UE: Democracia o plutocracia
Las próximas elecciones presidenciales en Francia (primer turno el 22 de abril, segunda vuelta el 6 de mayo) además del interés que tienen en sí mismas pueden constituir un interesante estudio de caso acerca de los mecanismos que emplean las clases dominantes para preservar su poder y también sobre cómo los que se dicen representantes de las clases subalternas o dominadas se arreglan para que se pierdan las ocasiones de comenzar la construcción de un polo alternativo portador de un proyecto radical de transformación social.
I. Desde hace más de 20 años, y particularmente en los últimos diez, la situación económico-social de las clases populares en Francia no cesa de degradarse: caída del poder adquisitivo, erosión de la seguridad social, de los sistemas de educación y de salud, déficit habitacional cuantitativo y cualitativo creciente, altas tasas de desocupación, con picos en ciertas regiones y en los suburbios populares de las grandes ciudades y explosiones de violencia urbana y suburbana de los sectores juveniles marginados socialmente. Esta tendencia regresiva se ha mantenido invariable con los sucesivos gobiernos de derecha y del Partido Socialista, aunque se puede poner en el activo de este último ciertas medidas paliativas sociales de escasa envergadura y en su pasivo una aceleración de la privatización de las empresas públicas durante el gobierno PS de Lionel Jospin.
La jornada semanal de 35 horas, medida trascendente del Gobierno PS, se volvió como un boomerang contra los trabajadores pues fue aprovechada por los patrones para congelar y hasta disminuir los salarios (con el chantaje de la deslocalización de la empresa) , aumentar la intensidad y el ritmo del trabajo y, mediante la anualización del cálculo de la jornada laboral y la flexibilización de ésta, imponer semanas con horarios muchos más prolongados compensados con otros períodos de jornadas breves y así evitar el pago de horas extras.
La creciente presión y el consiguiente “stress” que sufren en las empresas los trabajadores de todas las categorías, se traduce en una serie negra de suicidios, como ha ocurrido recientemente en Renault y en una central nuclear.
Este panorama de regresión social se completa con una fuerte redistribución negativa de los ingresos caracterizada por la acumulación de fortunas siderales en pocas manos y remuneraciones astronómicas para los principales dirigentes de las grandes empresas.
Durante los últimos cinco años, con el gobierno de derecha de la UMP, se aceleró el proceso de empeoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares, el que además estuvo acompañado por un discurso y una práctica represivas, especialmente contra los sectores más marginados y contra la inmigración, en particular contra la inmigración clandestina.
El protagonista principal de esta política fue Nicolás Sarkozy, quien fue ministro del Interior y también, durante un lapso, ministro de finanzas del segundo quinquenio de Chirac, que ahora llega a su término.
La respuesta popular consistió en explosiones de violencia urbana y suburbana y en grandes movilizaciones populares contra determinadas medidas del Gobierno, como el contrato de primer empleo (CPE) una forma de precarizar aún más la situación laboral de los jóvenes.
Los partidos opositores se solidarizaron con esas movilizaciones pero durante todo este período fue visible que el Partido Socialista, principal partido de la oposición, se limitó a criticar las medidas gubernamentales y casi no hizo propuestas concretas alternativas y menos todavía una propuesta político-económica general alternativa a la política gubernamental.
II. Hace varios años que Sarkozy se fijó el objetivo de la Presidencia de la República y para alcanzarlo comenzó por imponerse a sus adversarios dentro del partido gobernante, incluido Chirac y tomó el control del aparato partidario. Ahora es el candidato sin oposición interna en el UMP actualmente gobernante, después de haber vencido las reservas y resistencias que encontró en las propias filas partidarias su política francamente represiva, a favor del gran capital y pronorteamericana y su ideología reaccionaria con tintes racistas. Si es elegido cabe esperar de él una verdadera “blitzkrieg” contra los derechos de los trabajadores, contra los inmigrantes y las clases populares general.
