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viernes, junio 11, 2010
El estado capitalista, hoy
¿Qué es el Estado?
No es el Estado, o el poder político, el que crea las clases, sino que es la existencia de una sociedad dividida en clases la que crea el Estado, para defender todos los privilegios de la clase dominante. Podemos encontrar mil definiciones distintas del Estado. Pero básicamente se reducen a dos. Una, amplia, que habla impropiamente del Estado ya en las primeras civilizaciones, con importantes excedentes agrícolas, de Mesopotamia y Egipto, y después de Grecia y Roma, que no vamos a utilizar, y que es inadecuada para estudiar la actual sociedad capitalista en la que vivimos. Se trata de una definición que, en todo caso, necesita calificar al Estado con el modo de producción imperante: Estado esclavista, Estado feudal, Estado capitalista. Otra, reducida, en la que se utiliza el concepto actual del Estado, o Estado capitalista, o Estado moderno, como poder soberano absoluto o único en cada país, que es la que aquí utilizaremos.
¿Qué es el estado capitalista?
El Estado moderno, o capitalista, es una forma histórica reciente de organización política de la sociedad, surgida hace unos quinientos años, en algunos países, con el fin del feudalismo y las primeras manifestaciones del sistema de producción capitalista. La aparición del Estado (capitalista) suponía la desaparición de las formas feudales de organización política. El concepto de Estado (moderno) es, pues, muy reciente y surge con la aparición histórica del sistema de producción capitalista. Es la organización política adecuada al capitalismo.
En la sociedad feudal la soberanía era entendida como una relación jerárquica entre una pluralidad de poderes. El poder del Rey se fundamentaba en la fidelidad de otros poderes señoriales y además esos poderes de la realeza eran venales, esto es, podían venderse o cederse a la nobleza: la administración de la justicia, el reclutamiento del ejército, la recaudación de los impuestos, los obispados, etcétera, podían ser vendidos al mejor postor o eran adjudicados en una compleja red de favores y privilegios. La soberanía residía en una pluralidad de poderes, que podían subordinarse o competir entre sí.
El Estado, en la sociedad capitalista, convierte la soberanía en un monopolio: el Estado es el único poder político del país. El Estado (moderno o capitalista) detenta el monopolio del poder político, y en consecuencia pretende el monopolio de la violencia. Cualquier desafío a ese monopolio de la violencia se considera como delincuencia, y atenta contra las leyes y el orden capitalistas, y por lo tanto es perseguido, castigado y aniquilado. En la sociedad feudal las relaciones sociales estaban basadas en la dependencia personal y el privilegio. En la sociedad capitalista las relaciones sociales sólo pueden darse entre individuos jurídicamente libres e iguales. Esta libertad e igualdad jurídicas (que no de propiedad) son indispensables para la formación y existencia de un proletariado que provea de mano de obra barata a los nuevos empresarios fabriles. El obrero ha de ser libre, también libre de toda propiedad, para poder estar disponible y preparado para alquilarse por un salario al amo de la fábrica, a una empresa o al propio Estado. Ha de ser libre y carecer de toda dependencia de la tierra que labraba, y de todo sustento o propiedad, para ser expulsado por el hambre, la pauperización y la miseria hacia las nuevas concentraciones industriales donde pueda vender la única mercancía que posee: sus brazos y su inteligencia, esto es, su fuerza y capacidad de trabajo.
A estas nuevas relaciones sociales, propias del capitalismo, les corresponde una nueva organización política, distinta de la feudal: un Estado que monopoliza todas las relaciones políticas. En el capitalismo todos los individuos son, en teoría, libres e iguales (jurídicamente) y nadie guarda dependencia política de ningún tipo respecto al antiguo señor feudal o al nuevo amo de la fábrica. Todas las relaciones políticas son monopolizadas por el Estado.
En los modos de producción precapitalistas las relaciones de producción eran también relaciones de dominación. El esclavo era propiedad de su amo, el siervo estaba ligado a la tierra que trabajaba o dependía de un señor. Esa dependencia ha desaparecido en el capitalismo. El Estado (moderno) es, pues, producto de las relaciones de producción capitalistas. El Estado (actual) es la forma de organización específica del poder político en las sociedades capitalistas. Existe una separación radical entre la esfera económica, la social y la política.
