domingo, abril 22, 2007

Estallido del Movimiento Al Socialismo: último ensayo de construcción sectaria.

Apogeo y Crisis del Espontaneísmo Militante

I.- La Crisis del MAS y la Militancia Revolucionaria

Todos aquellos militantes que se sienten identificados con el pensamiento marxista y consecuentemente con la necesidad de estructurar un partido de clase y revolucionario, están obligados a meditar muy seriamente sobre el reciente proceso de crisis y ruptura del Movimiento al Socialismo (MAS).
La polémica interna, que condujo a la escisión, puso al rojo vivo una serie de problemas cruciales para el movimiento revolucionario, aún pendiente de resolución por parte de la izquierda argentina y de cuya respuesta adecuada depende la posibilidad de constituir una fuerza política nacional, que sea opción real para explotados y oprimidos.
Por supuesto que la formación teórico-político específica del MAS, con sus particularidades, condicionó, limitó y ocultó, los problemas centrales subyacentes tras los ejes polémicos. Aquí intentaremos plantear algunos de esos problemas determinantes, significativos para el pensamiento y la acción revolucionaria que explícita o implícitamente, han emergido en este proceso de crisis del MAS. Para hacerlo, nos hemos remitido a unos pocos documentos internos de discusión que han circulado más o menos públicamente, a la expresión oficial, el semanario Solidaridad Socialista y en algunos casos a los textos del propio Nahuel Moreno, teórico de la corriente trotskista que expresa el MAS.
No pretendemos hacer un balance crítico de los vaivenes teóricos y políticos del así llamado morenismo a lo largo de su historia. Tampoco es nuestra intención hacer un análisis pormenorizado de toda la reciente polémica interna, en primer lugar porque no conocemos todos los documentos generados por las distintas tendencias y en segundo lugar porque no encuadra dentro de nuestros objetivos políticos.
Nos limitamos a reflexionar sólo sobre algunos de los ejes de confrontación, porque hemos constatado que -aunque con distintos rasgos específicos- son parte del debate que enfrentaron otras organizaciones de la izquierda argentina y remiten en última instancia a problemas más generales en discusión por parte de distintas corrientes socialistas.
Es este último rasgo, el que nos animó a entrar en la polémica interna de una organización ajena, que por otra parte, a partir de la ruptura, queda sometida al juicio del público en general y la izquierda en particular.
Es también esta circunstancia la que nos reafirma en nuestra convicción más profunda: a saber, que en los problemas generados por la lucha de clases debemos retomar metodológicamente las mejores tradiciones de los marxistas revolucionarios, que no sólo no ocultaban sus polémicas, sino que facilitaban a los círculos revolucionarios y a la clase obrera en primer lugar, el acceso al debate. Esto es doblemente obligatorio para quienes se proclaman defensores del socialismo con democracia (1).
Algunos rasgos específicos del MAS ayudan a desmitificar ciertas supuestas explicaciones sobre las razones de crisis que habitualmente se esgrimen para analizar los enfrentamientos y divisiones en las organizaciones de izquierda. Nos referimos, por ejemplo, a la falta de militancia: si algo caracteriza al MAS es la militancia tesonera y constante de sus miembros. Nos referimos por ejemplo a desclasamiento o falta de enraizamiento de los militantes: si algo caracterizaba al MAS era ser la organización de izquierda con mayor influencia sindical y tener militancia reconocida en su gremio, su barrio o el movimiento estudiantil. Era el MAS sin duda la organización de izquierda de mayor crecimiento en la última década.
No compensan estas virtudes, gravísimos errores de concepción y caracterización.
Descartadas estas particularidades, así como generalizaciones intrascendentes (por ejemplo: "es parte de la crisis general de la izquierda") como epicentro de las causas que engendran esta crisis, queremos plantear algunos problemas, que sí merecen ser revalorizados por todos los militantes revolucionarios, sean o no del MAS.