II. Hubiera cabido esperar una reacción de la oposición proporcional a tal amenaza, que puede muy bien concretarse con la victoria de Sarkozy en el segundo turno, que es la hipótesis más probable a esta altura del proceso electoral.
Sobre todo que el Partido Socialista, como principal partido opositor, convocara a toda la izquierda para establecer en conjunto acuerdos programáticos y de candidaturas.
Eso no ocurrió y en cambio el PS elaboró un programa que no contiene respuestas apropiadas a los graves problemas que inquietan al pueblo francés, sino que refleja un “consenso” heterogéneo entre posiciones diferentes de los líderes de las distintas corrientes internas, algunas más o menos izquierdistas y otras centristas o social liberales.
Después el PS terminó de despejar el camino de Sarkozy a la Presidencia eligiendo a Ségoléne Royal como candidata.
Esta decisión, que algunos califican de catastrófica y otros de “enorme estupidez”, fue el resultado de varios factores concurrentes.
Uno de ellos es que actualmente es “tendencia” promover a mujeres a altas funciones del Estado: Merkel en Alemania, Bachelet en Chile, etc. El sistema dominante aprovecha hábilmente esa “moda” para conservar la adhesión de los ciudadanos, cansados de las elites dirigentes formada fundamentalmente por hombres. La oferta consiste, no en cambiar de política, sino en hacer un “enroque” entre mujeres y hombres en el elenco dirigente.
Todo lo cual no tiene nada que ver con la justa reivindicación de terminar con el papel secundario de las mujeres en política.
Esta táctica resultó eficaz en el PS, pues los militantes estaban hartos de que todo se resolviera mediante arreglos entre los principales líderes de las diferentes corrientes, todos hombres, los llamados “elefantes” del Partido.
Otro factor que desempeñó un papel muy importante a favor de la candidatura de Ségoléne Royal fueron las encuestas de opinión, que la daban ganadora frente a Sarkozy.
Los institutos de sondeo determinan en buena medida las decisiones políticas de los electores. Para ello presentan los resultados de las encuestas como si fueran el reflejo exacto del estado de la opinión, cuando en realidad esos resultados son solo aproximados y más o menos manipulados. Los institutos, aparentemente neutrales, lo son sólo en parte: uno de ellos, el IFOP, está dirigido por Laurence Parisot, quien posee el 75% de las acciones y es a su vez presidenta de la asociación patronal francesa, el MEDEF.
Esos institutos funcionan en sinergia con los grandes medios de comunicación, casi todos controlados por el gran capital industrial y financiero, para orientar y manipular a la opinión pública.
El tercer factor que condujo a la candidatura de Ségoléne Royal fue una especie de golpe de Estado interno en el PS que consistió en un reclutamiento masivo de afiliados (unos 60.000 nuevos miembros en pocos meses que se agregaron a los 140.000 viejos miembros) quienes pagaron una cuota de ingreso muy baja y ni siquiera necesitaron concurrir a un comité para afiliarse al PS pues pudieron hacerlo por internet.
En esas condiciones se produjo la votación interna en el PS con tres candidatos: S. Royal, como figura que reunía tres ventajas: ser mujer, no formar parte de los “elefantes” y presuntamente capaz de renovar los hábitos internos del Partido y de cerrarle el paso a Sarkozy; Strauss Kahn, de tendencia social liberal y Fabius, representando el ala izquierda, aunque muy marcado por su anterior actuación social liberal como ministro de finanzas y Primer Ministro.
Con una gran participación de los afiliados, S. Royal resultó elegida por algo más del 50 por ciento de los votos, mientras Strauss Kahn quedó en segundo término con algo más del 20% y Fabius tercero con alrededor del 20% de los votos.
