miércoles, enero 02, 2019

Morales Solá, Timerman y el peligroso uso de las medias verdades



Con justo enojo, quienes homenajean al excanciller salieron al cruce del columnista de La Nación, que usó su muerte para vomitar gorilismo. Una grieta que “olvida” coincidencias del pasado.

Joaquín Morales Solá, columnista estrella del diario conservador y oligárquico La Nación, publicó este miércoles un artículo en el que no ahorró sustantivos ni adjetivos para hacer un uso político de la muerte del excanciller Héctor Timerman, ocurrida el último domingo.
Curiosamente su artículo fue titulado “El uso político de una muerte”. Pero el contenido de la nota no es otra cosa que la utilización de ese mismo fallecimiento para descargar su furia antikirchnerista camuflada de “acusación” por el supuesto abandono de parte de Cristina Fernández de Kirchner a su excanciller en la última etapa de su vida, atormentada por una cruel enfermedad.
Semejante oportunismo de este fiel exponente de lo más reaccionario del periodismo argentino (quien ya había hecho un uso político de otras muertes, como de la Alberto Nisman), no podía menos que causar el repudio de muchas personas que por estas horas lloran la partida temprana de Timerman.

Injustos

La más tenaz contra Morales Solá fue la abogada Graciana Peñafort, quien representó a Timerman en la causa en la que estaba procesado junto a CFK y otros exfuncionarios por el memorándum con Irán. La letrada, además, era amiga personal del excanciller.
Peñafort publicó un hilo de tuits por la mañana, que en poco tiempo se viralizó y luego fue publicado por Página|12 bajo el título “En defensa de la memoria de Timerman”. Allí le responde a Morales Solá, acusándolo de usar la muerte del excanciller “para denostar a alguien que Timerman adoraba y a quien le fue leal hasta el último minuto: CFK”.
La abogada agregó que tuvo “oportunidad de ser testigo de cómo buena parte del peronismo desfiló por su casa para abrazarlo y respaldarlo, al menos mientras pudo recibir gente. Y sos injusto con CFK en tu nota, porque me consta que ella siempre estuvo atenta a como estaba su salud y su ánimo”, le dijo directamente al columnista de La Nación.
También señaló que tuvo “la dolorosa tarea” de avisarle a la exmandataria de la muerte de Timerman. Y culminó el hilo de Twitter diciéndole a Morales Solá: “Sos injusto en tu nota tanto con Timerman como con CFK. En lo único que sos justo es en decir que Héctor era un hombre leal. Por eso y en su memoria, te respondo”.
Si dudas el uso de la muerte de Timerman por parte de La Nación a través de uno de sus mayores columnistas, al igual que ya lo había hecho el mismo domingo Clarín a través de Natasha Niebieskikwiat (en una nota titulada “Héctor Timerman, el canciller que le dijo en todo ‘sí’ a Cristina Kirchner”) merecen catalogarse entre los ítems más destacados del mal gusto y del seudoperiodismo. El enérgico repudio en las redes sociales recibido tanto por Morales Solá como por Niebieskikwiat por sus respectivas notas (que los hicieron Trending Topics durante horas), no hace más que confirmarlo.
Eso no quita, sin embargo, que en medio de los obituarios, los homenajes y las recordaciones se pueda hacer lugar a críticas sobre hechos del pasado que, lejos de ser olvidados, deben ser rescatados para una justa valoración de las cosas.

“Setentismos”