II- Situación Revolucionaria y Espontaneísmo

El primer compromiso teórico de cualquier organización revolucionaria es delimitar claramente la situación actual de las relaciones entre las clases principales de la sociedad capitalista, las relaciones del enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado.
La política revolucionaria exige para su concreción que las organizaciones que pretenden ejecutarla trasciendan de la mera enunciación de la contradicción más general y abstracta (burguesía-proletariado), al análisis actual, concreto del estado de esa contradicción (las llamadas relaciones de fuerza), que en la sociedad capitalista, salvo períodos excepcionales, es desfavorable al proletariado.
Esa actualidad de la lucha de clases sólo tiene valor conceptual si se puede predecir su movimiento, de dónde viene, hacia dónde va; predecir cuál es la tendencia general del movimiento de la lucha de clases en un período histórico.
¿Qué nos dicen sobre esto las dos principales tendencias del MAS? (2)
La Tendencia mayoritaria del CC, después de autocriticarse porque confundieron dos categorías distintas (etapa y situación revolucionaria) afirma textualmente "nos parece que tenemos que definir que la etapa revolucionaria abierta en l982 con la guerra de Malvinas y el ascenso que derrotó a la dictadura militar sigue abierta, pero que la situación actual no es revolucionaria (subrayado es nuestro).
Después de algunas disgresiones sobre cómo definir la situación actual, propone que es una "situación transitoria de ofensiva burguesa".
Tratando de hacer equilibrios semánticos entre etapa y situación revolucionaria, previamente aclara que la etapa es un período largo y las situaciones un período más corto dentro de la etapa. Con la misma lógica deberíamos distinguir no ya el período dentro de la etapa, sino el mes revolucionario y si es posible el día. ¿Adónde apunta tal disparate?. Ya lo veremos.
Previamente constatamos que sus rivales de la Tendencia Morenista, no se quedan atrás en la sagacidad analítica para caracterizar las relaciones entre las clases. Dicen en su documento: "Cuando en l982 definimos la situación de nuestro país como revolucionaria tomamos la definición de Lenin que tiene tres signos principales: 1) la imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio inmutable, tal o cual crisis en las `alturas’, una crisis política de la clase dominante, abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas (...) 2) Una agravación superior a la habitual de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas y 3) una intensificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas que en tiempos `pacíficos’ se dejan expoliar tranquilamente..." (Lenin 1915).
Después veremos cómo la Tendencia Morenista cita a Lenin; continuemos con el documento: "Estos elementos se vinieron dando, en mayor o menor intensidad durante estos años".
Una página más adelante encabeza el punto (1.4) con el título de Una Coyuntura Desfavorable, donde textualmente dice, (después de una especie de autocrítica) "Hay que ubicar con claridad que con las derrotas de Acindar y los l2 mil retiros voluntarios en ferroviarios y el lanzamiento del plan de convertibilidad se inició un cambio de coyuntura, donde la ofensiva pasó a manos del gobierno, el imperialismo y la burguesía, aunque sin poder infligir una derrota global..."
Haciendo una distinción discursiva, metafísica, ambas tendencias coinciden en lo fundamental: ocultan que la caracterización de l982, de inicio de una situación revolucionaria en la Argentina, se hace insostenible, colisiona con la realidad política de todos estos años.
El autor intelectual del "inicio de la revolución democrática" es el mismo Moreno. El propio MAS sintetizaba el pensamiento de su teórico en Enero de 1990 (3), de la siguiente manera en el punto Situación y Crisis Revolucionaria: 1) Situación Revolucionaria: "Adoptó definitivamente la definición más general de Lenin: Hay situación revolucionaria cuando los de arriba no pueden y los de abajo no quieren seguir viviendo como antes". 2) Revolución Democrática Triunfante: "Moreno definió así a los procesos del Cono Sur latinoamericano. Esta definición significaba que las masas habían destruido por medio de su movilización revolucionaria a un régimen burgués, contrarrevolucionario, totalitario, basado en las fuerzas armadas y había surgido un nuevo régimen, también burgués, de amplias libertades, basado en las elecciones y los partidos políticos".
Los hechos que conducen a esta revolución democrática son: a) Una combinación -que puede ser desigual (?)- de una profunda crisis del régimen totalitario existente y una movilización revolucionaria de las masas que termina destruyéndolo". (Los ejemplos son los regímenes militares argentino y brasileño); b) Que el régimen que surge del triunfo revolucionario sea diametralmente opuesto al que existía antes (nuevamente los ejemplos son Argentina y Brasil); c) Que el cambio de régimen político no haya sido gradual, controlado desde arriba, sino brusco, no controlado por la burguesía y sus aparatos estatales, gubernamentales y particulares; d) Que entre la desaparición del viejo régimen y la aparición del nuevo, se hubiera producido un momento de vacío absoluto de poder burgués; la crisis revolucionaria. (El subrayado es nuestro).
Hasta aquí el enfoque de Moreno, que sus seguidores tratan de salvar contra la dura realidad de la lucha de clases viviente, inventando categorías.
Confrontemos las tesis fundamentales del MAS con la vida política argentina.