Consagrada candidata, Ségoléne Royal comenzó a actuar independientemente del Partido y de su programa revelando una ideología francamente retrógrada, por ejemplo su propuesta de encuadrar militarmente a los jóvenes “revoltosos” de los suburbios, de rescatar el “valor trabajo” que se traduce en trabajar más para ganar algunos centavos más, etc. Su discurso electoral es superficial e incoherente sobre un fondo claramente conservador e intenta decir en cada ocasión lo que piensa que el auditorio quiere oír, poniendo el acento en lo social cuando se le informa que está perdiendo intención de votos por su izquierda. Además acumuló las “gaffes”, con lo que se ha ganado cierta reputación de incompetente. Cuando declaró que a Irán tampoco se le debe permitir desarrollar una industria nuclear civil, quedó la duda de si lo dijo por desconocimiento del Tratado Internacional de no Proliferación o por afán de ser más bushista que Bush en la materia. En todo caso, en política internacional su “atlantismo” es indiscutible.
Arlette Laguiller sintetizó bastante bien la campaña electoral de Royal, cuando dijo que “trata más de parecerse a Sarkozy que de diferenciarse” y que forma parte también de los candidatos del campo patronal.
Con la candidatura de Ségoléne Royal culminó el giro neoliberal del PS, quedando descolocados en su seno una minoría de afiliados y algunos dirigentes.
La actuación de S. Royal como candidata, además de desesperar a no pocos dirigentes y afiliados del PS de todas las tendencias, se reflejó en las encuestas de opinión que han dado hasta ahora invariablemente ganador a Sarkozy en los dos turnos electorales y con una diferencia que oscila entre los cuatro y los ocho puntos (52 a 48 hasta 54 a 46) en la segunda vuelta. Para una política antipopular y de derecha, los electores prefieren el original a una mala copia.
III. La izquierda (el Partido Comunista, la Liga Comunista Revolucionaria, varios grupos menores, personas independientes, sindicalistas, algunos afiliados socialistas, entre ellos el dirigente y senador Melenchon ), alentada por el triunfo del No en el referéndum sobre la Constitución europea (55 % ciento por el No contra 45% por el Si, este último propiciado por el PS y la derecha tradicional gobernante) comenzó a encarar la posibilidad de elaborar conjuntamente un programa de transformación social y de presentar una candidatura común para la elección presidencial. La ambición de constituir un polo alternativo de transformación social tenía su base real en el hecho de que podía estimarse que del 55% del voto por el No a la Constitución europea, el 35% aproximadamente expresaba el rechazo desde posiciones de izquierda del neoliberalismo, más exactamente del capitalismo monopolista mundializado.
Con el objetivo de constituir el polo alternativo de izquierda se formaron en toda Francia entre 700 y 800 comités locales, que sumaron unas 15 a 20 mil personas.
Lucha Obrera , de Arlette Laguiller, se mantuvo al margen de ese proyecto colectivo.
El primer obstáculo para la constitución del polo de izquierda lo puso la LCR que proclamó la candidatura presidencial de su líder Olivier Besancenot, aunque éste manifestó su disposición a desistirse a favor de un candidato común. Pero además la LCR se negó a participar oficialmente en los Comités de izquierda, mientras el PC no se comprometiera formalmente a no realizar en el futuro acuerdo alguno de participación en un eventual gobierno del PS. No obstante, envió algunos “observadores” a las reuniones y varios militantes de la LCR participaron plenamente, en desacuerdo con la estrategia de su dirección.
El líder campesino y altermundialista José Bové, que participó en el comienzo de los trabajos, no tardó en retirarse argumentando que la mayoría de los Comités estaban manipulados por el PC y tampoco intervino en la elaboración del programa, que fue el fruto de un tranajo colectivo con bastante participación y de concesiones mutuas y que, en principio, conformó a todos.
El programa fue el fruto de un trabajo colectivo con bastante participación y algunas concesiones mutuas y que, en principio, conformó a todos.
Para la elección del candidato se estableció un procedimiento bastante complicado que se llamó de “doble consenso”, mediante el cual en los comités locales se votaron orden de preferencias por distintos precandidatos. Con los resultados de los comités se realizó una reunión nacional de delegados que constató que la más votada había sido Georges Buffet, la secretaria general del Partido Comunista, ocupando los lugares siguientes dos personas independientes, Yves Salesse y Clementine Autain. Los independientes y los grupos menores no aceptaron que Buffet fuera candidata, argumentando que su candidatura daría una tonalidad muy PC a la coalición izquierdista. Hubo algunas negociaciones para llegar a una transacción pero el PC mantuvo la candidatura de Buffet sosteniendo que había recibido el apoyo de la gran mayoría de los comités y finalmente se llegó a una impasse.
