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sábado, febrero 25, 2017
Brasil: radiografía de un régimen
Por un congreso de bases del movimiento obrero para enfrentar al ajuste
La brutal crisis capitalista que sacude a Brasil y que ya se prolonga por más de dos años tiende a una disgregación completa del Estado, a crisis políticas cada vez más acentuadas y a una enorme miseria social de su población.
Aunque los datos oficiales de la desocupación arrojen una cifra de 12 millones de desocupados, existen registros que elevan la cantidad a unos 20 millones si se computara a todos aquellos que han abandonado la búsqueda de un empleo por desaliento o realizan changas para sobrevivir (cifras de la Confederación Nacional de la Industria publicadas en el diario O Globo del 8/2). La contracara de esta situación es la de una clase obrera ocupada que está soportando niveles de súper-explotación y empobrecimiento intolerables que deberán agravarse en el futuro de aprobarse en el congreso las “Reformas Laboral y de la Seguridad Social” que contemplan la flexibilización laboral, la generalización de las tercerizaciones y el aumento de la edad jubilatoria a 65 años para ambos sexos.
Este plan de guerra contra los trabajadores es una exigencia de toda la clase capitalista golpeada por la crisis mundial. El parlamento votó a fines del 2016 un paquete de austeridad que congela los gastos del presupuesto para salud, educación y obras públicas por 20 años. Temer pretende rescatar a la quebrada economía capitalista sobre la base de ataques sin precedentes sobre las conquistas sociales y laborales de las masas trabajadoras pauperizadas. El gobierno de Dilma y el PT-PMDB ya habían implementando previamente una “Ley de Protección del Empleo” que habilitaba a las grandes patronales a reducir de la jornada laboral recortando el 30% del salario en aquellas empresas que adujeran estar pasando dificultades o crisis, mientras que, por otro lado, brindaban todo tipo de exenciones fiscales y subsidios estatales a esta misma industria pesada y a los terratenientes del agronegocio.
La creciente miseria popular hizo que la demanda por los planes sociales “Bolsa Familia” (paupérrimos 340 reales) haya saltado un 35% en 2016. Un reciente informe del Banco Mundial, al que no puede acusarse de ser catastrofista, señala que de no revertirse el cuadro recesivo del país “el número de pobres debe llegar a 21 millones de personas en el 2017 de los cuales 9.4 millones estarán en la extrema pobreza” (ídem, 13/2).
La recesión de los estados más industrializados del país llevó a sus PBIs a retroceder a los niveles de 6 años atrás. La construcción civil y la industria están paralizadas y los bancos con enormes carteras de créditos morosos e incobrables (57% de las familias brasileras están endeudadas y miles de empresas y comercios han ido a la quiebra con créditos impagos).
Crisis políticas, luchas y el recurso de la intervención militar
El régimen político que nació como producto de un golpe institucional se ve jaqueado a diario por la andanada de denuncias de corrupción y saqueo de las finanzas y empresas públicas que involucran al propio Temer (mencionado 43 veces en la delación premiada de ejecutivos de Odebrecht), junto a un tercio de los senadores y diputados de la nación que están siendo investigados. Vale recordar que en nueve meses en el poder temer perdió seis ministros por denuncias de corrupción y otros seis se encuentran procesados. El otrora poderoso presidente del Senado, Eduardo Cunha (PMDB), quien comandó el impeachment a Dilma, está preso por el desfalque a Petrobras. Desde los tres poderes del Estado se ha puesto en marcha un operativo de impunidad para frenar las investigaciones, proteger a los políticos imputados y amnistiar a los funcionarios y empresarios encarcelados.
Por otro lado, las masas golpeadas por las políticas impopulares de Temer intentan abrirse un rumbo: se ve en la huelga de un mes de trabajadores estatales en Florianópolis, en las periódicas manifestaciones en Rio por el salario y contra la privatización del agua, o como a fines del 2016 con las ocupaciones de 1.200 escuelas y facultades por los estudiantes contra el recorte presupuestario y las reformas (anti) educativas.
Frente a este cuadro convulsivo, Temer se apresta a firmar un decreto de “Garantía de la ley y el Orden” que le da atribuciones para tomar medidas de seguridad excepcionales como la de movilizar al ejército en el ámbito interno para que ejerza el control social, utilizar la represión cuando el orden se encuentre amenazado por personas, grupos u organizaciones, así como realizar tareas “inteligencia” e infiltración sobre estos. En el mismo sentido, el PT ya había implementado una “Ley anti-terrorista” en medio de las multitudinarias movilizaciones en contra del aumento del transporte público y el despilfarro del presupuesto en beneficio de las grandes constructoras.
Ante la amenaza de huelgas policiales en algunos estados y luego de las brutales masacres en las prisiones en el norte, Temer decretó la movilización del ejército, enviando 9 mil soldados a Rio, 3.200 a Espírito Santo y otros miles a Amazonas, Rondônia y Natal colocando a la intervención militar como único recurso disponible para afrontar cada crisis que se le abre en los estados colapsados por la bancarrota. Estamos en presencia de un régimen político extremamente débil y anti-popular (13% de aprobación ciudadana) que debe llevar a cabo un plan de guerra contra las masas y que para ello ha comenzado a emplear a las fuerzas armadas para amedrentar a aquellos que salen a luchar por salario, en defensa del empleo y contra la carestía de vida.
En varias ciudades están proliferando los temibles grupos de exterminio (Goiás, Pará, São Paulo, Bahía) y las milicias para-militares, como es el caso de Rio donde ya dominan parte del territorio capitalino.
