domingo, marzo 11, 2012

Rosa Luxemburgo y el control obrero

Mi posición contraria a levantar la consigna del control obrero en las actuales condiciones de Argentina (y en general, en condiciones de dominio normal del capital) ha suscitado bastante debate.
A los efectos de aportar al mismo, en esta nota llamo la atención sobre el enfoque que tuvo Rosa Luxemburgo, a fines del siglo XIX, frente a la propuesta de que los trabajadores deberían avanzar en el “control social” de la producción. El texto de Rosa Luxemburgo al que haré referencia es el capítulo 3 de Reforma o Revolución (edición Papeles Políticos, Buenos Aires, 1974).
Rosa Luxemburgo critica la propuesta de Conrad Schimdt, un dirigente del ala de la socialdemocracia, vinculado a Bernstein. Según Schmidt (citado por Rosa Luxemburgo), las luchas políticas y sociales a favor de reformas posibilitarían un control social cada vez más amplio “sobre las condiciones de producción”, y por medio de leyes “se limitarían los derechos de la propiedad capitalista, convirtiendo a ésta poco a poco en simple administradora”. Así, junto a una gradual democratización política del Estado, se llegaría a una implantación también gradual del socialismo.
Palabras más o menos, es lo que piensa hoy alguna gente progresista y de izquierda (para evitar malentendidos, no los trotskistas). Pero también puede ocurrir que muchos trabajadores que votan hoy por el control obrero, lo conciban como un camino para ir adquiriendo poder, gradualmente, bajo el capitalismo.
En su crítica a Schmidt, Rosa Luxemburgo arranca precisando el rol de los sindicatos bajo el sistema capitalista: esencialmente, la defensa del valor de la fuerza de trabajo, para tratar de disminuir la explotación. Rosa Luxemburgo no se engaña, ni ilusiona a nadie con espejitos de colores. Explica que las posibilidades que tienen los sindicatos están condicionadas por muchas circunstancias que escapan a su control. Por ejemplo, por la coyuntura más o menos próspera de la economía; o por los niveles de proletarización de las clases medias. “Por ello no les será nunca posible derrocar la ley del salario, pudiendo, en el mejor de los casos, reducir la explotación capitalista a los límites que en un momento dado se consideran “naturales”; pero de ninguna manera estarán en condiciones de anular, ni aun gradualmente, la explotación” (énfasis agregado).
Rosa Luxemburgo está planteando que la reducción de la explotación que se puede obtener no es arbitraria,tiene límites, y los trabajadores deben ser conscientes de ello. Es la idea que también está presente en Marx; por ejemplo, cuando explica en El Capital que si los salarios superan ciertos niveles que afecten gravemente a la ganancia del capital, se ponen en marcha mecanismos que reducen la presión obrera. En tanto subsista la propiedad privada del capital, es imposible superar la explotación. El tema no depende de gobiernos capitalistas (más o menos “progres”), ni de “relación de fuerzas” entre las clases sociales. La misma idea la encontramos en Salario, precio y ganancia, también de Marx.
A partir de este enfoque Rosa Luxemburgo encara la propuesta de Schmidt, de que los sindicatos adquieran gradualmente “una influencia mayor en la regularización de la producción”. Explica que esta regularización se puede entender de dos modos: ya sea interviniendo en los aspectos técnicos de la producción, o determinando el volumen de la misma, o los precios.
En lo que respecta a los aspectos técnicos, sostiene que el impulso de cada trabajador es a impedir que se implanten mejoras técnicas. Es que las mejoras tecnológicas desplazan mano de obra o desvalorizan a la fuerza de trabajo. Sin embargo, si el sindicato se opone al progreso tecnológico, “no actúa en interés de la clase trabajadora en general y de la emancipación de ésta… sino justamente en oposición a toda renovación y en sentido reaccionario”. Sería volver a la posición de los obreros que rompían las máquinas que amenazaban sus trabajos. Pero si estos movimientos hubieran triunfado, todavía estaríamos con los telares manuales, en lugar de los mecánicos; o con el pico y la pala, en lugar de las excavadoras mecánicas, etc. Dice Rosa Luxemburgo: “Esta tendencia intervencionista [para detener el progreso técnico] caracteriza la fase más antigua del tradeunionismo inglés (hasta el año 60), cuando todavía conservaba restos de tradiciones gremiales de origen medieval, cuya fuente hay que buscar en el anticuado principio del ‘derecho adquirido al trabajo conveniente’”.
