sabe, las dos Coreas decidieron participar bajo la bandera de la unificación en los juegos con ciertos visos de sobreactuación, que Kim Jong-un supo aprovechar para proyectar el escaso “soft power” del régimen autoritario y militarista que preside. Ambos países integran equipos comunes en algunos rubros, como el de hockey sobre hielo femenino. Kim despachó unas 230 porristas que acompañan a sus atletas, cuidadosamente seleccionadas en un casting de belleza entre las estudiantes de los sectores más acomodados de la burocracia gobernante. Dicho sea de paso, no es la primera vez que el régimen norcoreano utiliza esta “diplomacia del lápiz de labio” una muestra sin dudas de sexismo estatal.
Pero más allá de la nota de color, lo más significativo es el alto nivel de la delegación oficial de Corea del Norte, que incluye a Kim Yo jong la influyente hermana menor del líder Kim Jong-un, quien forma parte del buró político, donde se nuclea lo más selecto del régimen. Es la primera vez que un miembro de la familia de los Kim, que ya van por la tercera generación al frente del estado norcoreano, cruza la frontera blindada con el Sur.

¿Qué se juega cada uno en esta olimpíada geopolítica?

Estados Unidos envió al vicepresidente Mike Pence. Para mostrar su desacuerdo con la política de deshielo de Corea del Sur viajó acompañado por el padre de Otto Warmbier, un estudiante norteamericano que estaba de viaje y fue detenido en un campo de trabajos forzados en Corea del Norte acusado de espía, y murió poco después de llegar en coma a los Estados Unidos. Este señor ya había tenido su minuto de fama cuando fue nombrado por Trump en el discurso del Estado de la Unión.
Antes de aterrizar en Seúl, el vicepresidente Pence pasó por Japón donde anunció que en los próximos días su gobierno anunciará la ronda más dura de sanciones económicas contra Corea del Norte y reafirmó que la política estadounidense es seguir aislando al régimen norcoreano, en abierta oposición al viraje hacia el reacercamiento de Moon Jae-in.
Los objetivos de Corea del Norte son al menos a primera vista, bastante transparentes, entre ellos debilitar el frente de aliados de Estados Unidos y perforar la coraza de las sanciones y el aislamiento internacional. Mejorar la mala imagen internacional construida sobre todo por la demonización de occidente, aunque desde ya el régimen norcoreano tiene sus propios méritos. Su estrategia es ser reconocido de hecho como un estado nuclear y salir del rol de paria al que lo condena Estados Unidos.
Tanto a China como a Rusia, la postura “pacifista” de las dos Coreas las favorece porque deja expuesta la agresividad del imperialismo norteamericano
China otra vez dejó correr. Hace tiempo que no le resulta funcional la alianza con Corea del Norte, aunque sigue siendo un tapón para detener el avance norteamericano en su zona de influencia. Tanto a China como a Rusia, la postura “pacifista” de las dos Coreas las favorece porque deja expuesta la agresividad del imperialismo norteamericano. Para los buenos entendedores, además, siempre les conviene la exposición de la debilidad de Estados Unidos, en este caso con la acción relativamente independiente de Corea del Sur, aunque solo dure lo que duran los Juegos Olímpicos.
Cuando se apague la antorcha olímpica, la península coreana seguirá siendo uno de los rincones más peligrosos del planeta
La peor parte se la lleva Corea del Sur, que debe hacer equilibrio entre las estrategias contradictorias de las grandes potencias y su vecino del norte. Es un aliado de Estados Unidos, que tiene estacionada una importante cantidad de tropas y armamentos. Ambos realizan ejercicios militares regulares en las proximidades de Corea del Norte. Pero a la vez intenta mejorar sus relaciones comerciales y políticas con China. Con la llegada del centroizquierdista Moon Jae-in al gobierno se reflotó la política de acercamiento con el Norte, alternada con la adhesión al guerrerismo norteamericano. En cualquier escenario de enfrentamiento militar será el campo de batalla, los misiles del norte apuntan contra Seúl un blanco al que sin dudas pueden alcanzar. Es decir, en caso de que Trump opte por darle el “golpe en la nariz” al régimen de Kim, es decir, se decida por un ataque militar limitado, los muertos de la alianza occidental los pondrá Corea del Sur. De ahí su interés en desescalar el conflicto.
El dilema de la Casa Blanca es que deberá elegir entre opciones riesgosas, entre las que se incluye también el riesgo de no actuar. Por eso, cuando se apague la antorcha olímpica, la península coreana seguirá siendo uno de los rincones más peligrosos del planeta, donde la probabilidad de un accidente geopolítico sigue ocupando el lugar más alto del podio.

Claudia Cinatti

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