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sábado, enero 05, 2019
Adiós a Osvaldo Bayer, anarquista, antimilitarista…
Nos ha dejado el insustituible Osvaldo Bayer (1927-2018), periodista como pocos, escritor que metía las narices donde más molestaba, historiador de la lejana odisea anarquista argentina repleta de italianos y españoles exiliados, llegó a ser uno de los más respetados intelectuales argentinos en todas las izquierdas. “Anarquista y pacifista a ultranza”, como él mismo siempre se explicaba, no supo lo que era el sectarismo. Su hija, la cineasta Ana Bayer, quien administra la mencionada página, publicó un mensaje en italiano, alemán y español: “Una noticia muy triste, falleció mi papá”. Cuando le tocó hacer el servicio militar, fiel a sus principios, se negó. Por eso fue destinado a barrer y encerar pisos de los despachos de los oficiales durante dieciocho meses. Para el año 1952, y durante los cuatro siguientes, estaba en Alemania de donde era su familia originaria conocida por motivos menos nobles. Estudió Historia en la Universidad de Hamburgo y desde entonces su pensamiento estuvo enmarcado dentro de la historiografía, esa fue su lupa para medir y diseccionar el mundo. Cuando volvió al país se dedicó (también) al periodismo y escribir guiones cinematográficos. Trabajó en Noticias Gráficas, El Esquel de la Patagonia, y en Clarín. En el 58 fundó La Chispa, “el primer periódico independiente de la Patagonia”, una geografía que ya se confunde con su nombre.
Perseguido por los gobiernos, encontró en el sindicalismo el lugar para poder ejercer su voz crítica y su activismo siempre que su sabiduría y su sorna. Se dio a conocer con Los vengadores de la Patagonia trágica, un emblema de su obra pero también de la investigación histórica y periodística argentina, la Triple A —dirigida por José López Rega, durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón— lo obligó a exiliarse nuevamente en Berlín Oeste. Allí se mantuvo desde 1975 hasta la caída de la posterior dictadura militar en 1983
Entre sus libros más importantes también se encuentran Los anarquistas expropiadores y otros ensayos, Fútbol argentino, Rebeldía y esperanza, la novela Rainer y Minou y Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Además, fue autor y uno de los guionistas de La Patagonia rebelde, film basado en su Los vengadores de la Patagonia trágica, el cual ganó el Oso de Plata en la Berlinale de 1974 bajo la dirección de Héctor Olivera. Su trabajo ha marcado la historia y la política argentina. Fue siempre una persona de izquierda, un hombre díscolo con el poder de cualquier signo y una de las personas más respetadas por su encendida defensa de los derechos humanos en cualquier etapa. “Un anarquista y pacifista a ultranza”, se definía él.
Después de la matanza de la “Patagonia rebelde”, los distintos gobiernos no tenían interés en dilucidar un asunto en el que podía establecerse responsabilidades a alto nivel y conllevar el desprestigio del ejército (“que para eso estaba”, según la derecha y los grandes propietarios), por su parte los socialistas se atuvieron a reclamar sus informes propios de una “democracia”, por entonces el partido comunista acababa de nacer, así es que “obediencia debida”, y ya está, la Justicia no se enteró. Solamente los anarquistas clamaron por las justicia, pero pasó el tiempo y todo se fue borrando, ningún juez, ningún historiador. Todavía hoy, tampoco se ha hecho nada, y eso que el actual presidente de la nación, el reformista Néstor Kirchner que cuando se rodó la película era un joven peronista combativo, y tomó parte en el rodaje como extra, portando una bandera roja del sindicalismo como uno de los componentes en una manifestación obrera.
Eso sí, cuanto menos quedan la obra de Osvaldo Bayer y la película, actualmente un clásico por lo que cuenta y por la aventura de rodarla cuando los “milicos” de la CIA estaban afilando sus cuchillos. Bayer que se considera un “intelectual independiente” que sigue creyendo “en el anarquismo como socialismo en libertad”, llevó a cabo un empeño personal de años y de verdadero Sherlock Holmes, investigando desde 1968 pacientemente entre los supervivientes y sus familiares (y entre los propios soldados, hurgando por todas las pistas (algunas ciertamente impresionantes, otras terribles, como la de algunos sicarios que no se arrepentían de nada), una fuentes sobre las que el autor desprenderá una minuciosa descripción en cuatro volúmenes (editados por Planeta en Argentina pero no distribuidos en España) en los que se reconoce fehacientemente la deuda contraída por el movimiento obrero argentino con la FORA, la gran central obrera anarcosindicalista fundada en 1901 que en 1905 estableció (V Congreso) expresamente una declaración de “principios económicos y filosóficos del comunismo libertario”, aunque diez años más tarde (IX Congreso), una mayoría sindicalista revolucionaria abogó (como la IWW norteamericana) por la coexistencia con los socialistas, y luego con los comunistas. Una suma de obstáculos que acabó provocando una decadencia que, a finales de los años 20, comenzara a acelerarse.
