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martes, mayo 19, 2020
Avalancha de quiebras y desempleo récord en Estados Unidos
Bajo el fantasma del crack del 29
La Reserva Federal estadounidense acaba de alertar sobre el peligro de una recesión prolongada. Esto termina por echar por tierra el optimismo compartido por representantes del establishment internacional que hablaban de un fenómeno pasajero y auguraban una pronta recuperación, una vez concluida la pandemia. El derrumbe actual es atribuido, según su óptica, a la emergencia sanitaria, omitiendo que la economía mundial ya transitaba a una recesión antes del estallido del coronavirus.
Las declaraciones últimas de la Fed se suman a otras como la de Martin Wolf, columnista del Financial Times, o el economista Nouriel Roubini, que advierten sobre la envergadura de la crisis y la perspectiva de una depresión mundial. La desocupación de EE.UU. pasó del 4 a casi el 15%. Hay quienes señalan que incluso es engañosa pues un 30 por ciento de los aspirantes a recibir la solicitud de desempleo no pudieron acceder al beneficio por distintos motivos. De modo que la cifra podría escalar hasta el 25%, un porcentaje similar al crack del 29. Pero lo que en esta última crisis recién ocurrió luego de 4 años (el pico de desempleo se alcanzó en 1933), ahora se produjo en apenas pocas semanas.
El presidente del Banco Central estadounidense, Jerome Powell, exhortó a la Casa Blanca y al Congreso a tomar más medidas para evitar un daño económico profundo. Las declaraciones de Powell surgen un día después de que la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, develara una propuesta de paquete de ayuda de 3 billones de dólares para pequeñas empresas, gobiernos estatales y locales y otras entidades agobiadas. Ese paquete es adicional a otro de 3 billones de dólares aprobado previamente. La Fed ha tomado sus propias medidas, al reducir las tasas de interés a casi cero y al crear varios programas crediticios. A pesar de ello, funcionarios del gobierno de Donald Trump han dicho que prefieren esperar a ver cómo surten efecto los paquetes de ayuda anteriores.
Panorama
Lo cierto es que los miles de millones de dólares destinados al rescate empresario no lograría impedir la defunción de muchas empresas. Las solicitudes de empresas amparadas en el Capítulo 11 de la ley federal de quiebras de Estados Unidos aumentaron significativamente en marzo y muchas más están contemplando la posibilidad de declararse en bancarrota. Las compañías que se vieron obligadas a cerrar o reducir sus actividades a causa de la cuarentena tienen perspectivas inciertas sobre cuándo regresarán a la normalidad. Incluso los propietarios que están recibiendo préstamos de emergencia y subvenciones no están seguros de que esa ayuda sea suficiente.
Entre las compañías más vulnerables están miles de restaurantes y tiendas minoristas que cerraron, muchos de ellos hace más de un mes. Algunos restaurantes han podido obtener un poco de ingresos al servir alimentos para llevar y para entregar a domicilio, pero incluso ellos tienen problemas financieros. Las tiendas minoristas pequeñas e independientes, incluyendo aquellas que también venden en línea, corren un riesgo similar. Las compañías petroleras medianas o pequeñas, cuyos ingresos se vieron muy afectados tras el desplome en los precios del crudo, también están limitadas financieramente.
Pero tampoco escapan a este panorama las grandes corporaciones, entre ellas las cadenas de tiendas minoristas. JCPenney, la cadena de tiendas departamentales más icónica de Estados Unidos, se declaró en bancarrota este viernes 15 de mayo, ya que no pudo superar la crisis económica por la pandemia de coronavirus. La compañía tiene más de 800 establecimientos y casi 85.000 empleados en los Estados Unidos, según reportó el New York Times. La curva descendente ya venía con anterioridad al coronavirus. Las ventas en la compañía cayeron anualmente desde 2016. En 2020, sus aproximadamente 800 locales son menos de una cuarta parte de los que tenía en 2001. Penney se une a la cadena de tiendas de lujo Neiman Marcus (con 14.000 empleados), J. Crew y Stage Stores para solicitar la reorganización por bancarrota, precedidas a finales del año pasado por otro gigante minorista como Sears. En la picota se encuentra Macis, otras de las cadenas emblemáticas de EE.UU.
Avianca, la segunda aerolínea de América Latina, a su turno, solicitó acogerse a la ley de bancarrota en Estados Unidos para reorganizar su deuda. Recientemente informó que 14 mil de 20.000 empleados fueron licenciados sin goce de sueldo. En la cuerda floja se encuentran otras compañias aéreas estadounidenses, lo que se extiende a la propia Boeing, que acaba de recibir un rescate del Estado yanqui.
La empresa minera de carbón privada más grande de EE.UU. Murray Energy, se declaró en quiebra cuando todavía no se había desatado el brote. Esto deja a 17.000 trabajadores en riesgo de perder sus empleos. Una de las líderes mundiales en el alquiler de autos, Hertz, a su turno, está al borde de la quiebra y pende de un hilo su continuidad en función de un arreglo de último momento con sus acreedores. La Liga Profesional de Fútbol Americano (XFL) se transformó en la primera "víctima" deportiva de la pandemia de coronavirus en Estados Unidos, luego de declararse en bancarrota el lunes. La XFL, que contaba con el respaldo de la WWE (cadena de medios y entretenimientos relacionada principalmente a la lucha libre), había suspendido sus operaciones y despedido a gran parte de su personal el viernes.
