domingo, abril 01, 2007

A 33 años de la Revolución Portuguesa.

Lecciones para Venezuela

A 33 años de la Revolución Portuguesa - Lecciones para Venezuela. El futuro de la UNT y los peligros de reformismo y el ultraizquierdismo

Introducción

Hace escasos días, el Presidente Chávez llamaba a los sindicatos "verdaderamente revolucionarios" y a la clase obrera a jugar el papel que les corresponde en la revolución venezolana. Ciertamente, uno de los factores centrales que ha impedido hasta el momento que nuestra revolución haya podido llevar a cabo las dos tareas pendientes sin las cuales es imposible plantearse la construcción del socialismo: la expropiación de los capitalistas y la construcción de un genuino estado revolucionario; es la ausencia de una dirección al frente del movimiento obrero venezolano con unas perspectivas, programa y métodos de actuación que ayuden a lograr ese objetivo.
La clase obrera venezolana ha demostrado no una sino varias veces durante esta revolución su capacidad de lucha y decisión de ir hasta el final. En la lucha contra el paro petrolero los trabajadores recuperaron varios centros petroleros y los dirigieron durante varias semanas bajo control obrero incorporando a ese movimiento a las comunidades e incluso a sectores revolucionarios de la Fuerza Armada Nacional. Más tarde, fueron los trabajadores de empresas cerradas por los empresarios como Venepal o CNV (actuales Invepal e Inveval) quienes tomaron las fábricas y lograron su expropiación. Ahora mismo estamos viendo la magnífica lucha que están desarrollando los trabajadores de Sanitarios Maracay, los cuales no sólo han tomado la empresa contra el intento del empresario golpista Álvaro Pocaterra de cerrarla sino que la han puesto a funcionar bajo control obrero.
Todos estos casos demuestran que, cuando la clase obrera se pone en marcha, se convierte en un punto de referencia para el conjunto del movimiento revolucionario. Pero la pregunta es ¿Porqué si la clase obrera ha mostrado su fuerza potencial para encabezar la construcción del socialismo, la principal organización obrera del país, la UNT, sigue sin jugar el papel que se esperaba cuando nació y que los trabajadores y el resto del movimiento revolucionarios necesitamos que desempeñe? En este trabajo intentaremos responder a esta pregunta y sobre todo sacar conclusiones que sirvan para abrir el debate acerca de qué programa, plan de lucha y métodos necesita la UNT para cumplir su misión histórica.
En virtud de su posición central en el modo de producción capitalista, la clase obrera tiende a desarrollar de forma natural métodos de lucha colectivos y una conciencia socialista. Esto la convierte en la única clase social capaz de agrupar a todos los demás sectores oprimidos entorno a un programa genuinamente anticapitalista y construir un estado revolucionario capaz de sustituir a la estructura estatal forjada por la burguesía para preservar su dominación. Sin embargo, esta capacidad potencial no es suficiente por sí sola. La clave de toda revolución se encuentra en la capacidad de los revolucionarios para construir una organización que agrupe en primer lugar a los trabajadores más combativos y conscientes y, a través de ellos, sepa ganar al conjunto de la clase obrera y de los demás sectores revolucionarios para las ideas del socialismo marxista. La historia nos ofrece numerosos ejemplos de situaciones revolucionarias que fueron desaprovechadas porque sectores importantes de la vanguardia obrera, en lugar de dotarse de un programa, táctica y métodos que les permitieran ganar la confianza del resto de las masas, se dejaron llevar por la impaciencia y acabaron adoptando métodos y consignas que les separaban del grueso de las masas.
En otros materiales hemos desarrollado esta idea en relación a las tareas que tienen por delante el movimiento obrero y la UNT en la revolución venezolana, así como respecto a temas como las elecciones de la UNT, la división que se produjo en el último Congreso. En particular hemos insistido en que la UNT debe adoptar como eje central de su actuación la lucha por la defensa y profundización de la revolución, organizando la toma de empresas, poniéndolas a funcionar bajo control de los trabajadores, desarrollando para ello Consejos de Trabajadores o Comités de Fábrica en cada centro de trabajo y demandando al gobierno revolucionario la estatización de estas empresas bajo control obrero. En este artículo volveremos sobre estas y otras ideas pero lo haremos intentando comparar nuestra revolución con otros procesos revolucionarios en los que vivimos problemas similares y en particular con la Revolución Portuguesa, de la cual se cumplen 33 años este próximo mes de abril. De esta comparación podemos extraer, en nuestra opinión, lecciones que puedan resultar muy valiosas para nuestra revolución y en particular para los cuadros y activistas obreros de la UNT

El ejemplo de Portugal

La revolución portuguesa, como la nuestra, no fue en un inicio encabezada por el movimiento organizado de la clase obrera sino por un sector de la oficialidad de ejercito. Como explicó Ted Grant, fundador de la Corriente Marxista Internacional, en determinados contextos históricos puede darse un impasse en la lucha de clases: la burguesía ya no puede seguir desarrollando y dirigiendo la sociedad pero la única clase que puede sustituirla, el proletariado, a pesar de tener la fuerza potencial para hacerlo, ve bloqueado el cumplimiento de su rol histórico por la ausencia de una dirección con una política que le permita luchar por el poder. En ese contexto, otras clases sociales, o estratos de ellas, pueden actuar como un cauce que expresa el malestar acumulado en la sociedad y abre las puertas al movimiento revolucionario de las masas. Esto refleja el enorme potencial revolucionario existente, lo favorables que son las condiciones objetivas para la revolución.
Portugal enfrentaba una guerra por mantener el dominio de sus colonias en África que se había convertido en una pesadilla. La cuarta parte de los adultos de sexo masculino estaba movilizada en el ejército. La guerra era cada vez más impopular dentro del propio Portugal y devoraba ingentes recursos humanos y económicos. A ello vino a unirse la crisis internacional del capitalismo iniciada en 1973, que golpeaba con especial dureza a un capitalismo débil como el portugués y extendía el descontento por toda la sociedad.
Las masas obreras y campesinas, empujadas a un abismo de miseria y degradación, no podían esperar a que surgiese un partido revolucionario de la clase obrera que las guiase al poder. El golpe de estado del 25 de Abril de 1974 fue organizado por los capitanes del ejército, quienes hartos de la guerra y de la ineficiencia, corrupción y decadencia de la burguesía decidieron agruparse en el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) y derribar al dictador Caetano. El golpe militar rompió el dique que contenía todo el inmenso malestar social acumulado y ofreció a las masas el cauce que estaban buscando.
Tras la victoria del golpe, trabajadores, campesinos, desempleados, la gran mayoría de las capas medias, se echaron a la calle. Portugal, como hoy Venezuela, se tiñó de rojo y los claveles de este color, transformados en símbolo de la revolución, se agotaron en todo el país.
El programa de los líderes del MFA no cuestionaba inicialmente el capitalismo, sus objetivos eran: convocar una Asamblea Constituyente que elaborase una Constitución democrática, buscar una distribución más justa de la riqueza y desarrollar el país. Sin embargo, como también ha ocurrido en Venezuela, a medida que estos objetivos elementales de la revolución chocaban con los límites del capitalismo y los burgueses, asustados por la movilización de las masas, recurrían al saboteo y la desestabilización, un sector de los militares del MFA, reflejando las aspiraciones obreras y populares, giraba cada vez más a la izquierda. Mientras, los sectores más moderados -bajo la influencia de la burguesía- giraban a la derecha buscando un camino para frenar la revolución.
De los claveles a la explosión del control obrero y el "poder popular"
La burguesía intentó hasta tres golpes de estado en el plazo de un año para intentar tumbar la revolución, y todos fueron derrotados por la movilización de las masas. El resultado, al igual que aquí, fue -como le gusta decir al Presidente Chávez citando a Trotsky- que el "látigo de la contrarrevolución" espoleó a la revolución. En Portugal esto llevó incluso, tras la derrota del golpe de estado contrarrevolucionario del 11 de marzo de 1975, a nacionalizar la banca, las compañías de seguros y otras empresas clave. La clase obrera desarrolló Comisiones de Trabajadores en las fábricas. Las comunidades de las grandes ciudades -que vivían en condiciones muy parecidas a las de nuestros cerros- crearon en los barrios más humildes (los llamados "barrios de lata") de Lisboa, Oporto y otras ciudades Consejos Vecinales ("Comissoes de Moradores") para organizar la lucha por la vivienda, contra el desabastecimiento y las subidas de precios, por la dignificación y mejora de las condiciones de vida. Los campesinos ocuparon las tierras y empezaron a desarrollar también Comisiones vecinales.
Tras derrotar las masas obreras y campesinas unidas a los soldados y oficiales revolucionarios el golpe contrarrevolucionario del 11 de Marzo, el ala izquierda del MFA ganó temporalmente la mayoría en la Asamblea del mismo. Por primera vez, el MFA definió como objetivo de la revolución el socialismo. El Documento Guía presentado por los militares al conjunto de organizaciones revolucionarias planteaba que el poder popular representado por las Comisiones de Trabajadores y de Vecinos debía ser la base del nuevo estado revolucionario y sustituir paulatinamente al estado capitalista. Comisiones de delegados elegibles y revocables por las bases revolucionarias asumieron el control de los medios de comunicación golpistas y otras empresas pertenecientes a la oligarquía. Hasta los capitalistas daban por perdido el juego. El periódico imperialista británico The Times proclamó en su portada: "El capitalismo ha muerto en Portugal".
Desde luego, todo parecía dispuesto para celebrar el funeral de la burguesía portuguesa. Pero los dirigentes de las principales organizaciones revolucionarias desaprovecharon, las numerosas oportunidades que tuvieron de enterrar la barbarie capitalista y la contrarrevolución pudo levantar cabeza. Sin fuerza a corto plazo para intentar un nuevo golpe, una intervención directa del imperialismo u otra vía violenta para aplastar la revolución, la contrarrevolución encontró una inesperada trinchera desde la cual organizar sus planes contrarrevolucionarios: los sectores más a la derecha del MFA y los dirigentes socialdemócratas del PS (Partido Socialista). Estos dirigentes aparecían ante los ojos de las masas como parte de la revolución y hablaban en sus discursos de socialismo, "profundización de la revolución", etc. No obstante, su concepción era reformista y en última instancia pro-capitalista. No confiaban en la capacidad de los trabajadores para construir una nueva sociedad. Para ellos el único sistema posible era el basado en la propiedad privada de los medios de producción en manos de los capitalistas.
Estos dirigentes planteaban ir despacio y mantener la propiedad privada de los medios de producción. De palabra no se oponían al poder popular (hacerlo significaría en ese momento desenmascararse ante las masas y perder su apoyo) pero en la práctica, intentaban aislar y debilitar a las Comisiones, convertirlas en órganos meramente consultivos o en todo caso con un poder limitado a escala local o barrial. Al tiempo, hacían todo lo posible para frenar la construcción de un estado revolucionario basado en la unificación de todas las Comisiones de Trabajadores y Vecinos que pudiese sustituir al estado burgués. Su posición de cara al movimiento, mientras no podían acabar con las Comisiones en cada barrio o centro de trabajo, era decir que éstas podían mantenerse en esos espacios pero subordinadas y supeditadas al aparato del estado existente que era el creado por la burguesía.

