Con poco dominio del lenguaje, tuvo que `aclarar´ que lo decía ´en el buen sentido´, y no que se venía un estallido más o menos inminente.
El gobierno celebra la suba de dos o tres puntos porcentuales en los indicadores de la actividad industrial de los últimos dos meses. Pero en comparación con el año anterior, la industria registra un 6,1% negativo. Ese valor promedio está influido por las actividades de molienda, que el año pasado estuvieron afectadas por la sequía y ahora se han beneficiado por el alza de la producción agraria. Mientras tanto, la producción de cemento cayó un 25% y un 14% los productos siderúrgicos, otro tanto en la producción de maquinaria y un 25% la industria de la construcción. En relación al consumo popular, una consultora privada registró en octubre ventas de alimentos un 22% menores a las de ese mes de 2023.
Los “brotes” que ve el gobierno no se expresan en la recaudación de los impuestos al consumo ni en las ventas minoristas, que continúan en baja. En cuanto al empleo, la “recuperación” de puestos de trabajo que informa la Secretaría de Trabajo es de un ¡0,1%! en el bimestre agosto-setiembre. Para los salarios, el mismo organismo señala una caída del 3,2% en los empleos en blanco. Equivale a la “recuperación” del salario que se había producido en los meses anteriores, y que está lejos de contrarrestar la pérdida de poder adquisitivo desde noviembre pasado, que supera el 30% en promedio. Lo mismo ocurre con las jubilaciones. Algunas industrias ligadas a ese consumo -como la yerba mate y la carne- están batiendo récords de exportaciones, fundadas en el derrumbe del consumo local.
La ausencia de reactivación por el lado del consumo, no está compensada por la inversión. Los datos duros, públicos y privados, sobre la `formación de capital´, son catastróficos: la consultora de Ferreres ha calculado una caída interanual de la inversión del 26% medida en términos físicos. Lejos de proceder a renovar o ampliar el capital fijo, las corporaciones capitalistas están consumiendo aceleradamente el existente. Por otro lado, han desaparecido 16.500 firmas en lo que va del año. “La destrucción creadora” no se ha hecho ver.
Operación especulativa
En este cuadro, los voceros oficiales focalizan su euforia en un supuesto “boom crediticio”; repiten el relato de Caputo bajo el macrismo. Los bancos han redoblado los préstamos en dólares y pesos, bajo la presión de la plata del blanqueo, que deben remunerar. De todos modos, la mayor porción de ese dinero sigue siendo absorbida por los bonos del Tesoro – la teta de que alimenta a los fondos especulativos para que no escapen al exterior. A poco de andar, sin embargo, se aprecian los límites de esta operación crediticia: el “estallido” de préstamos hipotecarios apenas supera los 100 millones de dólares, equivalentes a un millar de departamentos. Estos préstamos hipotecarios se colocan con la zanahoria del sistema UVA, que permite arrancar con cuotas relativamente bajas pero cuya evolución depende de la tasa de inflación. Bajo el macrismo, el auge de este sistema terminó en la ruina de miles de familias, como consecuencia del desplome financiero posterior. El crédito personal, que también ha crecido, compensa con deudas a la fantástica caída en los ingresos del trabajo. Es lo que ocurre con las tarjetas de crédito, cuyo empleo aumenta en los supermercados.
Con todo, el mayor filón de este operativo financiero fue a parar a las grandes corporaciones capitalistas, que tomaron la cuarta parte de los fondos del blanqueo -unos 5.000 millones de dólares- bajo la forma de obligaciones negociables. El destino de este dinero no va a la renovación o ampliación del capital fijo, sino para refinanciar las deudas existentes.
Con alfileres
A pesar de que el dólar paralelo y financiero es apenas superior en un 10% al oficial, el gobierno no le suelta la mano al cepo. Mientras tanto, el ingreso de dinero especulativo financia una salida acelerada de divisas por las importaciones, el pago de intereses y, ahora, el turismo “emisivo”, que consumirá varios miles de millones de dólares en el verano. La sobrevaluación del peso acentúa la retención de la cosecha -que se estima en 12.000 millones de dólares- y agrava la crisis industrial, por la competencia importadora. La balanza de pagos del país del “peso fuerte”, es deficitaria, cada mes más intensamente que el anterior. Al “superávit” del Tesoro no le va mejor, porque capitaliza los pagos por intereses y. en lugar de pagarlos, aumenta la carga de la deuda pública.
La ola devaluatoria que sacude a otras monedas emergentes, amenaza con una fuga de capitales como la que hundió a Macri-Caputo a comienzos de 2018. En cualquier caso, las manipulaciones económicas que están asegurando beneficios extraordinarios al capital tienen como base la confiscación de la fuerza de trabajo activa y pasiva. El pretendido equilibrio económico que publicitan Caputo y Milei, es un operativo de propaganda.
Marcelo Ramal
13/11/2024
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