lunes, octubre 06, 2025

El “plan de paz” de Trump y del imperialismo europeo no pone fin a la guerra genocida contra el pueblo palestino


En un comunicado, el viernes a la noche, Hamas aceptó el “plan de paz”, que Donald Trump estampó en un ultimátum de 20 puntos con un plazo de vencimiento de 72 horas a partir del martes pasado. El “plan” de Trump fue enseguida apoyado por todos los estados imperialistas de Europa, que horas ante habían librado una pulseada discursiva con el mismo Trump en la Asamblea General de la ONU acerca del “reconocimiento de un estado palestino” sin precisar al destinatario de esa declaración. En el campo de los estados árabes, el plan fue saludado como un camino cierto al cese de la masacre en Gaza e incluso a la ‘paz’ en Palestina.
 Con 70 mil muertos y centenares de miles de heridos; con la infraestructura de la Franja destruida en un 95 %; y en el marco de una ofensiva militar que apuntaba a la ocupación completa de Gaza por el ejército sionista, el plan de Trump y el apresurado apoyo internacional que recibió, Hamas era invitado a firmar una capitulación; no se establecía un cese del fuego para habilitar la discusión de ese plan, ni la negociación de sus puntos. El plan, en síntesis, es un revolver en la sien de Hamas y el conjunto de la población gazatí. Trump hizo explícita esta extorsión criminal: un rechazo “desataría el infierno” sobre Gaza. El “plan” era una concesión de los genocidas y ocupantes de territorio extranjero a las víctimas de la ocupación militar y de la masacre. 
 En sus términos principales, los términos de esa capitulación establecen la entrega de los rehenes israelíes (los vivos y los muertos) a cambio de la liberación de presos cautivos en las cárceles sionistas; la entrega completa de las armas, por parte de Hamas; el retiro sólo gradual y sin plazo de las fuerzas sionistas de ocupación; la formación de una Administración Internacional ‘interina’ de Gaza, sin la presencia de ninguna corriente política palestina; un plan de reconstrucción de la Franja, estimado en 40 mil millones de dólares, diseñado, en todos sus aspectos (financieros y urbanísticos) por la administración extranjera. El plan de Trump no hace referencia a la acusación de genocidio dirigida por la Corte Penal Internacional contra Netanyahu, ni el juicio y castigo a todos los culpables. Tampoco hace referencia a la violencia sionista en Cisjordania ocupada, ni a la destrucción de viviendas y tierras de labranza, y la incesante colonización sionista de un territorio que no es propio. El ‘plan’, en definitiva, es una reafirmación de la violencia, el atropello y la guerra –no tiene nada de “paz”-. La mayoría del gabinete de Netanyahu no demoró, sin embargo, su rechazo al plan en cuestión, porque entiende que pone trabas o al menos dilata el propósito de terminar de ocupar todos los territorios palestinos, para convertirlos en parte del Estado de Israel. El gobierno de Netanyahu no sólo exige el desarme de Hamas ante autoridades internacionales, sino también de Hizbollah y de las milicias que operan en Siria. El ‘plan’ de Trump no altera ninguno de los objetivos del estado sionista, sino que es un paso estratégico en esa dirección. Trump se vuelve a presentar como “un hacedor” de la paz, luego de reclamar ese título tras el brutal bombardeo de las instalaciones de investigación de Irán. Con un par de ‘paces’ como estas, el mundo va derecho a una guerra atómica.
 La pistola en la sien del pueblo palestino no es el único motivo de la formulación de este plan. Otra razón de fondo es que el genocidio llevado adelante por parte de Netanyahu ha puesto en evidencia las tremendas vulnerabilidades del estado sionista y del imperialismo mundial. En dos años de guerra, Israel no ha podido destruir militarmente a Hamas, y de hecho no ha podido liberar mediante la guerra salvo a unos pocos rehenes. Las advertencias hechas al principio de la guerra genocida, de que Israel ingresaba en un pantano militar, han sido confirmadas, en cuanto a la capacidad de resistencia de 40 mil milicianos aislados en su territorio, frente a uno de los ejércitos más poderosos del mundo. La otra razón es la comprensión de una parte de la elite sionista y del imperialismo, de que el doblegamiento de la resistencia palestina fuerza a Israel a vivir en estado de guerra permanente y al capricho de crisis políticas en el escenario interno y de los estados adyacentes. No menos relevante ha sido la movilización histórica de masas en Europa contra el genocidio, que, en España, pero por sobre todo en Italia, amenaza con grandes crisis políticas y, potencialmente, revolucionarias. La clase obrera de Italia forzó a los aparatos de las principales burocracias sindicales a adherir a las huelgas propiciadas por sectores sindicales que le son opositores. La lucha contra el genocidio ha acelerado la polarización de clases en Europa, que atraviesa una crisis de conjunto extraordinaria, y participa de dos guerras imperialistas simultáneas –OTAN y Rusia, y sionismo contra resistencias nacionales en el Oriente cercano-. 
 Al “saludar” el “plan de paz” de Netanyahu, Hamas ha establecido varias reservas. La principal es contra la continua ocupación militar sionista e incluso la prosecución de los bombardeos, pero también el rechazo a una “autoridad internacional” sin la presencia de los estados árabes y las corrientes políticas que son parte de Palestina. La reconstrucción de Gaza no debería, dice, prescindir de esta presencia. La proscripción política sería una forma de continuar con la “limpieza étnica”; ya hay fondos internacionales dispuestos a financiar un éxodo palestino para obtener territorios libres para una gigantesca especulación inmobiliaria sobre el Mediterráneo (o las petroleras deseosas de explotar los yacimientos de gas en la costa). La demolición de edificios por todos los medios, por parte del ejército sionista, responde más al propósito de una “limpieza étnica” inmobiliaria (La Riviera de Gaza), que al propósito de atacar supuestos refugios de Hamas, como alega la campaña oficial. La otra gran reserva es la entrega de las armas a una autoridad internacional, es decir imperialista, lo que equivaldría a una pérdida de la capacidad de autodefensa. 
 Los voceros del Partido Demócrata de EE.UU., azuzados por los lobbies sionistas norteamericanos, ya han comenzado a decir que Hamas rechaza el plan de Trump; lo mismo ocurre en el partido Republicano. Como ocurre con los tan cacareados planes de paz para Ucrania, en Gaza la guerra y el genocidio no han terminado. En un caso, como en el otro, la lucha interimperialista por los despojos, de Ucrania y del Medio Oriente en su conjunto, se ha agudizado con la guerra, para nada atenuado. 
 En definitiva, las manifestaciones de masas contra el estado genocida, las huelgas, incluso la huelga extendida y hasta indefinida, así como las flotillas humanitarias, deben incrementarse.

 Jorge Altamira 
 05/10/2025

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