Los símbolos de la polarización política
Durante tres años, en un crescendo reaccionario, el PP ha ido paseando la bandera española, la rojigualda, aquella que querían “que fuera de todos” pero que la realidad se ha encargado de poner en su lugar, porque es su bandera, la bandera de los vencedores, de la dictadura, de las tapias de los cementerios y las fosas, del aceite de ricino y los cortes de pelo al cero.
La capacidad de justificación de la derecha no tiene límites, ahora toca justificar la proliferación de símbolos fascistas en las manifestaciones. Para ello no sólo cuentan con el inefable Jiménez Losantos, organizaciones satélites del PP como Denaes (Fundación para la Defensa de la Nación Española, ¡nada menos!) —presidida por su diputado Santiago Abascal y que cuenta entre sus animadores con el padrino Alejo Vidal Cuadras y con la defensora de la moral nacional-católica Cristina López Schlichting— defienden el uso de la bandera con el pollo, porque, como todo el mundo sabe, el águila de San Juan, el yugo y las flechas no son símbolos franquistas sino de los Reyes Católicos, enraizados en nuestra historia común. No sólo eso, también argumentan que esa bandera es totalmente constitucional porque es la que aparecía en la constitución firmada por el rey y fue el escudo oficial español hasta 1981 (otro ejemplo más de lo que significaron el pacto de silencio de la transición y la propia constitución). Por supuesto, la bandera anticonstitucional por excelencia es la republicana, que portan las hordas rojas cuando salen a la calle.
Aumenta la presencia
de la bandera republicana
Frente a esto, en los últimos años, hemos visto cómo en las manifestaciones de la izquierda ha aumentado ostensiblemente la presencia de banderas republicanas. De una presencia muchas veces limitada a los actos conmemorativos de la II República se ha pasado, sobre todo en los últimos meses, a una presencia más “militante”, en el sentido de mostrar otra bandera frente a la derecha, de que quede claro que la rojigualda no es nuestra bandera.
Setenta años de represión franquista primero y una historia edulcorada por el estalinismo y por el reformismo después, la bandera republicana reaparece como símbolo frente a la derecha para nuevas capas del movimiento obrero y la juventud. No es objeto de este artículo analizar la República y la revolución que se desarrolló en los años treinta (para ello, puedes leer en www.elmilitante.org el extra que publicó El Militante en abril de 2006), pero sí es importante profundizar en qué hay detrás de la mayor presencia de la tricolor en las manifestaciones. ¿Acaso es una reivindicación de figuras como Azaña, Alcalá Zamora (ex ministro monárquico) y otros?, ¿de la república que reprimió cada intento de los jornaleros de llevar adelante la reforma agraria, que ahogó en sangre el levantamiento revolucionario contra el fascismo de octubre de 1934? Creemos que no, más bien se puede comparar a lo que entendían las masas obreras y jornaleras que significaba la república en 1931: libertad, acabar con la opresión de los patronos, una vida mejor, ser dueños de su propia existencia…
Hoy en día, la tricolor es un símbolo para la juventud porque ve en ella la lucha contra la monarquía, contra el fascismo, contra la opresión, contra el capitalismo. El latir revolucionario del proletariado español del 14 de abril de 1931, de octubre de 1934 o del 19 de julio de 1936 es el mismo que hemos podido sentir en los grandes acontecimientos de los últimos años en este país (el 20-J, el Prestige, la guerra, el 13-M…), que son un anticipo del futuro.
La roja, la bandera
de la clase obrera
Ahora bien, la experiencia de los años treinta es dramática en sus lecciones: no se puede jugar con las consignas, con el programa en la intervención en la lucha de clases. Consignas como “no hay dos sin tres”, “España, mañana, será republicana” y otras similares son una abstracción muy peligrosa (¿qué tipo de república?, ¿qué clase va a luchar por ella? ¿con qué programa?...). Las masas en 1931 no apoyaron la república y ya está, echar al rey y ya está, querían transformar radicalmente su existencia. Las direcciones de las organizaciones obreras se quedaron en la defensa de la República y punto, no pasaron del reformismo, no entendieron que sin la expropiación de la burguesía, una república no pasaba de ser otra forma de gobierno burgués. Finalmente, durante la guerra civil, la burguesía –o mejor dicho, la sombra de la burguesía, porque en realidad el grueso de la misma apoyó el golpe franquista— acabaría reagrupándose en el lado republicano bajo la bandera tricolor frente a la bandera de la revolución.
En última instancia, la bandera republicana está llenando un hueco que existe porque las direcciones de la izquierda no levantan claramente la bandera de nuestra clase, la roja, la bandera de la revolución socialista.
Miguel Ángel del Barrio
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