viernes, abril 13, 2012

Günter Grass



El premio Nóbel alemán de literatura, Günter Grass, escribió días atrás un poema titulado “Lo que hay que decir”, que ha levantado ampollas en determinados círculos de poder y entre gentes de un determinado pensamiento bastante extendido al menos en medios oficiales de Alemania, generaciones posteriores que siguen aún penando, cargadas interesadamente con la culpa de sus antepasados, pueblo que ha penado a mi manera de ver como ningún otro pueblo por su culpa histórica. En este poema el anciano de 84 años, Günter Grass, quien tiempo atrás se reconoció combatiente en la Segunda GurraMundial con las SS en defensa de su pueblo, se confiesa:

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,

sobre lo que es manifiesto y se utilizaba

en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,

solo acabamos como notas a pie de página.

Es el supuesto derecho a un ataque preventivo

el que podría exterminar al pueblo iraní,

subyugado y conducido al júbilo organizado

por un fanfarrón,

porque en su jurisdicción se sospecha

la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar

a ese otro país en el que

desde hace años —aunque mantenido en secreto—

se dispone de un creciente potencial nuclear,

fuera de control, ya que

es inaccesible a toda inspección?

El silencio general sobre ese hecho,

al que se ha sometido mi propio silencio,

lo siento como gravosa mentira

y coacción que amenaza castigar

en cuanto no se respeta;

“antisemitismo” se llama la condena.

Ahora, sin embargo, porque mi país,

alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez

por crímenes muy propios

sin parangón alguno,

de nuevo y de forma rutinaria, aunque

enseguida calificada de reparación,

va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad

es dirigir ojivas aniquiladoras

hacia donde no se ha probado

la existencia de una sola bomba,

aunque se quiera aportar como prueba el temor...

digo lo que hay que decir.

¿Por qué he callado hasta ahora?

Porque creía que mi origen,

marcado por un estigma imborrable,

me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,

al país de Israel, al que estoy unido

y quiero seguir estándolo.

¿Por qué solo ahora lo digo,

envejecido y con mi última tinta:

Israel, potencia nuclear, pone en peligro

una paz mundial ya de por sí quebradiza?

Porque hay que decir

lo que mañana podría ser demasiado tarde,

y porque —suficientemente incriminados como alemanes—

podríamos ser cómplices de un crimen

que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa

no podría extinguirse

con ninguna de las excusas habituales.

Lo admito: no sigo callando

porque estoy harto

de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además

que muchos se liberen del silencio, exijan

al causante de ese peligro visible que renuncie

al uso de la fuerza e insistan también

en que los gobiernos de ambos países permitan

el control permanente y sin trabas

por una instancia internacional

del potencial nuclear israelí

y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,

más aún, a todos los seres humanos que en esa región

ocupada por la demencia

viven enemistados codo con codo,

odiándose mutuamente,

y en definitiva también ayudarnos.

Y Robert B. Goldmann le responde en el Frankfurter allgemeine Zeitung con un artículo bajo el título “¿Qué le mueve a Günter Grass?” con dedo acusador de la manera siguiente:
El enojo sobre el último poema de Günter Grass expresa más sobre la relación de los alemanes respecto a los judíos e Israel que sobre la necesidad de un escritor de tener que decir algo nuevo. Quizá Grass a los 84 años quiere convertirse de nuevo en punto de comentario de la escena mediática. Si perseguía lo ha conseguido. Quizá aprovecha también su fama para vengarse de los judíos vía Israel.
¿Pero por qué esa sed del escritor de tener que vengarse? Se ha sabido tarde que Grass sirvió en las SS. ¿Y tal vez porque los judíos fueron las víctimas más numerosas del III Reich quiso él saldar la culpa atacando al Estado judío?
Nadie puede saber con seguridad qué le mueve a este anciano señor a convertirse en escritor antiisraelí. Siendo yo en la época de Weimar en Hesse (Alemania) un joven judío recuerdo que la gente al tropezar exclamaba: “entierra al judío”. Se decía con toda naturalidad y no siempre con mala intención, se hacía culpable al judío de todo percance desagradable.
Grass es el escritor alemán preferido de los lectores en el mundo entero. Pasó largas décadas sin escribir y decir nada sobre judíos e Israel. El que ahora lo haga parece ser para él una liberación. Israel sin ser criticada desde tiempos se ha convertido de pronto en objeto legítimo de discusión. Cosa que así debiera ser pero no para Grass y sus compañeros de las SS que durante tiempo negaron su propio pasado.
Junto con los izquierdosos se apoya estos días a los palestinos, absteniéndose de toda crítica a Irán y otros gobiernos musulmanes que se niegan a reconocer el derecho de existencia del Estado judío o que pretenden “borrar” del mapa a Israel. Esto no significa que la política exterior israelí no deba ser criticada. Al contrario: La ocupación de las tierras del oeste del Jordán y la fundación permanente de nuevas poblaciones constituyen uno de los problemas que causan fricción y desasosiego en el Próximo Oriente. Pero esta política es vista por gente como Grass como el problema fundamental y no es así.
La crítica al gobierno de Netanjahu por parte de los amigos de Israel, entre los que se encuentranla RepúblicaFederaly los contribuyentes alemanes, no sólo son justas sino a menudo beneficiosas y útiles. Pero hay un argumento, que proviene de muchos americanos y europeos y que está demás y es: ¿Si a menudo en el mismo Israel se hace la crítica más dura contra Netanjahu por qué no hacerla también desde Europa y América? El argumento tiene poca justificación porque los israelitas fueron las víctimas de un ataque o Intifada mientras nosotros sólo somos espectadores.
¿Sabe Grass de qué va la cosa? Pregunta que vale también para otros poetas y escritores. Como judío uno no puede desprenderse de la sensación de que Grass por fin se sintió libre, incluso se sintió obligado a desembarazarse, a librarse de aquello que desde tiempos le hervía dentro. Distinto a lo que fuera de Israel –sobre todo enla Europaoccidental y en especial en Francia- sigue siendo un problema: el antisemitismo. Lo que liberales de izquierda y “gente buena” difícilmente pueden comprender es que el Estado judío da a los judíos la posibilidad de trasladarse o huir a Israel sin tener que conseguir un visado, algo que millones no lo pudieron enla SegundaGuerraMundial.
A los observadores judíos y sobre todo a quienes crecieron enla Alemaniaantes de la guerra les duele en el alma ver que un Günter Grass a los 84 años se une a aquellos que se suponía no estaban bien informados. Cabía esperar que él como escritor y conocedor de las personas sabe de qué se trata. ¿O quizá no, como otrora cuando sirvió en las SS?
Quizá también Grass a sus años, como otros muchos, seguimos preguntándonos hoy con aquel poeta alemán judío ayer y cuya familia murió en los campos de concentración nazi, Erich Fried:

¡Escucha, Israel!

Cuando fuimos perseguidos

fui uno de vosotros,

¿cómo seguir siendo

cuando sois perseguidores?

Anhelo vuestro fue

ser como los pueblos

que os asesinaban.

¡Ya sois como ellos!

Habéis sobrevivido

a quienes os torturaban.

¿No pervive hoy

su tortura en vosotros?

Mikel Arizaleta

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