El reformismo y el ultra-izquierdismo ayudan a recuperarse a la burguesía

La burguesía se apoyó durante un tiempo en estas ideas para frenar la revolución y recuperar la iniciativa política. Comprendía lo que no entendían los dirigentes políticos y sindicales de la clase obrera: que la clave de la revolución estaba en las ocupaciones de empresas, que seguían extendiéndose por todo el país, y en el desarrollo y posible unificación de las Comisiones de Trabajadores y Vecinos que estaban surgiendo. Sobre todo, la clave -para las burgueses- estaba en que las organizaciones obreras de masas (partidos y sindicatos) no impulsasen el desarrollo de esas Comisiones (Consejos) que estaban surgiendo en los barrios y centros de trabajo.
Si la Intersindical, la central sindical que agrupaba a los sindicatos creados por los trabajadores durante los últimos años de la dictadura y tras el golpe del 25 de Abril de 1974, hubiese generalizado la toma de empresas llamando al MFA a expropiarlas y ,unido inseparablemente a ello, hubiese impulsado las Comisiones de Trabajadores y planteado un plan de acción para unificar estas a nivel local, regional y nacional entre si y con las Comisiones de Vecinos, Campesinos, las asambleas de soldados y oficiales revolucionarios que empezaban a desarrollarse, etc. esos organismos que agrupaban a todos los sectores revolucionarios habrían empezado a desarrollarse como un estado revolucionario alternativo al creado por los capitalistas. La burguesía y la burocracia no habrían tenido fuerzas con qué oponerse a ese desarrollo.
Pero ni los dirigentes estalinistas del Partido Comunista (PCP), que tenían la mayoría en la Intersindical, ni los líderes reformistas del PS (la primera fuerza de la izquierda en las elecciones con el 37% de los votos y la segunda en el movimiento sindical) planteaban nada de esto. Por lo que respecta a los grupos de la llamada extrema izquierda, aunque muchos hablaban del poder popular carecían de un programa y una orientación correcta hacia la base de los sindicatos y los propios partidos socialista y comunista.
Estos grupos, más o menos numerosos según los casos, agrupaban capas minoritarias de activistas obreros, campesinos y populares que habían sacado conclusiones más avanzadas que el resto del movimiento, pero nunca fueron vistos como una alternativa viable por las masas. Hacían del poder popular, el control obrero y las Comisiones su bandera y llegaron a influir e incluso dirigir varias tomas de empresas y Comisiones de Trabajadores pero en lugar de dirigirse a los dirigentes comunistas y socialistas con una táctica de Frente único llamándoles a unificar la lucha por desarrollar el control obrero e impulsar las Comisiones como hicieron los bolcheviques durante la revolución rusa (lo que les permitió ganar la mayoría en los soviets -Consejos- de trabajadores, campesinos y soldados) aplicaban una política sectaria y ultra-izquierdista. La mayoría de estos grupos declaraban al Partido Socialista un partido burgués porque sus dirigentes pactaban con la burguesía, sin comprender que las masas que votaban al partido socialista eran trabajadores y campesinos que querían hacer avanzar la revolución.
De hecho, los dirigentes del PS de cara a sus bases se cuidaban mucho de hablar de frenar la revolución: se proclamaban defensores de la "autogestión" (aunque luego intentaban frenar o dejar aislados los intentos de los trabajadores de gestionar las empresas), se proclamaban "el partido del socialismo en libertad" frente al partido comunista al que acusaban de dictatorial y autoritario, etc. No obstante, los dirigentes de los grupos ultra-izquierdistas no entendían que lo que era evidente para una reducida capa de activistas que les seguían (el carácter burocrático y reformista de los dirigentes del PS o del PCP) no lo era para las masas que votaban socialista o comunista. Se dirigían al PS, PCP e incluso al MFA, con un método sectario que les aislaba de las masas que apoyaban a estas organizaciones y que eran la inmensa mayoría del movimiento revolucionario.
La política reformista de unos y ultra-izquierdista de otros dio a la burguesía y a la burocracia el "chance" que buscaban. Aprovechando estas contradicciones de la revolución y las crecientes divisiones en el seno del movimiento obrero, la burguesía - a través sobre todo de la burocracia reformista que dirigía el PS y con menos éxito de su propio partido, el PPD, al que para la ocasión bautizó también como "socialista y democrático" - consiguió cierto eco para su propaganda antimarxista entre los sectores más atrasados políticamente de los campesinos, las capas medias e incluso entre capas menos conscientes políticamente de los trabajadores.
El mantenimiento de las viejas instituciones burguesas al lado de los organismos del poder revolucionario, aunque al principio pareciese que eran estos últimos los que mandaban y que el viejo estado sólo tenía una función simbólica, fue otro elemento determinante para la recuperación de la confianza e sí misma y la iniciativa por parte de la burguesía. Les permitía mantener agrupadas sus fuerzas en espera de la ocasión propicia para pasar al ataque y generaba una nueva burocracia (disfrazada de revolucionaria pero cada vez más alejada de las bases) al lado de la que todavía pervivía. Esto, además de sabotear cualquier medida revolucionaria, distorsionaba el funcionamiento de la economía pero sobre todo introducía el veneno de la desmoralización y el escepticismo en el seno de las masas. El escepticismo, la idea de que nada ha cambiado decisivamente y sobre todo la de que es imposible que cambie, es el cáncer de cualquier revolución.
Estos sectores, habían despertado a la vida política consciente con la revolución pero traían a sus espaldas décadas de prejuicios políticos y religiosos inculcados por el atraso, la Iglesia católica y la vida cultural limitada y asfixiante impuesta por cinco décadas de dictadura. Aún así, apoyaban la revolución y el socialismo, esperaban que éste solucionase sus problemas. Sin embargo, sus problemas seguían sin encontrar solución y lo único que veían eran discursos, luchas que no comprendía muy bien entre unas organizaciones de izquierda y otras por controlar el movimiento, etc. Poco a poco, con un discurso formalmente "socialista" y "revolucionario" que disfrazaba sus verdaderos objetivos, los militares de la derecha y el centro del MFA y los burócratas reformistas lograron desprestigiar la idea del poder popular y crear una base social entre los sectores más atrasados de la población para la idea de que hacía falta orden y que la revolución sólo significaba caos y problemas. Pero el apoyo a la revolución era tan masivo que sólo pudieron lograrlo a causa de las políticas absolutamente equivocadas de los dirigentes obreros y particularmente de aquellos que estaban más a la izquierda y expresaban el deseo de las masas de avanzar pero no supieron ofrecer una táctica que les permitiese hacerlo.

Las divisiones dentro del movimiento obrero

Como decíamos antes, una de las contradicciones de la revolución portuguesa es que mientras que las bases del partido con más apoyo electoral entre las masas, el PS, querían avanzar hacia el socialismo la mayoría de sus dirigentes eran reformistas y aunque de palabra decían apoyar el socialismo luchaban por mantener el capitalismo. La incapacidad de todas las demás fuerzas de izquierda para comprender esta contradicción y dotarse de una táctica y un programa que les perdiera ganar primero el oído de las masas socialistas y luego su apoyo, arrancándolas de la influencia de esos dirigentes reformistas, fue determinante para el fracaso de la revolución. Ya vimos antes como los grupos ultraizquierdistas
Sin embargo, los dirigentes de las numerosas corrientes de izquierda críticas con la dirección burocrática y reformista del partido que surgieron en el PS tampoco entendieron que las masas, y más en medio de una revolución, no miran hacia los pequeños grupos sino que se expresan a través de aquellas organizaciones que ven más fuertes y con más capacidad para cambiar las cosas. Esta es una ley histórica. El que no entienda esto nunca podrá ganar a las masas para una política revolucionaria. El PS era el partido más votado de la izquierda. Millones de trabajadores votaban socialista buscando un socialismo genuino pero rechazaban el totalitarismo estalinista. Estaban descontentos con las políticas reformistas que la mayoría socialdemócrata de la dirección del partido aplicaba bajo la presión de la burguesía pero entendían que el PS era la herramienta que tenían a mano para llevar a cabo la transformación de la sociedad e intentaron una y otra vez reparar esa herramienta.
Si se hubiese organizado una izquierda marxista fuerte dentro del Partido con un programa verdaderamente socialista, marxista, habría podido ganar a la mayoría de las bases para ese programa. Pero los dirigentes socialistas más a la izquierda cayeron en las provocaciones de la burocracia y cometieron el gravísimo error de irse del partido. El resultado fue convertirse en grupos minoritarios, que nunca lograron ser un referente para las masas y que, de paso, ni siquiera tenían un programa marxista, oscilando entre el reformismo de izquierdas en la mayoría de sus propuestas y posiciones ultra-izquierdistas en algunos aspectos concretos. Esto dejó el camino libre a los burócratas reformistas para apoderarse del aparato del Partido y que éste en lugar de servir para dirigir la revolución pudiese ser utilizado para descarrilarla.
El Partido Comunista era el mejor organizado y más respetado por las masas al inicio de la revolución. La causa era su trayectoria de lucha contra la dictadura y la honestidad, disciplina y combatividad de sus militantes. Pero los dirigentes del PCP eran estalinistas convencidos. Inicialmente plantearon que Portugal estaba ante una revolución democrático-burguesa, que la dirección de la misma correspondía al MFA y que había que buscar una alianza con los sectores progresistas de la burguesía. Como resultado de estos análisis teóricos, se oponían a la toma de empresas, a la consigna de expropiación de los capitalistas y al desarrollo del control obrero y los Consejos o Comisiones de Trabajadores. El PCP tenía la mayoría en la Intersindical y aplicaba en ésta una política reivindicativista: la tarea, según ellos, no era luchar por sustituir el estado burgués en descomposición por un estado obrero revolucionario mediante la extensión de las ocupaciones y expropiaciones de empresas y la unificación de las Comisiones de Trabajadores, sino pelear por las reivindicaciones inmediatas. Esto, además de desaprovechar la oportunidad de desarrollar organismos de poder obrero, llevaba -en un contexto donde los empresarios cerraban las empresas para sabotear la revolución- a un callejón sin salida al movimiento obrero. Esto generaba las condiciones para empezar a desarrollar peligrosas divisiones y contradicciones dentro de la propia clase obrera.