También hubo sectores como los autodenominados “Comandos Rojos” que la película describe como provocadores que no se diferencian de los pistoleros, menospreciando los consejos militantes (dicen que los anarquistas “aparecen curas”). Osvaldo Bayer llegará a atribuir dicha decadencia “en primer lugar” a la influencia negativa de “los anarquistas expropiadores. La gente se asustó”. También sucedía en su opinión que los anarquistas “hacían huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno (…) los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato”. “Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior”. Al final persiste un sector “que recoge el legado anarquista”, que se mantendrá hasta el presente como sección argentina de la AIT….Nadie había metido la nariz en la tragedia hasta que el escritor argentino de origen germano, rebuscando entre los supervivientes y sus familiares (y entre los propios soldados, hurgando por todas las pistas (algunas ciertamente impresionantes) realizó una minuciosa investigación de los hechos medio siglo después escribió entre 1972 y 1974 su ensayo exhaustivo y conmovedor sobre “La Patagonia rebelde·, cuatro volúmenes en los que reconoce la deuda del movimiento obrero argentino.
Con la FORA en primer lugar, la gran central obrera anarcosindicalista fundada en 1901 que en 1905 estableció (V Congreso) expresamente una declaración de “principios económicos y filosóficos del comunismo libertario”, aunque diez años más tarde (IX Congreso), una mayoría sindicalista revolucionaria abogó (como la IWW norteamericana) por la coexistencia con los socialistas, y luego con los comunistas. A finales de los años 20, la central sindical comenzara una acelerada decadencia que Bayer atribuye, en primer lugar a la influencia negativa de “los anarquistas expropiadores. La gente se asustó”. Luego sucedía que los anarquistas “hacían huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno (…) los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato”. “Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior”. Aunque persiste un sector “que recoge el legado anarquista”, que se mantendrá hasta el presente como sección argentina de la AIT.
En lo que respecta a la obra, el propio Bayer la describió como una “historia época que parece salida del realismo mágico”, un fresco ocupado por “grandes luchadores anarquistas, (por) sus sueños y sus logros”, y que sirvió para “terminar con la leyenda negra y empezar con la difusión histórica”. Aunque la edición sufrió toda clase de obstáculos oficiales (por ejemplo, fue prohibida su “exportación”, o sea censurada de cara al exterior, en un intento de arruinar la editora), lo que empero no impidió que solamente el primer año se vendieran 200.000 ejemplares. Sus problemas fueron paralelos a los la película, rodada en el ambiente enrarecido que precede al golpe militar de 1976. Así, si bien en un principio, su rodaje fue facilitado por el gobierno del reformista Héctor Campora y en concreto por el veterano “talentoso y bonachón” Mario Soffice, (que en 1939 ya había realizado un vibrante alegato social, Prisioneros de la tierra, adaptación de varios relatos de Horacio Quiroga), que había sido nombrado director del Instituto Nacional de Cinematografía que adelantó parte de la financiación, luego todo se torció cuando Campora fue sustituido por el propio Nerón, y el cargo del departamento fue a parar a manos del yerno del siniestro López Rega, al que se atribuye la creación de la triple A, grupo parapolicial de extrema derecha de asesinos que trataba de crear el ambiente propicio para justificar un golpe de estado, el horror sin límite personificado por Videla. En pleno rodaje, el equipo todavía conoció obstáculos de todo tipo, desde un levantamiento “milico” en la zona llamado el “navarrazo” hasta el envío de telegramas gubernamentales con los que trataban de detener su rodaje. Sin embargo, el gobierno sufría todavía diversas presiones a favor, y por su parte, el equipo había hecho suyo el proyecto de manera que respondió como únicamente podía, acelerando el rodaje. No en vano, la película podía interpretarse tanto como una vindicación como una premonición, una evidencia sobre hasta dónde podía llegar aquel ejército dispuesto a ocupar su propio país para cumplir con su insobornable vocación por una independencia intelectual, una lucidez crítica y ese compromiso con los más humildes y explotados lo convirtieron en uno de los nuestros. En alguien sobre el que siempre será bueno volver a hablar y discutir porque él no sabía hacer una cosa sin la otra. Por citar ejemplo que sigue presente, por la evocación Rosa Luxemburg a la que tanto admiró.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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