Perspectivas
El horizonte que se abre es una avalancha de quiebras sin precedentes. De 2008 a 2010, durante la Gran Recesión y el periodo subsiguiente, se presentaron más de 160.000 declaraciones de bancarrota, según datos recopilados por el sistema judicial federal. Esto va más lejos.
Pero esta vez la situación es más grave y afecta a un universo muy extendido de empresas que ya estaban abrumadas con altos niveles de deuda antes del virus. Esto incluye también a reconocidas corporaciones. El nivel de deuda de las corporaciones norteamericanas equivale al 75% del PBI del país, batiendo el récord establecido en 2008. De las grandes empresas, las más comprometidas por su nivel de deuda son las del sector automotriz, de hotelería y del transporte, industrias a las que el virus les pega de lleno.
Escondidos dentro ese mercado de 16 billones de dólares de deuda corporativa, se encuentran las denominadas empresas zombis. Esas empresas son el resultado natural de largos períodos de tasas de interés casi negativas, que empujaron a los inversores a buscar desesperadamente productos de deuda que ofrecieran altos rendimientos, con altos riesgos. Las empresas zombis representan el 16% de todas las que operan actualmente en la Bolsa de Estados Unidos, y más del 10% en Europa, según el Banco de Pagos Internacionales, el banco central de los bancos centrales. Y predominan sobre todo en el sector de las commodities, como la minería, el carbón y el petróleo.
Los síntomas de sobrecarga de deuda se están multiplicando al ritmo de propagación del coronavirus, sobre todo en la industria del transporte y el entretenimiento, el sector automotriz, y lo que es peor, en la industria petrolera, atenazada por el temor a que el virus provoque un desplome de la demanda y un excedente de producción. El precio del crudo cayó a precios negativos. Las petroleras necesitan un umbral de por lo menos 30 dólares para poder subsistir.
Naturalmente, esta ola de quiebras va a traer como consecuencia una mayor concentración. La excandidata demócrata a la presidencia, Elizabeth Warren, presentó una ley malograda porque no llegó a aprobarse, prohibiendo que la ayuda que diera el gobierno a las empresas fuera utilizada para la compra de otras compañías en aprietos. Ni qué hablar que estas tendencias a una concentración auguran una política más agresiva con sus rivales del exterior y por lo tanto una escalada mayor en la guerra comercial hoy reinante a nivel global.
Por otra parte, la crisis corporativa puede transformarse en una crisis bancaria, con lo cual se reproduciría el escenario de 2008 en que crujió el sistema financiero. Por lo pronto, la quiebra de las petroleras golpeará a los mayores bancos de EE.UU. El desplome del crudo pone en riesgo la devolución de 120.000 millones de euros. Las cuatro mayores entidades norteamericanas, JP Morgan, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo, han invertido cada una de ellas más de 10.000 millones de dólares sólo en el 2019 en el sector del fracking petrolero. La caída del precio ha puesto de repente al desnudo la fragilidad del boom del petróleo no convencional de EE.UU.
La crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales ya se abría paso en la economía previo al virus. Esto vale especialmente para el sector energético. Según Moody’s, el 91% de las quiebras empresariales estadounidenses en el último trimestre del año pasado tuvo lugar en el sector del petróleo y del gas. El año pasado, las firmas del fracking no pudieron pagar 26.000 millones de dólares de deudas.
Ahora la situación está fuera de control. La consultora Rystad Energy estima que incluso si el barril recuperara los 20 dólares, 533 firmas estadounidenses del petróleo podrían declararse insolventes en el 2021. Pero si los precios se quedan en 10 dólares, podría haber más de 1.100 quiebras, prácticamente la totalidad de las compañías. El problema viene de lejos, porque estos últimos años las perforadoras se han dedicado a sacar oro negro sin alcanzar la rentabilidad. En la última década las firmas del sector han tenido un flujo de caja negativo.
Además están los gigantes energéticos, más diversificados, que han empezado a tomar recaudos. Chevron ya anunció a finales del año pasado que provisionará hasta 10.000 millones, aproximadamente la mitad de ellos vinculados a los activos de gas de esquisto, al reconocer que no será rentable a corto plazo. Royal Dutch Shell admitió que la caída del precio del petróleo supondrá un deterioro de 2.000 millones en sus cuentas, mientras que Britisth Petroleum, que había planeado vender sus activos de Alaska para aliviar sus aprietos financieros, tropezó con trabas por parte de los bancos para consumar dicho traspaso.
Conclusión
El espejo donde hay que mirar el actual colapso ya no es la crisis financiera de 2008 sino la del 29. E incluso con sus premisas agravadas. El panorama de la primer potencia capitalista nos da una radiografía descarnada de la totalidad del capitalismo y la declinación y agotamiento irreversible del actual régimen social. El rescate en curso al capital -mientras se somete a los trabajadores a sacrificios y privaciones inauditas- no va a evitar un escenario de quiebras masivas. Esta catástrofe económica y social -y agreguemos sanitaria- plantea en forma perentoria la necesidad de una reorganización integral de EE.UU. y del planeta sobre nuevas bases sociales. Esta tarea está reservada a la clase obrera, acaudillando a toda la población afectada dramática y brutalmente por la bancarrota capitalista.
Pablo Heller
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