viernes, noviembre 14, 2025

Tesoro norteamericano, FMI, bancos internacionales – las maniobras desesperadas para contener un derrumbe financiero poselectoral


Javier Milei ha logrado desarmar la bomba de tiempo que le plantó la elección bonaerense del 7 de septiembre pasado, pero no la enorme dolarización de activos que han usado los especuladores financieros y parte del público para apostar a una devaluación del peso. No se trata de algo menor cuando se sabe que la devaluación es un anatema para Caputo y compañía, por el temor a que desate una inflación de precios y se lleve puesto al gobierno sin el paso necesario de nuevas elecciones.
 De acuerdo a una información de Clarín (31/10) “(…) en los primeros nueve meses del año, las compras del sector privado no financiero sumaron u$s 30.415 millones, el mayor valor desde 2020”. El financiamiento de esta fuga de divisas corrió por cuenta del superávit comercial; los aportes de las aceiteras cuando se suspendieron las retenciones a la exportación de sojas y derivados; el desvío de préstamos de organismos internacionales; diversos préstamos internacionales -garantizados por el oro y otros activos públicos- y por el uso de reservas líquidas que han llevado el déficit a más de 11.000 millones de dólares. El vicepresidente del Banco Central ha cifrado en 25.000 millones de dólares la “cobertura cambiaria”, a fines de octubre último, “con billetes u otros instrumentos” (Clarín, 9/11). Se refiere a la compra de dólares en el mercado de cambios; al traspaso de la deuda pública en pesos a bonos ajustables al dólar y lo mismo con los depósitos en pesos en los bancos; finalmente, al mercado de dólar futuro, del orden de los 16.000 millones de dólares de acuerdo al Boletín 1816. Esta dolarización habría redundado en grandes ganancias en caso de una devaluación del peso, con un agregado: una fuerte emisión monetaria de parte del Banco Central. El superávit fiscal que alega tener el gobierno habría perdido poder adquisitivo en dólares y precipitado un default. Los votantes de Milei esperaban que su derrota les hiciera ganar fortunas. Son los gajes del capitalismo. 
 Caputo y compañía esperan ahora “un desarme” de esta dolarización, como consecuencia de la victoria electoral y del apoyo del Tesoro de Estados Unidos. Esta reversión implicaría pérdidas importantes para quienes han apostado a una devaluación, en especial porque han “apalancado” la dolarización de activos mediante deuda. La repesificación de activos serviría para ofrecer liquidez al mercado interno y reducir las desmesuradas tasas de interés de los créditos, tanto bancarios como no bancarios. Algo de esto ha ocurrido; el Boletín 1816 asegura que se desarmaron posiciones por 4.000 millones de dólares en contratos de futuros, pero aún quedan en pie 12.000 millones de dólares. La pelea entre los devaluacionistas y antidevaluacionistas continúa, aunque con la advertencia de que el Tesoro norteamericano ahora ha cambiado de bando: de un sostén preelectoral del peso para favorecer a LLA, ha pasado a la tesis de “la flotación del peso” y “la libertad cambiaria”. Está dispuesto a activar un canje de monedas, que para algunos sería de 20.000 millones de dólares, para respaldar la salida del cepo cambiario (para grandes empresas) y evitar un descontrol devaluatorio. Cuando Milei le dice al Financial Times que mantendría el sistema cambiario de bandas, o sea, la continuidad de la intervención del Estado en el mercado de cambios, se comporta como lo haría cualquier banquero o secretario del Tesoro: miente, porque no le queda otra. Milei y Caputo intentan evitar una devaluación mientras se discute en el Congreso el Presupuesto 2026, de otro modo nunca lograría su aprobación. Al mismo tiempo, trata de producir un desarme masivo de posiciones en dólares, algo imposible, en última instancia, con un peso sobrevaluado. El éxito electoral no es un sustituto para resolver una crisis histórica de deuda pública sin pasar por crisis cada vez más violentas. “Hacia adelante”, concluye un columnista de Clarín (9/11), algunos 'sobredolarizados' podrían vender parte de sus divisas, el gobierno tratará de comprar algunas y reforzar sus reservas, aún débiles (sic). Son las dos fuerzas que pulsearán en las próximas semanas y que definirán la suerte del dólar hasta fin de año”. En efecto, la crisis está al rojo vivo, sujeta a una confrontación entre quienes “shortean” el peso (devaluación) y quienes lo hacen con el dólar. Caputo, partidario de un “peso fuerte”, tiene seguramente puesto su dinero en el campo contrario. 
