La cumbre entre Vladimir Putin y Donald Trump que concentró la atención de los focos a nivel mundial culminó sin ningún anunció concluyente. Bloomberg estimaba horas antes que “el presidente estadounidense considera cualquier tipo de alto el fuego en Ucrania como un objetivo clave de las conversaciones”. Manifiestamente, este propósito fue rechazado por Putín o dejado de lado por Trump. Axios informa que el estadounidense lo dejó esto claro en una conversación telefónica con Zelensky inmediatamente después de la reunión. “Según la fuente, le dijo a Zelensky y a los líderes de la OTAN que Putin no quiere un alto el fuego y prefiere un acuerdo integral para poner fin a la guerra” (Axios 16/8) – la posición de siempre de Rusia. El Washington Post va más lejos: “Trump da marcha atrás, se alinea con Putin y se distancia de sus aliados”. En efecto, en su propia red social, Trump escribió, al regresar a Washington: "Todos coincidieron en que la mejor manera de poner fin a la horrible guerra entre Rusia y Ucrania es llegar directamente a un acuerdo de paz, que pondría fin a la guerra, y no a un simple acuerdo de alto al fuego, que a menudo no se cumple" (Truth Social).
Es New York Times el que reconstruye el contenido sustancial de las conversaciones: Trump habría acordado entregar a Rusia parte del Donbás aun controlado por Kiev. “A cambio, Putin ofreció un alto el fuego en el resto de Ucrania, donde se encuentran las líneas de batalla actuales, y una promesa escrita de no volver a atacar Ucrania ni a ningún país europeo” (16/8).
Esta propuesta “fue recibida con frialdad en Europa”. Trump anunció en sus redes que "todos habían decidido" que era mejor negociar directamente un acuerdo de paz sin implementar primero un alto el fuego. Por toda respuesta, los líderes europeos emitieron una declaración que “no se hacía eco” de esa afirmación.
El presidente ucraniano acaba de aceptar ir a Washington el lunes. The Economist advierte que Zelensky corre el riesgo de una segunda emboscada en la Casa Blanca, “donde Trump podría intentar obligarlo a aceptar un acuerdo final que favorezca a Rusia” (16/8)
Los aliados de Kiev, en sus numerosas declaraciones después de la reunión en Alaska, no mencionaron la necesidad de lograr primero un alto el fuego, aunque ésta había sido previamente una de sus demandas clave. Mientras tanto, el asesor de la oficina presidencial de Rusia, Sergiy Leshchenko, dejando de lado estas precauciones, declaró directamente que Kiev está en contra de negociar un acuerdo de paz antes de la conclusión de un alto el fuego.
Los observadores coinciden en señalar que, para el líder ruso, el resultado de la reunión es una victoria. En una entrevista con Fox News, Trump calificó el resultado de la cumbre como un "10 sobre 10", sin ofrecer mayores aclaraciones.
La delegación rusa repitió que cualquier solución sostenible debe “abordar las causas profundas de la crisis”, el código que usa el Kremlin para etiquetar el fin de la guerra: retirada de la OTAN y neutralización de Ucrania. El ministro de asuntos exteriores, Sergey Lavrov, se mostró en cámaras con una camiseta blasonada con las siglas de la URSS en cirílico.
Trump dejó entrever que "existe una posibilidad" de garantías de seguridad para Ucrania por parte de Estados Unidos en conjunto con Europa como parte de un eventual acuerdo de paz, pero "no en la forma de membresía en la OTAN". No está claro cuál sería dicha garantía ni qué papel desempeñaría Estados Unidos en ella.
Los “dispuestos”, como denomina la prensa a la coalición de las potencias europeas enfrentadas a la Casa Blanca, reclaman ahora una “solución coreana”, o sea un armisticio sin un tratado de paz. Para Kiev, “congelar la situación le permitiría evitar una votación popular y, al menos formalmente, mantener ‘de jure’ sus derechos sobre Crimea, el Donbás y otras zonas actualmente ocupadas” (Corriere della Sera (14/8). Keith Kellogg, enviado especial de la Casa Blanca para Ucrania, ya había defendido esta salida en el pasado. El plan contemplaría el reparto de Ucrania tres zonas: los territorios actualmente ocupados permanecerían, ‘de facto, bajo control ruso; el oeste de Ucrania (incluyendo Kiev y Odessa) quedaría confiado a la protección de fuerzas europeas y ucranianas; en tanto que el área al este del río Dniéper estaría custodiada exclusivamente por el ejército de Kiev. El rasgo distintivo de esta “solución” es que técnicamente las “dos Coreas” seguirían en estado de guerra. En el teatro europeo, continuaría el rearme acelerado y el aumento del gasto militar.
Este planteo carecería de cualquier recepción, por parte del Kremlin, cuando las tropas rusas están por quebrar la resistencia ucraniana en ciudades vitales y llevar al desgastado ejército de Zelensky a una guerra en las planicies. De no mediar un acuerdo en los términos dictados por Moscú, la Unión Europea sólo tendría la opción de declarar la guerra a Rusia. Además de no haber alcanzado una adecuada preparación para eso, arriesgaría la eclosión de la OTAN y de la propia UE.
El Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, o SVR, advirtió a mediados de julio que «la OTAN está convirtiendo a Moldavia en un nuevo ariete militar contra Rusia». Y detalló la modernización de los aeródromos, el ensanchado de vía al europeo para facilitar la logística militar y la construcción de almacenes para el acopiado de equipo. Este país albergará la que pronto será la mayor base aérea de la OTAN en Europa. Con la retaguardia de Moldavia asegurada, esta zona puede convertirse en una "cabeza de puente avanzada" contra Rusia en el estado secesionista de Transnistria y la vecina Odessa. Las otras “cabezas” son la ocupación del enclave ruso de Kaliningrado (la ciudad alemana de Koenisberg hasta la última guerra) o los países del Báltico, donde ha habido numerosos ejercicios militares bajo la batuta de Alemania.
La falsa satisfacción de Trump con el saldo de la reunión en Alaska probablemente esconda la expectativa de que la UE sea alinee con la posición norteamericana, que es ofrecer un tratado de seguridad mutua a Moscú, sumado a un reconocimiento ‘de facto’ de los territorios ocupados por Rusia, por un período, digamos, de veinte años. El acuerdo vendría acompañado por pactos económicos acerca de las tierras raras en Ucrania y de la financiación de la reconstrucción del país. Putin ha insistido siempre en el propósito de alcanzar un acuerdo acerca de lo que llama “la arquitectura de seguridad de Europa”, lo que le permitiría un reintegro de Moscú a la economía mundial. Esa “arquitectura” extendió el temario de la reunión a una discusión sobre la masacre de Gaza, las seguridades para Irán y la situación en el Cáucaso sur. Diversas informaciones de la prensa moscovita dan cuenta de otra división, la que separa a ‘duros’ y ‘blandos’ en el Kremlin, con los últimos ansiosos de no dejar escapar un acuerdo con Trump.
Cuadrar todas estas contradicciones en una estrategia política es incompatible con una salida ‘pacífica’. La historia toda ha demostrado que cortar el nudo de estas contradicciones plantea confrontaciones mayores y la extensión de la guerra. La clase obrera internacional debe despojarse de las ilusiones pacifistas: para poner fin a la guerra es necesaria una movilización revolucionaria de fuerzas.
Camilo Márquez
16/08/2025
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