Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
sábado, junio 16, 2012
¿Viviendas para todos o nuevo anuncio mediático?
El anuncio de una línea de créditos para la construcción de 400 mil viviendas en los próximos 4 años es otro de los golpes de efecto mediáticos cristinistas que tanto conmueve el imaginario progresista argentino y le impone seguir apoyando el “modelo” a pesar de todas sus “falencias”. Leyendo la coyuntura política, donde empiezan a emerger signos de descontento entre sectores de masas (algunos de carácter progresivo y otros donde suenan las cacerolas gorilas que estuvieron con el campo) es evidente que el nuevo plan, busca contrapesar en parte esas tendencias políticas. Para respetar una tradición, el cristinismo muestra en este anuncio sus propios límites para dar solución a los problemas de fondo que viven las masas obreras. Mientras, como se señala acá, CFK “pesifica” sus “ahorritos de 3 millones”, la vida en las barriadas obreras y populares discurre por otros caminos, como lo hicimos público en este programa. Esto prepara, a futuro, condiciones de estallidos y rebeliones que el cristinismo, por ahora, logra desplazar en el tiempo.
Un plan más y van…
Como bien señalan los compañeros del sitio Plaza de mayo. Com “éste no es el primer plan de estas características que llevó adelante el kirchnerismo”. La pregunta de que pasó con los anteriores nos remite al fondo de una medida que puede terminar cubriendo parcialmente las necesidades de determinados sectores de los trabajadores y las clases medias, pero dejando sin solución global el problema de la vivienda nacional. Como se señala acá, el déficit habitacional en Argentina alcanza los 3,5 millones de viviendas, es decir medio millón más que en el 2001. Por lo tanto el plan anunciado con bombos y platillos, apenas alcanzaría a cubrir poco más del 10% del déficit existente. Otro indicador, citado acá, es que los 5 planes de vivienda anteriores que lanzó el gobierno nacional desde el 2007 sólo redujeron el déficit habitacional en un 5% entre ese año y el 2009. A esto le podemos agregar que el precio del metro de construcción, dependiendo del lugar, limita la calidad de la vivienda. Acá se dice “Para construir en Córdoba (…) una modesta vivienda de 75,7 metros cuadrados, se requieren entonces unos 230000 pesos (…) para quienes ganen hasta 5.000 pesos por mes de salario (…) el monto máximo de crédito asciende a 200 mil pesos. Con los indicadores que tomamos como referencia, no llegarían a los 230 mil mínimos para edificar”. Es decir, el plan prevé la posibilidad de construir un lugar con comodidades mínimas, algo bastante más modesto que la casa que CFK tiene en El Calafate o el departamento de Boudou en Puerto Madero. Pero además, “los tomadores del mismo (el crédito, NdR) deberán asumir los mayores incrementos de los costos de construcción que se presentarán en el transcurso de la obra (…) este plan (…) agregará demanda adicional por lo que es previsible que los niveles de aumento de los precios de la construcción sigan o incluso aumenten las tasas de incremento”. (Ver acá). De esta forma, quienes logren acceder al crédito, deberán edificar en un “plazo rapidísimo” para que los mayores costos de construcción no impliquen quedarse con cada vez menos dinero.
La tierra, ese “bien escaso”
El plan, a pesar de tomar la cuestión de la tierra, lo hace de una manera absolutamente formal. En su discurso CFK anunció el sorteo de 1820 hectáreas, cuando tan sólo el Ministerio de Defensa “tiene, exactamente 884 mil hectáreas”. La cuestión de la tierra no es un problema menor, sino un elemento central de la crisis de la vivienda. Como señala Le Monde Diplomatique “Un estudio realizado en agosto de 2011 muestra que el precio de los terrenos entre 2004 y 2011 aumentó en el partido de Moreno 747% y en el de Almirante Brown 608%. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, el incremento del precio de los terrenos fue de 271% en el período, llegando a incidir entre un 30% y un 50 % en el costo de una construcción, cuando históricamente lo aceptable era de hasta un 25%”. De este modo, quienes no tengan su propio terreno, deben tomar en cuenta este enorme costo y esto puede generar que muchos de quiénes accedan al crédito posiblemente terminen construyendo en un terreno compartido, lo que lleva al crecimiento del hacinamiento.
