Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
sábado, abril 07, 2012
José Aricó, la III Internacional… y “un olvidado” en su “lección primera”
Está buena la idea del camarada Juan Dal Maso: hacerse un post por cada una de las nueve “lecciones” del “gramsciano” argentino José Aricó, de 1979, que acaban de ser publicadas. Yo, sin pretender tanto como 9 posts, también haré mención acá a algunas cosas que me llamaron la atención de la “lección primera” –y, a diferencia del mencionado escrito de JDM, no a cuestiones más teóricas y metodológicas alrededor de los fundamentos mismos del marxismo: la relación Hegel-Feuerbach-Marx, sino respecto a la historia del movimiento obrero socialista y marxista (cuando llega el momento de las preguntas de los asistentes)–.
Dice Aricó:
“No se trata de que Bernstein, Kautsky, Adler y Cía. eran revisionistas, oportunistas y demás, porque razonamientos similares podemos verlos en la creación de la Tercera Internacional (1919). La ruptura con los movimientos socialistas, la creación de los partidos comunistas, están basadas en una concepción: la concepción del derrumbe inevitable del sistema capitalista a partir de la Primera Guerra, es decir el socialismo era un hecho, no se podía ya dominar a las masas, no se podía controlarlas, la revolución estaba al orden del día y si se apresuraba la revolución en Rusia no era porque Lenin y los bolcheviques creyeron que existían demasiadas condiciones para el establecimiento de una sociedad socialista en dicho país. Se desataba la revolución en Rusia para apresurar la revolución en Alemania, porque lo fundamental era la revolución en Alemania. Sobre la base de esta idea se creó un movimiento histórico que fragmentó a la clase obrera y que constituyó un nuevo grupo político. ¿Tuvo consecuencias eso sobre la realidad? Sí, tuvo consecuencias, tuvo que ocurrir en 1921 el fracaso de lo que se llama ‘la acción de marzo’ en Alemania, una acción insurreccional desatada por los comunistas, tuvo que ocurrir ese fracaso para que se replanteara toda la estrategia de la Tercera Internacional, para que Lenin planteara que en las sociedades occidentales lo primero era ganar a las masas. En adelante, no era suficiente contar con minorías. Se necesitaba ganar a las masas; por tanto, en lugar de la ‘teoría de la ofensiva’ generalizada, en lugar de crear hechos que fueran provocando el sacudimiento de las masas, era necesario ahora reconstituir la unidad del movimiento obrero.
La teoría de la defensiva debe dar paso a la teoría del frente único, pero esa teoría del frente único, bien pensada, cuestionaba el propio surgimiento de la Tercera Internacional. […] Puesto que predominaba una determinada concepción de lo que era la sociedad capitalista, de la crisis de la sociedad capitalista, y del derrumbe inevitable de la sociedad capitalista, los fenómenos de recuperación capitalista no se podían ver. El Partido Comunista Alemán, no viendo la reestructuración del capitalismo alemán, se convirtió en un partido de desocupados y facilitó que los obreros de las nuevas empresas que se estaban reestructurando se convirtieran en fascistas. Porque ese fenómeno no se veía, porque se creía que el capitalismo caía (exactamente en el mismo momento en que el capitalismo se reconstituía) la Tercera Internacional y los comunistas siguieron predicando la crisis general del capitalismo desde el año 1919 en adelante. Se llamará crisis general, segunda crisis general, tercera crisis general, y crisis generalizada, como se quiera, el capitalismo, sin embargo, mostraba posibilidades de desarrollo inesperadas, imprevistas para el análisis que hacían los comunistas” (pp. 39 y 40, resaltados míos).
Voy a tratar entonces de responder, de dar mi punto de vista –junto a las citas de algunos textos– sobre esto que he remarcado, y de algunas cosas más…
Para empezar, Aricó sostiene que la III Internacional adoptó la “teoría del derrumbe”, y que además, por esto, “el socialismo era un hecho”[?]. Y, como si fuera poco, agrega que la fundación de la III Internacional habría sido un acto de sectarismo (basado en el mismo “derrumbe” del capitalismo), ya que se “fragmentó a la clase obrera y [s]e constituyó un nuevo grupo político”… Bueno, a mi entender, la fundación de una nueva internacional, comunista y revolucionaria desde ya que no se dio en un solo acto; pero sí era clave la delimitación estratégica ante la artera traición (un hecho político de magnitud histórica) de la socialdemocracia alemana –especialmente– ante el advenimiento de la Primera Guerra Mundial. Lenin y un puñado de revolucionarios, ante la gigantesca oleada nacionalista (un tsunami de patriotismo donde los partidos socialistas y líderes sindicales llamaban a los trabajadores a hacer “causa común” con sus propias burguesías explotadores e imperialistas –para que decenas de miles de obreros y campesinos murieran en las trincheras defendiendo intereses ajenos–) nadaron contra la corriente, y fundaron, por decisión estratégica –y tras varios años de debates y conferencias preparatorias–, una nueva internacional. Es decir que la III Internacional se funda no con una discusión política cualquiera –mucho menos por las crisis recurrentes del sistema–, con el balance de cualquier lucha… sino con un gran evento bélico que pone al proletariado europeo y a sus direcciones agudamente a prueba. Por otra parte la misma adopción de la táctica del frente único –el “replanteo estratégico” fue más bien el romper con los “socialchauvinistas” o “socialpatriotas”, como llamó Lenin a los de la II Internacional en bancarrota– demuestra que no había ningún interés en los partidos y en la dirección de la nueva internacional en dividir a la clase trabajadora. (Aricó además confunde acá a las direcciones (los partidos, sus estrategias y programas) con la clase (que debe contar con organizaciones amplias y democráticas, que la engloben lo más de conjunto posible).) Pero sí de desarrollar una lucha contra las direcciones traidoras para llegar y ganar a las masas.
