A 90 años de la insurrección de Hamburgo.
Entre la noche del 22 y la madrugada del 23 de octubre de 1923, poco después de una exitosa huelga general, las centurias proletarias (milicias obreras de alcance nacional) ocuparon decenas de comisarías ubicadas en Hamburgo, al norte de Alemania. En cuestión de horas la insurrección se extendió a los barrios obreros, donde se levantaron barricadas y se produjeron intensos combates con las fuerzas policiales. No obstante, los comunistas recibieron la orden de replegarse. La decisión, comunicada con varios días de retraso, respondía al abandono de la orientación insurreccionalista que el partido comunista (KPD) había levantado frente a la crisis alemana.
Desde enero de 1923 Francia y Bélgica ocupaban la cuenca del Ruhr, el principal centro alemán de producción de carbón, hierro y acero. El gobierno francés había aprovechado el retraso de una partida de carbón que Alemania debía entregar en concepto de reparaciones de guerra –según lo “acordado” en Versalles- para apoderarse de los recursos de la región y, a largo plazo, convertir a Renania en un estado vasallo. Frente a esta situación, el gobierno alemán promovió la “resistencia pasiva”: llamó a la población del Ruhr, especialmente a los trabajadores del carbón y de las acerías, a no prestar ningún tipo de colaboración y a organizar la “huelga patriótica”. Esta medida, si bien logró obstaculizar los planes franceses en lo inmediato, a mediano plazo se volvió insostenible. La parálisis de la industria generó un aumento exponencial de la desocupación y se desató un proceso hiperinflacionario que desembocó en una catástrofe social sin precedentes. De inmediato los trabajadores –influenciados por los comunistas- organizaron comités de fábrica y milicias obreras, y protagonizaron numerosas oleadas de huelgas y movilizaciones. En las localidades más desvastadas –especialmente en el Ruhr- se formaron comités de control de precios y de distribución de alimentos. Meses después, la acción obrera –con epicentro en Berlín- provocaba el derrumbe del gobierno del canciller Wilhelm Cuno y su reemplazo por una coalición entre el Partido Popular Alemán y la socialdemocracia (SPD), presidida por Gustav Stresemann.
Frente a la crisis del régimen y la acción de las masas, el KPD –alentado por la III Internacional y especialmente por León Trotsky, que aún era miembro de su comité ejecutivo- decidió iniciar los preparativos de la insurrección implementando la táctica de gobierno obrero, una variante de la política de “frente único”. Hasta ese momento ningún partido de la III Internacional había integrado un gobierno compuesto por organizaciones obreras no comunistas. En vísperas del Octubre ruso, los bolcheviques se habían comprometido a defender una coalición de gobierno de mencheviques y socialrevolucionarios de izquierda (sin representantes de la burguesía), pero no estaban dispuestos a entrar en ella. La táctica de gobierno obrero como exigencia de ruptura con la burguesía tenía el objetivo de aumentar la influencia de los revolucionarios en los soviets y preparar las condiciones para el triunfo de la insurrección. En el caso alemán, la crisis social y política abrió la posibilidad de implementar una nueva formulación táctica. A diferencia de la experiencia rusa, en Alemania se planteaba la posibilidad de formar gobiernos obreros con el ala izquierda del SPD en Sajonia y Turingia –donde la lucha de masas se encontraba desarrollada- en base a dos puntos: el fortalecimiento de las centurias proletarias (armamento obrero) y el desarme de las bandas contrarrevolucionarias. El objetivo consistía en crear grandes bastiones o “fortalezas” que permitieran aumentar la influencia de los revolucionarios y dar impulso a los comités de fábrica y las milicias obreras, preparando a nivel nacional el combate decisivo. Si bien la debilidad del gobierno central había limitado su injerencia sobre los länder, se esperaba que una intervención militar en Sajonia y Turingia provocara el lanzamiento de la huelga general y la insurrección en toda Alemania por la defensa de los “gobiernos obreros”. La insurrección de Hamburgo era parte del plan.
El 10 de octubre los comunistas entraron al gobierno de Sajonia y días después lo hicieron en Turingia. El presidente del gobierno sajón se había comprometido a dar impulso a las centurias proletarias. De inmediato -y como era de esperar-, el ingreso de los comunistas al gobierno generó un clima de tensión y la preparación de los planes intervencionistas. Finalmente, el ejército recibió órdenes de disolver las centurias proletarias y entró en Sajonia para cumplirlo. Frente a esta situación, la socialdemocracia se negó a tomar medidas y el KPD, empantanado en las negociaciones con los socialdemócratas, terminó abandonando el plan de la huelga general y la insurrección. La decisión de renunciar a los planes insurreccionales debía llegar a Hamburgo donde se preparaba una gran ofensiva para después de la huelga general del 21. No obstante, la resolución llegó con retraso y la insurrección, sin apoyo ni refuerzos, fue rápidamente aplastada.
Los combates de Hamburgo había dejado en claro que los obreros estaban dispuestos a entrar en acción. Semejante muestra de voluntad, sin embargo, contrastaba con la vacilación de los dirigentes comunistas –incapaces de pasar a la ofensiva- y su excesiva confianza en la izquierda socialdemócrata, como pudo comprobar Trotsky, que siguió de cerca los hechos. Para Trotsky el principal problema no residía en la formación de “gobiernos obreros” –la maniobra táctica en sí misma-, sino en la orientación del KPD de no utilizarlos en función de la ofensiva. En lugar de orientarse en un sentido estratégico y preparar la insurrección, el partido comunista terminó cediendo frente a la socialdemocracia y se mantuvo en los marcos de la legalidad burguesa, minando la confianza de los obreros. El fracaso alemán representó un punto de inflexión en la revolución europea y favoreció el aislamiento de la URSS. La burocratización de la URSS y de la Internacional Comunista, a manos del estalinismo, llevaron a Trotsky a organizar la Oposición. Las lecciones estratégicas de la derrota del Octubre alemán formaron parte de su batalla incesante contra la burocracia estalinista.
PTS
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