No hace falta ser marxista, ni un analista político sutil para interpretar qué pasó entre 1982-83. Por supuesto nadie vio ni constató una movilización revolucionaria de las masas.
Sin minimizar en absoluto los importantes espacios conquistados por el movimiento de masas, especialmente en el terreno de las libertades democráticas, para los marxistas se trata de saber si tales conquistas (conquistas, no concesiones generosas), eran parte de un movimiento general político de progresiva autonomía de los explotados respecto de los partidos burgueses.
Un marxista, más o menos serio, debería contestar algunos interrogantes para confirmar la existencia de tales movilizaciones, nada menos que revolucionarias.
Veamos algunos de ellos:
1) Hubo independencia o no de las masas respecto de los proyectos de los partidos burgueses principales (PJ y UCR)?.
2) Hubo surgimiento o no, al calor de esas movilizaciones, de organismos distintos a los partidos tradicionales que representen o contengan a esas masas movilizadas?.
3) Dentro de esas movilizaciones generales democráticas: qué papel tuvo el movimiento obrero y qué clase tuvo mayor protagonismo político?.
Es claro que el régimen surgido después de la dictadura militar, la república burguesa, no fue diametralmente opuesto (sic) a la dictadura, como pretende Moreno; y la transición fue controlada por la burguesía, el imperialismo y el aparato estatal.
Para un marxista lo único diametralmente opuesto a una dictadura burguesa no es la república burguesa, sino -es obvio- la dictadura del proletariado.
Aparece aquí nuevamente la unilateralidad del morenismo. Obviamente entre dictadura y república burguesa hay tanto relaciones de ruptura (será lo diametralmente opuesto?), como de continuidad. La dialéctica no admite ambigüedad. No sólo por lo más general -el dominio de clase-, sino también por la forma de acumulación de los sectores dominantes de la burguesía, la similitud en el proceso de concentración, la continuidad fue el rasgo saliente.
Otra cosa es señalar que el sistema democrático abría posibilidades impensables bajo la dictadura para que el movimiento obrero y de masas intentase cambiar las relaciones de clase a su favor.
Al pretender que la transición es consecuencia de una situación revolucionaria que (aunque embrionariamente) empieza a desarrollarse, Moreno se ve embarcado en la dinámica de asignarle al gobierno constitucional burgués una oposición total al gobierno de la dictadura, ocultando su análisis de clase y acercándose en este punto, sin quererlo, a los análisis de la Coordinadora Radical o los socialdemócratas de derecha del Club Socialista. Pero cuál es la razón profunda que conduce a Moreno y al MAS a este callejón sin salida en el plano de la teoría.
Cuando pretenden explicar qué es una situación revolucionaria recurriendo a Lenin, no es casual que lo lean por la mitad y lo interpreten peor. Las famosas tres condiciones para definir una situación revolucionaria fueron explicitadas en el trabajo de 19l5 La Bancarrota de la II Internacional. Lenin comienza diciendo (4) "Para un marxista es indiscutible que una revolución es imposible sin una situación revolucionaria, aunque no toda situación revolucionaria conduce a la revolución".
Después de señalar los dos primeros síntomas distintivos de una situación revolucionaria pasa a ocuparse del tercero y vale citar textualmente..."Cuando, como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos ‘pacíficos’ se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitados son compelidas, tanto por todas las circunstancias de la crisis como por las mismas ‘clases altas’, a la acción histórica independiente" (subrayado nuestro).
Por lo tanto no se trata, como alegremente dice la Tendencia Morenista en el documento citado, sólo de una "intensificación de la actividad de las masas" sino que esa intensificación conduzca a la acción histórica independiente como enseña Lenin dos renglones más abajo, que evidentemente no quisieron citar. Cuando sus rivales de la Tendencia mayoritaria del CC distinguen entre etapa y situación revolucionaria, así como cuando el maestro de ambas tendencias -Moreno- se conforma con adoptar la formulación más genérica e incompleta de Lenin (como vimos precedentemente), están cediendo espacios a las tendencias más espontaneístas del movimiento obrero, cuyo accionar cotidiano apunta a que una sucesión de éxitos tácticos pueda revertir una situación desfavorable de la lucha de clases, rápidamente, en situación revolucionaria. Esta matriz espontaneísta impregna todo el proceso de construcción de la organización revolucionaria, de la relación de la militancia con la clase, de lo cual nos ocuparemos más adelante.
Al obviar, o poner en segundo plano, el nivel de cohesión y homogeneidad política interno de la propia clase obrera, lo cual a su vez está estrechamente ligado al grado de independencia política respecto a las otras clases, (sin este prerrequisito no hay acción histórica independiente), lo coyuntural se sobrevalora, adquiere autonomía respecto al punto de vista general de la clase que intenta representar y las respuestas prácticas, cotidianas, resultan contradictorias y aún caóticas.
Ya en 1912 Lenin decía que Rusia vivía una situación revolucionaria porque se había agudizado al máximo la opresión de la mayoría de la población (no solo el proletariado) y esa opresión se hallaba en "contradicción con el estado de las fuerzas productivas de Rusia, con el nivel de la conciencia de clase (subrayado nuestro) y las reivindicaciones de las masas despertadas por el año 1905". (5).
