Ya casi aburren las revelaciones de secretos del gobierno de Estados Unidos. Hace pocos días la torpeza burocrática puso al descubierto parte de sus acciones para promover la subversión contra Cuba, un documento oficial más, para agregar a la interminable papelería confidencial sobre el empeño inútil, que dura ya más de medio siglo, por avasallar a los cubanos.
Causó asombro el torrente de informaciones secretas develadas por Wikileaks acerca de las incontables felonías de la política internacional de Washington. Gracias a Snowden, además, descubrimos que el Imperio espía también a sus aliados y a sus propios ciudadanos.
Se sabe igualmente que para el espionaje y la subversión utiliza más medios que los disponibles para la atención médica, la educación y el retiro decoroso de esos mismos ciudadanos. Un enorme ejército clandestino de cuya vigilancia no escapa nadie.
Alguien pudiera haber pensado que nada quedaba oculto, que se sabía ya todo lo que escondían quienes dirigen la arrogante potencia que pretende mantener su dominio sobre el resto del planeta.
Pero en esta materia parece que no escampa. La ola de filtraciones, como un tsunami, no se detiene.
La ¿última? noticia llegó el 14 de noviembre, esta vez desde el corazón de Asia. El diario “The Hindu” uno de los principales periódicos de la India, dio a conocer el texto de una orientación confidencial del Departamento de Estado a sus embajadas relativa a la Conferencia sobre el Cambio Climático que actualmente se realiza en Varsovia. La información fue recogida asimismo por The Guardian de Londres y por Democracy Now en Estados Unidos.
No ha alcanzado, sin embargo, hasta ahora, la difusión que merece si tomamos en cuenta que se trata de algo vital para todos los pobladores de la Tierra.
En esencia lo que Washington orienta a sus funcionarios es trabajar para el fracaso de la Conferencia cuidando, al mismo tiempo, como suele hacer hipócritamente, de aparentar que le preocupa el futuro de la Humanidad.
Pero las instrucciones para su delegación son muy claras: demorar cualquier acuerdo y no admitir compromisos para la reducción de la emisión de gases causantes del efecto invernadero, dejando a cada país establecer voluntariamente sus metas a este respecto; no admitir responsabilidad por las pérdidas y los daños causados por el cambio climático a los países más vulnerables y no aceptar compromisos financieros para canalizar recursos necesarios para un desarrollo sostenible y favorecer para ello, en cambio, la actividad de la empresa privada. Cuando se anuncia que el Fondo Multinacional creado por la ONU está ya prácticamente vacío. Pretenden fomentar más aun la acción depredadora de los principales causantes del problema dejando a la zorra en control del gallinero.
Nadie se sorprendió ante el anuncio, el 19 de noviembre, de la suspensión de las negociaciones que sostenían sobre estos temas en Varsovia las delegaciones del Tercer Mundo con Estados Unidos y sus aliados. Lo prometido solemnemente en 1992, en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, quedaba en letra muerta, pese a los esfuerzos de las naciones pobres particularmente las que más sufren, encabezadas por la Alianza de pequeños Estados Insulares (AOSIS) y el grupo de los países menos desarrollados. Parecía una negociación, como expresó la jefa de la delegación filipina, acerca de quién vivirá y quién morirá.
La COP 19, la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, se está llevando a cabo cuando en Filipinas, uno de los países más afectados por este fenómeno global, aun encuentran centenares de muertos cada día, víctimas del devastador tifón Haiyan que la azotó hace dos semanas.
La estrategia de Washington para la Conferencia parece estar funcionando. Convendría, sin embargo, que alguien recordase a sus líderes que ellos viven en el mismo planeta y a la larga serán víctimas también de su propia insania ¿O acaso tienen un plan de fuga, todavía secreto, para mudarse ellos, sólo ellos, a otra Galaxia?
Ricardo Alarcón de Quesada
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