La burguesía ha desatado una sangrienta guerra civil contra las masas empobrecidas que se cobró nada menos que la vida de 60 mil personas en el último año y mantiene en condiciones infra-humanas a 640 mil presos, la cuarta población carcelaria del mundo.
El PT
Lula ha comenzado una campaña dentro del PT para que se abandone la tesis “golpista” y así concentrarse en la campaña electoral del 2018 que lo llevaría a él mismo en la fórmula presidencial, eso si la operación Lava-Jato antes no lo lleva a él también a la cárcel. Otro de los cuadros partidarios, el ex alcalde de São Paulo Haddad, ya había manifestado a la prensa que “sostener que ha habido un golpe (de Temer) es un poco fuerte”. Esta posición se hizo pública en la última edición de la revista derechista “Veja”, donde en un reportaje al senador del PT y ex ministro de Lula, Humberto Costa, este confesó que existe un importante número de cuadros partidarios que proponen directamente “abandonar el discurso de la denuncia del golpe” y prepararse para las presidenciales del 2018 (Veja del 18/2). En el parlamento de Rio de Janeiro, diputados del PT aprobaron la privatización del agua a pedido del gobernador Pezão del PMDB.
Varios diputados del PT y el bloque de 12 diputados del PCdoB, su histórico aliado, votaron recientemente por el candidato de Temer, Rodrigo Maia (del oligarca DEM), para presidir la cámara de diputados. Maia es el hombre clave que comandará la votación en los próximas semanas de todas las reformas y medidas reaccionarias que el Ejecutivo envió al parlamento (laboral, jubilatoria, ajustes e impuestazos).
La CUT petista y el resto de las centrales sindicales ni siquiera amenazan con convocar a un paro nacional para enfrentar la catástrofe social que se ciñe sobre la clase obrera y las pocas medidas de lucha que convoca son aisladas y de aparato. Han dejado pasar millones de despidos sin inmutarse. De la bravuconada de su presidente Vagner Freitas de que irían a resistir con las armas en la mano el golpe contra Dilma pasaron a la más completa inmovilidad frente al ataque en regla del gobierno anti- obrero. A los trabajadores brasileños se les impone como una necesidad vital la recuperación de sus organizaciones sindicales para no continuar pagando la crisis del capital con sus sacrificios.
El PT, luego de ser arrojado del poder por sus aliados derechistas, aún pretende jugar actuar como un factor de estabilización política a través de sus parlamentarios “colaboracionistas” y de contención de los trabajadores por medio de las organizaciones sociales y sindicales que aún le son afines.
La izquierda
El Psol ha comenzado a negociar con el PT algún tipo de acuerdo político para la elección presidencial del próximo año. Su dirección lanzó un llamamiento el 12 de febrero a la conformación de un reagrupamiento de la izquierda sobre la base de un frente que ya existe y que ellos mismo integran, el “Frente Pueblo Sin Miedo”, que nuclea nada menos que a la CUT, a decenas de movimientos sociales cooptados en su momento con prebendas por el PT. Aquí también militan la juventud del PCdoB y el gremio estudiantil UNE por ellos dirigido. A este frente con los retazos del PT lo caracteriza como “una construcción de una herramienta amplia e innovadora”. Ya en las pasadas elecciones municipales el Psol de San Pablo llevó como candidata a Luiza Erundina, una ex ministra de Itamar Franco expulsada del PT por “neoliberal”, mientras que el candidato por Rio, Marcelo Freixo, llamaba a no “demonizar al capital privado”.
La consigna que hoy están impulsando es la de “Fuera Temer, por un plebiscito para pedir elecciones anticipadas”, una salida electora, cuando lo que correspondería ahora es llamar a levantar un congreso de trabajadores que discuta un plan de lucha nacional, llamar a ocupar las calles y lugares de trabajo, y exigir a las centrales sindicales a la huelga general para derrotar las reformas anti populares que se cocinan por estos días en el congreso reaccionario.
El PT, luego de co-gobernar por 15 años junto al PMDB y los partidos evangélicos, alimentando los grandes negocios del capital financiero, de la “patria constructora” e industrial como Odebrecht, Camargo Correa, Andrade Gutierres, Itaú, Bradesco, etc. (Lula reivindicó que “nunca los bancos ganaron tanto dinero como durante mi gobierno”), ahora propone armar un "frente de izquierda". Expulsados del poder mediante un golpe por sus ex aliados de derecha y con varios dirigentes presos por corrupción y otros desertando de sus filas, ahora buscan su sobrevivencia política mediante una alianza con los partidos de la pequeña burguesía como REDE (de la evangélica Marina Silva), del PDT (una parte de sus legisladores votaron contra Dilma en el impeachment) y del Psol.
La izquierda brasileña sólo podrá reconstruirse sobre bases socialistas y revolucionarias, delimitándose del PT y de los partidos democratizantes para plantearse como una alternativa política independiente, colocándose como tarea inmediata la convocatoria a un congreso de trabajadores que discuta un programa y medidas de acción para enfrente la catástrofe social capitalista que amenaza con la miseria y la barbarie a nuestra clase.
Esta es la radiografía de un régimen económico, social y político incapaz de ofrecer una salida a las masas trabajadoras, pobres y juveniles en el cuadro de la mayor crisis de la historia brasilera. Sólo un gobierno de los trabajadores de la ciudad y del campo pondrá un fin a esta catástrofe capitalista de violencia, desempleo y pobreza extrema.
Hernán Gurián
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