martes, septiembre 06, 2011

Las enfermedades mentales. Cifras estremecedoras


La revista European Neuropsychopharmacology publica un estudio sin precedentes sobre la salud mental en Europa: el 38,2% de los europeos (163,8 millones) sufre al menos un tipo de trastorno mental.

Lo que no computa el estudio como trastorno mental es la codicia, la crueldad, el mobbing, la perversidad, la ruindad, el egoísmo ex­tremo y la astucia para enriquecerse a costa de los demás, y tantos otros agentes que provienen de los otros supuestamente sanos que desencadenan los males sociales, trastornos colectivos o generali­zados. Es más, si por trastorno mental se tuviese no a los desarreglos mentales (generalmente relacionados con la depresión y la angustia) que sufre el individuo en este tipo de sociedad y va al médico, sino a los trastornos mentales del individuo que no va al psiquiatra pero los refleja y los causa, los números cambiarían.
Es más, bien podría decirse que el 61,8% sano no padece trastor­nos mentales porque los desvía y descarga en ese 32,2% enfermo. Ya sé que no de todas las enfermedades mentales tiene la culpa la sociedad, pero si el estudio fuese menos superficial y buscase la etiología, es decir, la causa remota de las mismas, se comprobaría que la mayoría de los trastornos mentales no son estructurales del individuo. La mayoría de los mismos nacen en las condiciones en que se vive en el capitalismo financiero, padre de todos los des­ajustes mentales, de todas las desconfianzas, de todos los miedos, de todas las inestabilidades... de toda la infelicidad.
Y luego, véase qué hacen los grandes depredadores. Actúan as­tutamente aturdiendo a la sociedad en su conjunto con las nuevas tecnologías que la enajenan literalmente. Y ni el esfuerzo de unos por aliviar las carencias de muchos, ni el esfuerzo de otros para tra­tar de frenar los excesos de los más, consigue fruto alguno. En buena medida porque todos estamos inmersos en una sociedad pú­trida y enajenada. Es más, los todopoderosos mercados fomentan dentro de las naciones ese aturdimiento, y fuera (es decir, en los países con petróleo) llevan la guerra después de haber introducido la discordia para mejor expoliar.
Esta sociedad ensordecedora, atropellada, despiadada y brutal ca­pitalista carece absolutamente de armonía en cuyo puesto no hay más que estridencia y disonancia. Pero también le falta sentimiento, reemplazado por la sensación. Y lleva mal camino, muy mal camino. Todo parece indicar que pronto, aunque todo el mundo viva suelto, debiera entrar la mitad en un manicomio y la otra mitad en la cárcel.

Jaime Richart

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