La sola mención de 1820 hectáreas en el total de las 23 provincias suena a burla cuando el ex amigo de CFK, Carlos Blaquier, tiene más de 150 mil en Jujuy y, en la Patagonia, los hermanos Benetton concentran más de 1 millón de hectáreas. Pero además, las tierras que seguramente podrán incorporarse al plan se hallarán en los márgenes de las grandes ciudades. Como bien agrega Le Monde “Convertido el suelo urbano en una mercancía escasa y de oferta rígida, las urbanizaciones privadas compiten con las urbanizaciones “informales” (ocupaciones, asentamientos y villas miseria), desplazándolas cada vez más lejos de las oportunidades que la ciudad ofrece (medios de transporte, calidad del equipamiento y de los servicios) y convirtiendo a la dificultad en el acceso a la tierra en el primer obstáculo para el acceso a la vivienda (…) las familias que quieren adquirir un terreno para autoconstruir su casa (como hicieron históricamente los sectores populares) no pueden hacerlo, pues los terrenos más cercanos a las ciudades son retenidos a la espera de un mayor valor” (resaltado nuestro)
El marxismo y el problema de la vivienda
En 1873 Federico Engels señalaba “Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue. Y esta penuria de la vivienda da tanto que hablar porque no afecta sólo a la clase obrera, sino igualmente a la pequeña burguesía”. Estas palabras, escritas hace casi 130 años, conservan una profunda actualidad como lo muestra el mismo artículo que ya citamos, donde se señala que “el 60% de los habitantes que llegaron al área metropolitana entre 2001 y 2006 se establecieran en asentamientos informales, la mayoría de las veces a través de ocupaciones. Se calcula que hoy existen 819 asentamientos, con una población de alrededor de 1.000.000 de personas (…) en una superficie de 6.484 hectáreas y una densidad de 164 habitantes por hectárea” El problema de la vivienda no es sólo déficit de lugares, sino además hacinamiento en villas miseria, superpoblación y carencia de servicios esenciales. Más allá del crecimiento económico de los últimos años a “tasas chinas”, esta cuestión siguió sin resolverse y sólo halló respuestas represivas como en Villa Soldatti o en Ledesma. Desde ese punto de vista, el kirchnerismo, como administrador del estado burgués, mostró sus enormes límites para dar una solución duradera a las necesidades del pueblo trabajador.
De ahí que, como decía Engels “Para acabar con esta penuria de la vivienda no hay más que un medio: abolir la explotación y la opresión de las clases laboriosas por la clase dominante”. Más adelante agregaba “toda revolución social deberá comenzar tomando las cosas tal como son y tratando de remediar los males (…) se puede remediar inmediatamente la penuria de la vivienda mediante la expropiación de una parte de las casas de lujo que pertenecen a las clases poseedoras, y obligando a poblar la otra parte”. En Argentina se calcula que hay a nivel nacional casi 2,5 millones de viviendas deshabitadas. En Córdoba, como señalamos acá se cuentan por decenas de miles. Es evidente que mientras, el problema de la vivienda siga estando bajo la órbita del estado burgués y de la propiedad privada será imposible una solución profunda y duradera a este flagelo. Precisamente por eso, el camino de la expropiación a los grandes capitalistas y especuladores inmobiliarios, así como la nacionalización del conjunto de las grandes propiedades terratenientes y terminar con los subsidios a los grandes empresarios, constituyen el requisito básico para avanzar en un plan de viviendas y obras públicas que contemple la extensión de las redes de los servicios de agua, cloaca, gas y electricidad a todos los hogaresy la construcción de las millones de casas que hoy necesita imperiosamente el pueblo trabajador. Es evidente que este programa no puede ser llevado adelante por este gobierno que ha hecho de los negocios para los empresarios amigos un modus operandi. La solución sólo puede venir de la organización y lucha del conjunto de la clase trabajadora, superando las barreras entre tabajadores nativos e inmigrantes, y superando la burocracia sindical, cómplice de este problema.
Eduardo Castilla y Matias R.
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