domingo, junio 13, 2010

Ha llegado la hora de la crisis en el sindicalismo oficial


Hace ya unos cuantos año, allá por abril de 1997. El punto de partida, pues una conferencia Julio Anguita en la Facultad de Derecho de la Complutense. Alguien en el coloquio hace una “inocente” pregunta sobre la financiación de los sindicatos (Comisiones y UGT, claro está). Como responsable entonces de IU, Julio responde que lo correcto pasa por una financiación pública —mediante ley—, transparente y fiscalizada por el Tribunal de Cuentas. En mis tiempos, nadie habría dudado en responder que los sindicatos han hecho historia con la cotización de sus afiliados, pero está visto que los tiempos cambian, sobre todo para las cúpulas sindicales.
Aunque Julio había respondido algo parecido en una conferencia en el Club Siglo XXI, ahora la respuesta llama la atención, quizás por el lugar, quizás porque antes los diarios “independientes” no le habían prestado atención. El caso es que se monta un verdadero escándalo, y en los días siguientes dichos diarios nos obsequiaron con titulares, declaraciones, exabruptos de los tertulianos, llamada a la responsabilidad (esa palabra mágica), y también provoca la indignación de los líderes sindicales establecidos. Los mismos que unos años más tarde, con ocasión de una audiencia real, declararon que para la democracia, los sindicatos eran instituciones tan importantes…como la propia monarquía.
Estaba claro que Anguita era por entonces el único político de ámbito público, que se atrevía a decir ciertas cosas, y se había convertido en lo que colega suyo llamó acertadamente un “político perdiz”, y cono se suele decir, no le dejaban pasar ni una. Era pues una “pieza a hostigar y abatir”, aquí hasta el reformismo más moderado estaba fuera de campo, y el asunto de los sindicatos era poco menos que una cuestión de Estado. La pregunta es, ¿por qué?
Desde luego no podría ser porque el pensamiento único –o mejor, economía única-, no lo tuviera claro. Así, en los años del neoliberalismo más combativo, autores tan bien pagados como Mario Vargas Llosa no tenía empacho en calificar a los sindicatos como”dictaduras” que coartaban la “libertad” de los empresarios, eso sí, agentes de la libertad. Esta era un discurso “radical” que pertenecía al ámbito del lenguaje thatcheriano, sobre todo de los años del pulso con los sindicatos mineros en aquella batalla que la novia de Pinochet ganó gracias a la colaboración laborista y de la cúpula de las Trade Unions. ¿Significa esto que los neoliberales han cambiado sobre este punto y habían acabado aceptando el sindicalismo…Pues, significa justo lo contrario.
Significaba que los neoliberales (o socioliberales) había comprendido que las estructuras sindicales establecidas les resultaban de gran utilidad para “negociar” cada una de las medidas inherente a la lógica del mercado, y que por lo tanto, era mejor tenerlos como amigo. Amigos en el reino del mercado significa estar en la autopista como declaró en una ocasión el secretario general de la UGT catalana…Estar en la utopista podría traducirse sin dificultad gozar de unos privilegios sustanciales, así, dichas cúpulas podían negociar derrota tras derrota siguiendo una línea de actuación pactada: ellos entrarían en la autopista de la buena vida siempre que pusieran todo su empeño…en evitar cualquier desbordamiento. Esto explica que los viejos sindicalistas como Camacho o Nicolás Redondo pasaron a la reserva, y en su lugar entró una nueva generación cada vez más alejada de los antiguos combates reivindicativos, y con una voluntad de promoción personal que podía llegar hasta el enriquecimiento descarado, y los ejemplos abundan. ¿Significa esto que no hacían dada? No, significaba que defendía algunas resistencias en los sectores “antiguos” de la clase, como los funcionarios…
Algún se sabrá como todo los nombres de la monarquía sindical han hecho su “carrera”, y como revertían sus privilegios, que sobe esto los políticos y el sistema se la saben todas. Esto naturalmente lo pudieron hacer también porque consiguieron aniquilar todas las resistencias “antiguas”, y aprovecharse el “vacío” en la conciencia creado entre unas nuevas generaciones crecidas en los tiempos e “vacas gordas” de las antiguas conquistas y mejoras logradas en luchas ya olvidadas y descatalogadas, y que se encontraba inmersa en una dinámica individualista y apática. Pero todo indica que todo ha cambiado, que ya no necesitan “negociar” más derrotas. Han tocado fondo. Encontrar actualmente un trabajador que justifique la actuación de las cúpulas es encontrase con alguien que, de alguna manera, participa en el “chollo.
Eso explica que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, los neoliberales más abruptos han recuperado el viejo vocabulario “radical” de la señora Thatcher, y tratan desconsideradamente a los jerarcas sindicales entre otras cosas porque saben que hay un malestar considerable, y lo último que quieren es que se identifique a los culpables: los señores que le pagan. En pocos días el panorama ha dado un vuelco, el desprestigio de la Clase sindical” es tano o mayor que el de la “clase política”, y por lo mismo tendremos que hablar de nuevo de democracia sindical, de izquierda sindical, de independencia sindical. Así por ejemplo, después de aquellos conatos en tempos de Julio, poca discrepancia se le ha visto a IU con la burocracia sindical. Es más, buena parte de sta burocracia ha mantenido sus militancias en el PCE, y en el PSUC Viu…Es más, se nos habla de “refundación”, lo cual puede estar muy bien, pero cuando escucho esta palabra sin “entrar” en una denuncia del “sindicalismo realmente existente”, pues la verdad, no me lo creo.
Este sindicalismo ya ha tocado fondo, el problema ahora es el mismo de antes, el de las alternativas. Este sindicalismo y sus complicidades no se comprenden sin el enorme vacío generacional que se ha dado entre las luchas que anteceden a los Pactos de la Moncloa y el epílogo actual. Ese vacío se tendrá que llenar combinando generaciones, combinando corrientes sindicales, planteando en primer plano lo que importa (la lucha aquí y ahora)…Etc, etc.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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