En cuanto a la tendencia de los sindicatos a determinar volúmenes y precios, observa que se trata de un fenómeno mucho más reciente, y explica: “… al participar activamente el sindicato en la determinación de precios y volumen de la producción de mercancías, ¿qué otra cosa hace sino formar un cartel de trabajadores y empresarios en contra de los consumidores, haciendo uso, en su lucha contra los empresarios competidores, de medidas que no ceden en nada a los métodos de las legales coaliciones de empresas?” Podemos suponer que el razonamiento es extensible a la competencia entre empresas, o clases capitalistas, de diferentes países. Sigue luego: “Al fin y al cabo, esto ya no es una lucha entre capital y trabajo, sino una lucha solidaria de capital y trabajo contra la sociedad consumidora. Según su valoración social, esto es un principio reaccionario que, por serlo, no puede ya constituir etapa alguna en la lucha de emancipación que lleva el proletariado, puesto que más bien representa lo más contrario a una lucha de clases”. Además, explica que en la práctica se trata de una utopía, que nunca podrá extenderse a ramas importantes y que compitan en el mercado mundial.
A la vista de esto Rosa Luxemburgo termina aconsejando que los sindicatos se limiten a la lucha por salarios y a la disminución del tiempo de trabajo, esto es, a regular o frenar la explotación capitalista. “La naturaleza de las cosas les impide influir abiertamente en el proceso de producción”.
Pero además, explica que si el capitalismo entra en una fase de declive, la lucha por el salario se hará incluso más difícil, ya que empeorarán las condiciones objetivas del mercado. La caída del salario es un medio privilegiado para impedir la caída de la tasa de ganancia. Por este motivo, habrá menos condiciones para imponer el control social de la producción. En consecuencia, Rosa Luxemburgo sostiene que Schmidt tiene una apreciación equivocada de la perspectiva histórica. Es que Schmidt esperaba que las asociaciones obreras pudieran imponer a la clase capitalista “las condiciones únicas en que pueda emplearse la fuerza de trabajo”. El ala derecha pensaba que desde el Estado se podría imponer ese control (como hoy algunos piensan que el control obrero se le solicita al Estado, y éste lo concede), apoyándose en la “clase obrera en auge”. Pero esto, dice Rosa Luxemburgo, no será posible. El Estado solo puede ser concebido como Estado capitalista, y por ello “la reforma social con que manipula no es un producto del control social, es decir, del control de la libre sociedad obrera sobre el proceso de trabajo, sino el control de la organización de clase del capital sobre el proceso de producción capitalista. En esto, es decir, en el interés del capital, las reformas sociales encontrarán asimismo sus límites naturales”.
En definitiva, y según Rosa Luxemburgo, aun un movimiento obrero y socialista poderoso como el alemán, no podría imponer el control de la producción al capital, en condiciones de dominio “normal” de éste. Rosa Luxemburgo establece los límites que tiene la lucha dentro del sistema capitalista, y argumenta por qué la línea de Schmidt conduce a la colaboración de clases, indefectiblemente. Es la única forma de plantear, de manera correcta, la perspectiva del combate por el socialismo. Agrego todavía otro elemento: el ala derecha tenía el favor de los sindicatos y de buena parte de la clase obrera alemana. Esto no impide que la gran revolucionaria diga lo que piensa. Otra tradición que se ha perdido en el socialismo.

Rolando Astarita

BLoG del autor: rolandoastarita.wordpress.com

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