viernes, junio 23, 2017

Vargas Llosa, Goytisolo, la literatura y la rebeldía política



Escrito del Premio Nobel peruano a dos semanas de la muerte del gran novelista español

“Juan Goytisolo, la rebeldía como carta de identidad”, titula Mario Vargas Llosa su artículo sobre Juan Goytisolo en La Nación de este lunes 19 de junio. Es un trabajo notable, porque Vargas Llosa parece hablar, ante todo, de sí mismo, de sus tiempos de castrista, su “desilusión” y su tránsito hacia la derecha hasta convertirse en lo que es hoy: una suerte de portavoz oficioso del Departamento de Estado norteamericano. No fue el caso, por cierto, de Goytisolo, pero el interés del asunto radica en que vuelve al debate entre la literatura y la política. O la literatura y la revolución.
“Ocurrió a comienzos de los años sesenta, en París, cuando con Juan Goytisolo nos veíamos de tanto en tanto. No sé cómo había llegado a mis manos aquella revista del régimen, con un gran artículo en primera página, ‘Ese pertinaz don Juan’, acusándolo de atizar todas las conspiraciones que se tramaban en Francia contra la España de Franco. Se lo llevé y lo leímos juntos en un bistrot de Saint-Germain. Pocas veces lo volví a ver tan contento, a él, que era generalmente huraño y reservado. Aquella diatriba le confirmaba que estaba en la buena línea: la disidencia y la rebeldía eran ya su carta de identidad”, escribe Vargas Llosa.
Goytisolo había pertenecido a la llamada “generación del medio siglo” o “de los niños de la guerra”, la de esos escritores nacidos alrededor de los años ’20 del siglo pasado y vivieron su niñez o su adolescencia bajo las atrocidades de la Guerra Civil y, luego, las de la dictadura de Francisco Franco. Esa generación recorrió dos etapas. La primera de ellas mantuvo una pretendida equidistancia del estilo solemne e impostado que solían emplear tanto la propaganda del régimen como la literatura de la resistencia. Los “niños de la guerra” se mostraron en principio más preocupados por las cuestiones éticas y, especialmente, por el estilo poético pulido y elegante. De tal suerte fueron, en cierto modo, un producto no sólo de la guerra sino, sobre todo, de la derrota republicana, de las traiciones del estalinismo y del triunfo fascista. Goytisolo, además, vio morir a su madre en un bombardeo de la aviación italiana a Barcelona, cuando él tenía 7 años de edad.
En una segunda etapa, sin embargo, y en ella deslumbra Goytisolo –muchos lo consideran el mejor novelista de aquella generación y hasta el más importante de comienzos del siglo XXI− asumió la obligación, decían, de denunciar “las miserias y las injusticias sociales”. Reunidos clandestinamente en casas de Madrid y Barcelona, aquellos novelistas y poetas tuvieron su mayor punto de referencia en Antonio Machado.
En 1956 Goytisolo abandonó España. Censurado y hostigado por los franquistas, fue docente y periodista en París, California, Boston y, finalmente, en Makarrech, Marruecos, donde murió hace un par de semanas a los 86 años. En 2012 abandonó la narrativa (“ya no tengo nada que decir”, aseguró) y a los 80 años hizo su estreno poético. Su único poemario tiene nueve poesías. “Cuando dejé la narrativa pasaron por mi cabeza como bandas de cigüeñas que me dejaron esos poemas”, declaró entonces.
Había abandonado hacía mucho el viejo estilo elegante, desechado los signos de puntuación e incluía en sus obras poemas en prosa, parodias y rupturas del orden cronológico. Novelas como Señas de identidad y Furgón de cola fueron ataques directos no sólo al franquismo; además, apuntó ácidamente contra todas las tradiciones conservadoras de España, en primer lugar la religión (de familia y formación católica, fue un ateo militante). Esa crítica a la “España que muere”, cantada por Machado, Goytisolo la extendió universalmente a todo dogmatismo político o religioso, con “un realismo voluntarioso, transparente, bien trabajado, y una intención crítica que daba en el blanco”, dice Vargas Llosa, quien añade, sin embargo, que Goytisolo “intentó reinventarse literariamente, ensayando una prosa rebuscada y litúrgica (…) en la que las inciertas historias parecían pretextos para una retórica sin vida”. Antes que de Goytisolo, Vargas Llosa parece referirse a su propia retórica, perdida toda la vitalidad de sus grandes obras después de su ruptura con la Revolución Cubana y su pasaje a la derecha.
Vargas Llosa no le perdona a Goytisolo, por ejemplo, su descreimiento –que tenía, cierto es, una carga determinante de escepticismo general− en la “democracia” que sobrevino a la caída del franquismo: “Durante algunos años –dice− se negó a creer que la Transición hubiera cambiado el país e instaurado una verdadera democracia; sostenía, con su empecinamiento característico, que todo aquello era una delgada apariencia bajo la cual seguían mandando los mismos de siempre”.
Vargas Llosa y Goytisolo habían roto juntos con el régimen cubano, y con ellos toda una generación de intelectuales de izquierda que no soportaron el encarcelamiento y tortura en La Habana al poeta disidente Heberto Padilla, bajo la acusación absurda de que se trataba de un agente de la CIA. Hubo entonces un manifiesto firmado por más de 60 escritores y artistas notables de todo el mundo que hicieron oír su protesta por aquel atropello. Ese manifiesto fue redactado en el departamento barcelonés de Vargas Llosa por él mismo, con Luis Goytisolo (hermano de Juan), José María Castellet y Hans Magnus Enzensberger. Por eso Vargas Llosa dice que él y Goytisolo “en política, seguimos trayectorias bastante parecidas”. No es cierto.
Goytisolo fue hasta el final de su vida, como admite el Premio Nobel peruano, un rebelde pertinaz. Vargas Llosa, en cambio −tal vez el mejor de los escritores del boom latinoamericano, con novelas tan monumentales como La casa verde o Conversación en La Catedral− pasó a ser después de 1971, cuando rompió no ya con el régimen castrista sino con la Revolución Cubana, y se fue de la Casa de las Américas, un productor de liviandades maravillosamente escritas.
La literatura es forma, pero sobre todo es contenido. Y en esta época su alimento es la rebeldía. Por eso Juan Goytisolo fue grandioso hasta el final.

Alejandro Guerrero

No hay comentarios.: