sábado, octubre 09, 2010

El sistema premia a los que están con él y le coquetean; castiga a quienes se oponen e indisciplinan


1. El nobelista de derecha, Mario Vargas Llosa, ha recibido el máximo premio universal de la literatura después de estar tras él por lo menos 30 años. Ya puede dejar de sufrir la angustia y la desesperación porque al fin logró lo que tanto persiguió. Pero antes ese premio fue entregado al izquierdista Saramago, al derechista Paz, al castrista García Márquez y otros más que se han identificado con la derecha o la izquierda. Y si revisáramos los llamados premios por la paz, éste ha sido recibido hasta por Kissinger, el amo de la guerra. Así que nadie puede hablar mal de las comisiones del Nobel porque aunque quizá se equivoquen por haber personajes de más alto nivel, ellos lo entregan a quien mejor se mueve en cada momento dentro del contexto de los candidatos. ¿O se piensa tontamente que para obtener algo no hay que mover todos los hilos?
2. De pronto por los medios informativos nos enteramos que a Calderón, a Salinas, a Televisa, y a mil gobernantes y empresarios más les entregan algún premio nacional o internacional y nos “deslumbramos” pensando que los premios no tienen madre, ni padre y que caen del cielo sin que nadie haya hecho gestiones para ello; luego, cuando se piensa y analiza, se llega a saber quiénes fueron los padres, como pago de qué o qué se pretende lograr. Suele haber tras cada premio muchos miles de millones entregados aquí, allá y acullá. No olvido que en 1976, después que Echeverría Álvarez dejó la Presidencia, se denunció que se dilapidaron miles de millones de pesos en mil contactos para lograr que LEA sea electo secretario general de la ONU o sea beneficiado con el Nobel de la Paz. Al parecer esos premios son asuntos de Estado, no cualquier cosa.
3. Tras cada uno de los 15 o 20 premios Nobel se anotan no menos de mil aspirantes y cada año crece el número y quedan muchos pendientes. Cualquier aspirante que “por un error” le haya mentado la madre al Nobel o que haya dicho que el sistema de selección es tramposo, quedará borrado de la lista. Lo importante es que como el sistema electoral mexicano, nunca hables mal del sistema capitalista y mucho menos digas que quieres derrocarlo. Puedes criticar a personas, a partidos, al presidente, pero si dices que el problema es el sistema de explotación y opresión y que hay que exterminarlo, entonces no puedes participar en el juego electoral. Para recibir premios hay que hablar siempre bien del sistema, guardar silencio o, por lo menos, nunca hay que ir a la raíz de los problemas. Es como piden en la escuela, la iglesia o el hogar: “si no te gusta, vete”.
3. El problema es a quién premian, quién premia y por qué lo hacen. El sistema de dominación que consiste en “premiar y castigar” ha existido siempre, son comunes en la vida cotidiana. Son formas externas de imponer, condicionar y manipular el proceder; no fomentan un verdadero interés por realizar una actividad por su valor en sí, sino por los resultados que tendría el hacerla o dejarla de hacer. Los muchos que han estudiado el tema dicen que los premios modifican la mentalidad y, en consecuencia, la conducta; alimentan el espíritu de competencia, el individualismo y aprisionan el libre ejercicio de su derecho a elegir. Mientras que los castigos, bajo la idea de disciplinar, minimizan el esfuerzo de la persona, sacan a flote la desigualdad entre pares, generan ansiedad, angustia y temor por el tipo de castigo que se puede recibir. El resultado, malestar por el proceso.
4. A pesar de haberse demostrado que premios y castigos representa un ejercicio que atropella la libertad y la integridad física y psíquica del ser humano —bajo el supuesto de que favorecen el desarrollo de ciertas actitudes y comportamientos—, continuamos educando con ellos, escribe el investigador Arturo Perrusquía. No hemos decidido reconsiderar nuestro actuar ante algo que apremia. Apremia porque, además de no contribuir al proceso educativo, ambos mecanismos se perfilan como un tipo de violencia escolar no reconocida, que estructura y condiciona la vida académica y la relación entre los actores de la educación. Por ello, es importante que revisemos de manera frecuente las estrategias utilizadas para despertar el interés o el gusto por aprender en los educandos. La realidad es que el sistema de premios y castigos nos penetra.
5. El sistema individualista y competitivo es fortalecido por el capitalismo. Todos parecen estar en competencia por el triunfo, la distinción, el premio, última instancia por el poder: compiten los países para triunfar y dominar, los millonarios en los negocios, el mercado es pura competencia; se confrontan los hermanos, los papás, los profesores, los estudiantes; se organizan competencias estatales, nacionales, internacionales. Pero por otro lado se ha demostrado que nunca se compite para ser mejor ser humano, por ser más solidario, por tratar de ser más colectivista o para obtener mayor sabiduría. Aunque algunas veces se haya premiado a grupos o conjuntos, en general todos los premios son para individuos u obras individuales. Lo que sucede en el sistema capitalista es, como dijera el viejo Darwin, el triunfo del más fuerte, de los mejor adaptados.
6. Especulando un poco pensaría acerca de los premios: ¿Qué se premiaría en un sistema socialista e igualitario? ¿Habría un mejor trabajador, un mejor escritor, la persona más solidaria o un peor colaborador? ¿Podría darse en un sistema colectivista, donde el trabajo, la producción, la distribución son colectivos en el hogar, la escuela, el campo y la fábrica? ¿Cómo podría hacerse para premiar la individualidad cuando las acciones están organizadas para consolidar más la vida en colectividad? Obviamente la individualidad no desaparece en ningún campo de la vida -mucho menos en el arte- pero no se impulsa y menos se premia. ¿De dónde se origina el individualismo –que hoy nos parece natural- sino de la ideología del hogar, la escuela, la Iglesia y la sociedad? ¿Qué pasaría si desde el hogar y la escuela nos hubiesen enseñado a actuar colectivamente?
7. ¿Cómo hablar bien o mal de los premios Nobel, del Cervantes y mil galardones más inventados por el sistema para satisfacer los egos de los hombres más fuertes, más hábiles y mejor adaptados? ¿Puede acaso separarse en algún momento los premios de la política, de las recomendaciones y de las necesidades de los aparatos de poder? Yo diría que cada quien con su Nobel, de derecha o de izquierda; pero hay varias lecturas mucho más importantes e interesantes fuera de los que los medios de información propagan con fines ideológicos y comerciales. No puede negarse la importancia de los premiados con el Nobel pero tampoco pensar que indiscutiblemente son los mejores. Nada de eso. ¿No será que da prestigio hablar y repetir las frases de esos personajes por creer que su pensamiento es el más grande o el único, porque se desconoce otros?

Pedro Echeverría V.

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