Algunos propusieron que para salir del impasse se convocara a una elección del candidato presidencial de izquierda abierta a todos los ciudadanos, como hizo en Italia el frente antiberlusconi, realizando primarias en las participaron más de 4 millones de votantes. Era una propuesta que, puesta en práctica, podía ayudar a integrar al polo alternativo a numerosos ciudadanos comunes con ideas de izquierda. Pero dicha propuesta no tuvo mayor eco.
Se pudo constatar entonces que el intento de presentar en las elecciones una candidatura común de izquierda había fracasado.
En esa situación hizo su reaparición José Bové que se proclamó candidato a la candidatura de la unidad de la izquierda apoyado por una campaña por vía electrónica que recogió, según sus organizadores, unas 30.000 adhesiones. Se celebró una nueva reunión de una minoría de unos 300 Comités para adoptar una decisión y bajo una fuerte presión de los partidarios de Bové que invocaban un supuesto entusiasmo popular por la candidatura del líder altermundialista (30.000 adhesiones por mail sobre más de 40 millones de votantes) , la mayoría de los presentes aprobaron la candidatura de Bové.
De modo que en las elecciones no hay un candidato de izquierda, sino cinco: Besancenot, de la Liga Comunista Revolucionaria, Buffet, del Partido Comunista, Arlette Laguiller, de Lucha Obrera , Bové y Schivardi, apoyado éste último por el Partido de los Trabajadores, un pequeño grupo trotskista. A Dominique Voynet, candidata de los ecologistas, con un poco de buena voluntad se la puede ubicar a la izquierda.
Faltando una semana del primer turno de las elecciones los cinco primeros totalizan, según las encuestas, entre 10,5 y 11.5 % de intenciones de voto y Voynet 1% (Besancenot entre 3,5% y 4%, Buffet entre 2,5 y 3%, Bové entre 1,5 y 2%, Laguiller entre 1,5 y 2% y Schivardi 0,5%).
El fracaso de la izquierda, además de presentar varias de las características de la impotencia de la izquierda tradicional en todo el mundo, tiene sus propias especificidades.
En primer lugar, si bien el PC, la LCR y otros grupos de izquierda desempeñaron un papel muy importante en el trabajo de esclarecimiento que llevó al triunfo del No en el referéndum constitucional, evaluaron de manera excesivamente optimista su verdadera influencia en el tercio del electorado que constituye el “pueblo de izquierda”. La realidad es que, según varios estudios, alrededor de dos tercios del pueblo francés no le tiene confianza a ningún partido político. Y del tercio del electorado de izquierda, la mayoría son independientes y solo una tercera parte, es decir entre el 10 y el 12 por ciento del total de electorado, tiene confianza en los partidos de izquierda.
El Partido Comunista francés está en vías de desaparición como fuerza política nacional. Sólo puede intentar sobrevivir como apéndice del PS, el que a cambio de su apoyo le concede algunas pocas circunscripciones de diputados en posición ganadora. El PC, que llegó a tener el apoyo del 27 % del electorado después de la Segunda Guerra Mundial, no llegó al 4 por ciento en las elecciones presidenciales de 2002 y alcanza el 6% en las elecciones de diputados al Parlamento Europeo, en las que se aplica el sistema proporcional. Conserva cierta fuerza en el ámbito municipal y las encuestas le atribuyen ahora Buffet en torno al 3% de los votos.
