Un fallo de principios de mes del Tribunal Constitucional polaco, que pone en cuestión algunas atribuciones de la justicia continental, ha desatado un vendaval entre Varsovia y Bruselas. A instancias de una presentación del gobierno, los magistrados consideraron inconstitucionales algunas normas -como el artículo 19 del Tratado de Lisboa- de la Unión Europea (UE) que le permiten controlar el Poder Judicial de los países miembros.
En respuesta, las autoridades de la UE sostienen que Polonia está cuestionando la primacía del derecho europeo y se coloca en el camino de una salida de la unión (“Polexit”). Puntualmente, el órgano de gobierno del viejo continente presiona ya hace varios años al país del este para que dé marcha atrás con una serie de reformas judiciales, que califican como una colonización de los estrados por parte del Poder Ejecutivo, en manos del derechista Ley y Justicia (PiS).
En su cruzada contra Polonia, la UE se vale de una extorsión. Mantiene congelado el desembolso de 36 mil millones de euros que le corresponden a Varsovia por el paquete de rescate adoptado por Bruselas el año pasado. También hay otros recursos monetarios en materia de política agraria común y fondos de cohesión que están en juego. Bajo una fuerte presión del Parlamento Europeo, la titular de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, ha dicho que podría recurrir al mecanismo de condicionalidad, que condicionaría expresamente el desembolso de fondos al retiro de las reformas. Estos son los métodos que usan los “demócratas” europeos en su impostada batalla por el respeto a la “división de poderes”.
Es cierto que las reformas polacas implican un avance del gobierno sobre el Poder Judicial, pero el contenido de la preocupación de los jerarcas de la UE pasa por otro lado. Lo dejó expuesto en forma nítida la misma von der Leyen, al afirmar que “los ciudadanos de la UE así como las compañías que hacen negocios en Polonia necesitan la certidumbre legal de que las normas de la UE, incluidas las sentencias del Tribunal de Justicia, se aplican totalmente en Polonia” (El País, 10/10 -subrayado nuestro). Es un intento de resguardar la dominación del gran capital del continente. Polonia ingresó a la UE en 2004, como parte de una expansión de ese organismo hacia el este, para cercar a Rusia y hacer avanzar la restauración capitalista en la región. La tierra de Chopin se transformó así en una fuente de mano de obra precaria para el capital alemán. Más de 100 mil polacos cruzan diariamente al país teutón para trabajar.
El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, denunció la extorsión respecto a los fondos y sostuvo en la última cumbre de la UE que ésta “(podría dejar de ser) una alianza de Estados libres, iguales y soberanos, para convertirse en un organismo único de gestión centralizada, dirigido por instituciones privadas del control democrático”. Pero de hecho, esto es lo que ya ocurre. Detrás de la fachada de una federación de Estados, la UE consagra la dominación del eje franco-alemán y acuna agudas diferencias económicas y sociales en su seno.
En el medio de todo este debate, hay un punto que ha quedado relativamente opacado en los medios. Polonia acaba de solicitar 350 millones de euros a la Unión para erigir un muro en la frontera con Bielorrusia, con el propósito de impedir el arribo de migrantes que usan ese país como vía de tránsito. Pues bien: Alemania, a su vez, ha reforzado su propia frontera con Polonia, para contener ese aflujo, y consideró “legítimas” las medidas represivas adoptadas por el gobierno polaco. Contra los migrantes, se cerró la grieta. Cabe señalar que Lituania prepara un vallado de alambre en su propia frontera con Bielorrusia, por análogos motivos, con el apoyo político de otros socios de la región. El tratamiento de los refugiados es un alegato demoledor contra los “demócratas” y los “populistas” de la UE.
¿Hasta dónde?
La oposición polaca, encabezada por la Plataforma Cívica, una fuerza integrada al Partido Popular Europeo, promovió manifestaciones que parecen haber sido importantes en número, en defensa de la permanencia en la Unión. Según algunas encuestas, la mayoría de la población es partidaria de mantenerse dentro de la UE. Sin embargo, hay que tener presente que la Plataforma Cívica fue desplazada del poder en 2015, a causa de sus políticas fondomonetaristas. El descontento fue canalizado por derecha, en consonancia con el desarrollo de otras corrientes políticas “euroescépticas” en la región. En la elección presidencial de julio de 2020, pese a que la UE se jugó todo y el resultado fue muy parejo, la Plataforma fue derrotada nuevamente por el oficialismo. Uno de los aspectos más notables del derechismo del gobierno es la persecución del movimiento LGTBI y el ataque al movimiento de mujeres (en especial, el derecho al aborto), que ha desatado grandes luchas.
El gobierno del PiS ha buscado una mayor autonomía de la UE con un acercamiento mayor a los Estados Unidos, en especial durante la gestión de Trump. El valor de Polonia es su cercanía con Rusia, y de hecho Varsovia es miembro de la Otan.
¿Hasta dónde puede escalar el conflicto? Muchos especulan que Polonia terminará cediendo en su puja con la UE, debido no solo a su dependencia de los fondos, sino a la imbricación de las economías: exporta el 80% de sus productos e importa el 69% de la Unión. Por lo pronto, el gobierno asegura que su intención es no retirarse.
Varsovia, sin embargo, muestra su capacidad de daño. Ha conseguido el respaldo de Hungría, dirigida por otro gobierno derechista, el de Víktor Orbán, enfrentado también en muchos aspectos a la UE. El gobierno polaco amenaza con hacer valer su poder de veto en el Consejo Europeo si la UE profundiza su cruzada, un recurso que podría entorpecer el funcionamiento de la Unión. En un sentido contrario, los Países Bajos propusieron la aplicación del artículo 7 contra Polonia, un mecanismo para quitarle el voto en ese Consejo. Pero para imponerlo, se necesitaría la aprobación de todo el resto de los miembros de la Unión, y Hungría está acompañando a Varsovia.
La variante extrema de toda esta puja sería una salida de Polonia de la UE, una opción que por ahora ninguno de los dos bandos se atreve a defender.
Disgregación
La crisis con Polonia es una muestra más de las tendencias a la disgregación dentro del bloque continental, que tuvieron su mayor expresión en la reciente salida del Reino Unido.
Frente a la Unión Europea imperialista, las tentativas seudonacionalistas y derechistas no son una salida para las masas. Es preciso otra perspectiva: la lucha por una federación socialista de estados europeos.
Gustavo Montenegro
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