Si en lugar de seguir a Moreno en sus divagaciones, sobre la revolución democrática que empezó en 1982 y que ningún trabajador percibió, las distintas tendencias del MAS se hubieran abocado a comprender seriamente la realidad argentina, siguiendo por ejemplo lo que escribía Trotsky en 1931 para caracterizar una situación revolucionaria, la ruptura del MAS (de producirse) hubiera dejado alguna enseñanza valedera a sus propios militantes y al conjunto de la izquierda.
Veamos entonces cómo enfocaba Trotsky el problema de la situación revolucionaria (los subrayados son nuestros) (6)
1) Para analizar una situación desde un punto de vista revolucionario es necesario distinguir entre las condiciones económicas y sociales de una situación revolucionaria y la situación revolucionaria misma.
2) Las condiciones económicas y sociales de una situación revolucionaria se dan, hablando en general, cuando las fuerzas productivas de un país están en decadencia; cuando disminuye sistemáticamente el peso del país capitalista en el mercado mundial y los ingresos de las clases también se reducen sistemáticamente; cuando el desempleo ya no es simplemente la consecuencia de una fluctuación coyuntural, sino un mal social permanente con tendencia a incrementarse. Estas son las características de la situación de Inglaterra; podemos decir que allí se dan y se profundizan diariamente las condiciones económicas y sociales de una situación revolucionaria. Pero no debemos olvidar que a la situación revolucionaria la definimos políticamente no sólo sociológicamente, y aquí entra el factor subjetivo, el cual no consiste solamente en el problema del partido del proletariado, sino que es una cuestión de conciencia de todas las clases, por supuesto fundamentalmente del proletariado y su partido.
3) La situación revolucionaria solo se da cuando las condiciones económicas y sociales que permiten la revolución provocan cambios bruscos en la conciencia de la sociedad y de sus diferentes clases. ¿Qué cambios?.
a) Para nuestro análisis tenemos que tener en cuenta las tres clases sociales; la capitalista, la clase media, el proletariado. Son muy diferentes los cambios de mentalidad necesarios en cada una de esas clases.
b) El proletariado británico sabe muy bien, mucho mejor que todos los teóricos, que la situación económica es muy grave. Pero la situación revolucionaria se desarrolla sólo cuando el proletariado comienza a buscar una salida, no sobre los carriles de la vieja sociedad sino por el camino de la insurrección revolucionaria contra el orden existente. Esta es la condición subjetiva más importante de una situación revolucionaria. La intensidad de los sentimientos revolucionarios de las masas es uno de los índices más importantes de la madurez de la situación revolucionaria.
c) Pero la etapa siguiente a la situación revolucionaria es la que permite al proletariado convertirse en la fuerza dominante de la sociedad, y esto depende hasta cierto punto (aunque menos en Inglaterra que en otros países) de las ideas y sentimientos políticos de la clase media, de su desconfianza en todos los partidos tradicionales (incluyendo al Partido Laborista, que es reformista, vale decir conservador) y de que deposite sus esperanzas en un cambio radical, revolucionario, de la sociedad (y no en un cambio contrarrevolucionario, o sea, fascista).
d) Los cambios en el estado de ánimo de la clase media y del proletariado corresponden y son paralelos a los cambios en el estado de ánimo de la clase dominante, cuando ésta ve que es incapaz de salvar su sistema, pierde confianza en sí misma, comienza a desintegrarse, se divide en fracciones y camarillas".
La distinción entre el análisis sociológico (es decir las condiciones económicas y sociales de una situación revolucionaria) y el análisis político (el factor subjetivo, la conciencia de clase), al cual da preeminencia -y en esto no difiere un ápice del pensamiento de Lenin- le ahorra a Trotsky inventar categorías para diferenciar etapas, subetapas, coyunturas, cayendo en un marasmo incomprensible. Si los compañeros del MAS, es decir sus direcciones, hubiesen meditado responsablemente, la afirmación de Trotsky acerca de que el rasgo subjetivo más importante se percibe cuando el proletariado comienza a buscar una salida "no sobre los carriles de la vieja sociedad", rápidamente podrían haber sacado conclusiones sobre la situación actual, en la lucha de clases, sobre las relaciones de fuerza entre las clases y tirado al tacho de la basura todo el macaneo sobre las revoluciones democráticas iniciadas en 1982.
Cualquier militante puede constatar que desde la caída de la dictadura (hace una década), el proletariado y los demás sectores explotados no han hecho más que buscar salida a la crisis," sobre los carriles de la vieja sociedad".
La reiterada tendencia a devaluar el papel de la conciencia de clase en la lucha política, es uno de los rasgos esenciales del espontaneísmo.
No es el MAS la única fuerza de izquierda que en sus análisis y su práctica política desplaza el papel de la conciencia de clase del centro de la escena a la trastienda de la política.
Este desplazamiento -subestimación- suele convivir perfectamente (como en el MAS), con una sobreestimación de la potencialidad política, actual o virtual, de la propia organización. Pero los rasgos más notables del espontaneísmo, se ponen de manifiesto en los vínculos que pretenden establecer con los movimientos de masas.

