Con que rigor y exacerbación criticamos a Carlos Marx por afirmar que la religión es el opio del pueblo. Sin apasionamiento alguno a tal pronunciamiento se le han dado nuevas revisiones, alcances y análisis para entender mejor el mensaje. En nuestros días opio tiene hondas raíces como sus nefastos efectos tal vez distintos a los que avivo Marx en su momento.
La religión ciertamente mal concebida para la época de Marx y después, afecta notoriamente el acontecer de las convicciones y creencias. Recuerdo un libro titulado “El liberalismo es pecado” inmerso en una serie de imprecisiones, apasionamientos y fanatismos que se alejan de toda realidad cuando una otrora jerarquía de la iglesia determinó que ser liberal era pecado y hasta expuesto a la excomunión, así como los excesos y las falsas ideas de religiosidad que se convirtieron en el horror de la inquisición Aunque hoy se den otras formas de manejo del poder eclesial no tan relevantes aún falta mucho por cambiar.
Opio en su sentido indica adormecimiento, fiebre, pasión, poder, domesticación, jerarquía de objetivos e intereses, conductas y estados de vida. Los tiempos se entienden según el desarrollo de la sociedad, según las culturas imperantes, Y es que desde siempre la cultura de la fiebre consumista como el poder atrae la cultura de la corrupción en todas sus manifestaciones políticas, económicas y sociales, la alteración de los valores, la droga, el imperio del dinero, la mentira, la deshonestidad y la ilegalidad en las conductas el negocio del sexo, el licor, el tráfico de la muerte, la explotación del trabajo la prostitución del amor, la pornografía, la miseria moral y la ética, la irresponsabilidad del manejo de las comunicaciones y el demoniaco manejo de las redes sociales han imperado como las religiones para resolver problemas de la existencia a través de caminos o escapes según las formas del ser y el tener. Esos opios en poder de los que dominan el mundo son los que hoy dirigen nuestra vida al modo del tener.
El mundo contemporáneo con su imperante poder ha alcanzado niveles a tal extremo que nos consumen haciendo desaparecer en su magnitud el ser espiritual. Ese mundo de los poderes de los opios son los que esclavizan al hombre, que lo alienan y los desvían de su quehacer social. Estos dioses operan generando tentáculos en un mercado desmedido donde la práctica del abuso consumista y la competitividad le roba felicidad al hombre mostrando necesidades ficticias, haciendo florecer ideologías que invaden la libertad humana.
Que hacer para frenar estos opios o poderes. ¿Una formación moral sólida sustentada en magnos principios y virtudes que estén ajenos de tanto relativismo? La sociedad, cada célula de ella requiere de una limpieza total interna en cada una de las influencias de estos opios. Necesitamos una cultura de la sobriedad, de la transparencia, del servicio que desarticule los poderes infernales de las distintas autoridades sociales, de los corruptos, de los mercaderes del comercio que ofrecen utópicas felicidades y bienestar. Necesitamos la intuición de la liberación cuya opción preferencial es ir contra los desórdenes sociales, éticos y morales y a favor de la vida y la justicia.
Necesitamos una justicia ejemplarizante no aliada con la impunidad, que no siga siendo un integrante más del circulo de los opios o tóxicos sociales orientados por hombres tóxicos Necesitamos honestos defensores que respeten la ley y sus oponentes impidiendo toda agresión contra la transparencia de las acciones judiciales, denunciando todo agravante social, que trabajen por la paz sin componendas.
Necesitamos una alta espiritualidad al seno de cada persona donde con una iglesia comprometida, unos pastores fuera de los claustros unidos a su grey compartan el servicio que les corresponde, con una iglesia que se confunda en la fe y el amor para arremeter contra todas las tentaciones de las estructuras sociales carcomidas por el pecado, con una iglesia donde sus jerarcas se fundan en humildad plena llevando la palabra, las obras y el amor al estilo de Jesús.
