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domingo, junio 10, 2012
Estados ... ¿Unidos o robados?
35 de los 50 Estados que conforman a Estados Unidos no son partes del país, sino del Imperio, pues fueron adquiridos por la guerra, el fraude, la mentira, la violación de las leyes y los tratados y hasta de su propia Constitución. Por no dejar de robar, el Imperio trata de robarse el nombre América.
Nota: Publiqué este artículo aquí en Kaos hace unos tres años. He vueto a "fusilarme" a mí mismo en espera de que el numen regrese de un viaje que ya dura dos semanas.
1-. ¿AMERICANO?
Es una insolencia inaceptable que se le llame América sólo a Estados Unidos y americanos sólo a los ciudadanos de este país, no ya porque América es el nombre de todo un continente, sino porque Estados Unidos y Canadá fueron los últimos países en ser llamados América, casi dos siglos después que la costa atlántica de la América meridional comenzara a llamarse así, en honor a Amérigho Vespucci, o Américo Vespucio.
Vespucio fue, además de navegante, un intelectual que nació y se educó en Florencia, la ciudad más culta del mundo. En sus viajes de exploración a este continente mantuvo sus contactos por carta con varios escritores y artistas de su ciudad, quienes a su vez se relacionaban con el geógrafo y cartógrafo alemán Martin Waldseemuller, establecido en Lorraine, Francia. Por las descripciones que le hacía Vespucio en sus cartas a sus amigos y colegas de Florencia y que éstos se las hacían llegar a Waldseemuler, éste compartió las ideas de Américo de que se trataba de un Nuevo Mundo, no del extremo occidental de Asia como había creído Colón. Debido a esto, Martin le puso el nombre Amerigho a los mapas que hizo del continente en 1507 y, a partir de entonces se le llamó Amerigho –Américo o América en castellano y en otros idiomas-- a las tierras que se hallaban a orillas del Atlántico y que hoy pertenecen a Brasil, Uruguay y Argentina. Sólo esas tierras fueron llamadas, en su origen, América. Eventualmente el nombre se fue expandiendo por el resto del continente, y llegó a los dos países más septentrionales hacia fines del Siglo XVII, unos 180 años después.
¿Qué dirían los europeos si Francia, por ejemplo, se apropiara del nombre de todo un continente y se llamara a sí misma Europa y sólo a sus ciudadanos les llamase europeos? Eso no se atrevió hacerlo ni Napoleón cuando era el amo de toda Europa, de Portugal a Rusia.
2-. EL SAQUEO
Este país no sugió como una nación libre y menos aun democrática, sino como una república imperial, pues ya dominaba partes de los territorios de la Nueva Francia que Inglaterra le había quitado a Francia en la Guerra de los Siete Años, conocida aquí como French and Indian War. Se trata de las tierras que se extienden desde la orilla oriental del Mississippi a las Montañas Appalachias, “cedidas” por Francia a Inglaterra en 1763, al fin de la guerra en la que tuvo un papel importante, como coronel de las milicias de Virginia, el que después sería fundador de este país, George Washington. Fue, precisamente, el asesinato del diplomático francés Joseph Coulon de Jumonville, perpetrado por un cacique de la poblacion nativa que combatía a las órdenes de Washington, lo que provocó el inicio de la guerra en Norteamérica entre Francia e Inglaterra, en 1754, que dos años después se extendería a Europa por el conflicto entre Prusia y Austria por la posesión de Silesia, al que conocemos como Guerra de los Siete Años la que, en rigor, debió haber sido llamada Primera Guerra Mundial, pues se peleó en cuatro continentes, no sólo en tres como la guerra europea de 1914-1918.
Las trece colonias originales –que, en rigor, son 15, porque incluían a Maine, que era entonces territorio de Massachusetts, y Vermont, que era una república independiente que luchaba en contra de Inglaterra al lado de las trece colonias--, tenían alrededor de 1.375,000 kilómetros cuadrados, y los territorios imperiales de la antigua Nueva Francia tenían 1.170,000 kilómetros cuadrados, o sea que casi la mitad del territorio que conformaba este país en el momento de la independencia, en 1783, eran posesiones imperiales, no partes integrantes propiamente del país. Y éste nació, además, como un país antidemocrático porque menos del 10% de la población tenía los derechos civiles que se le negaron a las mujeres, la población nativa, los esclavos, los negros libertos, los sirvientes –indentured servants-- y los pobres.