La lucha reivindicativa y la lucha por el poder

Los obreros portugueses, como también vemos hoy en Venezuela, despertado su sentimiento de dignidad por la revolución, luchaban por sus derechos, se organizaban en sindicatos o planteaban directamente sus demandas a los patrones. En muchos casos, viendo el saboteo de estos intentaban movilizarse contra el mismo. Luchas que empezaban por los salarios, menos horas de trabajo o vacaciones se trasformaban en luchas por ver quien tenía el poder dentro de la fábrica. Si los sindicatos organizados en la Intersindical no se ponían al frente de la organización de Comisiones para ejercer el control obrero los propios trabajadores, de manera instintiva, desarrollaban esos organismos, en algunos casos con el precio de más errores, confusión y contradicciones. Lo mismo ha ocurrido en Venezuela: al no "pararle bola" los dirigentes de la UNT a la toma de empresas los trabajadores de muchas fábricas cerradas tuvieron que organizarse por su cuenta para tomar las mismas y recuperarlas.
En Portugal, en un primer momento, los dirigentes estalinistas de la Intersindical llegaron incluso a rechazar la toma de empresas porque decían que generaba "caos" y "anarquía" y beneficiaba a la contrarrevolución, cuando era precisamente lo contrario: una respuesta de los trabajadores para luchar contra la huelga de inversiones y producción que, como hoy aquí, realizaban los burgueses contra la revolución. Respecto a la creación de Comisiones de Trabajadores los dirigentes de la Intersindical tachaban a las mismas de "antisindicales", como hoy también hacen -equivocadamente- algunos dirigentes sindicales en nuestro país con los consejos de Trabajadores o la lucha por el control obrero que vienen desarrollando los trabajadores de las empresas recuperadas a través del Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en cogestión y Ocupadas (FRETECO).
Cuando la presión de las masas se hizo insostenible e incluso el ala izquierda del MFA empezó a hablar de socialismo y expropiar empresas, e incluso dio su apoyo a las Comisiones, los dirigentes sindicales del PCP pasaron a intentar controlar desde arriba las Comisiones con métodos estalinistas. Incluso inventaron otro nombre diferente para estas (Comités en Defensa de la Revolución) y oponían estos Comités a las Comisiones de Trabajadores que ya habían surgido, en lugar de luchar por unificar todos estos organismos y plantearles la perspectiva de convertirse en base de una estructura que sirviese como base para desmantelar el estado capitalista y levantar el nuevo estado revolucionario
La mayoría de los trabajadores rechazaba estos métodos estalinistas instintivamente pero no encontraba auténticos métodos revolucionarios que oponerles. Ello permitía a los dirigentes socialdemócratas del PS acusar al PCP y a la extrema izquierda (en su mayoría de tradición estalinista o maoísta) de querer implantar una dictadura en el país y poner el movimiento obrero a las órdenes de la burocracia estalinista de la URSS. De ese modo, pudieron conservar a amplios sectores de su base que, aunque descontentos con sus políticas reformistas, no veían ninguna alternativa ni en el estalinismo ni en las políticas sectarias de los grupúsculos ultra-izquierdistas.
Lo que veíamos en Portugal en 1974-75 y vemos hoy día en Venezuela es que, en una situación revolucionaria, las leyes de la lucha de clases se expresan de forma diferente a una época no revolucionaria. Luchas que empiezan por los cesta-ticket, por mejoras en la seguridad o la ropa de trabajo, o incluso como pura defensa contra los ataques del patrón, se transforman en muy poco tiempo, ante la amenaza de cierre o el abandono de la empresa por parte de éste, en la toma de la misma. En general es imposible separar las luchas reivindicativas y las luchas políticas como compartimentos estancos. Las luchas reivindicativas pueden transformarse en políticas y al revés. Pero en medio de una revolución es cien mil veces más absurdo (y reaccionario) separar la lucha por las reivindicaciones inmediatas de la lucha por el poder, por expropiar a los capitalistas y levantar el estado revolucionario que sustituya al viejo estado burgués e inicie la construcción del socialismo.
La revolución pone en primer lugar como motor de sí misma, no los factores económicos sino primordialmente los factores políticos y sobre todo psicológicos entre las masas, y su reflejo en la psicología de las diferentes clases de la sociedad. Es una relación dialéctica: la incapacidad de la burguesía venezolana a lo largo de las últimas décadas para desarrollar las fuerzas productivas es la causa decisiva que origina el proceso revolucionario bolivariano. Pero, una vez que este se desarrolla, el hecho de que los trabajadores organicen sindicatos y estén avanzando en su conciencia y organización, que Chávez, y una parte del gobierno y de la dirigencia bolivariana, en lugar de aplicar las políticas que está llevando a cabo la burguesía en todo el mundo (privatizaciones, recortes en el gasto social) intente otros caminos, y en muchos momentos incluso anime la movilización y organización de las masas e intente - con más o menos contradicciones - responder a ésta (expropiaciones, solvencia laboral, inamovilidad, nuevas leyes contra el acaparamiento, nacionalizaciones, etc) es un factor político que influye y condiciona decisivamente la economía porque asusta a los empresarios (que se niegan a invertir, sabotean la economía, etc.) y anima aún más la movilización y expectativas de los trabajadores.
En su artículo Una vez más ¿a dónde va Francia?, en el apartado "Las reivindicaciones inmediatas y la lucha por el poder", Trotsky explica cómo en una situación revolucionaria, surgida precisamente de la incapacidad de la clase dominante para desarrollar las fuerzas productivas al nivel que lo hacía antes y poder hacer concesiones significativas a las masas, la lucha reivindicativa y la lucha por el poder se vinculan cada vez más claramente en la conciencia y en la realidad cotidiana que viven las masas:
"...incluso las mayores "concesiones" de las que es capaz el capitalismo contemporáneo (acorralado él mismo en un callejón sin salida) seguirán siendo absolutamente insignificantes en comparación con la miseria de las masas y la profundidad de la crisis social. He aquí por qué la más inmediata de todas las reivindicaciones debe ser reivindicar la expropiación de los capitalistas y la nacionalización (socialización) de los medios de producción. ¿Que esta reivindicación es irrealizable bajo la dominación de la burguesía? Evidentemente. Por eso es necesario conquistar el poder. (...) En caso de reanimación de la coyuntura económica, la lucha huelguística podrá, sin duda, tomar una extensión mucho mayor. (...) Pero aun en el caso de una lucha huelguística extendida, sería criminal limitarse a las reivindicaciones económicas parciales".
La clase obrera, el desarrollo de los soviets y la táctica del frente único
Lo único que puede garantizar la unidad genuina, revolucionaria, que las masas obreras y populares necesitan para llevar la revolución hasta la victoria final es como hemos dicho que la clase obrera desarrolle organismos de poder obrero y popular (soviets, Comisiones, Consejos, Comités...) que primero unifiquen a todos los sectores de la clase obrera y permitan vincular también a ésta con sus aliados potenciales (campesinos, soldados, las capas inferiores de la pequeña burguesía...). Estos organismos deben estar compuestos por delegados elegibles y revocables en todo momento y sometidos a la asamblea de trabajadores en cada centro de trabajo, de vecinos en un barrio o pueblo, de cuartel en el caso de los soldados, etc.
El desarrollo de estos embriones de poder obrero permite al movimiento desplegar toda su fuerza y ser plenamente consciente de ella. A medida que los mismos se unifican a escala local, regional y nacional tienden a desarrollarse como el embrión de un genuino estado revolucionario capaz de sustituir al estado burgués que sabotea y bloquea cualquier política revolucionaria. Ése fue el papel de los soviets en Rusia, ése era el sentido en el que evolucionaban las Comisiones de Trabajadores y Moradores en Portugal y ésa es hoy la línea en la que podemos y debemos desarrollar los Consejos Comunales y los Consejos de Trabajadores y Comités de Fábrica que han empezado a nacer en Venezuela.
Sin embargo, los soviets en Rusia sólo pudieron convertir su potencial revolucionario en acción revolucionaria concreta porque los marxistas agrupados en el Partido Bolchevique ganaron la mayoría en ellos. Ello sólo fue posible con un programa socialista y una política y un método determinados: la táctica del frente único. Lenin en sus "Tesis de Abril" planteó claramente al movimiento que la tarea central de la que dependía el triunfo o la derrota de la revolución rusa era que el poder pasase de las manos del viejo estado burgués y del gobierno provisional a los Consejos (soviets) de Trabajadores, campesinos y soldados que habían surgido por toda Rusia. Como ha dicho el presidente Chávez la consigna "Todo el poder a los soviets" fue "maravillosa", un arma imprescindible sin la cual el triunfo de la revolución rusa habría sido imposible. Pero veamos en qué consistía esta consigna.
¿Quién dirigía los soviets en 1917? Los mencheviques y los social-revolucionarios, es decir: los reformistas. Los bolcheviques eran una fuerza testimonial en ese momento. Al plantear "Todo el poder a los soviets" Lenin estaba planteando a los dirigentes reformistas que debían tomar el poder y romper con los capitalistas. En tal situación, los bolcheviques se comprometían a apoyar ese paso con todas sus fuerzas al mismo tiempo que seguían defendiendo sincera y honestamente su programa marxista de expropiación de la burguesía en el seno de los soviets. Si los reformistas rompían con la burguesía y tomaban el poder eso, a ojos de las masas, sólo podía fortalecer al único partido, el bolchevique, que había defendido esa orientación. Si no lo hacían, sectores cada vez más amplios de las masas irían conociendo las verdaderas posiciones de los bolcheviques. Comparándolas con la actuación de sus dirigentes reformistas, irían descubriendo mediante la combinación de su propia experiencia y la explicación paciente -como le gustaba decir a Lenin- de los bolcheviques quién planteaba las propuestas que necesitaba la revolución para triunfar.
Cuando sectores del partido bolchevique plantearon la consigna "Abajo el Gobierno provisional" Lenin y Trotsky se opusieron tajantemente y plantearon la consigna "Fuera del gobierno los ministros capitalistas". De este modo, diferenciando entre los reformistas y los capitalistas, atacando sin piedad a los segundos pero proponiendo una y otra vez un plan de acción revolucionario y un programa a los segundos, los bolcheviques lograron establecer un diálogo con las masas que, aunque crecientemente críticas hacia aquellos dirigentes, seguían aún bajo su influencia política. El resultado fue que ganaron poco a poco su respeto y su atención. Esta es en esencia la táctica del frente único. El objetivo es siempre permanecer con las masas, compartir su lucha, como decía Trotsky "encontrar un lenguaje común con ellas"
Cuando Stalin tomó la dirección de la URSS y de la Internacional Comunista también desvirtuó esta táctica y la convirtió o en un pacto sin principios con organizaciones de la propia burguesía (los llamados "Frentes populares") o en la teoría ultra-izquierdista y profundamente sectaria del "frente único por la base". "No podemos dirigirnos a los dirigentes reformistas proponiéndoles ningún plan de lucha porque son traidores sino que llamamos a sus bases a que luchen con nosotros". Como explicaba Trotsky:

Lenin y Trotsky y el arte de ganar la dirección de las masas

Toda revolución llega a un momento decisivo en el que es necesario transformar las ideas, por correctas que sean, en hechos, en un plan de acción que partiendo de las necesidades de las masas y del desarrollo concreto de la revolución, permita hacer realidad la unidad revolucionaria de la clase obrera. El problema de fondo es de qué consignas y de qué propuestas hace su eje una organización revolucionaria en cada momento para conquistar la dirección de las masas. En su "Historia de la Revolución Rusa", Trotsky dedica un capítulo entero titulado "El arte de la insurrección" a explicar cómo, incluso cuando los bolcheviques ya habían logrado el apoyo mayoritario de las masas y tenían la mayoría en los soviets, mantuvieron un método exquisito hacia sus oponentes y cuidaron hasta el último detalle sus consignas y propuestas con el fin de atraerse a los sectores de las masas todavía dubitativos, o influidos por los reformistas.
Toda la lucha durante las semanas anteriores a la toma del poder adquiere la forma de una lucha entre los bolcheviques y los reformistas acerca de la convocatoria del II Congreso de todos los Soviets. Los reformistas, que controlaban la dirección de los Soviets después del I Congreso, sabían que soviet a soviet, desde los de cada fábrica o barrio hasta los locales y regionales, habían ido perdiendo la mayoría a manos de los bolcheviques. Era evidente para ellos que el partido de Lenin tendría una mayoría amplísima y que propondrían al Congreso tomar el poder y expropiar a los capitalistas. Su objetivo era buscar una excusa que les permitiese no convocar el Congreso y quitar legitimidad a la victoria anunciada de los bolcheviques presentando a éstos como responsables de la ruptura y ganadores de un Congreso no democrático. Por su parte, los bolcheviques, al mismo tiempo que dejaban claro a los sectores más avanzados de las masas -que empezaban a impacientarse- su firme decisión de tomar el poder, formulaban siempre esta idea con un método cuidadosamente estudiado, sin dejar ningún resquicio al que pudieran agarrarse los reformistas para justificar su salida de los soviets. Al final los reformistas se vieron obligados a convocar el Congreso y asistir a él y tuvieron que romper de la peor forma y en el peor momento posible, quedando en evidencia que no representaban a ningún sector importante de la clase obrera y que actuaban bajo los dictados de la burguesía
¿Cómo lograron esto los bolcheviques? No denunciando a gritos a los reformistas por su rechazo a legitimar su mandato o su falta de respeto por la democracia. Tampoco convirtiendo el Congreso de los Soviets en un fin en sí mismo o planteando cómo eje central de su agitación la elección de una nueva dirección genuinamente revolucionaria que sustituyese a los reformistas. Todos estos aspectos eran ciertos pero hacer de ellos el eje hubiese significado elegir el terreno de batalla menos comprensible para las masas y que permitía más escapatoria a los reformistas, que siempre podían aducir que no era el momento, que los bolcheviques sólo querían el poder para excluirles y atacarles a ellos, etc.
El centro de la agitación bolchevique era la necesidad de convocar el Congreso para aprobar de una vez el único plan de medidas que podía satisfacer las necesidades de la clase obrera y el conjunto de las masas y que éstos venían demandando desde hacía meses: fin de la guerra, reparto de tierras a los campesinos, instaurar el control obrero en las fábricas para garantizar la producción y acabar con el saboteo capitalista, etc. Hicieron el eje de su agitación y propaganda en cada momento, incluso cuando ya tenían la mayoría en los soviets, de las consignas que mejor ayudaban a mantener unida a la clase obrera y a ganar al resto de los explotados asociada a la unica reivindicación que podía garantizar la victoria definitiva de la revolución: la toma del poder por parte de los soviets para expropiar a los capitalistas.
Se puede comparar este arte de la dirección revolucionaria al que se refiere Trotsky al arte militar. En la revolución, como en la guerra, un buen general intenta elegir el mejor momento para lanzar la ofensiva y el mejor para distraer al enemigo, ganar tiempo, o -cuando es necesario- replegarse. También estudia el mapa de operaciones e intenta, en la medida de lo posible, elegir el terreno más favorable para dar la batalla así como cuál es el punto de ataque: cuál de todas las posiciones del enemigo es fundamental conquistar y cuáles de las propias sacrificar o mantener.

El punto de ataque

¿Cuál era el punto de ataque en la revolución portuguesa y cuál es hoy el punto de ataque en la revolución venezolana? En Portugal, como hoy en Venezuela, ese eje pasaba necesariamente por luchar contra la desorganización y saboteo de la economía por parte de los capitalistas, que esperaban así minar la confianza de las masas en la revolución, especialmente de las capas medias y de los trabajadores y campesinos menos concienciados políticamente.
El movimiento obrero, organizado en la Intersindical y las Comisiones, debía mostrar a los demás explotados y a los militares revolucionarios que el único modo de ganar la "batalla de la producción" planteada por el MFA para hacer funcionar la economía y desarrollar el país era organizando y extendiendo la toma de empresas por parte de los trabajadores para luchar contra el saboteo capitalista, desarrollando en todas ellas el control obrero mediante las Comisiones o Consejos de Trabajadores y unificando estos a nivel barrial, local, regional y nacional entre sí y con las Comisiones de Moradores (especie de Consejos Comunales). Sólo por ese camino era posible luchar contra el desabastecimiento, frenar las constantes subidas de precios, erradicar el desempleo y la pobreza, llevar a cabo a reforma agraria en el campo, acabar con la economía informal y resolver el problema de la vivienda, ...De este modo, no proclamándolo en abstracto sino construyéndolo en la práctica, hubiese sido posible demostrar a las capas medias, a los sectores menos concienciados de los campesinos y de la propia clase obrera, y a los propios militares del MFA, que el control obrero y el poder popular no eran una idea romántica sino la única solución a sus problemas.

