Con 350.000 muertos y 5,5 millones contagios, entramos en una nueva fase de la pandemia Covid-19. El New York Times publicó una “tapa catástrofe” con las 100.000 muertes sólo en EEUU, “una pérdida incalculable”. En tres meses cambió el escenario mundial de la lucha de clases pero no su tendencia general. Derecha y fascistas (Trump, Bolsonaro, Piñera, Johnson, Lega Nord, Vox) son acérrimos defensores de la “libertad”. Frente a la catástrofe en puerta, algunos recularon y optaron por diversas restricciones. Muchos apostaron a la inmunidad por medio del contagio, exponiendo a la población a una muerte segura.
Los gobiernos capitalistas que anuncian una “nueva normalidad”, presionados por una depresión en puerta, comenzaron a salir del aislamiento –a pesar de una probable “segunda ola” de contagios. Los rescates económicos billonarios van a los capitalistas, no al reforzamiento de los sistemas de salud, ni a una reconversión industrial en función de las necesidades de la crisis sanitaria.
Rebrote sin cuarentena
Europa fue un laboratorio de lo que llamamos “darwinismo social”, como en el caso de Boris Johnson (inmunidad de manada), pero también por el “modelo de Lombardía”, de privatización de la atención médica y “producir a toda costa”. Suecia, país “modelo”, apoyó la teoría de Johnson y es uno de los países con más muertos por millón de habitantes. Un reciente estudio mostró que, a pesar de la gran cantidad de contagios, sólo el 7% de los habitantes de Estocolmo desarrolló anticuerpos (infobae, 21/5); ahora descartan la teoría.
“La locomotora del norte” se rompió y el “modelo Lombardía” de Lega Nord, fracasó. La incapacidad para enfrentar la pandemia surgió con evidencia dramática. Tras pasar a “Fase 2”, Conte dijo que no iba a volver atrás y que habrá que convivir con las muertes, para “recuperar la economía” (Clarín, 21/5), algo que podría haber salido de la boca de Trump o Bolsonaro. El alcalde de Napoles declaró: “no vamos a cerrar nada (…) no vamos a construir un Estado de Policía” (Clarín, 22/5). Conte reconoce que no puede seguir gobernando sin la apertura económica al capital. Carlo Bonomi (Confindustria) plantea, por los ‘altos costos’, “derogar los convenios colectivos” (Corriere, 20/5).
“Huelgas salvajes” se desatan contra las patronales por violar protocolos (ArcelorMittal, Igiene Ambientale, DHL). El jueves se produjo una huelga de trabajadores inmigrantes (construcción, agricultura y servicios) contra el decreto “Relanzamiento” que regulariza sólo al 30%. Denuncian que el decreto es a medida de la patronal agraria y las mafias. Los trabajadores migrantes desafiaron a Salvini, que junto a diputados del M5S pidieron “trabajo para los italianos”. Los fascistas del “modelo Lombardía” propagan la pandemia al negar atención sanitaria a estos trabajadores.
Pedro Sánchez comunicó el miércoles la extensión del “estado de emergencia”. El sábado, convocados por los fascistas de Vox, miles reclamaron que renuncie (Clarín 23/5). ABC tituló que es un “gobierno quebrado” y Abascal (Vox) pide un “gobierno de emergencia”. Las protestas anticuarentena se suman a las de EEUU, GB y Brasil.
El saltimbanqui Johnson, acusado de negligencia criminal, declaró que la vacuna puede “no encontrarse nunca”. Macron, tras haber lanzado una “guerra” -y sin anunciar “victoria”- convoca a la segunda vuelta de las elecciones municipales. El paquete de ayuda de 500 mil millones de euros que proponern Merkel y Macron tiene como principal destinatario a las principales compañías.
Trump refuerza las tendencias más parasitarias del capitalismo norteamericano y aumenta los choques con China en una guerra comercial que agudiza las fracturas internacionales mientras fogonea una crisis constitucional en casa. En la reapertura de una automotriz dijo que en caso de haber un rebrote y mueran trabajadores, no retrocederá en las medidas.