III - Los Espontaneístas en el Movimiento de Masas

La irrupción de la crisis del MAS y la escisión ponen al descubierto -entre otros rasgos- su antigua concepción espontaneísta respecto a la lucha de clases y, consecuentemente, a la relación del movimiento general de la clase obrera y su vanguardia, organizada en partido.
Como veremos inmediatamente, esta falsa concepción no sólo se expresa cotidianamente sino que es elevada al plano de lo conceptual, algunas veces abiertamente, otras con mayor sutileza.
Por ejemplo, leemos en un periódico de 1986 (7) (artículo titulado ¿Cómo Fortalecer el Partido?): "En el período inmediato, uno, dos años, el partido seguirá siendo un partido de vanguardia. No hay posibilidad alguna de que nos convirtamos en un partido con influencia de masas si no ocurre un hecho decisivo en la vida política nacional, como el estallido estrepitoso del Plan Austral, una huelga general triunfante, una crisis revolucionaria".
Elegimos el párrafo precitado, no al azar, sino porque es parte de un extenso editorial del órgano principal del MAS, por lo cual se supone que expresa la perspectiva política de la organización. En segundo lugar está tomada de una época en la cual el MAS era una organización en crecimiento, en expansión; en tercer lugar era un momento de movilización del conjunto de la clase obrera (paros de la CGT, entonces única, con el programa de 26 puntos).
En la cita aparece el espontaneísmo en toda su magnitud: se espera algún hecho "decisivo" para que la clase obrera (o un sector de ella) dé un salto en su conciencia y pueda aceptar el programa y la dirección del partido de vanguardia.
Si en lugar de algún hecho decisivo, el editorialista estuviera a la espera de algunos hechos decisivos, su expectativa no dejaría de ser igualmente espontaneísta.
Tomemos el proceso del bolchevismo, reivindicado siempre como modelo ejemplificador: tuvieron que transcurrir algunos cuantos hechos decisivos (sic) para que pudiera llegar a tener influencia de masas. Recordemos que entre 1905 y 1917 (antes de octubre) pasaron nada menos que dos revoluciones, la creación de los soviets por el movimiento de masas y una guerra imperialista.
En realidad Lenin y su partido prestaban máxima atención a la lucha de clases (que no puede ser reducida a cualquier lucha económica o política) o dicho de otra manera, a la evolución de la conciencia de clase del proletariado; a su proceso de ruptura con todas las ilusiones burguesas; a su progresiva estructuración en clase política. El "hecho decisivo" al que atendía el bolchevismo era este largo y contradictorio proceso.
Obviamente que los puntos de quiebre, las inflexiones y discontinuidades, son parte inseparable del camino hacia el partido revolucionario y la independencia de clase. Medir la evolución del partido de vanguardia en relación a la evolución del sentimiento de independencia del conjunto de la clase, respecto a su burguesía, no es más que cumplir acabadamente aquello que nos decía el Manifiesto Comunista: "Los comunistas no son un partido aparte, frente a los demás partidos obreros..."
La reflexión sobre los "hechos decisivos" por parte del editorialista de Solidaridad Socialista, en el mes de mayo de 1986, en realidad venía a atemperar las esperanzas políticas que había generado, dos meses antes, la propia dirección de la LIT desde su revista internacional. Tratando de evaluar el primer paro general efectuado bajo el gobierno radical, se expresaba en los siguientes términos: "...que la huelga general del 24 de enero en Argentina cambió el rumbo de la lucha de clases en el país y puede marcar un nuevo salto en la revolución en curso en América Latina..." (8).
Es interesante resaltar que, sencillamente, donde el espontaneísmo morenista descubre nada menos que un cambio en el rumbo de la lucha de clases, para los marxistas serios se trataba del inicio de la movilización del conjunto de la clase obrera bajo el gobierno democrático, lo cual sin ser poca cosa no representa ni aproximadamente algo similar (9).
Según la mirada teórica política del morenismo, un paso político inicial (estos paros encabezados por la CGT) en una determinada situación de la lucha de clases, se convertía, como por arte de magia, en el acto fundacional de una nueva relación de fuerzas.
A la hora de las previsiones posibles del curso de la lucha de clase, los espontaneístas sólo atienden en realidad a algunos acontecimientos, en general actuales y visibles. Para ellos el peso muerto -en la conciencia de las masas- de la derrota frente a la dictadura (10); la relativa desconfianza en las direcciones tradicionales del sindicalismo; el agotamiento de medio siglo de prácticas política y social de conciliación de clases como herramienta útil para enfrentar la amenaza de nuevas formas de explotación; la fragmentación y disgregación de la propia clase en el proceso productivo, son elementos subalternos, que se superarán si la confrontación se generaliza y surgen nuevos dirigentes.
La realidad enseña que estos elementos subjetivos -que en el enfoque espontaneísta están desdibujados- se convierten en trabas objetivas para la extensión y profundización de la lucha de la clase, el surgimiento de nuevas direcciones y el crecimiento del partido revolucionario.
La ilusión de haber descubierto en 1982 el inicio de una revolución democrática, termina desarmando al MAS. Con un ojo mira la crisis económica y política del sistema, pero cierra el otro al no ver el estado de confusión y dispersión de su propia clase.
En ese cuadro, no es extraño que en 1986 sea incapaz de valorar adecuadamente las posibilidades de las movilizaciones obreras en ciernes. El morenismo anuncia un cambio en el rumbo de la lucha de clases; a una ilusión sumó otra más grave, porque alienta las llamas de un incendio que nunca llega.
Para un marxista el paro significaba la posibilidad de empezar a reconstituir la unidad del proletariado como clase, y revertir, en la conciencia de las masas, las ideas de subordinación a los proyectos burgueses para superar la crisis. Todo lo cual, a su turno, debía manifestarse en una nueva organización, nuevas medidas para enfrentar el plan burgués imperialista y direcciones confiables del movimiento de masas.
El impresionismo de los espontaneístas empieza a soñar con una ofensiva del movimiento obrero y de masas, cuando el rumbo probable estaba signado por el lastre del peso negativo de los factores subjetivos ya mencionados.
A los dos o tres meses, al ponerse de manifiesto que el promisorio futuro era una nube inasible, debieron corregir el incendio con el balde de agua de algún "hecho decisivo" que ocurriría en otro lejano futuro, para conseguir la anhelada influencia de masas.
Compelidos los espontaneístas por esta lógica de buscar "hechos decisivos", reiteradamente los encuentran y reiteradamente los relativizan.
Lo hicieron antes de 1986, lo volverían a hacer después.
Como es sabido los comunistas, como parte de la clase obrera, intervienen en sus luchas cotidianas, por reivindicaciones inmediatas o a más largo plazo, pero siempre lo hacen desde el punto de vista que es necesario entender (aprender), acompañar y hacer avanzar la conciencia del conjunto, planteando las tácticas más adecuadas a cada situación, en ese largo camino de los oprimidos para elevarse al plano de la lucha de clases.
Para los espontaneístas la resolución de cada conflicto social pasa a ser un eje de construcción en el movimiento de masas y esperan que cada triunfo (aunque parcial) se transforme en un salto. Lo táctico pasa a dominar la escena de la militancia.
Aquí nos encontramos con otro elemento típico del espontaneísmo: la acumulación de fuerzas de la clase es una resultante de una cadena de triunfos tácticos. Esta concepción se refleja hasta en el lenguaje cotidiano y el de su prensa: todo conflicto o movilización tiene grado superlativo (Utazo, Maestrazo, etc.), que termina confundiendo a su propia militancia.