Además Aricó pretende asimilar las posiciones “de derrumbe” y ultraizquierdistas a las de la dirección de la III Internacional, omitiendo que Lenin ya había comenzado el debate contra ellas desde su conocido trabajo El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo en 1920. En realidad, el debate entre pasividad expectante y voluntad activa comenzó –según un artículo que publicó el mismo Aricó– ya con el “debate Bernstein”, a fines del siglo XIX; siguió con el tema de las huelgas de masas (con Rosa Luxemburg tomando como gran experiencia los acontecimientos de la Primera Revolución rusa de 1905) y siguió en las décadas de 1920 y 1930 con la llamada “izquierda radical”, que incluía, entre otros sectores, al “comunismo de los consejos” y al “comunismo de izquierda” (cf. Giacomo Marramao, “Teoría del derrumbe y capitalismo organizado en las discusiones del ‘extremismo histórico’”, Cuadernos de Pasado y Presente 78, p. 8 –parte de estas discusiones están comentadas en el artículo de Cecilia Feijoo, publicado en este mismo blog, “De la III internacional a nuestros días (Primera Parte)”–). El mismo artículo de Marramao (p. 9) admite que hubo “un paradojal quid pro quo de extremismo y de reformismo”, ya que no siempre un análisis “de izquierda” o “de derrumbe” conllevaba posiciones políticas “activas”; y posiciones más analíticas acerca de la “reorganización” del capitalismo y los monopolios incluían “el lado activo”, como si fuera una perspectiva marxista “ortodoxa”… Si pensamos en cómo “el niño mimado de la III Internacional”, Bujarin, estaba, en el terreno de la diplomacia y la guerra, en 1918 y 1919, por “la ofensiva permanente” –una farsa de “política proletaria”–, y luego dio un rápido paso a la derecha –con una política pro-kulak en Rusia–, tenemos un claro ejemplo de esto que dice Marramao.
Por otra parte, la afirmación de socialismo “como hecho” por la crisis del sistema, o porque las masas entraran, al calor de la crisis militar y económica, en estado de ebullición, no tiene mucho sentido: desde ya que la concepción orgánicamente internacionalista de Lenin y los revolucionarios de la III Internacional los llevaba a definir a Rusia como un Estado “atrasado”: un “eslabón débil” del sistema internacional, pero al mismo tiempo una oportunidad para que las masas rompan con la clase dominante y pongan en pie su propio Estado, como una trinchera para comenzar la lucha internacionalista por el socialismo. De ahí la importancia que tenía un país como Alemania, con su poderosa clase obrera, con su industria y su cultura, y las enormes posibilidades que se abrían si allí se tomaba el poder (con o sin revolución triunfante en Rusia). Pero sostener que en la III Internacional ya creía el socialismo “como hecho”… podemos decir que es una definición apresurada de Aricó… o si no, infundada.
Para ir terminando. Aricó no menciona en esta lección y en este tema –nada menos– que a Trotsky, quien dio una cantidad de discusiones junto a Lenin en los cuatro primeros congresos de la III Internacional, y que sí vio las posibilidades “de desarrollo” del capitalismo (acá, el link al post del camarada Eduardo Castilla sobre la “lección sexta” –y contra la nota en Ñ de Diego Tatián– donde se falsean las posiciones de Trotsky respecto al campesinado).
Éste fue el famoso –aunque no para Aricó– debate sobre “la estabilización del capitalismo”, batalla dada por Trotsky, justamente, para poder ajustar las tácticas de intervención en la crisis de la posguerra (recordemos que en 1923, tras el fracaso del putsch de 1921, la ocupación del Rhur por parte de Francia e Inglaterra generó una nueva situación revolucionaria en Alemania –Trotsky la equiparó a la “continuación” de la guerra de 1914-18–). Hay una cantidad de artículos de la década de 1920, donde Trotsky busca la relación dialéctica que se establece entre los fenómenos objetivos (la “curva vital” del sistema capitalista y los “ciclos” coyunturales) y subjetivos (las políticas de los Estados y los resultados de la lucha de clases), para precisar la intervención del partido revolucionario, como así también la situación de “resistencia” en que se encontraba el Estado obrero ruso, aislado al mismo tiempo en que se desarrollan los combates del proletariado en numerosos países: Hungría, Inglaterra, Alemania, China, etc.