El debate sobre la unidad sindical en Portugal

Un ejemplo de cómo la elección de un eje que no es el mejor para dar la batalla contra los reformistas puede lograr todo lo contrario de lo que pretenden los revolucionarios fue el debate que se dio en la revolución portuguesa acerca de la "unidad sindical". Para cualquier revolucionario es evidente que la unidad de la clase obrera en una misma organización sindical e incluso política es un gran paso adelante con respecto a su dispersión en distintas organizaciones sindicales y políticas. El movimiento obrero portugués, al calor de la situación revolucionaria, había logrado construir una central sindical unificada, la Intersindical. A medida que la presión de las masas empujaba a la dirección del PCP a la izquierda y estos (aunque con las contradicciones, confusión y errores que ya hemos analizado) empezaron a hablar también de poder popular, socialismo, etc. la burguesía estaba cada vez más preocupada.
Si los sindicatos pasaban de la estrecha lucha reivindicativa a desarrollar Comisiones de Trabajadores esto podía ser mortal para la burguesía. La clase obrera podía ponerse al frente del proceso revolucionario, desarrollar su propio estado y marcar el camino a los sectores del MFA que, con avances y retrocesos, evolucionaban hacia el marxismo. La burguesía animó a los dirigentes socialdemócratas del PS -que estaban en plena lucha con el PCP por la dirección de diferentes sindicatos- a oponerse a la línea propuesta por los dirigentes de la Intersindical de convertir a éste en sindicato único.
Los dirigentes del PS no justificaron su posición diciendo que fuese bueno dividir el movimiento sindical sino que inteligentemente utilizaron las prácticas estalinistas del PCP (exclusión de cualquier crítica y disidencia interna) y su vinculación con el totalitarismo burocrático en la URSS y otros países como excusa para ganar apoyo a sus planteamientos. "Queremos un movimiento sindical dirigido por los trabajadores portugueses y no desde Moscú", decían demagógicamente. Incluso criticaron la actuación burocrática de la Intersindical en luchas concretas para justificar su posición. Su consigna era "ni dirigismo ni pluralismo, sindicalismo de base". La confusión entorno a esta cuestión era tal que incluso algunas Comisiones de Trabajadores y sectores de la izquierda revolucionaria, temerosos de que el control de los estalinistas sobre el movimiento obrero pudiese significar perder efectivamente su autonomía para tomar decisiones en asamblea, etc. llegaron a apoyar en este punto al PS.
Si los dirigentes del PCP y de la izquierda revolucionaria hubiesen planteado una campaña, encabezada por la Intersindical, de tomas de empresa para ponerlas a funcionar bajo control obrero al mismo tiempo que llamaban a crear Comisiones de Trabajadores en esas empresas y proponían, por ejemplo, una Conferencia nacional con todos los sindicatos(incluidos , por supuesto, los controlados por el PS) y Comisiones de Trabajadores para discutir un programa y un plan de lucha para construir el estado revolucionario y llevar acabo la expropiación de los capitalistas como único modo de solucionar los problemas del desempleo, la vivienda, la carestía de la vida, etc. y ganar la "batalla de la producción" de la que hablaban el MFA y muchos dirigentes socialistas y comunistas habrían ganado el apoyo masivo de toda la sociedad y los dirigentes reformistas del PS habrían quedado aislados.
Los obreros socialistas de base habrían apoyado entusiastamente una conferencia convocada de este modo, con el resultado de que: o bien los dirigentes del PS se veían obligados a acudir a ese encuentro y explicar sus verdaderas ideas: oposición al poder de las Comisiones, rechazo al verdadero socialismo; o bien no acudían y se producía una ruptura entre ellos y sus bases, que eran trabajadores, sufrían los mismos problemas que el resto de la clase obrera y tenían la misma necesidad de tomar las empresas y desarrollar un estado obrero basado en las Comisiones. Habrían logrado así en la práctica la unidad revolucionaria del movimiento obrero.
Pero los dirigentes de la Intersindical, del PCP y de varios grupos de la extrema izquierda respondieron histéricamente a la provocación organizada por la burguesía a través de los reformistas. El 1 de mayo de 1975 la dirección del PS convocó una marcha aparte de la de organizada por la Intersindical. Militantes del PCP y de distintos grupos de extrema izquierda se dirigieron a la misma para abuchear al dirigente socialdemócrata del PS Mario Soares y no dejarle hablar. Soares aprovechó para presentarse como víctima de un ataque a la libertad de expresión y acusar a quienes le atacaban de totalitarios, antidemocráticos, etc. Esto, en un país que venía de décadas de dictadura y con un Partido Comunista que había apoyado la represión contra las revoluciones en Hungría, Checoslovaquia, etc, le facilitaba su objetivo de desviar la atención de muchos trabajadores socialistas de la política de pactos con la burguesía que estaba realizando. Incluso le permitía justificar esos pactos hablando del peligro de una dictadura como la de la URSS para Portugal.
Si una organización revolucionaria se desvía un milímetro del marxismo a la hora de elegir ese punto de ataque del que antes hablábamos, si no elige correctamente el eje de su agitación, está perdida. Al no plantear los dirigentes del PCP y la extrema izquierda a los sectores de la clase obrera que agrupaban la única táctica que podía permitirle unir a la inmensa mayoría de la clase obrera y arrancar a las bases socialistas de la influencia de Soares y los demás dirigentes reformistas, la correlación de fuerzas hasta entonces enormemente favorable a los sectores más a la izquierda iba cambiando.
Incluso luchas y consignas que, tomadas en sí mismas, eran correctas; al haber perdido el PCP y la extrema izquierda la batalla por hacer realidad la unidad revolucionaria de la clase y ganar a las bases socialistas, tenían un efecto contrario al buscado. Primer ejemplo. Cuando los trabajadores de Radio Renascenca, una radio perteneciente a la Iglesia, plantearon -dirigidos por el PCP- quitar la propiedad de ésta a la Iglesia y ponerla bajo su gestión directa la reacción, encabezada por la jerarquía eclsiástica, pudo movilizar a decenas de miles de campesinos y trabajadores atrasados con el argumento de que el PCP quería controlar los medios de comunicación, imponer el ateísmo, etc. Los dirigentes del PS en su "cruzada" contra el PCP apoyaron esa marcha reaccionaria. Segundo ejemplo. La asamblea de los trabajadores del diario República, un periódico que pertenecía al PS, decidieron tomar el control del mismo y echar a su director y varios redactores (militantes socialistas) en protesta contra el giro a la derecha que el PS había dado al diario en los últimos meses. El PS organizó una campaña nacional y movilizaciones masivas con trabajadores que le apoyaban denunciando que se trataba de impedirle su derecho a expresar su opinión y criticar al PCP o a la extrema izquierda.
Una política correcta a nivel general por parte del PCP y la extrema izquierda les hubiera permitido, como supieron hacer los bolcheviques en Rusia en 1917, ganar el oído de los militantes socialistas y establecer una cuña entre ellos y sus dirigentes. Soares nunca habría podido movilizar a sectores de sus bases al lado de la reacción contra estas luchas. Antes al contrario, cualquier intento de hacerlo le hubiera desenmascarado como un agente de la burguesía ante ellas. Este es un ejemplo dramático de como un método correcto y una táctica adecuada a nivel general son decisivos para poder ganar incluso las luchas más parciales y concretas.