Embarcado en esta lógica espontaneísta de la apreciación del curso de la lucha de clase, el MAS a menudo se ve obligado, en aras de justificar sus exageraciones tácticas, a degradar el concepto mismo de lucha de clases, retrocediendo del leninismo a concepciones netamente economicistas.
Como veremos, estas concepciones traen serias consecuencias para el movimiento de masas, allí donde estos espontaneístas tienen oportunidad de imponer o influir su dirección.
La huelga ferroviaria de 1991 es un buen ejemplo de como funciona en la práctica la mirada política de los espontaneístas del MAS. Para quienes entendían la realidad de la lucha de clases en ese momento, la huelga ferroviaria, lanzada en defensa del salario desde honestas direcciones intermedias, al margen de la burocracia, era un intento serio, una posibilidad de construir un nuevo camino de movilización del proletariado para empezar a enfrentar el plan de reestructuración del capitalismo argentino, asentado sobre la superexplotación.
Por su magnitud, por la extensión territorial del gremio, por la duración del conflicto, por su incidencia en el transporte, la huelga adquiere características que la transforman en la más importante de los últimos años.
Surgía así la posibilidad de ponerle un palo en la rueda al plan económico-social menemista. Pero no había ninguna posibilidad de derrotarlo en forma inmediata.
Digámoslo con palabras de la propia Comisión de Enlace que dirigió la huelga: "...El hambre no será manipulado por nadie. Por el contrario, será motor para organizarnos y aprender a defender nuestros derechos en todos los terrenos. Y esta experiencia, sumada a la que están llevando a cabo decenas de gremios en todo el país, plasmará una nueva conciencia". No casualmente la declaración de donde extraemos el texto se titulaba :"Trenes parados y una Nueva Conciencia en Marcha" (21-2-91) (11).
Desde el primer momento que se lanzó la huelga, todas las corrientes espontaneístas (en esto el MAS no estuvo solo), querían transformar la huelga en una derrota del plan gubernamental y frenar la ofensiva del gobierno. Desconocían totalmente la relación entre las clases; obviaban el nivel de desorientación y desorganización, que imperaba en el proletariado y los sectores explotados; se salteaban olímpicamente la cohesión interna de la clase que quieren representar y su nivel de dependencia ideológica de los partidos tradicionales.
Para nuestros espontaneístas era cuestión de profundizar el paro y nos encontraríamos ante un "hecho decisivo", que "podría cambiar el curso de la lucha de clases", como en 1986.
Con la mirada puesta en transformar la huelga en una derrota del gobierno y no en un punto de partida para nuevas acciones, donde estuviesen involucrados mayores cantidades de obreros (12), devolviéndole la confianza al proletariado en sus propias fuerzas, desestimaron cualquier posibilidad de acuerdo, frenándolo (y acusando a honestos dirigentes sindicales por tratar de llevar la huelga a buen término).
De cualquier manera la realidad forzó el acuerdo tras 45 días de huelga.
Antes de comprobar la valoración del MAS sobre el resultado de esta huelga, veamos cómo contribuyeron los espontaneístas al triunfo, que pretendían alcanzar.
Después de 30 días de huelga se consigue (no sin esfuerzo) la confluencia de los ferroviarios huelguistas con los maestros que inician una serie de luchas, en un acto conjunto, en Plaza de Mayo, contra el enemigo común: el gobierno menemista.
La dirigencia del MAS encuentra oportuno priorizar sus diferencias con la dirección sindical de Ctera e impulsa la silbatina a la dirigente del gremio docente y el retiro de una columna ferroviaria cuando esta dirigente habla.
Los espontaneístas nuevamente en acción. Así como quieren transformar la huelga en una derrota del gobierno, encuentran oportuno transformar un acto de solidaridad de clase y contra el enemigo de clase, en un escenario oportuno para disputar -supuestamente- la hegemonía en la dirección del movimiento de masas.
El pecado del MAS reside nuevamente en no atender prioritariamente al nivel de desarrollo de la conciencia de su propia clase.
Quienes viven hablando y propagandizando sobre la necesidad del frente único proletario, a la hora de ponerlo en práctica, lo boicoteaban...porqué?. Sencillamente porque seguían sin querer entender que esas huelgas y movilizaciones estaban en el contexto de un estado de fragmentación política y social de los trabajadores; que reflejaba, necesariamente, distintos niveles de experiencia social y política, distintos grados de subordinación o ruptura con la perspectiva política de la clase dominante. De esa manera el frente único de los distintos sectores de la clase obrera es la forma práctica de organizar los distintos niveles de conciencia de clase, en ese largo recorrido, para que el proletariado se constituya en clase política.
Lo que es sustantivo para los comunistas, es incomprensible para los espontaneístas.
El resultado práctico fue en contra de los huelguistas ferroviarios: mayor aislamiento, mayor fragmentación entre los propios huelguistas (l3).
No sale mejor parado el MAS si atendemos a las conclusiones que sacó del resultado de la huelga ferroviaria. En el plano propagandístico saludó el surgimiento de una nueva dirección del movimiento obrero en la dirección que condujo la huelga.
En el plano práctico, concreto, se opuso a que esta nueva dirección extendiera su influencia a otros sectores del movimiento obrero y los movimientos sociales, ayudando a consolidar un frente contra el plan de ajuste del gobierno.
Terminada la huelga, a fines de marzo, prácticamente sin despedidos, con una dirección nueva, sin compromisos con el pasado, mirada con simpatía por sectores significativos del movimiento sindical opuestos a las burocracias tradicionales, ideológicamente ajenos a la tradición peronista y cercana a una concepción de clase, esta dirección estaba en inmejorables condiciones de convertirse en eje aglutinante de numerosos sectores del movimiento obrero.
La ocasión exacta era el cercano lº de Mayo, día natural de los trabajadores. Esta dirección nueva e inexperta y sin aparato organizativo gremial importante que la sostuviese, de la única manera que podía encarar esa tarea era con el apoyo de la izquierda.
La Comisión de Enlace estuvo dispuesta a convocar a los trabajadores. El MAS, principal partido de izquierda, se opuso. Exigió ligar esa convocatoria al lanzamiento de la campaña electoral, en ese entonces, de Izquierda Unida, de efímera existencia.
Nuevamente los espontaneístas pensaron que mediante un simple paso táctico podían aspirar a acrecentar su influencia en las masas. Creyeron que mediante el simple expediente de utilizar la incipiente atención de miles de trabajadores hacia esta nueva dirección, los votos de estos miles de trabajadores cambiarían de dirección y favorecerían a la izquierda.
Nuevamente erraron. Pero lo que es más grave no es su desacierto electoral, sino el hecho de que por subestimar, desvalorizar el estado de ánimo de su propia clase, la fragmentación, la ruptura de los vínculos de solidaridad y la confusión ideológica, frustraron una magnífica oportunidad de avanzar hacia la independencia política del proletariado, empujando al surgimiento de una alternativa desde el seno de los trabajadores.
Creyendo que la conciencia de las masas se puede revertir como se da vuelta un guante, sin un lento proceso de acumulación, nuestros espontaneístas del MAS mostraron antes de 1986, en 1986, en el cercano 1991 y en la actualidad con el proceso iniciado en el Congreso de Trabajadores Argentinos (14), su imposibilidad conceptual de comprender el movimiento central de la lucha de clases: la estructuración del proletariado en clase política para sí y, paralelamente, el partido de los comunistas.

