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jueves, abril 12, 2012
Ben Bella, el rostro de la revolución argelina
Acaba de fallecer en su domicilio familiar de Hydra, en Argel, a los 96 años, el hombre que mejor representó la revolución argelina, una revolución cuyo alcance en un primer momento no fue menor que el de la cubana, sobre todo para África y los países árabes. El hecho de que dicha muerte apenas si haya merecido atención, nos revela el poco interés que suscita entre nosotros esta historia y que esta franja del mundo. Sin embargo, la revolución argelina, con todo su potencial y con todas sus contradicciones, nos permiten evaluar aunque sea a grandes líneas dos factores históricos de signo opuesto.
El nuestro sería el de la revolución, toda esa historia de resistencia y de lucha que tan magistralmente ha recogido la película La batalla de Ángel (y otras tantas películas argelinas que le serían deudoras y que ahora resultan poco más que unas notas en las enciclopedias de la historia del cine), una lucha que costó no menos de un millón (de argelinos) muertos, con capítulos atroces que apuntan hacia esa parte de una verdad oculta. De una historia que no se quiere escribir, la de la barbarie colonial con capítulos como el escrito por François Miterrand…Luego vendría el otro, el de los funcionarios y militares que se adueñaron de la cúpula del FLN, dieron un golpe de Estado, y acabaron enterrando las conquistas revolucionarias, y acordando su “parte del león” con el neocolonialismo.
El rostro de la primera parte es sin duda el de Ahmed Ben Bella, combatiente nacionalista desde finales de la II Guerra Mundial, y que alcanzó desde al menos desde 1954, un prestigio enorme entre ”los condenados de la tierra”, un prestigio que le llevó a liderar la Argelia independiente de la que fue su primer jefe de Estado y responsable de las medidas socialistas autogestionarias, llevadas a cabo con el asesoramiento de Michael Pablo, que también asesoró al presidente Mamarios en Chipre (1).
Había nacido en 1916 en Maghnia, en el oeste del país, una zona colindante de la frontera marroquí, no pudo acabar el bachillerato, y por lo tanto no pudo estudiar como era su sueño. Encontró una salida haciendo el servicio militar en el Ejército francés, y siguió porque ya había aprendido que aquel aprendizaje le era necesario. Luchó como soldado francés en el frente italiano durante la II Guerra Mundial, y fue galardonado. Su historia podía inscribirse perfectamente en una verdad oculta que no sería reconocida hasta hace poco, exactamente hasta que se estrenó la película de Rachid Bouchareb, Días de gloria (Indigènes, Francia, .2006), en la que se da cuenta de las vicisitudes de cuatro soldados argelinos, musulmanes, que nunca habían pisado suelo francés, pero ahora, por causa de la guerra, pero que se habían presentado como voluntarios al ejército francés: para liberar a la “madre patria” del enemigo nazi: lo mismo que otros 130.000 "oriundos". Además de enfrentarse a los nazis, deberán sufrir la intolerancia y el racismo de sus compañeros, sus superiores y sus supuestos aliados. Olvidados por la “historia oficial”, estos soldados anónimos saldrán victoriosos en Italia, en Provenza y en los Vosgos antes de quedarse solos en la defensa de una aldea alsaciana cuyos habitantes lo miran con menosprecio, y han de enfrentarse a un poderoso batallón alemán.
Fue durante este tiempo que muchos soldados argelinos como Ben Bella tomaron conciencia de que su país era una colonia por cuya liberación había que empuñar las armas. Después de haber tomado parte en actividades nacionalistas legales que no encontraron salida, Ben Bella acabó alistándose en el brazo armado del Movimiento para el Triunfo de las Libertades Democráticas, por lo que acabó siendo condenado a siete años por el asalto a Correos en Orán en 1949. Se escapó a El Cairo en 1952. Ulteriormente se convirtió en uno de los nueve jefes históricos que integraban el comité revolucionario que en 1954 desencadenó la insurrección contra el ejército francés que presumía de haber luchado contra el nazismo. Ben Bella fue detenido nuevamente cuando los cazas franceses obligaron a aterrizar en Argel al avión en el que volaba de Rabat a Túnez.
