Netflix estrenó esta semana la docuserie “Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile”, una investigación profunda sobre la colonia alemana establecida en Villa Baviera en los años 60′, en la que Paul Schäfer, un pastor alemán, organizó estructuralmente una suerte de secta que llegó a generar vínculos colaborativos con el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet.
A lo largo de seis capítulos, la serie, cuya productora es alemana, aborda la historia a partir de la recuperación histórica de material de la época; producido como contenido propagandístico propio de la colonia. También cuenta con testimonios actuales de quienes vivieron allí, tanto de víctimas como de victimarios. El pastor Paul Schäfer se exilió de Alemania en 1957, cuando comienza a rumorearse sobre casos de pedofilia y abuso de menores que lo involucraban en donde fue su primer proyecto de hogar juvenil. Al tomar curso legal, escapa a Italia y luego a Medio Oriente, evitando su detención. Finalmente logra instalarse en Chile en 1961, bajo el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez, con la ayuda del embajador alemán en el país germano, Arturo Mascke, quien supo utilizar la necesidad de la sociedad chilena y las terribles carencias que atravesaba luego del megaterremoto de Valdivia de 1960.
Schäfer compra el fundo “El lavadero”, en Ñuble, que contaba con más de 3000 hectáreas. Luego lo convierte en “Colonia Dignidad”, y consigue mano de obra alemana a cambio de la promesa de la libertad y el escape de la Alemania Oriental. Esto fue, especialmente, para quienes ya habían hecho su experiencia con Schäfer en la ayuda comunitaria. La base está dada por los ideales cristianos y de carisma del líder. La lejanía con los pueblos cercanos, los muros, las “tías” que criaban a los niños sin que haya espacios íntimos familiares, o inclusive sin saber quiénes eran los padres de los niños, servían como elementos para construir el poder de dominio de Schäfer sobre los colonos y, a la vez, ganarse el apoyo popular. El asistencialismo fue una estrategia para poder generar las bases de la connivencia con el Estado. ¿Cómo podría este, en medio de la vasta pobreza de la región, negarse a la atención “hospitalaria” y “educacional” sin gastar un centavo? El mismo Estado chileno fue el que permitió que la colonia, puertas para adentro, funcione como una cárcel, generando protecciones policiales frente al recambio continuo de los jóvenes chilenos y de los colonos abusados en los internados escolares, o la entrega y adopción de los bebes recién nacidos en el hospital.
La organización económica de la colonia también es un elemento llamativo: como un micropaís, al comienzo presenta una división del trabajo mostrando cómo fue necesario el desplazamiento hacia la especialización en las tareas en la medida en que la comunidad lo necesitó. La llegada del socialismo “por la vía democrática” al país, de la mano de Salvador Allende, genera una psicosis frente a la posibilidad de una posible expropiación, y sirve a Schäfer para establecerse como un aliado de la milicia nacionalista chilena “Patria y Libertad” y de otros sectores golpistas, colocando los medios de producción y la mano de obra del enclave a disposición. Los colonos en sus talleres aprovisionaron de armamento clonado a los sectores paramilitares que pretendían derrocar a Allende. De esta forma, Schäfer respaldó el golpe a través de la colonia facilitando su estructura, e inclusive más, el colaboracionismo con la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional, una especie de Triple A chilena) hizo que los espacios de la colonia funcionaran como centros de detención clandestinos, colaborando con las torturas y desapariciones a los detenidos-desaparecidos. Esta época fue la “época dorada” de la colonia: Pinochet retribuyó con licitaciones de obras públicas, rutas, edificios, puentes, embalses y hasta licencias para explotaciones mineras de oro.
El regreso de la democracia habilitó, aunque dilatada y progresivamente, las investigaciones al interior de la colonia. Las denuncias de abuso cuestionaron a la sociedad chilena aledaña contra el mismo Estado. La defensa popular ganada en el reclutamiento por el asistencialismo jugó un papel muy fuerte pero no definitorio, y hacia 1996 Paul Schäfer logró escapar e instalarse en Argentina, resultando detenido en 2005, cuando ya estaba conformando una nueva finca en Chivilcoy, y fue extraditado a Chile, donde murió en 2010.
Como se percibe en los testimonios de la serie: el paraíso puede ser un infierno.
Julieta Rusconi
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