Caputo acrecienta la dependencia con Wall Street.
La endeblez del esquema económico del gobierno aparece con toda claridad cuando reparamos en el resultado deficitario de la cuenta corriente (el saldo entre el ingreso y egreso de divisas del país), que vuelve imposible la tarea de afrontar los próximos vencimientos de deuda externa sin apelar a un nuevo endeudamiento, por más que Caputo afirme que “el objetivo es ir eliminando la dependencia que el país tiene con Wall Street” porque es reticente a aplicar la devaluación que exigen Estados Unidos y el FMI para volver a prestarle a Argentina.
Sucede que, en dos años de mandato, La Libertad Avanza fracasó en su objetivo de reinsertar al país en el mercado de crédito internacional. Sin ir más lejos, en la última emisión de deuda en dólares, Hacienda apenas pudo captar cerca de U$S 1.000 millones a una tasa exorbitante del 9,5%; sin mencionar que Caputo no logró destrabar el repo proveniente de bancos estadounidenses. El motivo de fondo es la insolvencia de las arcas nacionales, producto de la fuga de capitales constante bajo todas sus formas, y el carácter impagable de la deuda externa.
Los datos del Indec, correspondientes al tercer trimestre 2025, registraron un rojo en la balanza de pagos equivalente a U$S 1.581 millones. Lo anterior obedece, por un lado, a que se redujo el saldo comercial de bienes en U$S 958 millones respecto al mismo período del 2024 debido a la avalancha importadora. Por otra parte, la balanza de servicios presentó directamente un resultado negativo en U$S 2.554 millones, apalancado por el incremento de los viajes al exterior. Como vemos, la apreciación cambiaria, sobre la cual se montó la bicicleta financiera promovida por el gobierno, conspiró en contra de la balanza de pagos, alentando el drenaje de divisas a través de las importaciones y el turismo emisivo.
El déficit en la cuenta corriente también se explica por el comportamiento de la renta de la inversión, que registró un saldo negativo de U$S 3.863 millones, como resultado del giro de intereses, utilidades y dividendos al exterior por parte de las empresas. Lo anterior refleja que la clase capitalista está sumida en un proceso de desinversión y fuga de divisas, el cual se agravará cuando a partir de enero se levante el cepo cambiario para personas jurídicas.
Esta bancarrota pone en apuros a Caputo, quien, pese a que luego de modificar las bandas cambiarias pudo comprar reservas por U$S 2.000 millones, aún no logra reunir los U$S 4.200 millones que necesita para pagarle a los bonistas en enero y deberá recurrir a un nuevo préstamo. Así las cosas, en lugar de "ir eliminando la dependencia con Wall Street", como se propuso el ministro, la profundizará, creando una mayor subordinación del país a los dictámenes del imperialismo estadounidense.
Lo anterior plantea un escenario de crisis para el gobierno, ya que tanto el Tesoro norteamericano como el FMI le reclaman a Milei, como condición para un nuevo crédito, "liberar el tipo de cambio" en función de acumular reservas que oficien como garantía de pago de la deuda. Como sabemos, el oficialismo es renuente a devaluar, a sabiendas que esa medida desataría un espiral inflacionario, derribando al principal caballito de batalla de la gestión libertaria.
Así las cosas, los trabajadores, que ya estamos pagando los efectos recesivos de la política oficial, también pagaremos las consecuencias inflacionarias de la devaluación. Por lo tanto, la salida a la crisis provendrá de esta clase social y no de ninguna variante capitalista, todas tributarias a una reforma laboral que no resolverá ni una sola de las problemáticas señaladas, solo agravará las penurias de quienes vivimos de nuestro trabajo.
Es necesario tomar nota que el gobierno emprende su ofensiva antiobrera, no apoyado en bases sólidas, sino caminando sobre arenas movedizas. Una acción decidida de los trabajadores y el pueblo lo pueden derrotar, la tarea es organizarla.
Sofía Hart

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