"La revolución empieza por casa.” Lenin
Todos sabemos que la llamada “comunicación interpersonal” posee la fortaleza, la profundidad y las cualidades que son imposibles en otras modalidades de los intercambios humanos. Por eso el capitalismo -y por eso los poderes hegemónicos de siempre- la han usado para su más turbios intereses. Se vive una disputa permanente en la lucha de clases para dominar en su totalidad los formatos de la comunicación. Ningún socialista puede prescindir de las ventajas (y delicias) que ofrece construir comunicación interpersonal revolucionaria, cara a cara.
Pero no es lo miso organizar reuniones para vender mercancías, o para inocular demagogia de politiqueros, o para entrenar trabajadores bajo técnicas de explotación “novedosas”… nosotros queremos Comunicación Interpersonal Revolucionaria para suscitar encuentros democráticos, para construir una revolución socialista inclusiva y permanente. No es lo mismo. Es parte sustancial de la Batalla de las Ideas organizar encuentros “interpersonales”, en asambleas, en exposiciones, en charlas o en conversaciones… exige asumirlo como una responsabilidad socialista en comunicación, como un orgullo, exige preparar los contenidos y exige capacitarse para desarrollar, con precisión y con éxito, los objetivos predispuestos para alcanzar acuerdos y acción democráticos.
El “arte” de la comunicación interpersonal es también una “ciencia”. Requiere conocimientos, sensibilidades, puntualidad, intuición, seguimiento, evaluación, auto-crítica y respeto absoluto por los interlocutores. Nadie merece ser escuchado si esconde, bajo la manga, “sorpresitas” manipuladoras con un plan premeditado que pretenda extorsionar o secuestrar la voluntad de los dialogantes. Eso es una fechoría que muchos practican con toda impunidad. Para una Escuela de Cuadros en Comunicación es de importancia vital enseñar comunicación interpersonal y preparar a los militantes, es decir educarse todos, como expertos de tal comunicación, campeones de la sinceridad, de la confianza y del pensamiento transparente y avanzado producto del pensamiento colectivo y revolucionario. Es decir, del programa revolucionario de los trabajadores para derrotar al capitalismo. El individualismo es un veneno burgués.
Cuando un militante no sale a tocar las “10 puertas” (al menos) que le tocan, es decir, cuando no trabaja permanentemente en la tarea de ganar terreno en las ideas y con ellas motivar, animar, entusiasmar y multiplicar a aquellas personas que también tienen un lugar en la lucha revolucionaria, se pierde tiempo y se pierden oportunidades que, seguramente, el enemigo de clase aprovechará en nuestra contra. Las tareas de la comunicación interpersonal son acontecimientos de lucha territorial y de lucha intelectual que exigen tanta o más habilidad que las nada despreciables, pero muchas veces insuficientes, tareas de hablar en la radio o salir en la televisión.
Algunos camaradas no atienden al trabajo de tocar sus “10 puertas”, de traer a “10 personas” porque sienten, quizá, rubor, porque se sienten poco preparados, porque creen que no serán escuchados, porque no tienen entrenamiento. Todos esos compañeros deben saber que en una Revolución supera a los viejos estigmas burgueses (y se superan gracias a la lucha) y que, si se elige bien, los interlocutores serán, precisamente, los mejores auxiliares para superar deficiencias. Pero debe hacerse el esfuerzo de capacitarse, de preparar cuidadosamente los temas del diálogo, de ocuparse por ofrecer soluciones y colaboración ante los problemas y, especialmente, de comprometerse a cumplir las tareas y dar seguimiento al éxito de los trabajos. Eso todos lo agradecen y eso da mucha fortaleza. Tocar 10 puertas… conseguir 10 revolucionarios, ganar votos, ganar fuerzas….no es un trabajo poco importante. Todo lo contrario.
Hay que impulsar cátedras, talleres, libros, manuales educativos y estrategias de combate que prestigien al máximo la tarea suprema de la Comunicación Interpersonal Revolucionaria. Que sea un prestigio de militante dar esa batalla puerta a puerta, cara a cara, que sea una dignidad y una distinción, que sea nuestra fuerza y nuestro orgullo. Será irreversible la Revolución el día en que cada uno active a diez –y más- como meta permanente, como disciplina diaria, como ética revolucionaria y como convicción multiplicadora que tomará el cielo por asalto, y conmoverá al mundo, cara a cara y para siempre. Toc Toc Toc…
Fernando Buen Abad Domínguez
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