Pese a esa declinación, el PC tiene aún un fuerte aparato y entre 60 y 80 mil afiliados y en ese sentido conserva una gran ventaja frente a los demás grupos de izquierda. La Liga Comunista Revolucionaria, el partido de izquierda más numeroso después de PC, tiene sólo 3000 afiliados y una infraestructura mínima. El peso numérico y organizativo del PC gravitó en el funcionamiento de los Comités de izquierda que finalmente se pronunciaron mayoritariamente por la candidatura de Buffet, lo que provocó la crisis del intento de coalición y dio lugar a que algunos, como Bové, hablaran de manipulación por parte del PC. Lo cierto es que el PC no supo o no quiso tener la visión política de ayudar a crear un movimiento cualitativamente diferente, que trascendiera a una simple sumatoria de grupos y partidos y supiera integrar a los ciudadanos independientes con ideas de izquierda.
La LCR mostró también su falta de ductilidad política, al condicionar su participación a que el PC renunciara explícitamente a participar en un eventual futuro Gobierno del PS.
Este fracaso de la izquierda se produce sobre el fondo de una prolongada crisis y confusión teórica, ideológica y política en el pensamiento de izquierda, que por cierto no es exclusiva de Francia sino que tiene alcance mundial.
Como consecuencia de esa crisis del pensamiento de la izquierda, falta, en distintos grados, en los discursos de Buffet, Besancenot y Bové una propuesta estructurada y completa de las transformaciones económicas, políticas y sociales profundas que se revelan indispensables. Y también falta una propuesta para un giro total de la política internacional con el objetivo de que Francia establezca relaciones de solidaridad y de verdadera cooperación con todos los pueblos del mundo, en particular con aquéllos que luchan por su derecho a la autodeterminación y que no sólo se independice sino que oponga decididamente a la política agresiva y guerrerista encabezada por Estados Unidos.
Los “tres B” se muestran sensibles a las presiones ideológicas del sistema y a veces no se atreven a proponer las reformas drásticas que se imponen. Lo mismo ocurre en política internacional. Puede ser un ejemplo el hecho de que Besancenot critique a Chávez por sus relaciones amistosas con Irán, privilegiando las provocaciones verbales antiisraelitas del presidente Mahmud Ahmadineyad, aparentemente sin comprender el papel sobresaliente que desempeña Irán en el frente antiimperialista mundial y la necesidad de manifestarse solidario con dicho país ante las amenazas de una agresión estadounidense.
La única que parece insensible a las presiones ideológicas del sistema dominante es Arlette Laguiller que dice, por ejemplo, que hay que requisicionar a las empresas que se proponen deslocalizar para instalarse en países donde los salarios son muy bajos.
Las relaciones económicas y políticas internacionales, tema fundamental en las condiciones de la mundialización, ocupan muy poco espacio en la campaña electoral, tanto a la izquierda como a la derecha.
Por cierto que los partidos de izquierda tienen propuestas concretas sobre todo para los problemas económico sociales acuciantes pero casi no han tenido oportunidad de explicarlas y popularizarlas. Ello se debe a que hasta el 9 de abril los principales medios de comunicación estuvieron prácticamente monopolizados por los grandes candidatos, en particular Sarkozy y Royal en una campaña “no oficial” que duró varios meses y sólo a partir del 9 de abril, fecha de comienzo de la campaña oficial, de dos semanas de duración, el tiempo de presencia en los medios se distribuyó en partes iguales entre los 12 candidatos.
Todo indica que para la segunda vuelta quedarán Ségoléne Royal y Sarkozy o, aunque menos probable, este último y Bayrou. Los tres conservadores. Bayrou, hombre de derecha, ha ganado popularidad con su argumento central de que más de 20 años de alternancia en el Gobierno del Partido Socialista y de la derecha tradicional han llevado a Francia a una situación deplorable y que hay que salir de ella reuniendo en el Gobierno lo mejor de ambos bandos. En una palabra, propone una coalición de centro-derecha, propuesta que cuenta con el apoyo a dirigentes importantes del PS.
