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jueves, julio 18, 2013
Portugal: la movilización de masas lleva al gobierno de la derecha al borde del abismo
La huelga general del pasado 27 de junio en Portugal, la cuarta en dos años, tuvo un seguimiento masivo y volvió a poner de relieve la fuerza y combatividad de la clase obrera portuguesa. Esta huelga supone un importante paso adelante dentro del proceso de movilización creciente que se vive en el país desde hace varios meses, con grandes manifestaciones como la convocada por los sindicatos el pasado 25 de mayo, constantes movilizaciones sectoriales sobre todo en el ámbito público (huelgas de Correos y de conductores de Metro), y la aplastante huelga del profesorado portugués durante los exámenes de selectividad el 17 de junio que, con un seguimiento superior al 90%, obligó al gobierno a retrasar la entrada en vigor de una nueva ley que posibilitará el despido de funcionarios.
El ambiente de apoyo a la huelga convocada por la CGTP para el 27 de junio fue tan amplio que incluso los dirigentes de la UGTP, la segunda central del país, se vieron obligados a secundarla. La huelga paralizó el transporte público, los servicios de limpieza y las escuelas, afectando también de forma considerable al funcionamiento de los gobiernos locales, en tanto que los centros de salud y hospitales sólo atendieron urgencias. En el sector privado, la industria se vio muy afectada, alcanzando cifras cercanas al 100% de seguimiento en muchos centros de trabajo. La jornada terminó además con masivas manifestaciones a lo largo de todo el país poniendo de manifiesto el profundo rechazo de los trabajadores hacia las políticas del gobierno.
Una economía que se hunde
En abril de 2011 Portugal recibió un rescate de 78.000 millones de euros que tuvo como contrapartida la aplicación de una serie de planes de austeridad, el último de los cuales, anunciado en mayo, está en el origen de esta última convocatoria de huelga. Entre otras medidas dicho plan introduce un retraso de un año en la edad de jubilación, recorta el sistema de pensiones, reduce 30.000 funcionarios y sube de 35 a 40 las horas semanales de trabajo en la administración pública. Todas estas políticas aplicadas por el gobierno portugués no sólo no han conseguido el objetivo de reducir el gasto presupuestario y el déficit sino que han contribuido a deprimir todavía más una economía que ya llevaba casi una década estancada. En contra de las previsiones del gobierno luso tras pedir el rescate, señalando que en dos años la situación económica se estabilizaría y empezaría a mejorar, la realidad es que la deuda pública se sitúa por encima del 120% del PIB y el déficit se incrementó el año pasado del 4,4% al 6,4% anual, esperándose este año que alcance el 6,6% con un bono a 10 años cuyos intereses han llegado a alcanzar en los últimos días un 8%, al tiempo que la economía se seguirá contrayendo un 2,3% este año, y el paro alcanza ya al 18% de la población (43% para menores de 25 años), la tercera mayor tasa en Europa tras el Estado español y Grecia.
Un gobierno desacreditado y débil
Con la situación empeorando día tras día el primer ministro Passos Coelho es incapaz de plantear ninguna alternativa más allá de sugerir a los parados que emigren a Angola o Brasil, como recomendó recientemente a los profesores desempleados. No es de extrañar que sea el político menos valorado de Portugal y que haya estallado una grave crisis en el gobierno de la derecha, que se ha ido gestando en las últimas semanas.
Varios ministros se han manifestado, demagógicamente, contra las nuevas medidas de recorte con el fin de tratar de salvar su maltrecha autoridad, y en mayo se produjo un cruce de declaraciones entre Paulo Portas, ministro de Asuntos Exteriores y líder del CDS-PP —el otro partido de la coalición de gobierno—, y Passos Coelho, del PSD, a causa de los ajustes previstos en el sistema de jubilaciones. La situación llevó al presidente de la república, Aníbal Cavaco Silva, a convocar el Consejo de Estado para tratar de reconducir la situación.
Sin embargo, en un contexto de ascenso de la movilización y de recrudecimiento de la crisis económica no se ha podido evitar una nueva y grave crisis de gobierno tras la dimisión, el 1 de julio, de su hombre fuerte, el ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, abanderado de la austeridad a ultranza. La designación del sustitutito desencadenó la segunda dimisión, la de Portas, con lo que la coalición de gobierno quedaba en el aire, dando pie a un nuevo brote de pánico financiero que recorrió todo el sur de Europa.
Finalmente, parece que van a llegar a algún tipo de componenda para tratar de evitar la caída del gobierno, pero lo cierto es que ese escenario,tarde o temprano, no está en absoluto descartado y puede abrir una situación prerrevolucionaria.
Se puede cambiar la situación.
Otro Abril es posible
Realmente, el gobierno de Coelho es un cadáver político, sin ningún tipo de apoyo social. Además de sus crisis interna, también el consenso implícito sobre los recortes que hasta ahora mantenía con el Partido Socialista (PS), principal partido de la oposición, empieza a fracturarse ante la presión creciente que tanto el PS como el sindicato UGTP están sufriendo desde sus bases. La presión social para poner fin al gobierno de la troika es tan abrumadora que el portavoz del PS se ha sumado a la petición de elecciones anticipadas.
Las encuestas auguran un desplome brutal de los partidos de la derecha. Correctamente, la CGTP, ha convocado una manifestación para el sábado 6 de julio, con la exigencia de dimisión del gobierno, disolución del parlamento y convocatoria de elecciones anticipadas. El secretario general del PCP, Jerómino de Sousa, ha declarado que es necesaria la formación de un gobierno de izquierdas con un programa de izquierdas.
Efectivamente, es perfectamente posible derribar a este gobierno reaccionario y poner en su lugar otro que fuera capaz de llevar a cabo una verdadera política de izquierdas en defensa de los jóvenes y trabajadores portugueses. Junto a la movilización contundente el punto más importante para las organizaciones de masas de la izquierda lusa es la defensa de un verdadero programa socialista, en el que se incluya la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía, empezando por el sector financiero.
La clase obrera portuguesa, día a día, está recuperando las tradiciones y el recuerdo de Abril de 1974, no por romanticismo sino por la idea de que aquel fue el momento más progresista e importante de la historia de Portugal, y la primera ocasión en la que el pueblo portugués pudo tomar el futuro en sus propias manos. Son las enormes conquistas sociales arrancadas a la burguesía portuguesa en aquel proceso revolucionario las que ahora esa misma burguesía trata de eliminar. Los trabajadores portugueses no se lo van a poner fácil. Un nuevo Abril es posible.
Santiago Freire
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