En particular, los debates de Trotsky de todos estos años están plasmados en Stalin, el gran organizador de derrotas. La III Internacional después de Lenin; un libro que acaba de ser parte de un importante seminario de táctica y estrategia en la época imperialista, y que en un par de semanas aparecerá publicado por Ediciones IPS, como parte de una colección junto a la Casa-Museo León Trotsky de México, de 30 volúmenes de “Obras escogidas”.
Dice allí Trotsky (en una de las muchas citas de este valioso trabajo del revolucionario ruso): “La causa fundamental de la crisis de la Revolución de Octubre reside en el retraso de la revolución mundial tras una serie de graves derrotas del proletariado. Hasta 1923 fueron las derrotas de los movimientos e insurrecciones de posguerra por causa de la desaparición de toda una parte de la juventud y como consecuencia de la debilidad de los partidos comunistas. A partir de 1923 la situación se modifica radicalmente: no se trata ya solamente de derrotas del proletariado, sino de derrotas de la política de la IC [Internacional Comunista o III Internacional]. Los errores de esta política en Alemania, Inglaterra, China y en menor medida en otros países son tales que resulta imposible encontrar semejanzas en toda la historia del Partido Bolchevique: para lograrlo es necesario remontarse a la historia del menchevismo en los años 1905-17, o incluso remitirse a décadas anteriores. El retraso en el desarrollo de la IC se presenta como el resultado inmediato de la política falsa seguida en los cinco últimos años. […] La estabilización no ha caído del cielo, ni es el fruto de un cambio automático en las condiciones de la economía capitalista mundial: es el resultado de un cambio desfavorable en la relación de fuerzas en el ámbito político entre las clases. El proletariado ha sido debilitado en Alemania por la capitulación de la dirección en 1923; ha sido engañado y traicionado en Inglaterra por una dirección con la que la IC formaba bloque todavía en 1926; en China, la política del CE de la IC ha arrojado al proletariado a la trampa del Kuomintang en 1926-27. Estas son las causas inmediatas e indiscutibles de las derrotas. Intentar demostrar que incluso con una política adecuada las derrotas resultaban inevitables es caer en un fatalismo sin esperanza y renunciar a la comprensión bolchevique del papel y la importancia de una dirección revolucionaria”.
Sigue Trotsky: “Las derrotas del proletariado producto de una política errónea han dado un respiro político a la burguesía, del que esta se ha aprovechado para consolidar sus posiciones económicas. Ciertamente, la consolidación de estas posiciones influye, por su parte (como factor de “estabilización”), sobre la situación política; sin embargo, la causa fundamental del ascenso del capitalismo durante estos cinco años de “estabilización” reside en el hecho de que la IC no se ha encontrado en ningún momento a la altura de los acontecimientos. Las situaciones revolucionarias no han faltado, pero, de forma crónica, no se supo sacar partido de ellas. Esta falta no es producto del azar ni tiene nada de especial: es la consecuencia inevitable del curso centrista que, si bien en un período ordinario puede ocultar su inconsistencia, debe provocar inevitablemente catástrofes en una situación revolucionaria, cuando se están produciendo cambios bruscos” (pp. 48 y 49 de la nueva edición).
En definitiva, Trotsky batalló esos años desde el análisis, la táctica y la estrategia como “el mejor bolchevique” –tal como lo llamó Lenin–. (Por ejemplo, los planteos ante la reacción en China siguen el “patrón bolchevique” de los períodos de retroceso –y por ende políticas de frente único, de aprovechar las “brechas democráticas” del régimen–, como en 1907-1912 en Rusia, etc…) El curso zigzagueante adoptado por la dirección centrista stalinista, en alianza con el ala derecha de Bujarin, provocaron una cantidad de derrotas en el proletariado que no permitió que los recién fundados partidos comunistas de la nueva internacional maduraran al calor de los acontecimientos. Al contrario: cada lección de cada batalla era encubierta burocráticamente y “contrarrestada” –con iguales o peores resultados para el proletariado y sus luchas– con políticas opuestas igualmente negativas: políticas derechistas en situaciones revolucionarias; políticas ultraizquierdistas en momentos de reacción y retroceso de las masas. De allí que Trotsky terminara desarrollando su corriente como Oposición de izquierda en Rusia, luego como Oposición de izquierda Internacional –vean en “El organizador…” la calaña del “personal dirigente” que reclutaba el stalinismo en “Quién dirige hoy la IC”– y terminaría luego, tras el ascenso del fascismo en Alemania (otro crimen de dirección del stalinismo), fundando la IV Internacional en 1938.
Pero esa ya es “otra historia”… y este post quedó muy largo.
Acá simplemente quería señalar algunas cuestiones que no se encontrarán, ni por asomo, en el libro de Aricó.
Demian Paredes
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