domingo, agosto 21, 2016

A 40 años del asesinato del obispo Angelelli



El 4 de agosto se cumplieron 40 años del asesinato del entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelelli. Los partidos del régimen, el gobierno y la Iglesia están realizando distintos homenajes en los que deforman la historia de aquel sacerdote que supo hablar de un “Cristo obrero”.
“Si estas injusticias continúan, algún día estaremos en el mismo paredón los patrones y los curas. Ustedes por no haber sabido practicar la justicia social. Nosotros por no haber sabido defenderla”, dijo Angelelli una vez, al negarse al pedido de empresarios cordobeses de que sancionara a curas que apoyaban reclamos obreros en las fábricas. Tuvo razón en que patrones e Iglesia estarían del mismo lado, pero falló su pronóstico de fusilamientos: en el paredón de la dictadura no estuvieron precisamente los patrones ni los curas enemigos de la “justicia social”, sino obreros, estudiantes y luchadores.
Si bien formalmente Angelelli no integraba el movimiento de sacerdotes tercermundistas, era un referente de la tendencia política en el seno de la Iglesia que, con el Concilio Vaticano II, abogaba por un vínculo “con los pobres”, en la línea de establecer una barrera de contención democratizante para el alza revolucionaria que, a nivel mundial, se vivió en la segunda posguerra y, particularmente, en las décadas de 1960 y 1970.
Desde La Rioja, Angelelli caracterizó al Cordobazo como un “grito de rebeldía lanzado por la juventud y la clase obrera” y le dio una interpretación profética. Promovió la conformación de sindicatos de mineros, peones rurales y empleadas domésticas, además de impulsar cooperativas, una de las cuales llevó adelante una intensa lucha por la expropiación de latifundios defendidos por el gobierno de Carlos Menem. Proveniente de un profundo anti-peronismo, en los ’70 daba encendidos discursos en la Conferencia Episcopal, cuestionando el poco compromiso de sus publicaciones y diciendo que los jóvenes leían mucho más a Perón y a los Sacerdotes del Tercer Mundo que a la Conferencia. Angelelli mantuvo por estos motivos una relación siempre tensa con la jerarquía eclesial, lo cual le cuestionaba el contenido de sus homilías, en las que solía abordar la “responsabilidad social de los cristianos”. Sin embargo, condicionó su lucha a la voluntad de la jerarquía eclesiástica: tras los choques con la burguesía y la pequeña burguesía de La Rioja, tildado de “marxista y comunista”, puso a disposición su renuncia a la Conferencia Episcopal.
Con el prematuro agotamiento de la experiencia camporista en 1973, la burguesía fue dejando de lado cualquier delicadeza y apeló a los métodos más salvajes de represión, hasta llegar a la dictadura. Así como el propio peronismo había creado la AAA y purgó a su ala izquierda, una institución conservadora y medieval como la Iglesia no podía ser menos: la jerarquía eclesial hizo la vista gorda ante el asesinato de muchos de sus miembros (es decir, fue cómplice).
Angelelli corrió esa misma suerte: su asesinato en 1976 fue “disimulado” como un accidente de tránsito, cuando volvía, justamente, de una misa en homenaje a los curas de Chamical brutalmente torturados y asesinados, Murias y Pedernera. Recién en 2014, Luciano Benjamín Menéndez, Luis Fernando Estrella y Domingo Vera fueron condenados por el crimen. Sin embargo, esta condena sirvió para encubrir a toda la jerarquía eclesial que tapó el asesinato hasta 2001. Ya en ocasión del juicio, casi 40 años después, el Vaticano entregó documentos cuya existencia había negado por décadas y que probaban las investigaciones de Angelelli respecto de los asesinatos de los curas de Chamical.
El balance es importante para la actualidad, en momentos en que la Iglesia, bajo la batuta del papa Francisco, emprende un proceso de cooptación al que se suma gustoso el centroizquierda y sectores de la izquierda. Uno de los organizadores de la marcha de San Cayetano a Plaza de Mayo, Juan Grabois, de la CTEP, dejó en claro el eje de esa movida: “la Iglesia es objetivamente un freno a la penetración imperialista y un adversario del avance del capital” (La política on line, 20/7/14). Cuesta leer sin restregarse los ojos: se trata de la misma Iglesia que encubre a pedófilos en todo el mundo (¡en Argentina negocia la libertad de Grassi!), que lucha contra los derechos de las mujeres, particularmente las mujeres pobres (¡Belén!)… La misma Iglesia que fue cómplice del asesinato de Angelelli durante décadas, que sigue manteniendo ocultos sus archivos de la dictadura, con información sobre apropiaciones ilegales, responsabilidades civiles y muchos otros actos de terrorismo de Estado.
Buscan encorsetar a los trabajadores para que no estructuren una alternativa política propia. Es lo que hizo Duhalde en 2002, con Bergoglio y los consejos consultivos, cooptando a un sector del movimiento piquetero. Para que la clase obrera se libere de toda explotación, también debe librarse por completo de la Iglesia: la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores.

Daniel Iñigo

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