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sábado, octubre 09, 2010
Vargas Llosa Ávida Dollars
No se puede decir que el Nobel a Vargas Llosa sea una continuación del que recibió Obama. El de éste era “de la Paz””, justamente cuando redoblaba la guerra en Afganistán, y la diplomacia norteamericana movió –una vez más- los hilos del golpe de Estado en Honduras. Moralmente, Vargas Llosa es mucho más indigno que Obama, pero al contrario que éste, el autor de una obra literaria. Y eso, nos guste o no, no siempre tiene que ver con las moral o con la dignidad. Son cosas distintas, como es distinto el Vargas Llosa novelista al intelectual orgánico de Wall Street, lo mismo que la obra de Knut Hamrun no se vio afectada por su pronazismo, y los ejemplos podían sumarse hasta el infinito, y con nombres próximos: José Luís Borges (cuyo Nobel estaba tan cantado que la Junta Militar dictaminó un premio complementario que fue a parar a…Esquivel), el último Octavio Paz, corrompido hasta las cejas, Camilo José Cela, cuya contribución literaria me parece muchísimo más discutible que de Vargas Llosa…
Los diversos analistas que han glosado estos días la obra de Vargas Llosa, han tenido que separar sus novelas de sus ensayos, y al hablar de sus novelas, han tenido que separar sus inicios “castristas” –recomiendo la lectura de su artículo Crónica de Cuba”, publicado en el especial de 1967 de “Ruedo Ibérico” titulado Cuba: una revolución en marcha-, una fase que se extiende hasta 1971, aunque el Vargas Llosa más o menos marxista se extiende por lo menos hasta Historia de Mayta, una obra que señala a mi juicio un cambio de rumbo, y que ha resultado su novela más olvidadas.
No hay que decir fue en esta época donde produjo las novelas que le dieron mayor prestigio, y son las que, en su mayoría uno conoce porque, por aquella época, Mario era “de los nuestros” y además escribía como los mejores. Esas lecturas datan de principios de los setenta, en aquel entonces La ciudad y los perros (1963), fue “devorada” por las nuevas generaciones de lectores, su edición de bolsillo corrió por todas las casas y escuelas de la izquierda, y en mi cuartel hubo varios ejemplares, uno de ellos inscrito en la Biblioteca militar donde había un compañero que la recomendaba como lo hacía con publicada con todo lo bueno que contribuyera a crear una mentalidad opuesta a la que nos quería imponer el régimen franquista que en los cuarteles se quitaba la careta, y nos trataba de “desgraciados”, “abortos”, desechos de la maternidad”, y otras lindezas. Ni que decir tiene que los militares peruanos no eran tan diferentes.
El impacto de esta “ópera prima” fue enorme por su crítica feroz a una institución militar, por la brutalidad de las escenas sexuales y por el sentimiento de orfandad que inspiraba, la siguieron otras como La casa verde, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo, lecturas memorables, imprescindibles en toda buena biblioteca, absolutamente recomendables. Luego, los registros de Vargas Llosa se fueron multiplicando: Los cachorros, fue un verdadero clásico de la novela breve, y el humor de Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor, eran y son una gozada, y es que esa obra también pertenece a los y las que la leen, y que las admiran por lo que son.
También cabría hacer una neta distinción entre el Vargas Llosa ensayista literario. Este señor de las letras y de las finanzas en la era del capitalismo del desastre, no vuela en absoluto a la misma altura. Hay que leer sus ensayos sobre el Tirant lo Blanc, Gustave Flaubert, Jean Paul Sartre, Albert Camus, José María Arguedas o Juan Carlos Onetti, por citar solamente algunos de sus trabajos sobre literatura, por ejemplo, recuerdo haber leído hace años en “Quimera” uno especialmente memorable sobre Víctor Hugo, uno de sus modelos literarios, que no personal: Hugo, al igual que Zola, se fueron haciendo viejos indignados contra las injusticias, algo que nadie podrá decir del Vargas Llosa “liberal” en unos tiempos en los que se perpetraron tantos más crímenes en nombre de la libertad que nunca.
Podremos convenir que existen muchos otros autores más merecedores del Nobel, sin ir más lejos, los últimos premiados tuvieron por lo general la característica de autores de tumba abierta, comprometidos con su obra, que no se casaban con nadie, y menos con el dinero, se hermoso caballero que tiene los mismos atributos que la mierda: lo manchan todo. Pero aún y así, resulta difícil negarle a Vargas Llosa novelista tanto o más méritos que a otros, en mucho casos olvidados (o tan irrisorios como aquel José de Echegaray o aquel Jacinto Benavente que tan poca gloria darían a las letras españolas), al igual que nadie podrá negar que buena parte de los grandes escritores del siglo XX nunca tuvieron un Nobel, y una muestra patética de lo descarriado que puede legar a ser la academia sueca basta recordar que de toda la pléyade de escritores rusos de antes de la revolución, el único que lo consiguió fue Iván Bunin, un blanco exiliado que no merecía ni limpiarle los zapatos a León Tolstoy. Don León, aristócrata, cristiano y anarquista, que lo rechazó cuando se enteró que era candidato, lo mismo que lo rechazó Jean-Paul Sartre, autores que han quedado y quedaran tanto por su obra como por la integridad de sus convicciones.