No sería liberado hasta su libertad se erigió como una de las exigencias de los acuerdos de Evian, por los que la metrópolis reconocía la independencia lo que antes habían llamado “la Argelia francesa”, lo que significa reconocer a alguien que hasta aquel momento habían tachado como un “peligroso terrorista”. En septiembre de 1962 fue designado jefe del Estado, y, un año después, fue elegido presidente, y se inicia el periodo más avanzado de la revolución que se postuló como la avanzada de una revolución anticolonialista en África y en los países árabes, así como en uno de los países más comprometidos con el movimiento de Países No alineados. En uno de sus primeros actos como Jefe del Gobierno establece relaciones diplomáticas con Cuba, Yugoslavia, China y la URSS y otros estados comunistas, lo cual crea posibilidades de recibir una ayuda sustancial de estas fuentes. Por otra parte, la postura activa del gobierno apoyando la revolución colonial en países tales como Angola y Sudáfrica, escenifica la exportación del modelo de revolución argelino. Cuidó sus relaciones con Francia, a la que aseguró los suministros en gas y en petróleo, con Estados Unidos (se reunió con el presidente Kennedy en 1962), pero las relaciones con sus vecinos, Túnez y Marruecos, se mantuvieron muy tensas. Argelia se mostró solidaria con el mundo árabe y apoyó la resistencia palestina en contra del sionismo. El rostro de Ben Bella apareció junto con los de Nasser, Lumumba, de Francis Nwia Nkrumah, dirigente de la independencia de Ghana, Nelson Mandela, que fue recibido en Argel como un jefe de Estado, Ben Barka,…No en vano Ben Bella era partidario que un Magreb unido que no reconociera las fronteras creadas por la colonización. Ben Bella trató de apoyarse en Egipto, en los países llamados socialistas, la URSS y China, y mantuvo relaciones privilegiadas con Cuba, y con Fidel Castro. También las tuvo con el “Che” Guevara, según algunos historiadores, esto fue posible a las buenas relaciones de este con Michael Pablo (ver nota 1)
Apoyándose en un ideario que trataba de combinar el socialismo con ciertas tradiciones religiosas igualitaristas del islamismo, el nuevo régimen llevó a cabo la nacionalización de los diferentes sectores de la economía, pero aunque se reclamó de un modelo económico que se definió como autogestionario (por entonces, también se hablaba de la autogestión en Yugoslavia y de ciertas comunidades israelitas), se decretó la gestión socialista de las empresas así como una reforma agraria. Igualmente se instauró la medicina gratuita, la escolarización obligatoria y la arabización de la enseñanza. Se nacionalizaron los servicios públicos y las tierras y empresas de los colonos franceses que habían abandonado el país. Es obvio que muchas de estas medidas tuvieron un carácter positivo y contribuyeron decisivamente a mejorar el nivel de vida de la población, pero la prioridad de las denominadas “industrias industrializantes”, es decir, la industria pesada, en detrimento de la agricultura y de la producción de bienes de consumo, comportó a la larga la descapitalización de la agricultura, el retroceso de la producción agraria y la caída de la productividad industrial, carcomida por la burocratización, la lentitud administrativa, la falta de coordinación y de recambios industriales, el gigantismo empresarial y los “milagros estadísticos”.
Sin embargo, el proceso no fue acompañado por una apuesta por la organización de masas de tal manera que tuvo un cierto toque de “despotismo ilustrado”, y no poco de liderismo de tintes un tanto providenciales (por lo demás muy propio del nacionalismo tercermundista) por parte del propio Ben Bella que creyó que el apoyo indirecto de las masas era de por sí suficiente. Pero la historia cambió su curso en el ámbito de la revolución anticolonial en la mitad de los años sesenta cuando tienen lugar entre otros acontecimientos nefastos, el golpe de Estado en Brasil, el desembarco yanqui en Santo Domingo, la matanza de los comunistas indonesios que fue liderada por Suharto, y el golpe de Estado de Bumedien como líder de la nueva elite política que se había apoderado del ejército; o sea tiene lugar una contrarrevolución en la revolución. Lo que vendrá después será es otra historia.
Aunque salvó su vida (al parecer porque Bumedien lo impidió), Ben Bella pasó a ser uno de los presos políticos más antiguos del mundo, hasta que en 1979 fue acogido durante un tiempo por la AIE en España. Medio año más tarde pasó a un arresto domiciliario y fue transferido junto a su familia, a la localidad de M´Sila, en el sur de Argelia. Su situación fue mejorando hasta que llegó la liberación y el exilio. Diez años después Ben Bella aprovechó una tímida apertura en Argelia para poner fin a su exilio. Organizó su regreso desde el puerto de Barcelona en el buque El Hoggar en el que embarcó con 600 seguidores; 25.000 argelinos le dieron la bienvenida en el muelle. Desde entonces trabajó para la reconciliación nacional, y regresó a Argelia como portavoz de un movimiento de renovación democrática opuesto al régimen ("El partido único es un mal"), y denunció la corrupción. A continuación pasó a ser una personalidad mundialmente reconocida y se hizo abogado de la causa de los Derechos humanos, situándose al margen de la actividad política. Cuando en 1992, el ejército-partido (FLN) impulsó un desastroso golpe de Estado y el país inició una década de guerra civil entre el poder militar y los movimientos islámicos radicales que habían ganado las elecciones, algo que después de lo que había pasado en Irán, ponía los pelos de puntas a los amos del mundo, la voz de Ben Bella se volvió a escuchar: "Soy el mismo que combatió al colonialismo francés", dijo hace unos años en Caracas. Estaba allí como invitado del Encuentro Mundial de Artistas e intelectuales en Defensa de la Humanidad, un movimiento de pensamiento y acción contra toda forma de dominación. Este proyecto responde a la necesidad de dar cumplimiento al mandato de la Asamblea Plenaria del Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, celebrada en Caracas el día 6 de diciembre de 2004, que congregó a representantes de cincuenta y dos países y diversas culturas.
Nota
--1) En las notas que la MIA dedica a Michel Pablo alias de Michalis R. Raptis (1911-1996), uno de los dirigentes de la IV Internacional después de la II Guerra Mundial. Sus análisis fueron muy discutidos entre sus camaradas. Para varias fracciones y subfracciones, el “pablismo” llegó a erigirse en la quintaesencia de un peculiar “revisionismo” frente al cual se crearían diversas cuartas internacionales. Lo cierto es que Pablo desarrolló diversas hipótesis, pero ante todo fue un militante de capacidades singulares. Su nombre está estrechamente ligado a las redes de solidaridad con el FLN en Europa donde se llegó a crear una fábrica de armas para los insurgentes. Abandonó la IV Internacional con la reunificación, y regresó décadas más tarde sin haber pisado la moqueta de parlamentos o ministerios. En la nota que le dedica la MIA se dice que “fue ministro de Ben Bella”, lo cual no es verdad. Su influencia fue importante pero nunca llegó a tanto. También fue asesor del nacionalista chipriota Mamarios III, lideres de la resistencia antibritánica y antiimperialista convencido.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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