Las imágenes catastróficas del incendio devastador de Carlos Spegazzini no hacen más que confirmar que en la barbarie del capitalismo en decadencia la salud y la vida de los trabajadores no valen absolutamente nada. Lo único que impidió la pérdida de decenas o tal vez centenares de vidas obreras fue que el desastre se produjo un viernes por la noche, cuando prácticamente no había compañeros trabajando. Aún habiéndose producido en esas circunstancias, la explosión provocó heridas a casi 30 trabajadores.
Un exclarkista de Logischem, la empresa de logística que se incendió y provocó luego la explosión, contó a Prensa Obrera que la encargada de capacitar a los operarios en Seguridad e Higiene les decía que “si explota esta logística no hay forma de salir y se van a incendiar varias cuadras a la redonda”, tal como sucedió ayer. “Es una logística donde hay depósitos de químicos tóxicos, corrosivos e inflamables separados en galpones: tenés alimenticio, tóxico, inflamable, corrosivos. También todo tipo de ácido”, completó en una descripción contundente de la desidia impune con las que las patronales manejan la cuestión de la seguridad obrera.
La responsabilidad patronal es total. El Parque Industrial que se encuentra enfrente de Logischem, cruzando la Autopista Ezeiza-Cañuelas, es administrado por Alberdi Desarrollos, una empresa que pertenece al presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Martín Rapallini, de estrechos vínculos con la familia Granados que gobierna el distrito. No por casualidad el municipio de Ezeiza que dirige Gastón Granados emitió un comunicado para afirmar que Logischem “cuenta con planos aprobados y habilitación vigente”.
Por su parte, ni el gobierno liberfacho de Milei ni el gobierno provincial peronista de Kicillof han hecho declaración alguna acerca de las indudables responsabilidades patronales, que se extienden a Rapallini como administrador del Polo Industrial.
El Polo Industrial está ubicado entre Tristán Suárez y Spegazzini sobre la autopista Ezeiza-Cañuelas, y rodeado de fábricas como Flamia, Sinteplast, Guaymallén y Molino Cañuelas, en las que trabajan más de 1.500 obreros. En Molinos Cañuelas, ubicada a casi un kilómetro de Logischem y donde trabajan 500 empleados en turnos sucesivos, la explosión derribó varias paredes, produjo daños gravísimos en los vestuarios y provocó heridas a varios compañeros, entre ellos una fractura a uno que debió ser operado. De haber ocurrido en horario laboral las consecuencias para la vida y la salud de quienes trabajan en las fábricas más cercanas a Logischem hubiesen sido mucho peores.
También fue alcanzada por el fuego una planta de Iron Mountain, la empresa de almacenamiento de documentos en cuya planta de CABA se produjo el incendio intencional en el que murieron diez bomberos en 2014; lo que alimenta una de las probables hipótesis acerca de las causas de la explosión. Las plantas también cercanas de Larroca Minera, Almacén de Frío y Aditivos Alimentarios fueron directamente arrasadas, y los casi 400 bomberos que luchan incansablemente desde la noche contra el fuego se están concentrando en impedir que el incendio alcance las instalaciones de la metalúrgica Flamia, en la que se concentran importantes stocks de materias primas inflamables.
Aunque el esfuerzo mal pago de los bomberos parece haber logrado circunscribir el fuego y evitar que se siga expandiendo, las consecuencias para la salud de la población de Spegazzini, Suárez, Máximo Paz e incluso de Virrey del Pino en La Matanza, donde vive la población trabajadora que alimenta con su trabajo productivo las ganancias de Logischem y de las demás empresas, son motivo de una enorme preocupación.
La sensación de abandono estatal ante la catástrofe, de bronca frente a la complicidad con la impunidad de las patronales y de miedo a que se vuelva a repetir o incluso a que pudiera producirse una tragedia mucho peor, teniendo en cuenta la gran cantidad de empresas que en la zona trabajan con material tóxico e inflamable, recorre indignada los barrios de una punta a la otra.
Luis Brunetto

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