IV - Los Espontaneístas y el Derrumbe Soviético

La misma dificultad que muestra el MAS para comprender los movimientos de masas donde actúa, muestra cuando intenta analizar los fenómenos previos y posteriores a la disolución de la Unión Soviética. La misma concepción espontaneísta que ya vimos en detalle lleva al MAS, desde el inicio de la Perestroika, a anunciar un proceso de revolución política. Según esta óptica tanto el ascenso como la caída de Gorbachov serían fruto de ese incontenible movimiento de las masas.
La realidad es más esquiva y por supuesto mucho más compleja. El problema de los gobiernos burocráticos del Este europeo, el carácter de esos Estados y en particular de la URSS, es motivo de debate y confrontación en todas las corrientes marxistas internacionales y aún posiciones contrapuestas tienen sólidas apoyaturas.
Aquí nos limitamos a señalar algunas incongruencias que surgen de asignarle a toda movilización carácter de clase y, nuevamente, sacarla del contexto del nivel de conciencia del conjunto de las masas.
En primer lugar veamos cómo analiza un corresponsal de Correo Internacional el proceso de formación de la Comunidad de Estados Independientes (15). Ya el título es sugestivo: El Pueblo Ausente. Después de una breve introducción el corresponsal nos dice : "...Ausente no sólo porque todo se discutió a puertas cerradas, de espalda al pueblo y escuchando al Secretario de Estado norteamericano Baker, sino porque la preocupación esencial de los trabajadores y del pueblo es cómo abastecerse con precios que ya están montados en una inflación galopante..."
La primera pregunta que surge a cualquier marxista es: cómo es posible que este mismo pueblo que hace tres meses, según la óptica MAS-LIT, produjo una formidable movilización de masas que abortó el golpe del ala pro-stalinista contra Yeltsin, ahora esté preocupado únicamente por la comida mientras ocurren los más formidables acontecimientos políticos en setenta años?
No será que la mirada política de nuestros espontaneístas vio una formidable movilización que frustró el golpe de agosto ahí donde intervino solo una minoría y el resto permaneció indiferente o marginado, tanto en agosto como en diciembre?
El mismo corresponsal, en la misma página, en recuadro aparte, transcribe una cita de la revista Rubicon, de octubre de 1991, publicada en la ex Leningrado, que dice: "La resistencia al golpe provocó el ascenso del movimiento obrero. Los que resistieron en la plaza van a sus fábricas y a sus casas y no consiguen aquello a que aspiraban cuando derrotaron el golpe." Como vemos según el articulista de Rubicon el ascenso del movimiento obrero se produce a partir del golpe. Cómo compatibilizan los espontaneístas del MAS esta afirmación con su visión de la revolución política que había lanzado a las masas contra la burocracia?
¿No será, nuevamente, que donde la dirección del MAS ve el punto de llegada, recién es el comienzo de la entrada en escena de las masas, facilitado por la quiebra del monolitismo burocrático?
En segundo lugar, los espontaneístas del MAS nos vienen anunciando desde hace meses que este proceso de revolución política será un formidable detonante para el proletariado occidental. Nuevamente la ilusión espontaneísta que no parte de considerar el nivel de conciencia de las masas.
Es fácil constatar que en primer lugar -y por un período prolongado- la caída de la URSS tendrá un efecto negativo sobre el sentimiento y el pensamiento de millones explotados del mundo capitalista, que se quedan sin horizonte a la vista, al desmoronarse, por contradicciones internas, el mundo que para esos millones objetivaba el socialismo.

