viernes, octubre 22, 2021

Enorme abstención en las elecciones municipales italianas


El ballotage de las elecciones municipales italianas estuvo marcado por una abstención histórica, superior al 55%. Fue aún mayor que en el primer turno, donde había rondado el 47%. Algunos medios (Il Manifesto, Corriere della Sera) señalan que la ausencia corresponde sobre todo a zonas periféricas, donde son peores las condiciones de vida. Si consideramos que la pandemia está en retroceso, y por lo tanto el temor a contagiarse por ir a votar ya no es tan grande, la explicación de la abstención es fundamentalmente política; es una señal de descontento con el régimen. 
 Una característica del proceso electoral es que, con la excepción de la formación derechista Hermanos de Italia (dirigida por Giorgia Meloni), las principales fuerzas -tanto de derecha como de centroizquierda- que disputaban las más de 60 ciudades en juego forman parte de un mismo elenco, el gobierno de “unidad nacional” liderado por el extitular del Banco Central Europeo, el ajustador Mario Draghi. Este economista alabado por el gran capital ha puesto fin a la prohibición de despidos que regía por la pandemia (no obstante lo cual, se produjeron cientos de miles a lo largo de 2020) y se propone retomar las políticas de reducción del déficit para llevarlo gradualmente al 3% (en este año será superior al 9%). Como al mismo tiempo, quiere aliviar la presión impositiva sobre los empresarios, el recorte será a costa de las masas. 
 El centroizquierdista Partido Democrático es la fuerza que sale mejor parada de los comicios. En primer turno, logró victorias claras en Milán, Nápoles y Bolonia, e incluso en algunas ciudades tradicionales de la derecha. En la segunda vuelta, conquistó Roma. En ciertos casos, fue con el apoyo del Movimiento 5 Estrellas, pero el balance para este último es desastroso: se desplomó en la capital, que había ganado holgadamente en la elección anterior, y también perdió Turín.
 La coalición de derecha (Forza Italia, la Lega y Hermanos) sale golpeada. No puede exhibir muchos más galardones que un ajustado triunfo en Trieste, una ciudad donde tuvo bastante repercusión el movimiento anti-vacunas y contra el pase sanitario. La derrota agitará las rivalidades dentro del bloque y dentro mismo de los propios partidos que la integran. Hay quienes sostienen que la Lega de Matteo Salvini es el partido que se vio más afectado por la abstención, o sea que su base no se habría movilizado a las urnas. De ser así, queda planteado el interrogante de si esto no refleja una decepción por la integración al gobierno Draghi. El jefe de la Lega, recordemos, supo crecer políticamente a través de la combinación de una demagogia derechista (uso de los migrantes como chivo expiatorio de la crisis) y críticas al régimen político y a la Unión Europea. 
 En cualquier caso, sería tan prematuro concluir que la derecha está liquidada como que el centroizquierda ha resurgido de las cenizas como el ave fénix, dada la enorme abstención y el carácter local de los comicios. Ahora se abre un capítulo político más importante: quién ocupará la presidencia de la república, con la salida del influyente Sergio Mattarella. Algunos postulan al mismísimo Draghi, pero eso requeriría encontrarle un sustituto como primer ministro. 
 Completando el mapa electoral, las fuerzas de izquierda italiana obtuvieron resultados marginales, exceptuando Bolonia. 

 El ataque a la CGIL

 En las vísperas de la elección, el 9 de octubre, grupos de extrema derecha (como Forza Nuova) que se habían movilizado contra el pase sanitario y las vacunas invadieron e hicieron destrozos en la sede de la CGIL, la principal central sindical italiana (que actualmente apoya al gobierno Draghi). Es un hecho gravísimo. El caldo de cultivo de estas agresiones son los principales referentes y partidos de la derecha (como Salvini y Meloni), por sus planteos fascistizantes. 
 El parlamento discute, a instancias del centroizquierda, la prohibición de Forza Nuova. Pero no es a través de los recintos legislativos que se va a frenar estas bandas fascistas, sino por medio de la organización y la movilización de los trabajadores. Un dato a tener en cuenta es que a la manifestación de repudio por el ataque a la CGIL, poco antes del ballotage, habrían concurrido unas 100 mil personas. 
 La agenda de recuperación de Draghi, tras un 2020 catastrófico en que el PBI se contrajo más de un 8%, se topa con problemas de fondo. La deuda italiana supera el 160% del PBI. A su vez, un ajuste sin anestesia, en favor del gran capital, podría desatar una convulsión social. Es el dilema en que está sumida la Unión Europea: cómo retomar las políticas de ajuste sin recaer en la recesión ni desatar una respuesta popular. 
 Los trabajadores necesitan desarrollar un planteo propio frente al “gobierno de unidad”, que parta de la prohibición de los despidos, la ocupación de empresas que cierren o cesanteen, la defensa del salario, la nacionalización de la banca y el comercio exterior. 

 Gustavo Montenegro

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