Como suelo analizarlo todo desde el punto de vista histórico, estoy convencido que vivo en una ciudad, Miami, que no forma parte de Estados Unidos, sino que es territorio español ocupado, ilegalmente, por el Imperio yanqui. Y como mi madre y todos sus ascendientes, y mis cuatro bisabuelos paternos, eran españoles, considero, por ello, que vivo en un pedazo de mi patria, no “en el extranjero”, por lo que la crítica que he hecho y voy a hacer de este país no la hace un extranjero.
Aquí los extranjeros son los yanquis, así como en California, Tejas y otros Estados son extranjeros todos los que no sean mejicanos o descendientes de mejicanos; de la misma forma que son extranjeros en todo el centro de Estados Unidos, de las Appalachias a las Rocallosas, todos los que no sean franceses o descendientes de franceses, y en Alaska los únicos alaskianos son los descendientes de los 2,500 rusos, los 8,000 “indios” y los 50,000 esquimales que vivían en la península en 1867, y en Hawai son extranjeros todos los que no desciendan de la población nativa que tenía el país en 1893 cuando se lo robó el Imperio, entre ellos Barack Obama, suponiendo que haya nacido en Hawai no en Kenia, como creen muchos. Y, por supuesto, los que más derecho tienen a ser ciudadanos de este país son los descendientes de la población autóctona de Norteamérica que ha vivido en estas tierras, al menos, por 25,000 años.
¿Broma? Sí, para los necios es broma, no para quienes conocemos la historia de este país, algo que es muy fácil para todo el que consulte las enciclopedias, la internet o, por ejemplo, “The Annals of America”, una colección enciclopédica de 15 volúmenes sobre la historia del país que hoy se llama Estados Unidos, desde la era anterior a Colón hasta mediados del Siglo XX, que, por suerte o por desgracia, me leí de cabo a rabo.
Pero ¿cómo puede ser Miami territorio español?, se preguntarán algunos. Veamos: en la primavera de 1817, el general Andrew Jackson, el mayor genocida de la población autóctona del país, invadió la Florida, entonces territorio español, para pelear contra los indios seminoles, pero, después, atacó y venció a la guarnición española de Pensacola y, unos años después, el traidor Fernando VII se la vendió a Estados Unidos –Tratado Adams-Onís, 1821--, violando la Constitución de Cádiz de 1812 que no le concedía derechos, por sí mismo, a vender ninguna parte integral del Imperio Español.
Fernando VII suspendió la Constitución de Cádiz de 1814 a 1820, pero cuando se firmó el Tratado Adams-Onís ya la Constitución se había restaurado y ésta no le confería derechos para vender la Florida. Sólo podían hacerlo las Cortes de Cádiz y éstas no fueron convocadas por el monarca, por lo cual esa venta fue inconstitucional, o sea nula.
Por su parte James Monroe violó la Constitución de Estados Unidos, pues no tenía facultad legal para realizar esa compra, ya que correspondía al Congreso aprobar una Adición Constitucional –Constitutional Addendum-- que se lo permitiera y que no hay que confundir con Enmienda Constitucional o Constitutional Amendment.
Lo mismo había sucedido, en 1803, con la Compra de la Louisiana –Louisiana Purchase--, un amplio territorio que se extendía de la orilla occidental del Mississippi a las Montañas Rocallosas y de New Orleans hasta Canadá, que era dos veces el tamaño del país original. Esta operación fue realizada por Thomas Jefferson, en violación de la propia Constitución de la que había sido uno de sus máximos propulsores; así como el cónsul vitalicio Napoleón Bonaparte violó la Constitución francesa de 1802 (Constitución del 16 Termidor del Año X de la Revolución Francesa) promovida por él mismo, pues tenía que llamar a Senadoconsulto, y no lo hizo.
Algo similar sucedió con la anexión de Texas, en febrero de 1845, ya que de acuerdo a la Constitución, dicha anexión tenía que ser aprobada por un acuerdo separado del Senado y la Cámara de Representantes. Seis días antes de que James Polk tomara posesión de la presidencia, John Tyler violó la Constitución y mediante una Resolución Conjunta del Congreso impuso la anexión. Texas era cuando aquello mucho más extenso, y hoy tiene 696,000 kilómetros cuadrados –el tamaño de España, Portugal, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Luxemburgo, Mónaco, Andorra y Liechtenstein juntos--. Y todo eso era de México.