A Modo de Conclusión

Así como para millones de explotados la crisis de los Estados burocráticos representa el adiós al socialismo, seguramente para una generación de militantes surgidos a la vida política entre los estertores de la dictadura y la aparición de la democracia, con sus esperanzas y su esfuerzo puesto en construir un partido revolucionario, la crisis y escisión del MAS representará la desilusión de una salida política distinta a la que plantean los partidos burgueses o pequeñoburgueses.
Al intentar desnudar algunos (no todos) de los pilares endebles sobre los cuales se apoya toda la construcción teórico-política del morenismo, lo hacemos con la certeza de que, como decía Trosky (l6):
"Las épocas reaccionarias como las que estamos viviendo no solo desintegran y debilitan a la clase obrera y su vanguardia, sino que también rebajan el nivel ideológico general del movimiento y retrotraen el pensamiento político a etapas ya ampliamente superadas. En estas circunstancias, la tarea más importante de la vanguardia es no dejarse arrastrar por el flujo regresivo, sino nadar contra la corriente. Si la relación de fuerzas desfavorable le impide mantener las posiciones conquistadas, por lo menos debe aferrarse a sus posiciones ideológicas, porque estas expresan las costosas experiencias del pasado... En realidad, es la única manera de preparar un nuevo y enorme avance cuando se produzca el siguiente ascenso de la marea histórica".
Cuando Trotsky escribía este párrafo el capitalismo se preparaba para superar una de sus más profundas crisis, lanzando a millones de hombres a lo que sería la IIª Guerra Mundial.
En España el proletariado y las masas explotadas oponían su última y tenaz resistencia a la masacre que se aproximaba. Pero las ideas y las acciones de esos miles y miles heroicos luchadores proletarios se malversaban por la miopía política y la traición de la II Internacional y del stalinismo, que por entonces eran su dirección política. Hoy, en medio del más feroz embate ideológico de las fuerzas reaccionarias y conservadoras de todo signo -desde las liberales a las fundamentalistas- contra las ideas del socialismo, el capitalismo se debate en una crisis no menos profunda que la de aquellos años. Quizá sea menos dramática, pero no menos violenta (recordemos Irak), porque el proletariado está desarmado ideológica y políticamente para reconocerse como la única clase capaz de superar la más descomunal paradoja de la razón: cuanto más crece la riqueza y la tecnología, más millones de seres mueren o están al borde del hambre.
Sin embargo, el derrumbe del stalinismo y la crisis irreversible de los populismos burgueses, permite intuir que, por un lado, la superación de pesados resabios ideológicos de valiosísimos militantes revolucionarios que apuestan de verdad al socialismo y, por otro, lo mejor del proletariado y los explotados que no están dispuestos a dejarse marginar de la vida complacientemente, juntos podrán dar el portazo que cierre, como decía Marx, la prehistoria de la humanidad.

Norberto Bacher
Agosto de 1992

Notas

1.- Es llamativo constatar hasta dónde el pensamiento stalinista ha corroído a organizaciones de izquierda, aun aquéllas que deliberada y explícitamente han surgido para combatirlo.

2.- Nos referimos de aquí en adelante a los documentos titulados Anteproyecto de Documento Nacional de la Mayoría del CC (19-2-92) y Proyecto de Documento Nacional de la Tendencia Morenista (2O-2-92).
3.- Cuadernos de Formación Política Nº 1, Crisis Revolucionaria.
4.- Lenin, V. I; Obras Completas, Cartago Bs As -2ª edición- Tomo XXII; pág. 310.
5.- Lenin, idem. Tomo XIX; pag. 465.
6.- Trotsky, León; Escritos Tomo II Vol. 2; pág. 510; Editorial Pluma; Bogotá, 1980.
7.- Solidaridad Socialista Nº 151; página 4 -3er. columna- 15/5/86.
8.- Correo Internacional; Marzo 1986, Año III Nº 17 página 3.
9.- Recordemos que no se llega a este paro general (ni a los subsiguientes) como culminación de una oleada de huelgas (ni económicas ni políticas) y que la participación de la clase obrera en las movilizaciones democráticas por los derechos humanos de la época fue marginal.
10.- Nos referimos específicamente al exterminio físico y político de casi una generación de dirigentes y cuadros medios sindicales surgidos después del Cordobazo.
11.- Ver Crítica Nº 1; página 223.
12.- Recordemos que la huelga fue sólo de los maquinistas y de estos sólo paró la tercera parte en el momento de mayor participación.
13.- Ver Crítica Nº 1; página 224; Comunicado de Prensa 15/3/91
14.- Ver Crítica Nº 2; página 127; Marcelo Zugadi.
15.- Solidaridad Socialista: 15 de enero de 1992 - Pavel Slutzky; corresponsal en Moscú de Correo Internacional.
16.- Trotsky, León; Stalinismo y Bolchevismo. 29/8/1937. Escritos Tomo VIII -
Vol. 3; página 562. Editorial Pluma Bogotá, 1980.

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