miércoles, agosto 23, 2017

La revolución rusa y el no pago de la deuda externa



La usura está en el origen del capital, forma parte de su “acumulación originaria”. La evolución del sistema capitalista, y su transformación en imperialismo, ha incorporado a la usura, al capital puesto a interés, como una de las formas de apropiación de la plusvalía. Pero, además, al expandir a todo el globo los préstamos a los Estados ha sumado la explotación de naciones enteras, por esta vía, al ciclo de acumulación del capital, y a su forma más concentrada, el capital financiero. En los países centrales, una parte de los recursos que recibe la clase capitalista se origina, en forma parasitaria, de la renta de los bonos de la deuda pública. En los países atrasados, la deuda pública (con un mayoritario predominio del capital financiero internacional, aunque también participa la propia burguesía nacional) es una fuente de confiscación de los recursos nacionales. Esta deuda y sus intereses, impuesta por gobiernos y banqueros imperialistas en condiciones leoninas, ahoga la economía de los países atrasados.
Es lo que sucedía en la Rusia zarista, sumergida en la carnicería de la primera guerra mundial. Según Trotsky (Historia de la Revolución Rusa): “En 1915 la guerra le costó a Rusia diez mil millones de rublos; en 1916 otro tanto; en la primera mitad de 1917, diez mil quinientos millones. A principios de 1918, la Deuda pública había de ascender a sesenta mil millones, representando casi tanto, por consiguiente, como toda la riqueza nacional, que se calculaba en unos setenta mil millones”. Es decir, casi el 90% del PBI.
Los gastos bélicos acrecentaron el déficit de las finanzas públicas del régimen zarista y lo llevaron a contratar empréstitos con bancos de los países imperialistas: Francia, Gran Bretaña, Bélgica y, en menor medida, Alemania. Esta subordinación financiera, formaba parte del alineamiento del Imperio Ruso junto a los aliados (Francia, Gran Bretaña, etc.) en la contienda.
El estallido de la revolución y la caída del zar en febrero 1917 crearon la ilusión en las masas rusas que estaba próximo el fin de la guerra. Pero… nuevamente Trotsky, ilustra: “El Comité ejecutivo central (de los soviets dirigidos por mencheviques y social revolucionarios conciliadores con el gobierno provisional) redactó un proyecto de proclama abogando por un empréstito de guerra con el pomposo nombre de "Empréstito de la Libertad"; el gobierno, por su parte, llegaba a la fácil conclusión de que sin un nuevo y grandioso empréstito exterior, no sólo no podría pagar los pedidos hechos al extranjero, sino que no podría siquiera cumplir las obligaciones interiores. El déficit de la balanza comercial crecía constantemente. Era evidente que los aliados se disponían a abandonar al rublo a su propia suerte. El mismo día en que la proclama sobre el "Empréstito de la Libertad" llenaba la primera página de las Izvestia de los Soviets, el Mensajero del Gobierno dio cuenta de la catastrófica baja del rublo. La prensa de estampar billetes no daba ya abasto a la inflación”.
Con el nuevo gobierno provisional, Rusia no se retiraba de la guerra y seguía endeudándose y hundiendo las finanzas del país.

El antecedente de 1905

En 1905 estalló la primera revolución rusa, impulsada por la derrota del zarismo en su guerra con Japón. El déficit fiscal del gobierno zarista lo impulsaba a endeudarse. El soviet de San Petersburgo, cuyo presidente era Trotsky, emitió un “Manifiesto Financiero” el 2 de diciembre denunciando ese endeudamiento. Trotsky, en Mi Vida, su autobiografía, considera que el Manifiesto fue la gota que rebalsó el vaso. El 3 de diciembre, el soviet en pleno fue detenido: “A mí me detuvieron al día siguiente de haberse publicado el llamado ‘Manifiesto Financiero’, en él proclamábamos que la bancarrota de la Hacienda zarista era inevitable, y declarábamos categóricamente que el pueblo victorioso no reconocería las deudas contraídas por los Romanov. ‘La autocracia no ha tenido jamás la confianza del pueblo, ni ha recibido de éste mandato alguno’, decía en aquella declaración el Soviet de los Diputados Obreros. ‘Decretamos, por tanto, que no hemos de consentir que sean saldadas las deudas nacidas de todos esos empréstitos emitidos por el gobierno zarista, en abierta guerra contra el pueblo’. A los pocos meses la Bolsa francesa contestaba a nuestro Manifiesto abriendo al Zar un nuevo empréstito de 3250 millones de francos. La prensa reaccionaria y la liberal se burlaban de aquella amenaza fanfarrona que los Soviets dirigían a la Hacienda zarista y a los banqueros europeos”.
El derrumbe militar del zarismo en 1917 vino, nuevamente, acompañado por la bancarrota financiera del régimen. Volvió a plantearse con fuerza acabar con el militarismo, la guerra y la deuda pública. Pero esta vez, la revolución lo efectivizaría realmente.

