Trump ni de lejos se asemeja a Napoleón, más bien está en sus antípodas por los intereses que representa. Napoleón no fue el revolucionario Robespierre, pero a su manera sus guerras continentales sirvieron a la expansión de la revolución burguesa en la era de ascenso del capitalismo. Trump con sus acciones imperialistas en Venezuela y Medio Oriente, desde Yemen a Irán, superó ya las peores atrocidades de ambos Bush y de todos los presidentes yanquis desde Reagan en adelante. Todo esto en medio de la pandemia de coronavirus que ha expuesto a EE.UU. como un ´tigre de papel´, con el mayor número de infectados y muertos del mundo, “lidiando con una sociedad súper racializada" –según acaba de describir, Anton Seals Jr., líder de South Shore Works, una ONG de Chicago que denunció que la tercera ciudad en importancia de EE.UU. tiene un 30% de población negra, pero que ésta “representa el 60% de sus muertes por Covid-19” (The Guardian, 24-5). (En esto sí, Trump se asemeja a Napoleón cuyas tropas masacraron a los negros haitianos que osaron levantarse por la primera república independiente de nuestro continente hace 220 años –lo que Napoleón no pudo impedir– pero si apresó (y condenó a morir en una prisión parisina) al más grande líder de aquella gesta: Toussaint Loverture).
Trump indudablemente aspira (o aspiraba) a perpetuarse en el poder como el sardo, lo que cada vez parece más improbable. La prensa yanqui, mayoritariamente, no hablemos ya la que se reclama de izquierda, cree que está cada vez más cerca de un Waterloo en su combate contra el coronavirus.
A inicios de la pandemia Trump aseguró, igual que Bolsonaro, que la pandemia pasaría como una ´leve gripe´. De este modo se negó a toda cuarentena, no hablemos ya de encarar una campaña de prevención y ataque de la pandemia. Tras su ´guerra´ contra toda cuarentena en los estados, que incluyó asaltos armados a diferentes legislaturas dominadas por los demócratas, ahora que EE.UU. está por superar la barrera de los primeros 100 mil muertos, “este lunes, Día de los Caídos, el inicio tradicional del verano estadounidense, algunos expertos temen que el regreso del clima más cálido combinado con un aflojamiento de los bloqueos en todo el país pueda desencadenar una segunda ola mortal del coronavirus” (ídem).
EE.UU., la nación más poderosa del planeta, compite a través de sus farmacéuticas con otras naciones imperialistas y otros países como China, para patentar y beneficiarse del descubrimiento de una vacuna contra la pandemia. Mientras tanto, EE.UU. ha sido el hazmerreír de la comunidad científica mundial en la difusión desde la lavandina a medicamentos inocuos para tratar el virus. Trump alentó así a la Asociación Americana de Médicos y Cirujanos (AAPS), “un grupo marginal de menos de 5,000 médicos” para defender el uso de la droga hidroxicloroquina a pesar de la falta de evidencia de su efectividad” (ídem). Richard Wolffe, un afamado periodista británico-norteamericano denunció que “el hábito a la hidroxicloroquina de Trump es el triunfo de la charlatanería de derecha”. La propia Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de EE.UU. advirtió sobre “los peligros de efectos secundarios potencialmente mortales para los pacientes” de Covid-19 (ídem). Instituciones médicas partidarias de Trump han lanzado también una campaña contra el uso de máscaras protectoras con el argumento de que "no están libres de efectos secundarios" y que "retardan el oxígeno" al cerebro (ídem). Se trata de un argumento completamente retorcido: “Si bien el uso prolongado de algunas máscaras, como los respiradores N95 -dice The Guardian- puede causar aturdimiento e incomodidad, es muy poco probable que el paño holgado o las máscaras quirúrgicas que el público usa con mayor frecuencia causen efectos secundarios”.
La campaña anticuarentena de Trump no responde a recomendación científica alguna. Al contrario, “existe evidencia generalizada de que las órdenes de quedarse en casa funcionan y podrían haber salvado miles de vidas más si se hubieran impuesto antes. Un estudio italiano reciente encontró que la orden de quedarse en casa evitó alrededor de 200,000 hospitalizaciones. Los datos de la Universidad de Columbia encontraron que, si se hubieran impuesto bloqueos en EE.UU. dos semanas antes, el 1 de marzo, se podrían haber salvado hasta 54,000 vidas”.
¿Será que lo que no logró el inocuo impeachment del partido demócrata un año atrás lo logrará ahora la pandemia? Lo que es seguro es que las masas de EE.UU. están haciendo un aprendizaje muy intenso sobre el rol de sus direcciones políticas tradicionales.
Norberto Malaj
25/05/2020
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