Esta producción ensayística, al igual que su literatura, son de un gran valor, y por lo mismo, nos pertenece a todos y a todas por más que su autor sea alguien al que el tiempo colocará como uno de los mayores canallas de la historia de las letras. Actuaciones como aquella carta escrita después de la muerte de Haydée Santamaría, y en la que él, Octavio Paz, Cabrera Infante y otros, pedían aquello de “Comunistas suicidaos”, debe de ocupar un lugar en la historia de la infama, una historia en la que –no hay que olvidarlo- se cuentan muchos escritores de gran talento, y algunos con su flamante Premio Nobel.
Integridad y convicciones que desde el clamor mediático se le otorga a Vargas Llosa, un escritor que hoy en día podría cotizar en Wall Street ya que su fortuna debe ser tan enorme como su influencia, y tan indigna como su pluma cuando vela a la altura de la FAES que, por cierto, debe de estar de fiesta. Nosotros n podemos estarlo, nos cuesta mucho disociar la repulsión por los crímenes contra la humanidad que ahora se cometen en nombre del Mercado como antes se hicieron en nombre de Dios, la patria o la reina.
Por supuesto, no se trata de diferencias políticas, mienten los que comen el pan del orden escriben que Vargas Llosa actuó como intelectual orgánico de la “revolución conservadora” siguiendo los dictados de su conciencia. Al menos que reconozcamos que tiene la “conciencia” mejor pagada de la historia de la literatura, aunque ese detalle, actualmente no parece hacer asco en los medios establecidos. En una entrevista de La Vanguardia de Barcelona aparece una fotografía de su mansión en Manhattan, breve destello de una fortuna que crece con cualquiera de esos artículos de opinión aparecidos en los principales diarios del mundo, y desde los que –se dice- buscaba la vedad y denunciaba las “tiranías”. Debe ser casualidad que dichas “tiranías” ya habían sido catalogadas como tales por el Pentágono. También he leído que Vargas Llosa nunca admiró la dictadura chilena, pero lo cierto es el que denunció dictaduras reaccionarias muertas como la de Trujillo, como lo es su fervor incondicional hacia la señora Thatcher, la mejor amiga de Pinochet en Occidente. Esas palabras de Vargas según las cuales lo que dicha señora había hecho por la libertad no tenían nombre, no eran ciertas. Tenía un nombre y ese nombre no era otro que el de Pinochet. No hay que ser Herodoto para saber que la “revolución conservadora” comenzó el 11 de septiembre de 1973.
Durante más tiempo del que era necesario, leí parte de todos esos artículos con que Vargas Llosa dictaminaba sobre el bien y el mal, y siempre la pelota del bien caí en manos de los amos del mundo, y el bien entre los que se les oponían, o eran conservadores de la estirpe de Leopoldo II de Bélgica, ya devorados por la historia. Esos artículos son reciclados luego como libros de cabecera para afectos al “pensamiento único”, y se convierte en un producto glosado con la misma devoción en ABC, Mundo o El País, un trabajo que lo suelen hacer antiguos izquierdistas como José Mª Ridao quien replicaba a las consideraciones sobre la “justicia social” que algunos percibimos en el “bolivarismo”, replicando que también Vargas Llosa estaba por la “justicia social”. Vaya hombre, lo debe de estar siempre que antes se respete las exigencias del Gran Capitán. Desde ese punto de vista, también Franco estaba por la “justicia social”, solamente un enfermo desearía que la miseria y el hambre imperen. El único problema que tienen es que anteponen sus privilegios, y Vargas Llosa es un cantor de los privilegios. En sus escritos se pueden encontrar un arsenal de argumentos a favor de la bomba de Rizoma, del santo mercado, de la “libertad” encontrada por los empresarios chilenos después del derrocamiento de Allende…
Nunca ocultó sus afinidades con el “pensamiento liberal” de Bush, ni sus compromisos con la FAES y con el presidente Aznar. Todo eso es público y notorio, y lo realmente patético es que todavía haya gente que se dice de izquierdas que consideran que Vargas Llosa defiende “opiniones” y no intereses. Intereses podridos, equiparables a los que defendieron otros grandes del arte y la cultura como Salvador Dalí, y como este, Vargas Llosa es un Ávida Dollars.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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