Terminar con la deuda y nacionalizar los bancos

El primer acto del gobierno soviético dirigido por los bolcheviques que asume con la revolución de octubre es el de anunciar el fin de la guerra.
Pero Rusia debía enfrentar una catástrofe económica. Se planteó, entonces una medida democrática y de transición, el desconocimiento de la deuda pública contraída por el zarismo. El 10 de enero de 1918, el gobierno suspendió el pago de la deuda externa: bloqueó el pago de los intereses y las amortizaciones de los bonos y la remisión de beneficios de las empresas extranjeras a sus casas matrices. En tiempo record el gobierno soviético realizó una investigación y el 21 de febrero, el Soviet Supremo decretó: “Todos los préstamos estatales contraídos por los gobiernos de los terratenientes y de la burguesía rusa… son declarados en este acto nulos a partir de diciembre de 1917. Los cupones de estos préstamos correspondientes a diciembre no serán pagados… Los préstamos externos sin excepción son anulados incondicionalmente”.
El decreto expropiaba al gran capital financiero que había esquilmado a la nación y al pueblo trabajador de Rusia. No anulaba los derechos de los pequeños ahorristas: “Los ciudadanos de escasos recursos que posean títulos de deuda estatal anulados correspondientes a la deuda interna, en cantidades no superiores a 10.000 rublos (valor nominal), recibirán a cambio certificados denominados del nuevo préstamo de la República Socialista… por una suma que no exceda de los 10.000 rublos”.

Revolución y finanzas

Este decreto fue acompañado por otro que planteaba la expropiación de la banca, sin pago de indemnización. Desconocer la deuda llevaba directamente al manejo estatal de la banca. Ya que si la banca la manejan los capitalistas sabotearán las medidas que emprenda el gobierno revolucionario. En esto la revolución rusa aprendió de la experiencia de la Comuna de París de 1871. Habiendo tomado el poder la clase obrera, no se atrevió (no comprendió la importancia) a allanar los bancos y usar los fondos para el desarrollo de un plan de gobierno. Marx, en su época, señalo fuertemente esta limitación del proletariado revolucionario francés. Los bolcheviques rusos habían asimilado la lección.

Unidad imperialista contrarrevolucionaria

El revolucionario Víctor Serge (“El año I de la revolución rusa”) señala que la anulación de la deuda pública “era un golpe directo contra la alta banca internacional y los imperialismos aliados”. Con el retiro de Rusia de la guerra mundial y la anulación de la deuda externa, el Gobierno Soviético consumaba “su ruptura definitiva con los aliados” (ídem).
El desconocimiento de la deuda usuraria replanteó la solidaridad de clase entre imperialismos -enfrentados a muerte en la guerra- contra la revolución rusa. Serge relata que el embajador de Inglaterra, declaraba el 18 de diciembre “¡en tono conciliador!” que su gobierno aguardaría a que “se constituyera en Rusia un gobierno estable, reconocido por el pueblo”. Los aliados alentaban que Rusia siguiera en la guerra mundial, acorde los compromisos contraídos por el anterior régimen. Pero cuando los Soviets proclamaron el no pago de la deuda, el alto mando militar alemán y los aliados promovieron una nota común dirigida al gobierno de los Comisarios del Pueblo, planteando: “los embajadores y los ministros plenipotenciarios aliados y neutrales acreditados en Petrogrado ponen en conocimiento de la Comisaría de Asuntos Exteriores que consideran que todos los decretos del gobierno obrero y campesino acerca de la anulación de los empréstitos del Estado, las confiscaciones de bienes, etc., como inexistentes en cuando pueden afectar a los intereses de los extranjeros”.
La importancia del no pago de la deuda –que fue reclamada durante largas décadas por el imperialismo mundial- resultó esencial. Las reservas de oro rusas, depositadas en Kazán, cayeron en manos de la contrarrevolución a comienzos de la guerra civil. Proveyeron a los ejércitos blancos contrarrevolucionarios de una base financiera durante mucho tiempo. La reserva ascendía a 657 millones de rublos oro (6.500 millones según el curso de entonces) más 100 millones de “diversos valores, depósitos de oro y de platino”. El almirante Kolchak, uno de los líderes contrarrevolucionarios dispuso de la reserva de oro robada al gobierno soviético. El oro ruso pagó el armamento de los blancos y la intervención imperialista en la guerra civil contra los soviets.
El principio del no pago de la deuda pública fue incorporado a la ‘Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado’ adoptada por el Tercer Congreso de los Soviets en enero de 1918 e incluida luego como preámbulo a la primera Constitución Soviética:
“El Tercer Congreso de los Soviets de Rusia considera al decreto relativo a la anulación de los préstamos negociados por los gobiernos del zar, de los propietarios y de la burguesía como el primer golpe dado al capitalismo financiero internacional, y expresa la esperanza de que el Poder de los Soviets avanzará resueltamente en este camino hasta la victoria completa de la revolución obrera internacional contra el yugo del capital”.

Rafael Santos

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