El Tratado Guadalupe-Hidalgo, en 1848, por el que, al fin de la guerra entre ambos países, México tuvo que cederle a Estados Unidos el 54% de su territorio nacional, incluyendo la cesión anterior de Texas, fue también ilegal, desde el punto de vista del Derecho Internacional, ya que fue aprobado mientras la ciudad de México estaba ocupada por las tropas yanquis. De acuerdo a las leyes internacionales todo tratado que se apruebe bajo la fuerza y el terror, ES NULO. O sea que, de acuerdo al Derecho Internacional, California, Tejas, Nevada, Colorado y otros Estados, pertenecen a México, no a Estados Unidos. Forman parte de este país por el poder del terror no por la justicia de las leyes. Esos Estados son, por la fuerza, partes del Imperio yanqui, no de Estados Unidos.
Lo mismo puede decirse de la Compra de Alaska, en 1867, por Andrew Johnson, acuerdo que fue violado por Ulyses Grant en 1869, por lo que, legalmente, Alaska sigue siendo territorio ruso (el ministro de guerra del zar Alejandro II, mariscal Jozef Milyutin, había puesto como condición en el contrato de venta que Alaska no tuviese nuevas instalaciones militares hasta treinta años después de su venta, y Grant violó esa parte del acuerdo, en 1869, por lo que ese tratado quedó nulo. Por supuesto que el imperio yanqui nunca reconoció esa nulidad, y el Imperio Ruso, al que le sobraban territorios más que a ningún otro país de entonces, ni siquiera protestó.
En 1893, Hawai era un país libre y feliz gobernado por Liliukalani, una reina tan democrática y sencilla que caminaba por las calles junto a su pueblo, sin escolta alguna, y componía canciones que cantaba, rodeada de público, en los parques de Honolulu y otras ciudades. Entonces llegó la bestia, el Imperio. Un grupo de capitalistas procedente de Massachusetts quería acaparar la producción y venta del azúcar, la piña y otros productos, y acusó a la Reina, falsamente, de querer expulsar a los extranjeros del país. Armó una banda de mercenarios que se alzó contra un gobierno que no tenía fuerzas armadas y sólo contaba con un minúsculo cuerpo de policías porque el delito era casi desconocido. Naves de guerra del Imperio se mantuvieron frente a Honolulu por si fracasaba la asonada mercenaria. La Reina tuvo que huir a Manila. Se creó, entonces, una república de mentiras que cinco años después se unió al Imperio como territorio, sin derechos constitucionales, lo mismo que había hecho Texas medio siglo antes. En 1959, Hawai fue declarado Estado de la Unión.
3-. UNA SOLA VIDA
Por todo esto hay que llegar a la conclusión que Estados Unidos está integrado por quince Estados, las trece colonias originales y, además, Maine y Vermont. Todo lo demás es imperio y fue adquirido, como hemos visto, por el terror de la guerra, la violación de la Constitución de EU y el incumplimiento de tratados.
A quienes crean que esto no es serio, les aconsejo que lean el Louisiana Purchase, la Constitución de Estados Unidos, la Constitución española de 1812, la Constitución francesa de 1802, las Cortes de Cádiz, la Historia de la Florida, la Anexión de Texas, el Tratado Guadalupe-Hidalgo, el Alaska Purchase y la Historia de Hawai, para que se den cuenta que todo lo que he dicho es, más que serio, rigurosamente cierto.
Para concluir este tema, debo añadir que todo lo que llegó a la costa atlántica de Norteamérica en el Siglo XVI vino de Cuba y la Capitanía General de La Habana era el gobierno de lo que entonces se llamó Las Floridas, un territorio mucho más grande que España, y por supuesto que Cuba, que llegaba de Cayo Hueso a Virginia y del Atlántico al Mississippi. El Imperio Español abandonó esas tierras porque no encontró en ellas oro ni plata y se quedó con la Florida, que llegaba entonces hasta New Orleans y comprendía las costas de Alabama y Mississippi en el Golfo de México. Cuando este país vivía en el Paleolítico, en Cuba había ciudades, escuelas, gobierno, librerías, caminos, haciendas, castillos, civilización en fin.
Al decir que la Florida sigue siendo territorio español y el centro del país, francés, y Alaska, ruso, no estoy, por supuesto, justificando a ningún imperio sino diciendo que esos territorios no deben pertenecer a imperio alguno porque todos son ilegales, sobre todo los que han vencido a otros imperios.
Insisto que aquí en Miami los extranjeros son los yanquis y, sobre todo, los que adoran al Imperio sin importarles en lo más mínimo los crímenes que cometa y de los que la historia es un testigo muy eficiente.
Si en el mundo gobernara la razón, la ley y la justicia, no la fuerza de las bestias, este país volvería a sus quince Estados originales y el Imperio desaparecería. Todos los imperios de la historia han fallecido y ninguno ha tenido nueve vidas. Un imperio no es un gato ☼
Carlos Rivero Collado
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