En las últimas semanas, un plan concebido por la ultraderecha estadounidense y coordinado por la Oficina de la Sección de Intereses en La Habana se ha puesto en marcha para alentar la difusión de rumores, con calidad de versiones periodísticas no comprobadas, que el grupo de disidentes las “Damas de Blanco” es objeto de violentas represiones policiales ordenas por las autoridades del gobierno cubano.
La grosería de tal plan contra Cuba -que ni la ultraconservadora CNN podría probar con imágenes reales, salvo que se haga un montaje como ocurrió a principios de agosto con la plaza verde de Trípoli, para dar la idea de que la capital libia ya estaba tomada por los “rebeldes”-, no representa ninguna ingenuidad ni una provocación doméstica no calculada. Todo lo contrario, forma parte de los globos de ensayo que los sectores de ultraderecha de Estados Unidos están activando para ir generando gradualmente un ambiente favorable para sus planes de intervención militar contra Cuba.
El peligro de una guerra imperial contra Cuba no es una especulación. Es una amenaza real para la mayor de las Antillas –que hace más de cincuenta años osó elegir el camino del socialismo- y para todos los países de América Latina que se han atrevido a partir de la última década del siglo XX y principios del XXI a levantar su voz de dignidad, soberanía e independencia ante el imperio más poderoso y cruel que la historia de la humanidad haya conocido jamás.
Vayamos por partes. El 27 de agosto de este año, a escasos cuatro días de que la OTAN –brazo militar transnacionalizado de Estados Unidos- y las tropas organizadas y financiadas por la Casa Blanca y otros países europeos tomaran Trípoli, uno de los consejeros para asuntos internacionales del presidente estadounidense Barak Obama se jactaba de que la estrategia de intervención militar en Libia “podría aplicarse también en otros casos”. La mirada se dirigía en lo más inmediato a Siria y en América Latina a Cuba.
Se trata de Ben Rhodes, quien, tras esforzarse por establecer una diferencia con lo que hizo Bush e impulsa ahora Obama, sostuvo que el primero alentaba guerras de “ocupación” bastante costosas y el segundo “de liberación nacional” con poca inversión. Y la justificación para la aplicación de este “nuevo modelo” de intervención, como lo ha bautizado este asesor del Departamento de Estado, es que para su éxito se debe presentar una doble combinación: la existencia de un “movimiento nacional” democrático y la responsabilidad internacional de Estados Unidos y sus aliados para apoyar con acciones militares.
En este caso, desde hace varios años la Sección de Intereses de Norteamérica (SINA) ha organizado varias iniciativas contrarrevolucionarias. Una de las agrupaciones que mayor financiamiento recibe es la denominada Damas de Blanco, que integrada por familiares de presos contrarrevolucionarios o incluso de reos privados de libertad por causas comunes se ha dado a la tarea, infructuosa, de intentar extender sus actividades de La Habana a otras provincias cubanas.
Las Damas de Blanco –que han sido protegidas por las autoridades cubanas de las espontáneas reacciones en su contra protagonizadas por la inmensa mayoría del pueblo cubano, que se niega a ser colonizado nuevamente- mantienen una activa como agresiva campaña contra la revolución cubana a pesar de que sus familiares ha sido liberados y muchos de ellos han salido a España hace varios meses, pero además han conformado “el grupo de apoyo” con reconocidos anti-sociales y ex presos, todos a sueldo.
Pues bien, este pequeño grupo de activistas financiado por Estados Unidos y algunos gobiernos europeos son la punta de lanza, según parecen desear algunos ultraconservadores, para ir alentando –bajo el pretexto de protección de la población civil-, una intervención militar de la OTAN contra Cuba, lo cual daría paso para hacer lo mismo con Venezuela, Bolivia y Nicaragua, por citar a los procesos políticos mas radicales de América Latina y el Caribe.
La amenaza de esa intervención tiene sus orígenes en la Cumbre de Lisboa, de noviembre de 2010, cuando la OTAN formuló su nuevo concepto estratégico que le da la atribución de intervenir en cualquier lugar del mundo y por el motivo que sea.
Cuba ha construido su socialismo bajo el permanente asedio del imperialismo. Al criminal bloqueo, que en breve será condenado por vigésima vez consecutiva en el Asamblea General de las Naciones Unidas, se le ha sumado acciones de sabotaje, asesinatos de la población civil, criminales atentados como la bomba que explosionó en pleno vuelo en la nave de Cubana de Aviación en 1976 provocando la muerte de decenas de personas e innumerables planes para asesinar al líder histórico de esa revolución, Fidel Castro.
Uno de los últimos intentos de invasión militar a Cuba fue diseñado en 2003 por George Bush, pero su implementación abortó por el carácter impredecible de sus resultados y por la masiva respuesta que con los Ejercicios Bastión 2004, las fuerzas armadas y el pueblo cubanos le dieron a los planes intervencionistas.
La amenaza está planteada. Lo que el imperio no desconoce, empero, que una agresión militar a Cuba no tendrá el mismo resultado que su invasión a Afganistán, Iraq y ahora Libia. El pueblo y gobierno cubanos –que provocaron la primera derrota militar del imperialismo en América Latina en 1961, en Playa Girón-, han dado bastantes muestras de la cohesión en torno a los ideales y los principios de la revolución, el socialismo y la independencia.
Hugo Moldiz Mercado
* Periodista y abogado boliviano, magíster en relaciones internacionales y coordinador de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, capitulo boliviano.
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