Necesitamos seguir en la inspiración de Jesús que lidero la revolución social más inquietante que quebró todas las estructuras sociales, políticas y religiosas aportando al mundo una nueva forma de vivir, una nueva opción basada en el amor como poder transformador del hombre.
Necesitamos una educación que dé respuesta a la codicia de unos y otros y no sea más el fortín político para hacer más cruenta la ignorancia a que se quiere asumir a los niños, a la juventud, que se acompaña de una pedagogía que no libera acrecentando el ejército de los oprimidos. Y esa educación tiene que fomentar con creces el amor a la naturaleza para conformar una valoración de la dignidad humana. Nuestra formación hoy es de repetición no de enseñar a pensar, no de discernimiento, vivimos la educación cual bolsa de valores donde se deposita sin ninguna estructura.
Necesitamos de una sociedad responsable que respete el salario justo y la producción responsable que se requiere, que respete el precio justo de sus productos y servicios, que respete la calidad de lo que produce, que haga pública la responsabilidad social empresarial, que arremeta acciones del respeto a la naturaleza y al medio ambiente, que se ciña a una justa competencia en todos los mercados donde el empleo este en el orden de los planes estratégicos, donde no se haga perversa la creación de necesidades en pos de un perverso consumismo y una tiranía económica. Claro está que si no hay recurso económico en las personas, no podrá haber consumo, aunque este desvío, el comercio lo suple con el endeudamiento a través de las tarjetas de crédito o los llamados prestamos domésticos. Y así disque el hombre consigue ser feliz.
Necesitamos un Estado que dé respuesta a los innumerables retrocesos sociales adormecidos en las estructuras de un gobierno que solo busca crear populistas acciones que van en detrimento de los más vulnerables afiliándose a organizaciones manejadas por los más poderosos de la tierra y así queriendo mostrar que el país se mueve en un plan de desarrollo tapando la realidad. Pero ese estado que necesitamos debe estar actuando armónicamente con una estructura legislativa que también de verdaderas respuestas a los problemas sociales con leyes justas, alejadas de toda anomia, en consenso con los ciudadanos y los estamentos de la sociedad. Y qué decir de la necesidad de una estructura de justicia clara en sus objetivos de frenar la impunidad con base a sentencias justas a la luz de decisiones provistas de humanismo por parte de jueces y magistrados probos en todo sentido. Vale la pena señalar Primero moral, después ley como acertadamente es el título de una obra del ilustre profesor Rito Manuel Gómez Cuevas que expone una propuesta ético-social frente a las crisis de nuestro tiempo.
Los opios reinantes hacen extinguir las rectas conciencias que avivan por una lucha frontal para hacerlos desaparecer. Aceptar estos opios es propio de sociedades débiles, carentes de principios que van al vaivén de sus mediocridades dejándose despojar de su conciencia crítica, de su historia. Cuando discernimos sobre los opios sociales buscamos que cada uno reflexione a fin de construir una revolución de la conciencia que procure nuevas luces de esperanza. El hombre moderno no lee, no discierne, no investiga, no tertulia, no denuncia, no tiene involución ética, moral ni espiritual. Su afán es rendirle culto a lo profano renunciando a defender la dignidad para refugiarse en los agujeros negros de los opios y los falsos valores que lo esclavizan.
Pero en medio de tan alarmante escenario jamás el pesimismo nos puede vencer. La verdad, la justicia y el amor no están derrotados y por el contrario genera fuerzas para ver la claridad del futuro en el horizonte de la esperanza. Identificar la clave de los conflictos permite crear conciencia para luchar y combatir no solo por derrumbar los opios sociales sino que también estaríamos combatiendo las injusticias. La ignorancia de la historia nos hace instrumentos de nuestra propia destrucción, nos hace estar a merced de los opresores y de sus medios de esclavismo que crean falsas soluciones solo para sostener los sistemas formados por ellos.
Confucio nos enseña en una de sus tantas sabias sentencias que: El ser justo si ve cualidades en los otros las imita y si ve desordenes y defectos en los otros los corrige en sí mismo...
Mariano Sierra
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