martes, junio 08, 2010

Eric Fromm escribe sobre Trotsky


Fromm es uno de los representantes más reconocido de la llamada Escuela de Frankfurt, y algunos de sus libros como El miedo a la libertad, fueron “devorados” por algunas generaciones. Entre sus escritos data esta reseña de la peculiar obra de Leon Trotsky, Journal d´exil, que apareció en ediciones Gallimard en 1958 gracias al trabajo de recomposición efectuado por el que fue su secretario desde Prinkipo a Coyoacán, Jean Van Heijenoort según dejó constancia en unas memorias imprescindible no solamente para conocer a Trotsky, sino también toda la década.
Sobre este libro ya di a conocer otras reseñas de interés, la de Isaac Deutscher titulada Trotsky en el nadir e incorporadas a Ironía de las historia, una antología de escritos del famoso biógrafo aparecidas en Editorial Península en 1969 en traducción de Juan Ramón Capella; también reproduje en otro trabajo una reseña del recientemente fallecido Michael Foot, el último representante de lo que en un tiempo fue la izquierda laborista y hombre de una gran cultura
Esta reseña de Eric Fromm (Frankfurt am Main. 1900- México, 1980), apareció hace unos meses en la Web de Viento Sur, y supongo que extraída de otra de colegas mexicanos como se deriva del traductor, y del hecho de que Fromm, al igual que trotsky, murió en el generoso exilio mexicano.
La escuela de Frankfurt no se distinguió por su compromiso con el aquí y ahora, al menos no por su inserción en los grandes dilemas del comunismo, aunque si bien mantuvo una actitud democrático radical y antifascista de largo alcance. Fromm además, fue uno de los más altos exponentes del "humanismo socialista".
Uno de los estudiosos de su obra. Antonio Caparrós, ha subrayado en ella que su "interés por los problemas humanos está muy teñido desde el primer momento por la religiosidad verotestamentaria. los as­pectos escatológicos del Antiguo Testamento. las visiones proféticas del final de la historia y de los tiempos, los anhelos humanos de paz y universalidad, de libertad y amor que se respiran a lo largo de la historia del pueblo judío pasan a las páginas de Fromm revestidos con lenguaje secular, de raíces sociológicas y psicológicas marxistas y freudianas. Toda la obra de Fromm, su progresivo entusiasmo por los aspectos humanísticos y utópicos de Marx., su praxis psicoanalítica como praxis curativa y liberadora no se pueden comprender sin su familia­ridad y compenetración con la escatología judía. En gran parte, su antropología y su ética no son más que una escatología judía importada en el lenguaje de aquéllas".
Criado en el seno de una familia judía de la más pura raigambre religiosa, Eric Fromm conoció una fuerte conmoción moral con la Primera Guerra Mundial a la que definió como el "inicio de un proceso de brutalidades que continúa hasta nuestros días". Interesado por las tendencias humanistas desde muy joven estudió psicología en Munich y sociología en Frankfurt. Realizó su graduado en el Instituto de Psicoanálisis de Berlín en 1931, pero tuvo que huir a los EEUU tras la victoria nazi por su doble condición de marxista y de judío.
Aunque nunca tuvo un compromiso político definido, ni ningún vinculo establecido con los movimientos sociales, Fromm se comportó siempre como un intelectual de izquierda, lo que le causó notorias molestias en su país de adopción. Vivió también en México y sus pronunciamientos políticos últimos están relacionados con la izquierda liberal norteamericana. Ejerció una poderosa influencia con sus obras en la "nueva izquierda" internacional, particularmente entre los cristianos y los socialdemócratas de izquierdas. Su marxismo, muy discutido, se apoya sobre todo en los escritos juveniles de Marx e insistió en una opción que él mismo llamó "humanismo comunitario socialista" (dirección colectiva de las empresas, sentido liberador del trabajo. supresión del conflicto capital-trabajo. etc); considerando que el instinto de la vida --de amor, de sexualidad-- como la única posibilidad existente de vencer "el sentido de la muerte".
Fromm creía que el do­lor humano --individual o colectivo-- estaba basado en el mal funcionamiento de las relaciones sociales (a partir de un mal planteamiento de las relaciones paternos-filiales), abogando por una "sociedad sana", motivación principal de su trabajo y de su existencia. La propuesta frommiana postula un cambio re­volucionario humanístico, simultáneamente en los niveles socioeconómico, político y cultural…
Su libros se editaron pródigamente en los años en castellano, sobre todo en los años setenta como muestran el siguiente breviario bibliográfico: El arte de amar; La condición humana; La crisis del psicoanálisis.; El dogma de Cristo; Y seréis como Dioses: El miedo a la libertad; ¿Podrá sobrevivir el hombre?; El humanismo socialista, todos en Paidos, BCN); El corazón del hombre; Ética y psicoanálisis; Psicoanálisis de la sociedad contemporá­nea; Marx y su concepto del hombre, Sociopsicoanalisis del campesinado mexicano --junto con M. Maccobt-- (todas ella en Fondo de Cultura Económica, una editorial fundada por republicanos españoles en México)…
La familia --con otros autores-- (Península, Barcelona, 1970); Ensayos sobre el psicoanálisis --con otros autores--, Budismo, zen y psicoanálisis --con D.T. Suzuki.-; .Anatomía de la destructividad humana; Grandezas y limitaciones de Freud; La sociedad industrial contemporánea (todos ellas en Ed. Siglo XXI, México-Madrid).
Dos impor­tante críticas sobre las ideas de Eric Fromm se pueden encontrar en sendos capítulos de los libros de Adorno y Marcuse: La revisión del psicoanálisis (Taurus), Eros y civilización (Barral), respectivamente…También se han editado estudios sobre su vida y su obra como el de Besabe Barcala: Síntesis del pensamiento de Fromm, (Nova Terra, BCN, 1983); Juan Gutiérrez: El mundo psicoanalítico de Eric Fromm (Ed. Tercer Mundo, Bogotá, 1961). I