El debate sobre las elecciones de la UNT

Este asunto de sobre qué eje hacemos girar los revolucionarios nuestra actuación, qué consignas centrales levantamos en cada momento y cómo las defendemos es, como hemos visto, crucial para el destino de al revolución. En nuestra opinión, un hecho tan negativo para el movimiento obrero venezolano como la división con la que se saldó el último Congreso de la UNT celebrado a finales de Mayo de 2006 es consecuencia directa de que ninguno de las dirigentes de las corrientes que se disputaban la dirección de la central fue capaz de plantear una política correcta que permitiera aglutinar al conjunto de las bases de la central tras una línea correcta.
Como planteamos desde la CMR antes, durante y después del Congreso de la UNT, la tarea central para que el movimiento obrero venezolano pudiera ponerse al frente de las masas y lograr esos objetivos, era que la UNT organizase un plan para tomar las empresas cerradas e infrautilizadas que hay en el país, ponerlas a funcionar bajo control obrero y demandar su estatización bajo control obrero al gobierno revolucionario. Cuando se desarrolló el Congreso de la UNT en mayo de 2006 veníamos de una situación en la que el Presidente Chávez había expropiado CNV y Venepal para crear Inveval e Invepal y la entonces Ministra de Trabajo, María Cristina Iglesias, habían planteado precisamente en un reunión nacional organizada por la UNT que cuando los trabajadores tomaban las empresas no era un problema sino la solución al mismo. Fábrica cerrada, fábrica tomada, repetía el presidente, y citaba 800 empresas cerradas y más de 1.000 infrautilizadas. Los trabajadores de varias empresas a lo largo y ancho del país habían ocupado recientemente o mantenían tomadas en ese momento sus empresas.
Si la UNT, o cualquiera de sus corrientes, hubiese organizado la toma de todas las empresas que fuese posible a nivel nacional y las hubiese puesto a funcionar bajo control obrero, demandando su expropiación, habría podido acelerar enormemente el proceso revolucionario. No sólo eso: en esos momentos desde la CMR y desde el recién creado Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en Cogestión y Ocupadas, (que a propuesta de la célula de la CMR en Inveval se constituyó precisamente para intentar agrupar a los trabajadores de varias empresas ocupadas y recuperadas ante la ausencia de una política en ese sentido por parte de la UNT) planteamos que el congreso de la UNT debía centrarse en discutir tres ejes relacionados entre sí: 1) qué propuesta de cómo construir el socialismo tenemos los trabajadores para presentársela y discutirla con el presidente Chávez, 2) cómo nos poníamos al frente de la Batalla por los 10 millones impulsando Unidades de Batalla por el socialismo y 3)cómo nos dotábamos de un plan de acción para organizar la toma d empresas en todo el país, hacer que el proceso de expropiaciones iniciado en 2005 no se viese frenado por la burocracia y desarrollar la cogestión revolucionaria hacia el control obrero y la gestión directa de las empresas por parte de los trabajadores.
Los 2.500 dirigentes y activistas sindicales participantes en el Congreso de la UNT venían ilusionados buscando una orientación para llevar la revolución hasta el final, construir el socialismo y derrotar a los capitalistas y la burocracia. Pero el resultado fue que en lugar de eso el Congreso terminó roto, lo que sólo sirvió para decepcionar a la mayoría de los asistentes y que los sectores reformistas que temen a la clase obrera intentasen sembrar dudas acerca de la capacidad de los trabajadores para ponernos al frente de la revolución. Ochocientos trabajadores dentro de la sala seguían a Orlando Chirinos, dirigente de la corriente C-CURA, doscientos o trescientos fuera apoyaban a Marcela Máspero y los dirigentes de las otras corrientes (FBT, Autonomía Sindical, etc) mientras la mayoría, alrededor de 1.200, se iban a sus casas decepcionados. ¿Porqué?
Una vez más se trata de dónde pone uno el eje de su intervención y cómo orienta la misma. Como marxistas, apoyamos que los dirigentes de cualquier sindicato y más aún de la UNT san elegidos por las bases y que la UNT sea una organización controlada democráticamente por las bases. Pero la cuestión es cómo hacemos eso realidad. Dónde ponemos el eje de nuestra agitación en cada momento para dificultar que aquellos que no quieren una UNT unida, revolucionaria y controlada por los trabajadores que se convierta en una herramienta para acabar con el capitalismo y construir el socialismo puedan lograr sus objetivos.
En nuestra opinión si la corriente C-CURA, que tenía (y probablemente sigue teniendo) la mayoría en la UNT ,como evidenció la apertura del congreso, y está dirigida por camaradas que se definen marxistas hubiese centrado el debate del Congreso en un plan de lucha para reelegir a Chávez y al mismo tiempo organizar la toma de empresas e impulsar las expropiaciones los sectores ultra-izquierdistas y reformistas que querían dividir el Congreso lo hubiesen tenido mucho más complicado por no decir imposible. Sus maniobras habrían quedado desenmascaradas. Centrar el debate en las elecciones permitió desviar el mismo de las necesidades inaplazables que tiene el movimiento revolucionario: qué programa y plan de acción tiene la clase obrera para forjar un estado revolucionario y expropiar a los capitalistas. El resultado fue que la cuestión de las elecciones, separada de todo lo demás, se convirtió en un arma arrojadiza que sólo ha servido para dividir y paralizar a la UNT durante el año siguiente y reforzar ante el conjunto el movimiento revolucionario la sensación (equivocada o no pero real) de que cuando más necesaria es la entrada en escena de la clase obrera sus dirigentes están metidos en pelea interna para ver quien controla la central.

Por una Conferencia de todas las corrientes de la UNT para organizar la toma de empresas y luchar por la expropiación de los capitalistas

La toma de Sanitarios Maracay por parte de los trabajadores -tras tres meses produciendo bajo control obrero- y la marcha del 8 de febrero en apoyo a las nacionalizaciones anunciadas por Chávez y demandando que éstas se amplíen a la propia Sanitarios Maracay y otras empresas ha logrado por primera vez en meses que dos de las principales corrientes de la UNT como la C-CURA y la FBT hayan confluido en una misma acción con sus propuestas y reivindicaciones diferentes. El propio Ministro de Trabajo acudió a la Marcha. Por cierto, tanto el éxito de la marcha como la toma de Sanitarios Maracay confirman el análisis y orientación defendido durante el último año por la CMR, los cuales han contribuido de forma importante a éste desarrollo.
Tal y como decíamos sólo es posible unificar a la UNT en la acción, en la lucha concreta. La UNT sólo desempeñará su papel histórico y encontrará una dirección revolucionaria y legitimada si se pone el frente de la lucha por generalizar la toma de empresas y demandar su estatización bajo control obrero.
La UNT puede hacerlo, es más, la C-CURA -que tiene la dirección de la UNT en zonas industriales clave como Aragua y Carabobo y agrupa a miles de trabajadores combativos que quieren hacer avanzar esta revolución hacia el socialismo- puede hacerlo. Pero para ello es imprescindible que los dirigentes de la C-CURA marquen como eje central de su actuación la organización de un Encuentro nacional de la UNT en el que participen todas las corrientes de la misma y donde el objetivo no sea empezar la discusión donde la dejamos en el último congreso (en las acusaciones mutuas entorno a las elecciones) sino centrar el debate en los siguientes puntos:
1) Programa y plan de acción que propone el movimiento obrero al Presidente Chávez para avanzar hacia el socialismo y derrotar el saboteo de los capitalistas y la burocracia.
2) Organización de la toma de empresas cerradas, infrautilizadas o que están atacando los derechos de los trabajadores para demandar su estatización bajo control obrero (como primer paso ese Encuentro de la UNT debería convocar una Jornada Nacional de toma de empresas y tierras).
3) Desarrollo de Consejos de Trabajadores en todas las empresas públicas y privadas para luchar contra el saboteo burocrático y capitalista de la economía, el desabastecimiento, ineficiencia, corrupción, etc.
4) Construcción de los Batallones socialistas para construir el partido socialista unido y que éste pueda convertirse en un instrumento al servicio de la clase obrera y los demás explotados y llevar la revolución hasta el final.
Un Encuentro de la UNT que aprobase un plan en este sentido y eligiese un Comité coordinador para llevar a cabo el mismo supondría un paso decisivo en el camino de poner a la clase obrera al frente del proceso revolucionario. Esta es también la única manera concreta de solucionar la cuestión de la legitimación y representatividad de los dirigentes. Si los camaradas de la C-CURA, que son los que más han insistido en la convocatoria inmediata de las elecciones, planteasen un plan en estas líneas el problema de qué dirigentes cuentan con la confianza de los trabajadores y cuales no se solucionaría de una manera bien clara y concreta: mediante la práctica revolucionaria y no de un modo formal.