Con notable capciosidad, en su nota Morales Solá recuerda que “los Macri y los Timerman fueron vecinos en los años 70. Vivieron en el mismo edificio porteño de Posadas y Ayacucho. Si bien los padres, Jacobo y Franco, no tuvieron relación entre ellos, los hijos sí la tuvieron”.
Pero lo que no escribe Morales Solá es que él mismo supo tener relación con Timerman, si no personal al menos sí a nivel profesional. Y fue, nada menos, en una de las épocas más nefastas del periodismo empresario, donde el archivo no perdona: la dictadura cívico-militar-eclesiástica.
En marzo de 1976, según su propio currículum, Joaquín Morales Solá ya era prosecretario de la sección Política y segundo jefe de Redacción del diario Clarín. Además escribía todos los domingos una columna política que hacía las veces de editorial del matutino, donde la clave no era otra que sostener y justificar cada paso dado por los genocidas. Según otras versiones, en esos meses también se encargaba de cubrir eventos políticos en su Tucumán natal junto al genocida gobernador Antonio Bussi.
Por esa misma época, mientras Videla, Massera y Agosti irrumpían en la escena a sangre y fuego contra el pueblo trabajador, una amplia vanguardia de luchadoras y luchadores e intelectuales de la talla de Walsh, Oesterheld, Urondo, Gleyzer o Conti, Héctor Timerman se paseaba por los pasillos de la Casa Rosada como director del diario La Tarde.
La historia de Clarín con la dictadura es archiconocida, incluyendo el robo de Papel Prensa, uno de los mayores negociados pergeñados entre los genocidas y la empresa de Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto junto al diario La Nación.
Obviamente, la historia del diario de la familia Timerman es mucho menos conocida. No solo porque ese proyecto periodístico-comercial fracasó en pocos meses, sino porque apenas un año después del golpe el propio Jacobo Timerman (padre de Héctor) fue secuestrado y desaparecido por una patota de la Policía Bonaerense a las órdenes de Ramón Camps, su diario La Opinión fue expropiado y casi toda la familia debió escapar exiliada.
Gracias a la intermediación de Israel y a la presión de la prensa internacional, Jacobo Timerman fue liberado en 1980 y se exilió primero en el Estado sionista y luego en Estados Unidos. Su hijo Héctor ya se había exiliado en 1978 en tierra norteamericana, desde donde comenzó una carrera diplomática a favor de los derechos humanos. Solo después de muchos años le sería recordada su campaña a favor de los genocidas, donde La Tarde sería uno de los tantos diarios apologistas de la tortura y la muerte.

Archivos

En la edición del 1º de abril de 1976 se leería en sus páginas: “El Presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, recibió a los directores de diarios y medios de comunicación en la Casa Rosada. En representación de La Tarde concurrió su director Héctor Timerman. Señaló el presidente que existe entre los hombres que integran la Junta Militar el ferviente deseo de concretar las esperanzas que se han generado en el pueblo, a partir del 24 de marzo. El general Videla ponderó la labor periodística y señaló su deseo de que los medios de difusión formulen críticas cuando el gobierno concurra en desviaciones de sus propósitos de gobierno”.
Las tapas de La Tarde derrochaban elogios para Videla y compañía, al tiempo que pedían represión y más represión contra el “extremismo”, la “subversión” y los “sediciosos”. Incluso acompañaron, en clave golpista, la campaña burguesa previa contra el gobierno de Isabel Perón, con titulares como “¿Sigue gobernando?”, “Videla reunido con generales”, “Terrorismo: se acentuó la escalada asesina” y “Fuerzas Armadas: al borde de decisiones”.
La tapa con la que se anunciaba el golpe de Estado diría “Prestó juramento. Junta Militar. Para reorganizar la Nación” y otro título de la misma edición anunciaba “Comienza una etapa decisiva. Expectativa en lo económico”.
La Tarde tuvo una vida efímera, entre marzo y agosto de 1976. Pero no por eso hay que soslayar que en esas tapas y en esas páginas los Timerman habían expresado una apuesta política a favor de la Junta Militar, de Martínez de Hoz y del “Proceso de Reorganización Nacional”.
El propio Héctor Timerman no lo soslayó. Aunque con cierto retraso y a partir de un cínico “pase de factura” del propio Clarín, en 2010 el entonces canciller recordó con desagrado esas primeras armas en el periodismo como director de La Tarde. Y si bien se limitó a considerar a aquel proyecto como “el fracaso editorial más rotundo de la prensa durante la dictadura” en términos comerciales, afirmó que durante los años posteriores se recriminó a sí mismo “por esa acción”.
En esa carta pública difundida en 2010 (tres años antes del acuerdo con Irán que partiría aguas en la comunidad judía, en la alianza del kirchnerismo con Alberto Nisman y en muchos medios de comunicación), Timerman recordaba que para Joaquín Morales Solá la compra de Papel Prensa fue un mero “acuerdo comercial” y no producto de asesinatos, secuestros y firmas de boletos de compraventa bajo tortura. El dato muestra claramente un histórico encono personal entre ambos.
El uso político de la muerte es repudiable, sobre todo cuando viene teñido por el cinismo empresario de La Nación o Clarín. Eso sí, no es menos cuestionable que la recreación del pasado a costa de esconder o soslayar hechos que resultan demasiado caros a la historia de las luchas populares y a la memoria de sus mártires.

Daniel Satur
@saturnetroc

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