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jueves, febrero 23, 2017
El primer mes de Trump
Una transición convulsiva
En las pocas semanas transcurridas desde su asunción, Trump acumula varios reveses. El magnate dio marcha atrás con el decreto migratorio. En lugar de continuar la batalla legal para defender esa disposición y llevarla hasta la Corte, la Casa Blanca estaría estudiando una norma más suave en la materia. Más grave es la revelación de negociaciones reservadas por parte del ex asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, al que debió despedir, quien habría prometido al gobierno de Vladimir Putin el levantamiento de sanciones comerciales con la entrada en funciones de la nueva administración. Flynn era uno de los funcionarios de mayor confianza del presidente al comienzo de su mandato.
Estos hechos dan cuentan de las dificultades que enfrenta Donald Trump para poner en pie un gobierno bonapartista. Su aspiración es instaurar un régimen de poder personal, por encima del Congreso, y reunir los medios económicos y políticos que lo habiliten para imponer un Estado policial y desenvolver una política de guerra comercial y belicista a escala internacional.
Guerra intestina
Este camino tormentoso que recorre la administración Trump ya es señal de que una transición en aquella dirección -la del bonapartismo- no puede abrirse paso sino través de grandes sacudidas, choques y crisis políticas.
Estamos en presencia de una gran división de la burguesía norteamericana. El proteccionismo que pregona Trump choca con el esquema global de negocios y producción de muchas de las grandes corporaciones estadounidenses. Esos sectores impulsaron el rechazo del decreto anti-inmigratorio. Los bancos y una parte del mundo de las finanzas, a su turno, se encolumnan con Trump porque dispuso, entre sus primeras medidas, liberar el sistema financiero, y dejar sin efecto las regulaciones impuestas por Barack Obama luego del estallido provocado por la caída de Lehman Brothers en 2008. La desregulación, recibida con beneplácito por la banca, despeja el terreno y les deja las manos libres para operar en la burbuja especulativa en curso, y que se expresa en las cotizaciones récord de Wall Street.
Trump pretende seducir a la burguesía con una baja general de impuestos y una reactivación de la demanda interna, y conquistar así una mayor cuota en los mercados internacionales en momentos en que se registra una caída de los niveles de rentabilidad. Esta declinación de la tasa de ganancia afecta de un modo general a todos los sectores económicos, incluidos aquellos que más sacaron provecho de la globalización y tienen más distribuida su actividad comercial por el planeta. La reacción nacionalista que encarna Trump no es un fenómeno superficial: echa sus raíces en los límites alcanzados por la acumulación de capital bajo la integración global de toda la cadena de valor. El presidente norteamericano exhibe sus planes como el antídoto para revertir ese impasse.
Esa disputa intestina de la burguesía yanqui se traslada al aparato del Estado, donde se libra una verdadera guerra interna en todos sus niveles. Esa guerra incluye tambén a los servicios de inteligencia, que han revelado las conversaciones del ex secretario de seguridad Flynn. Una de las próximas e inminentes batallas se dará en la Reserva Federal. Janet Yellen, su presidenta, encendió las alarmas contra el riesgo de un déficit fiscal ingobernable como el que fogonea la Casa Blanca y adelantó que el organismo que preside estaría por disponer un nuevo aumento de la tasa de interés, lo cual entra en colisión con los planes de reactivación que pregona Trump. Un dólar más fuerte, por lo pronto, iría a contramano de una mejora de la “competitividad” de la producción local que alienta Washington.
Perspectivas
El traspié de Trump no implica que haya renunciado a sus planes. La Casa Blanca estaría dando las puntadas finales a dos protocolos que significan un ataque brutal contra los inmigrantes. Las nuevas disposiciones que están en preparación plantean extender el universo de los inmigrantes que pueden ser detenidos y deportados sin juicio previo incluidos a aquellos que no puedan probar dos años de residencia en el país. Los Ángeles Times estima que bajo estas condiciones están unos 6 millones de inmigrantes. Esta verdadera caza de personas que se abre requerirá una masiva presencia policial en la mayoría de las ciudades. Los protocolos hablan del contrato de 10 mil agentes en el interior del país y 5 mil en las fronteras para reforzar ese operativo. Es decir, la cuestión de los inmigrantes será utilizada como pantalla para apuntalar un Estado policial.
Algunos sostienen que la designación del nuevo asesor de seguridad, el general H.R. McMaster indicaría el fin del romance con Putin. Los pergaminos del nuevo funcionario lo ubican como uno de los comandantes de la ocupación de Irak y uno de los impulsores del reequipamiento del ejército estadounidense en esta ultima década. En el ultimo año ha insistido en el Senado con la necesidad de un rearme y una modernización militar, y ha señalado que los Estados Unidos está retrasado en comparación a los avances militares rusos, en particular en Ucrania. Lo cierto es que el vice de Trump, Mike Pence, en su visita a Europa, atacó a Moscú y defendió la OTAN. Si bien Pence dijo que el mensaje era del propio Trump, la prensa empieza a advertir sobre la existencia de dos líneas en Washington: “La populista radical impulsada por Donald Trump y una más tradicional que impulsan altos funcionarios como Pence y (Rex) Tillersosn (secretario de Estado) no dispuestos a desbaratar estrategias de años que ha cultivado la Casa Blanca” (Clarín, 19/2). Está claro es que si los planes de Trump entran en un impasse, se acentuarán las grietas en las filas gubernamentales y hasta la posibilidad de un impeachment, extremo ya insinuado por algunos sectores.
Importa señalar que el nombramiento de un general en reemplazo de otro pone de relieve el papel dominante de los militares en la administración Trump. Este hecho confirma la línea belicista que está en la base de sus planes. Esta política es compartida no sólo por los republicanos sino también por los demócratas. que no han ahorrado sus elogios respecto del militar designado.
En medio de este panorama continúan las movilizaciones de masas contra Trump. Pero esa iniciativa popular está bajo la tutela del a burguesía liberal y en particular del Partido Demócrata. El desafío que plantea este nuevo escenario es darle a esta irrupción de masas una fisonomía política independiente.
Pablo Heller
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