Un ejemplo concreto de cómo hacer las cosas: Sanitarios Maracay

En la lucha de Sanitarios Maracay hemos visto un ejemplo concreto de cómo una dirección revolucionaria logra agrupar a los trabajadores mediante una política revolucionaria. ¿Cómo se derrotó el intento del empresario y de sectores burocráticos de apoyarse en los empleados y las capas más atrasadas de trabajadores para intentar dividir a la plantilla y romper la toma? En la lucha, demostrando qué métodos sirven para avanzar y cuáles no, tomando la empresa y poniéndola a funcionar bajo control obrero con aquellos trabajadores que estaban dispuestos a hacerlo y demostrando al resto que ése era el único camino para salvar la empresa.
Si en aquel momento en lugar de actuar, darse un plan de lucha correcto y al mismo tiempo llamar con un método fraternal, compañero, a los trabajadores que se quedaron fuera de la empresa a incorporase a la lucha, los dirigentes de la lucha de Sanitarios (pertenecientes también a la corriente C-CURA) en lugar de centrase en organizar la toma, la marcha Caracas, etc. se hubiesen centrado en atacar a los dirigentes que intentaban crear un sindicato patronal, cayendo en sus provocaciones; o hubiesen planteado unas elecciones para ver quien representaba realmente a los trabajadores, hubiese costado mucho más derrotar al sindicato patronal y fortalecer la toma dirigida por el sindicato clasista.
La C-CURA como corriente más fuerte de la UNT debe aplicar este mismo método a nivel general y plantear un plan de acción en las líneas que antes hemos propuesto. No nos cabe ninguna duda de que, en caso de hacerlo, no sólo obtendría el apoyo generalizado de las bases de la UNT para esa propuesta sino que la gran mayoría de activistas sindicales que participan en otras corrientes (FBT, CTR, Frente Alfredo Maneiro, Colectivo Cruz Villegas, Autonomía Sindical...) también lo apoyarían entusiasmados. Un plan que presente al Presidente Chávez las propuestas de la clase obrera para hacer realidad el avance hacia el socialismo que él mismo ha planteado, proponiendo expropiar a los capitalistas y terminar con la burocracia agruparía tras la clase obrera, organizada en la UNT, a todo el movimiento revolucionario.
El problema de legitimación de los dirigentes en cada sindicato se resolvería por la única vía posible: aquellos dirigentes que estén dispuestos a ponerse al frente de la clase obrera para luchar por este programa serán reconocidos por ésta como su legítima dirección, los que no respondan a sus necesidades serán superados por el propio movimiento de la clase obrera.
Orlando Chirino ha manifestado en varias ocasiones estar de acuerdo con la propuesta de la CMR de convocar un Encuentro de la UNT llamando a participar a todas las corrientes para discutir la toma de empresas y luchar por su expropiación. En el Encuentro nacional de la C-CURA se aprobó, tal como la CMR veníamos proponiendo desde diciembre, convocar la marcha nacional antes citada para el 8 de febrero y llamar a todos los sectores de la UNT a participar en la misma. Desde la CMR lo valoramos como un primer paso importante en la dirección correcta. En esa misma reunión la C-CURA tomó otra decisión que parecía apuntar en la dirección correcta: se aprobaba una resolución apoyando la creación del PSUV y poniéndose a la orden para incorporar a la clase obrera al mismo luchar por el socialismo. Sin embargo, en las semanas posteriores hemos visto como estas propuestas parecen haber ido perdiendo protagonismo y el eje de la agitación parece volver a ser la denuncia contra otras corrientes respecto a la cuestión de las elecciones.
Los sectores ultra-izquierdistas que participan en la C-CURA siguen insistindo en sus análisis acerca de que Chávez es burgués, el objetivo de la clase obrera debe ser construir un partido al margen del PSUV, que los Consejos de Trabajadores son antisindicales, que el eje no es la toma d empresas y el llamado fraternal al presidente Chávez a estatizar las empresas sino plantear la cuestión de las elecciones y desenmascarar a las otras corrientes. Aunque los análisis de estos sectores no tienen mucho que ver con la opinión de la mayoría de trabajadores que apoyan a la C-CURA sus políticas representan un lastre y un grave peligro para toda la C-CURA y para la UNT. Si se aplican los métodos que proponen estos sectores ultraizquierdistas, y que ya en otros momentos como el Congreso de la UNT han mostrado que no sirven, el resultado puede ser ,como vimos que ocurrió en la revolución portuguesa, favorecer los planes de la burocracia reformista, profundizar la división de la UNT y paralizar a la clase obrera.

Epílogo I: Portugal

Los errores ultra-izquierdistas y sectarios en la revolución portuguesa permitieron, como hemos visto, desaprovechar la correlación de fuerzas más favorable para avanzar hacia el socialismo y que la burguesía, a través de los dirigentes socialdemócratas, reformistas, tuviese éxito en su tarea de dividir al movimiento obrero, paralizar el desarrollo del control obrero y finalmente encontrar un punto de apoyo para darle la vuelta a toda la situación. Hartos de divisiones en el movimiento obrero y de que la revolución no llegase hasta el final y cumpliese las expectativas que había generado, la mayoría de las capas medias y de los propios oficiales del MFA giraron a la derecha y sectores de las masas empezaron a caer en la apatía y a creer que la revolución no servía para nada. Sobre esta base los sectores de la derecha del MFA retomaron el control del gobierno y junto a los dirigentes del PS e incluso partidos de derecha constituyeron el Sexto Gobierno Provisional y sacaron a los militares más izquierdistas de sus posiciones de poder.
La revolución había sido tan profunda que incluso en ese momento sectores importantes de las masas se movilizaron. Por unas semanas el riesgo de guerra civil era real. La burguesía exigía a los reformistas y al ala centrista y derechista del MFA que acabase con las huelgas, con los restos del poder popular, las Comisiones que todavía luchaban por mantener el control obrero en algunas empresas, etc. Los soldados y los trabajadores se manifestaron masivamente y la burguesía no se sentía con fuerza para lanzar una contrarrevolución abierta.
La revolución todavía tuvo una última oportunidad. El cese del dirigente del ala izquierda del MFA, Otelo Saraiva de Carvalho, como jefe de la región militar de Lisboa, provocó el descontento masivo. Este jefe militar había estimulado el apoyo del ejército de la capital al poder popular e incluso defendido las asambleas conjuntas de obreros, vecinos y soldados y oficiales para debatir cómo construir el socialismo. Pero en lugar de organizar una campaña nacional ligando esta cuestión con la lucha por las principales demandas de los trabajadores y campesinos y plantear la necesidad de que la revolución se completase, estimulando nuevamente la formación de comisiones allí donde habían desaparecido y revitalizándolas donde aún se mantenían, la respuesta de la extrema izquierda fue una acción desesperada por parte de los soldados con el apoyo de algunos trabajadores avanzados y militantes de la extrema izquierda el 25 de noviembre de 1975.
La burocracia pudo derrotar y reprimir selectivamente un movimiento que, aunque contaba con simpatías muy importantes estaba totalmente desorganizado y carecía de dirección, una perspectiva clara y un programa. Fue el último coletazo del proceso revolucionario. Finalmente, por toda una serie de factores nacionales e internacionales bastante excepcionales hicieron posible que el descarrilamiento de la revolución en Portugal pudiera darse bajo la forma de una "contrarrevolución por vías democráticas", con los dirigentes reformistas del PS encabezados por Mario Soares jugando un papel destacado en la estabilización del capitalismo portugués. Algunas conquistas de la revolución tardaron años en ser liquidadas.

Epílogo II: Venezuela

La revolución venezolana se está dando en un contexto nacional e internacional muy diferente a la portuguesa. Una diferencia importante es que mientras las burocracias reformista y estalinista tenían raíces profundas dentro del movimiento de masas y controlaban el aparato de organizaciones con influencia en los centros de trabajo, los barrios, etc aquí la burocracia reformista es mucho más débil y está teniendo muchos más problemas para encontrar una mínima base social entre las masas.
El propio Chávez, que goza de una autoridad indiscutida entre las masas que no tuvo ningún dirigente en Portugal, en varios momentos ya ha desequilibrado la balanza hacia la izquierda y sigue utilizando un discurso y acciones que movilizan a las masas e incrementan sus expectativas revolucionarias. En lugar de un factor de contención mantiene una relación dialéctica con las masas: su discurso refleja las aspiraciones de éstas y al mismo tiempo las incrementa lo que a su vez es un nuevo factor de movilización y reafirma más a Chávez en su discurso revolucionario.
Todo esto significa que aunque nuestra revolución, comparada con la portuguesa (que se desarrolló en un año y medio), ha ido hasta ahora a un ritmo mucho más lento la correlación de fuerzas entre las clases hoy en Venezuela es aún más favorable para la victoria de la revolución y la construcción del socialismo de lo que, como antes vimos, lo era en Portugal. Eso sí, como alli, el punto central es que la clase obrera se ponga al frente de la revolución y consiga ganarse a los campesinos, desempleados y subempleados, oficiales y soldados revolucionarios, a las bases del movimiento bolivariano para el programa de expropiar a los capitalistas, construir un estado revolucionario y edificar una economía estatizada y planificada democráticamente, única posibilidad de hacer realidad el socialismo. Para ello la clase obrera necesita una dirección revolucionaria armada con el programa y los métodos del marxismo que venza tanto la presión del reformismo como del ultra-izquierdismo. Esta es la tarea que los trabajadores revolucionarios de la UNT y del FRETECO tenemos por delante.

William Sanabria, CMR Caracas
Documento para el debate político de la CMR

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