Las revelaciones del ex espía de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad según sus siglas en inglés) Edward Snowden pusieron al descubierto algo que se sospechaba, al estilo de novelas como 1984 de G. Orwell, los Estados Unidos controlan los mensajes y comunicaciones a escala planetaria.
Las agencias de seguridad Norteamericanas “asociadas” con las grandes corporaciones de las comunicaciones (Google, Microsoft, Skype, etc) vigilaban a supuestos enemigos y aliados bajo la excusa de “la lucha contra el terrorismo”. El llamado “asunto Snowden” viene, como en su momento lo hicieron los expedientes revelados en WikiLeaks, a destapar que el espionaje yanki no se limitaba a asuntos militares y se extendía a la recolección de información sobre cuestiones comerciales, diplomáticas y sociales que fueran de interés para la “seguridad” de la principal potencia imperialista. Estas acciones no eran exclusivas de los norteamericanos o de uno de sus principales socios, el imperialismo inglés; como se empezó a demostrar Alemania o Francia hacían lo mismo. Dicho de otro modo, en estas “democracias” el conjunto de las telecomunicaciones de la población es almacenada, analizada y se encuentran bajo vigilancia permanente. Se trata de la violación sistemática de los derechos individuales y de un comportamiento anti-democrático agresivo.
La utilización del espionaje no queda reducida a los “juegos de espías” entre países o a la búsqueda preventiva de supuestos ataques militares. Una gran parte del espionaje y la violación a las libertades democráticas esta puesta al servicio de anticiparse o directamente reprimir la protesta social que se ha ido incrementando a medida que se prolonga la crisis económica internacional. Como mostraron las filtraciones de los WikiLeaks, el movimiento Occupy Wall Street fue investigado y vigilado bajo el pretexto de un riesgo “potencial de la seguridad nacional” por manifestarse contra el sistema financiero yanqui.
La tecnología y los informes Norteamericanos también han sido utilizados por los países y gobiernos aliados en Medio Oriente para tratar de sofocar la Primavera Árabe, como se vio en el intento de Mubarak, en Egipto, cuando trató de desorganizar las movilizaciones que eran convocaban por las redes sociales bloqueando el acceso a las mismas.
El atropello a Evo Morales desnuda la alianza de intereses internacional
Al escándalo internacional luego de las revelaciones de Snowden, se le sumó el verdadero bloqueo que sufrió el presidente Boliviano cuando países como España o Francia le impidieron atravesar su espacio aéreo cuando regresaba de Rusia, ante la posibilidad de que en la aeronave viajara el ex espía de la NSA. Los gobiernos europeos que permiten a los aviones militares norteamericanos hacer viajes clandestinos con personas detenidas en Irak o Afganistán para que sean torturadas en algunas de las bases yanquis en territorios aliados, no dudaron en demorar más de 13 hs. el avión presidencial de Bolivia.
Este escándalo revela que los gobiernos imperialistas se arrogan el derecho de actuar como “policía mundial” violando las normas más elementales de las relaciones internacionales cuando les conviene, lo que va directamente en contra de los países semicoloniales, considerados "de segunda" o "no confiables".
Ante este atropello por parte de los gobiernos imperialistas que hemos denunciado , algunos de los gobiernos “progresistas” de Sudamérica se reunieron en para redactar una declaración de repudio (con la llamativa ausencia de la presidenta del Brasil) tratando de ocultar que aplican en sus países el mismo sistema de espionaje, en este caso contra las organizaciones sociales y obreras. Los ejemplos van desde el gobierno argentino con el espionaje del Proyecto X que sirve como base para criminalizar la protesta o la aplicación de la Ley Antiterrorista contra organizaciones obreras y sociales, hasta el gobierno de Evo Morales que durante la huelga de la COB acusaba, basándose en escuchas telefónicas, a dirigentes de izquierda de supuestos atentados.
Además de compartir los métodos del espionaje interno, la mayoría de los gobiernos americanos actúan como “socios”, directa o indirectamente, en el control de la región por parte del Imperialismo yanqui. En casos como Colombia o Chile prestando su territorio para la instalación de bases militares, y junto a los autodenominados gobiernos “progresista” son parte del MINUSTAH (Misión de la Naciones Unidas para la Estabilización de Haití según sus siglas en Ingles) que mantiene la ocupación en Haití hace años.
Más allá de las declaraciones de turno contra la violación de los derechos democráticos, ningún gobierno se ha atrevido a desafiar los intereses de la Casa Blanca exigiendo la inmediata libertad del soldado Manning (que fue juzgado por revelar los expedientes que se conocieron por los WikiLeaks) o el libre derecho de transito y asilo para Snowden.
Las masivas movilizaciones que los “espías” no pudieron detener
El espionaje interno por parte de los gobiernos busca preveer y reprimir el creciente descontento que surge del deterioro en las condiciones de vida de millones y que luego 6 años de crisis económica ven que el capitalismo no tiene nada para ofrecerles. De un continente al otro las multitudinarias movilizaciones muestran que el intento de prevención o control desde el estado, violando los derechos democráticos, se transforma en un agregado más al cóctel de reclamos que llevan, desde Egipto hasta Brasil, al cuestionamiento desde abajo a los regímenes de gobierno.
Estos movimientos donde la juventud viene cumpliendo un papel destacado (con la utilización de las redes sociales tan custodiadas por los estados) se comienzan a combinar con la aparición en la escena del movimiento obrero como empezamos a ver en el cono Sur de América.
Ante las movilizaciones masivas el aparato de espionaje parece ser ineficaz. Como vemos en Egipto donde la ayuda multi millonaria del gobierno Norteamericano al ejército de este país, aliado y clave en la estabilidad de la región, no sirvió para detener a los millones que protestan en las calles, o en Chile donde la represión y la persecución por parte del aparato represivo heredado de la dictadura de Pinochet no logra parar la lucha del movimiento estudiantil que ahora se combina con la jornada de huelga y movilización obrera.
Las manifestaciones y luchas masivas que por distintos continentes comienzan a marcar un cambio de época, cuestionando las actuales democracias y su casta de políticos, al servicio de la burguesía, incapaces de dar respuestas a los problemas más profundos que afectan a los trabajadores y el pueblo.
Diego Sacchi
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