 Argentina enfrenta vencimientos de deuda soberana hasta 2027, que algunos cifran en 30 y otros en 50.000 millones de dólares; en enero próximo tiene un vencimiento por 4.5 mil millones de dólares. En los últimos días, el aumento de la cotización de los bonos soberanos ha resultado en una disminución de la tasa de interés que debería pagar el Tesoro argentino por nueva deuda. No es que Argentina podría ‘volver’ a los mercados internacionales, sino que hay en discusión un préstamo de bancos internacionales para financiar el pago de esos vencimientos y, por sobre todo, el de enero. Pero esto no sería solamente “meter dinero valioso (dólares) en dinero de dudoso valor (pesos)”; la ingeniería del préstamo plantea resolver antes el tema de la devaluación y de la libre flotación cambiaria. De acuerdo a una información de Ámbito Financiero (7/11), el Tesoro norteamericano se aprestaría a refinanciar una parte de su propia deuda pública (totaliza la friolera de 38 billones de dólares). En consecuencia, emitiría “u$s 125.000 millones en valores del Tesoro para cubrir el vencimiento de aproximadamente u$s 98.200 millones”. La diferencia serviría “para respaldar operaciones financieras más amplias -incluyendo swaps bilaterales o avales implícitos- sin necesidad de involucrar al FMI en nuevos programas de asistencia”. Cortito: el Tesoro norteamericano está ejecutando una refinanciación que contemplaría un socorro a Argentina, mediante la garantía a préstamos bancarios. Semejantes maniobras financieras, con riesgos en varios frentes, para rescatar a un tercero, revelan que las finanzas ‘libertarias’ se encuentran en terapia intensiva. La garantía más sólida para un banco (si es que esto existe) es poder monetizar sus créditos por medio de transacciones corrientes, y no tanto que le hipotequen a su favor, por ejemplo, a las Islas Malvinas. De modo que pagar los vencimientos de deuda mediante nuevas deudas, sea con el Tesoro norteamericano o con los bancos internacionales respaldados por ese Tesoro, requiere una libertad de entrada y salida de capitales y dinero, lo que implica la devaluación del peso. 
 Scott Bessent, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, no ha recuperado aún los 2.000 millones de dólares que invirtió en bancos locales para sostener (comprar) el peso y evitar una devaluación electoral. Los pesos se encuentran ahora en el Banco Central, que los compró al Santander y al Morgan a cambio de Letras de Liquidez (Leliq). La emergencia electoral no ha concluido. Esta operación con los bancos se convertirá ahora en un ‘swap’ con el Tesoro norteamericano, o sea, en una deuda en dólares de Argentina con Estados Unidos, con la cual Caputo cancelará las Leliq con los bancos. La ‘estabilidad’ del peso se juega todos los días en operaciones de las mesas de dinero, porque carece de sustento propio. 
 El gran argumento de los partidarios de dejar “flotar el peso” es, de acuerdo a un funcionario del FMI, que el sistema de bandas “está muerto”. Más a fondo, el sistema actual es impotente para hacer frente a un nuevo shock. El electorado, como en 1999, votó por mantener el ‘status quo’ –la convertibilidad-, para comprobar que era impotente para enfrentar el nuevo shock. Para un economista internacional muy citado, Barry Eichengreen, “la alternativa (una devaluación) sería el caos económico. Pero mantener el curso monetario actual implica, de hecho, un caos mayor, no menor’ (Financial Times, 30/10). 
 Una cuestión central de la crisis es que la continuidad del “peso fuerte” y de la política deflacionaria ha conducido a una depresión industrial aguda. La falta de liquidez es notoria y los intereses son altos. Aumentar la circulación de pesos a cuentagotas, mediante el sobrante que dejan los títulos públicos en pesos que no se renuevan, no cambia en absoluto el escenario y hasta alimentan un caudal que en lugar de ir a la industria y al comercio, se desvíe al mercado de cambios y del dólar. La industria argentina no es competitiva a nivel internacional, de modo que no acomodar la política económica a esta condición derivaría en un desempleo crónico que no puede morigerar la exportación de combustibles y minerales, suponiendo que no se manifieste una superproducción internacional en ambos casos. Las sanciones económicas aplicadas a los productores de una y otra, o la guerra arancelaria en la cadena de producciones estratégicas, producen el mismo resultado. 
 Como todo escenario de lucha contra este gobierno reaccionario sólo se puede construir en base a una perspectiva de conjunto, la conclusión es que la crisis financiera atravesará períodos más convulsivos y acicateará crisis políticas y lucha de clases de mayor envergadura.

 Jorge Altamira
 12/11/2025

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