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lunes, junio 11, 2012
El papado a la deriva
“Queridos jóvenes, tiendan a los altos ideales, sean santos y generosos en la ayuda al prójimo”, exhortó el Papa Joseph Ratzinger en el 7º Encuentro Mundial de Familias, acaso replicando la generosidad del papado en la condena al divorcio, el derecho al aborto y la libre elección de género, contrarios a las “leyes naturales de la vida y la familia a imagen de Dios” (La Nación, 3/06). La ironía no hace más que recrudecer el Vatileaks, la comedia de enredos trazada alrededor de un mayordomo “traidor” y una serie de cardenales “cuervos” (entregadores) que evidenció la filtración de documentos confidenciales, y muy picantes, del Vaticano.
Los vaticanólogos señalan que la crisis obedece a una lucha de poder entre dos fracciones clericales por la sucesión papal ante el próximo cónclave que designará al delfín de Ratzinger, de 86 años, en vista de las nuevas perspectivas de la situación internacional. El cónclave es la institución feudal que impuso el emperador alemán Federico II en el año 1.241 para forzar la designación de los sucesores papables partiendo de las necesidades de las clases dominantes, donde la conspiración y el soborno fueron moneda corriente, al menos de forma pública hasta 1903, cuando Pío X abolió la prerrogativa de las aristocracias europeas a vetar los candidatos.
Tarciso Bertone, segundo del Papa y secretario de Estado del Vaticano, es cuestionado por Angelo Sodano, ex secretario de Estado y decano del Colegio Cardenalicio, junto a la vieja burocracia clerical italiana que acompañó a Karol Wojtyla, acusándolo de impericia en la política diplomática. Algunos medios acusan una “guerra italiana” contra Bertone y los cuadros de la Congregación para la Doctrina de la Fe, diestros en teología pero inexpertos en política, “una dimensión terrenal y profana en la que casi nadie se salva” (Corriere della Sera, 2/06). La vieja burocracia italiana, profesional en el arte de la maniobra y el engaño, percibe que llegó “el ocaso de una época donde los escándalos no son la causa sino la consecuencia de un modelo que no va más” (Corriere Della Sera, 2/06). Desde la asunción de Rat-zinger, la Iglesia no da puntada sin hilo, exponiendo abiertamente su decadencia. En 2006, Ratzinger pronunció un discurso en la Universidad de Ratisbona que demonizaba al mundo musulmán, provocando la ira y la movilización de las masas árabes en los países de Medio Oriente. En 2009, este ex miembro de las juventudes hitlerianas levantó la excomunión de los obispos lefrebvianos de la Sociedad San Pío X, particularmente de Richard Williamson, célebre antisemita que niega el holocausto judío en la Segunda Guerra, y propuso la beatificación de Pío XII, el papa amigo de Hitler, aspecto que empujó involuntariamente al Estado de Israel a amenazar con la ruptura de relaciones. En 2010 estalló el escándalo de miles de casos de abuso de menores cometidos por sacerdotes católicos en diversos países, que obligó a la Iglesia a pagar, aparte del descrédito, indemnizaciones de más de 2000 millones de dólares. Y el mismo día que el mayordomo Paolo Gabriele fue arrestado, acusado de secuestrar documentación secreta, fue destituido Ettore Goti Tedeschi, hombre del Opus Dei que presidía el IOR (el Banco del Vaticano), acusado de lavado de dinero, cuando en 2010 ya fueron procesados dos directivos por el mismo motivo, que condujo al Vaticano a pagar una sentencia de 50 millones de dólares.
La pérdida de brújula
La profunda crisis del papado expresa en última instancia la pérdida de brújula de la institución más contrarrevolucionaria con la que cuentan las clases dominantes después de 30 años de restauración burguesa, consolidados por la ofensiva neoliberal y la restauración capitalista en la URSS y en los ex estados obreros de Europa del este, donde la Iglesia católica presidida por Wojtyla desempeñó un rol fundamental como soporte de Reagan y Thatcher y sus políticas de contrarrevolución económica y social expresadas en el programa del Consenso de Washington.
A diferencia de Juan XXIII, quien supo conjurar los vientos soplados por la revolución cubana y los movimientos de descolonización en Africa y Asia con el “progresista” Concilio Vaticano II, el papado de Ratzinger viene de un fracaso tras otro en el intento de sanear la imagen de la Iglesia. Consciente del estancamiento, la vieja burocracia encabezada por Sodano se orienta de forma pragmática a fin de restaurar un papado fuerte, acorde a los tiempos convulsivos que augura la crisis económica internacional.
Si el Vaticano se mantiene es gracias a los concordatos establecidos con los Estados nacionales y sus clases dominantes, que reconocen el Tratado de Letrán de 1929, el acuerdo firmado por Mussolini que proporcionó todas las garantías políticas de soberanía, inmunidad y legislación propia (el Código Canónico), con las cuales la Curia obra a piaccere, incluso burlando la justicia de los simples mortales. La emancipación de la clase obrera internacional, y con ella la de toda la humanidad, no podrá ser sin la destrucción de este estado mayor ideológico del gran capital, que envenena la conciencia de las masas con la ilusión de una salvación en el reino de los cielos para salvaguardar los intereses de los capitalistas en el reino de la Tierra.
Cuentas “non sanctas”
Incorporado a la lista sobre actividades de lavado de dinero del Departamento de Estado de EE.UU., el IOR (Instituto para las Obras de Religión), popularmente el Banco del Vaticano, fue sacudido por escándalos de corrupción desde su fundación. Propietario de Pietro Beretta, la mayor industria de armas del mundo, el IOR se asoció en 1960 con la Banca Privata Financiaria, un banco de la mafia, para realizar operaciones en paraísos fiscales. En 1972 cedió el 37% de las acciones que poseía de la Banca Católica del Veneto al Banco Ambrosiano de Roberto Calvi. Pero en 1982 el Ambrosiano quebró producto de un fraude de 1300 millones de dólares en préstamos a empresas fantasma con cartas de crédito del Vaticano. El arzobispo Raúl Marcinkus, jefe del IOR, evadió a la justicia gracias a la inmunidad vaticana, mientras Calvi fue ahorcado en Londres en un presunto ajuste de cuentas con la mafia. Un detalle de color: Marcinkus fue la figura que inspiró el personaje del corrompido arzobispo Gilday en el film “El padrino III”, dirigida por Francis Ford Coppola.
Miguel Raider
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