El Estado (moderno) monopoliza el poder, la violencia y las relaciones políticas entre los individuos en las sociedades en las que el modo de producción capitalista es el dominante. En el sistema de producción capitalista el capital no es sólo el dinero, o las fábricas, o las maquinarias; el capital es también, y sobre todo, una relación social de producción, y precisamente la que se da entre los proletarios, vendedores de su fuerza de trabajo por un salario, y los capitalistas, compradores de la mercancía "fuerza de trabajo".
El Estado (capitalista) ha surgido recientemente, hace unos quinientos años, y desaparecerá con las relaciones de producción capitalistas. El Estado (capitalista), pues, no es eterno, ha tenido un origen muy reciente y tendrá un fin. La teoría política del Estado moderno nació en la Inglaterra del siglo XVII, anticipando o justificando ese proceso histórico conocido como la Revolución Industrial, con Hobbes (y Locke). Hobbes no es sólo el primer teórico, desde el punto de vista cronológico, sino que toda la problemática actual sobre el Estado (moderno) está ya en Hobbes. Desde Platón hasta Maquiavelo la teoría política preestatal se caracteriza por definir el poder político y la comunidad como algo NATURAL, y por identificar comunidad civil y comunidad política. Desde Hobbes la teoría política estatal se caracteriza por definir el Estado como un ente ARTIFICIAL, por separar los conceptos de comunidad civil (sociedad civil) y comunidad política (Estado) y por plantear la cuestión de la reproducción del poder político.
El Estado (capitalista) surge desde una contradicción, que le da origen y razón de ser, entre la defensa teórica del bien común, o general, y la defensa práctica del interés de una minoría. La contradicción existente entre la ilusión de defender el interés general y la defensa real de los intereses de clase de la burguesía. La razón de ser del Estado (actual) no es otra que garantizar la reproducción de las relaciones sociales de producción capitalistas.
Sin embargo, el Estado (capitalista), cosificado en sus instituciones, es la máscara de la sociedad, con apariencia de fuerza externa movida por una racionalidad superior que encarna un orden "justo" al que sirve como árbitro neutral. Esta fetichización del Estado (moderno) PERMITE que las relaciones sociales de producción capitalistas aparezcan como meras relaciones económicas, no coactivas, al mismo tiempo que DESAPARECE el carácter opresivo de las instituciones estatales. En el mercado, trabajador y empresario aparecen como individuos libres, que realizan un intercambio "puramente" económico: el trabajador vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario. En ese intercambio libre, "sólo" económico, ha desaparecido toda coacción, y el Estado (capitalista) no ha intervenido para nada: no está, (aparentemente) ha desaparecido.
La escisión entre lo público y lo privado es una condición necesaria de las relaciones de producción capitalistas, porque sólo así APARECEN como acuerdos libres entre individuos jurídicamente libres e iguales, en las que la violencia, monopolizada por el Estado (capitalista), ha desaparecido de escena. De todo esto resulta una CONTRADICCION entre el Estado COMO FETICHE, que debe ocultar su monopolio de la violencia, permanentemente ejercida sobre el proletariado para garantizar las relaciones de producción capitalistas, esto es, de explotación del proletariado por el capital, y el Estado COMO ORGANIZADOR DEL CONSENSO social y de la legalidad, que convoca elecciones libres, tolera los derechos democráticos de expresión, reunión, prensa y asociación; permite los sindicatos obreros y legisla conquistas laborales como la asistencia sanitaria, pensiones, jornada de ocho horas, seguro de paro y enfermedad, etcétera.
Esencia y funciones del Estado capitalista
Es la existencia de una sociedad dividida en clases la que crea el Estado, para defender todos los privilegios de la clase dominante. En caso de crisis el Estado capitalista desvela inmediatamente que es antes Estado capitalista que Estado nacional, de pueblos y ciudadanos, o "Estado del bienestar". El componente coactivo del Estado, ligado a la dominación de clase, es la ESENCIA FUNDAMENTAL de éste, que aparece diáfana cuando consenso social y legitimación estatal son sacrificados en el altar de la sumisión del proletariado a la explotación del capital. Las revueltas y las insurrecciones proletarias desvelan siempre el carácter clasista del Estado y su esencial función represora.
El Estado capitalista surge de esa relación contradictoria entre su esencia represora y su aparente función arbitral. Pretende ocultar su papel represor, como garante de la dominación de la clase burguesa mediante el monopolio de la violencia, al tiempo que quiere aparecer como organizador del consenso de la sociedad civil, que a su vez legitima al Estado (moderno) como árbitro neutral. Con esto el Estado fortalece además su monopolio ideológico y consigue un dominio más completo y encubierto de la sociedad civil.