Quiere que la reactivación económica sea su salvavidas político, mientras hay 40 millones de nuevos desocupados. Pidió la reapertura de los templos, aunque tenga que “pasar por encima” de los Gobernadores, lo que puede desatar un nuevo terremoto político y constitucional. Agregó que “no está bien que los templos no sean declarados lugares esenciales y las clínicas de aborto sí” (Clarín, 22/5). En Washington, que se dispone a reabrir su economía, una fábrica de alimentos de 72 operarios, 24 dieron positivo. El Dr. Fauci pidió al Senado no flexibilizar para “evitar el sufrimiento y muerte”, y una segura masacre.
Trump se retiró del acuerdo “cielos abiertos” (monitoreo de movimientos militares), y anunció lo mismo para el acuerdo de no proliferación (INF), que se suman al retiro del acuerdo nuclear con Irán. A pesar de las sanciones a Irán, Venezuela, Nicaragua, Rusia o China, la pandemia crece junto a la pobreza y la desocupación. Trump anuncia que la guerra comercial es más importante que las vidas de los trabajadores, una declaración de guerra a la clase obrera norteamericana.
América Latina
Las grandes ciudades latinoamericanas, arrasadas por el hambre y la desocupación, la falta de agua y el hacinamiento, son blanco fácil para el virus. La superpoblación carcelaria convierte a las cárceles en “incubadoras” de coronavirus (NYT, 21/5). Los sistemas de salud están o comienzan a colapsar, sin recursos ni centralización. Los gobiernos son incapaces de enfrentar la pandemia y se debilitan.
En el Mercado de Frutas de Lima, el 86% de los comerciantes dio positivo (Clarín, 23/5). Los peruanos se aglomeraron en bancos por subsidios, propagando el contagio. Lima tiene 4 millones de personas con falta de acceso al agua. La informalidad laboral es del 70%, por lo que la subsistencia pelea con la cuarentena. Los hospitales parecen cementerios, comentan sus trabajadores. Ecuador, otro de los países golpeados por la crisis sanitaria y capitalista, sigue apilando los cadáveres en las calles y los hospitales se mantienen colapsados.
En México, el 41,9% de la población es pobre y sólo en abril se perdieron 555.247 trabajos. La crisis es tan profunda que se denuncia que los narcos amenazan a los trabajadores del campo para garantizar la producción de coca (Clarín, 22/5). En Colombia entra en crisis el narcoestado y los servicios de inteligencia militares, mientras se incuba una enorme explosión social por el hambre.
Al hambre también se le responde con balas en los barrios más humildes de Santiago. El gobierno Pinochetista de Piñera tuvo que anunciar que daría marcha atrás con el desconfinamiento. La Bolsonarista y golpista Añez, acorralada por casos de corrupción del gobierno, postergó las elecciones; mientras el ejército golpista, denunciado por la represión social, le exige ascensos que deben ser aprobados por la mayoría del MAS en el Parlamento.
Brasil, el país más afectado de Latinoamérica, testea 12 veces menos que Irán según el Washington Post. Miles mueren en sus casas y hospitales sin testeos. Tras echar a Mandetta y que Teich renuncie, Bolsonaro puso a 9 militares en el ministerio de Salud. Condicionó una ayuda financiera a estados y municipios por 10.200 millones de dólares, a congelar salarios hasta 2022, un ajuste en regla. La bolsa subió tras el anuncio, aunque el real sigue un proceso de devaluación (42% en el año). Bolsonaro se aferra a sectores del ejército y policía, mientras apuesta todo a una apertura económica, sacrificando a la clase obrera. Ésta debe defenderse del fascismo con los métodos históricos de la clase obrera.
Los choques por la flexibilización y la negativa a dar marcha atrás, preanuncia nuevas huelgas salvajes, rebeliones y la perspectiva de situaciones revolucionarias por la defensa de la vida.
Emiliano Monge
26/05/2020
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