A una semana del primer turno de las elecciones, todas las encuestas atribuyen el primer lugar a Sarkozy (entre el 26 y el 29,5%), el segundo a Royal (entre el 23 y el 25%), el tercero a Bayrou (entre el 17,5% y el 21%) el cuarto a la extrema derecha de Le Pen (entre el 13,5% y el 15%) y entre el 1,5% y el 2% a otros dos candidatos de derecha: de Villiers y Nihous. Ya hemos indicado más arriba las intenciones de voto a favor de los candidatos de izquierda. En el segundo turno electoral Sarkozy le ganaría a Royal 53% a 47% y Bayrou a Sarkozy 53,5% a 46,5%. Algunos puntos más o menos, estos resultados se mantienen invariables en las encuestas desde hace varias semanas.
En esta situación ¿qué proponen los “tres B” de la izquierda a los electores?
Buffet dice que hay que crear las condiciones en el primer turno (votando por ella) para que la izquierda gane finalmente la elección. Es decir que para Buffet, contra toda evidencia , el PS y en particular Ségoléne Royal, forman parte de la izquierda. Esto agrega a la confusión y contribuye a demorar un proceso positivo en la política francesa.
Bové que habla de voto “insurreccional” (que consiste en votar por él en el primer turno) anunció que en la segunda vuelta votará a la candidata del PS, a la que califica de izquierda “blanda”. Ninguno de los dos dicen que harán si es Bayrou el que enfrenta a Sarkozy en la segunda vuelta.
Y Besancenot, que reclama que se lo vote en el primer turno para fortalecer la izquierda para las luchas futuras y por convicción, dice que la LCR decidirá su consigna de voto después del primer turno pero que su partido no practica la política de “lo peor”. Debe entenderse que propiciará el voto contra Sarkozy sin pronunciarse abiertamente por el voto a Royal.
La idea común de los tres es: en el primer turno voten por mí y en el segundo “cualquier cosa menos Sarkozy”, lo que tampoco aclara mucho políticamente la disyuntiva, sobre todo a largo plazo, que se le presenta a la clases populares.
Pero la realidad no es como la presentan los “tres B”. Porque Sarkozy será el ganador en el segundo turno si su adversaria es Royal. Esto ya prácticamente nadie lo duda, ni siquiera los dirigentes del PS. Incluso algunos de ellos hablan de un acuerdo con Bayrou, sin aclarar cuando ni cómo, aparentemente para tratar de salvar algo del desastre, pero en el fondo interesados en formar en Francia una nueva coalición de centro derecha, como propone Bayrou.
De modo que a los electores de izquierda les quedan dos opciones, un verdadero dilema de hierro. La primera es votar por convicción en la primera vuelta y votar en blanco o abstenerse en la segunda vuelta, ya sea para tratar de deslegitimar en lo posible el, al parecer, inevitable triunfo de Sarkozy sobre S. Royal, o para no participar en un duelo entre Sarkozy y Bayrou.
La segunda opción, si se quiere intentar con alguna probabilidad de éxito que se imponga la consigna “cualquier cosa salvo Sarkozy” es, tapándose la nariz, votar por Bayrou desde la primera vuelta.
Algunos analistas políticos hablan de una “derechización” del electorado francés.
A pocos días del primer turno casi un 40 % del electorado no sabe por quién va a votar. No hay tal derechización del electorado, sino una derechización del PS y la incapacidad de la izquierda para ofrecer una verdadera opción creíble antisistema, lo que ha desorientado a buena parte del electorado, que si no se abstiene o vota en blanco, tiene que votar por el que considera “menos peor”. En otros términos, elegir entre la sartén y el fuego.
Lo positivo de todo esto es que cabe esperar que después de las elecciones se produzca una recomposición del panorama político francés, con el PS fragmentado entre los centristas y los social liberales, por un lado y su izquierda, por el otro. Los primeros aliados al centro-derecha tradicional que puede encarnar Bayrou y la segunda formando parte de una verdadera alternativa popular de transformación social integrada sobre todo por los ciudadanos independientes de izquierda y por los miembros y ex miembros más lúcidos de los partidos de izquierda.
Alejandro Teitelbaum
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