Las instituciones fundamentales del Estado son el ejército permanente y la burocracia. Las tareas del ejército son la defensa de las fronteras territoriales frente a otros Estados, las conquistas imperialistas, para ampliar los mercados y acaparar materias primas, y sobre todo la garantía última del orden establecido frente a la subversión obrera. Las tareas de la burocracia son la administración de todas aquellas funciones que la burguesía delega en el Estado: educación, policía, salud pública, prisiones, correo, ferrocarriles, carreteras… El funcionario del Estado (capitalista), desde el maestro de escuela al catedrático, del policía al ministro, del cartero al médico desempeñaron, o desempeñan, funciones necesarias para la buena marcha de los negocios de la burguesía, mientras no sean un buen negocio para ésta, en cuyo caso se privatizan, como ha sucedido últimamente con cárceles, policía y ejército en algunos países.
El Estado (moderno) es la ORGANIZACIÓN del dominio político, de la coacción permanente y de la explotación económica del proletariado por el capital. El Estado (capitalista) no es, pues, una máquina o instrumento que pueda utilizarse en un doble sentido: ayer para explotar al proletariado, mañana para emancipar al proletariado y oprimir a la burguesía. No es una máquina que pueda conquistarse, ni que pueda manejarse al antojo del maquinista de turno. El proletariado no puede conquistar el Estado, porque es la organización política del capital: ha de destruirlo. Si una insurrección victoriosa del proletariado se limita a conquistar el Estado, y más tarde a fortalecerlo y reconstruirlo, podemos estar ante un golpe de Estado o una revolución, e incluso ante una revolución proletaria (como en Octubre de 1917 en Rusia), pero ante una revolución que está poniendo en pie los fundamentos de una rápida y sólida contrarrevolución, que pronto desembocará en otra forma de gestión del capitalismo, como sucedió con el estalinismo en Rusia.
El proletariado ha de destruir el Estado porque éste es la organización política de la explotación económica del trabajo asalariado. La destrucción del Estado es una condición “sine qua non” del inicio de una sociedad comunista. Pero el Estado capitalista no puede destruirse realmente si antes la clase proletaria no siega inmediatamente las condiciones económicas, sociales e históricas de la existencia del trabajo asalariado y de la ley del valor, en un ámbito mundial.
¿Qué sustituye al Estado?: la administración de las cosas en el comunismo. Pero la revolución proletaria no es una cuestión de partidos o de organización. Lo que determina la posibilidad del comunismo es un alto desarrollo de las fuerzas productivas y la extensión de la condición de asalariado y de proletario. Los problemas organizativos no pueden plantearse al margen de quien los organiza y de los problemas que se plantean en cada momento. No hay reglas, ni fórmulas mágicas, ni garantías contra la burocratización y la contrarrevolució. Los burócratas suelen ser expertos en organización, al margen de la sociedad. La experiencia histórica del proletariado internacional señala los soviets rusos, los rater alemanes y los comités españoles, esto es, la organización del proletariado en consejos obreros como la forma organizativa revolucionaria de la clase obrera.
Estamos, pues, hablando no de tal o cual forma organizativa de comité o de consejo, sino de la organización consejista de la sociedad. Los consejos no representan a los obreros, son el proletariado organizado. Es un órgano de clase y de lucha. No es un órgano político, es la organización de la sociedad en unas nuevas relaciones de producción, y por lo tanto no es democrático, ni dictatorial, está más allá de la política, y evita la separación entre lo público y lo privado característica del capitalismo.
Soviets, rater y comités fracasaron en el pasado, pero han existido, mostrando la capacidad del proletariado para dirigir y gestionar fábricas, ciudades y países; señalando también sus límites y sus limitaciones, que hemos de entender y corregir. Han surgido siempre que el proletariado revolucionario se ha alzado contra la barbarie capitalista. Han sido la respuesta obrera al vacío dejado por la burguesía, más que resultado de la radicalización del combate.
La ideología consejista contempla los consejos como meta y no sólo como un momento del combate en la transición al comunismo. Los consejistas sustituyen el concepto "partido" de los leninistas por el concepto "consejo". Ambas ideologías son estériles. Los consejos serán sólo lo que el proletariado consiga hacer en el combate por destruir el Estado y construir el comunismo.
Agustín Guillamón
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