Eric Fromm (1958)

Reseña sobre Journal d´Exil, de León Trotsky (1935) (*)

El hábito general de considerar al estalinismo y al comunismo actuales como idénticos o por lo menos como continuación del marxismo revolucionario, también acarreó un malentendido creciente sobre las personalidades de sus grandes figuras revolucionarias: Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Mientras sus teorías se vieron relacionadas con las de de Stalin y Krushchev, la imagen del “fanático revolucionario” se proyectó en ellas como si les pudiera aplicar el espíritu vengativo y asesino de Stalin o el conservadurismo oportunista de Krushchev. Esta distorsión es una verdadera pérdida para el presente y para el futuro.
Aunque se puedan tener discrepancias con Marx, Engels, Lenin, Trotsky, no cabe duda que, como personas, representaron un florecimiento de la humanidad occidental. Eran hombres con un sentido comprensivo de la verdad, penetrando en la misma esencia de la realidad, que nunca confundieron con su superficie engañosa; fueron de un valor y de una integridad intachables, profundamente comprometidos y entregados al hombre y su futuro; eran altruistas y con poca vanidad o deseos de poder. Fueron personas siempre estimulantes, siempre vivos, siempre ellos mismos, y lo que tocaban cobraba vida. Ellos representan los mejores rasgos de la tradición occidental, su fe en el tiempo y en el progreso del hombre. Sus errores y equivocaciones son aquellos propios del pensamiento occidental; el racionalismo y la sobrestimación occidental en la eficacia de la fuerza, que es la base de las grandes revoluciones de los últimos siglos.
No es accidental que sabemos muy poco de las vidas personales de estos hombres. Ellos no se tomaron a sí mismo como importantes; no escribieron sobre sí mismos, ni especularon acerca de sus motivaciones. Teniendo en cuenta que los datos personales sobre estos grandes líderes revolucionarios son muy escasos (tenemos cartas de Lenin, de Marx y de Engels y -en alemán- una colección de memorias personales sobre Marx), la editorial de la Universidad de Harvard ha realizado un servicio singular con la publicación del diario de Trotsky a partir del año de 1935, cubriendo la época de los últimos meses de su estancia en Francia y de su llegada en Noruega.
No cabe duda de que Trotsky, como individuo, fue diferente de Marx, de Engels y de Lenin, así como estos fueron distintos entre sí; sin embargo, al permitírsenos tener una mirada íntima de la vida personal de Trotsky, nos damos cuenta de todo lo que tiene en común éste con estas personalidades productivas. Si Trotsky escribe sobre acontecimientos políticos, o sobre la autobiografía de Emma Goldman, o bien sobre las historias de detectives de Wallace, su reacción va hasta las raíces, es penetrante, viva y productiva. Si escribe sobre su peluquero, los funcionarios franceses de la policía o el Sr. Spaak, su juicio es profundo y atinado. Cuando tiene una oportunidad de conseguir una visa por parte del recién formado gobierno laborista noruego, que sería la más afortunada salida para sus crecientes dificultades del exilio en Francia, él no vacila ni por un segundo en escribir una afilada crítica al partido laborista noruego. En medio de un inseguro exilio, enfermo, sufriendo la cruel persecución estalinista de su familia, no hay nunca una nota de autocompasión, o aún de desesperación. Hay objetividad, valor y humildad.
Encontramos a un hombre modesto; orgulloso de su causa y de las verdades que ha descubierto, pero no un engreído o un egocéntrico. Las palabras de admiración y de preocupación con las cuales se expresa sobre su esposa son profundamente conmovedoras. Exactamente al igual que en el caso de Marx, se encuentra aquí el compromiso, la comprensión y la generosidad de un hombre profundamente cariñoso que brilla a través de este diario de Trotsky. Él amó la vida y su belleza. Una versión de su testamento termina con las palabras siguientes: “Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul, y el sol brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.”
La gratitud que debemos a la editorial de Harvard por rescatar esta imagen de Trotsky para el presente y para las futuras generaciones no evita, sin embargo, que exprese mi consternación y shock por el hecho de que esta editorial incluyera lo siguiente: “Si (el diario) revela la angustia y la soledad de su exilio, con frecuencia desnuda su fanatismo y egoísmo subyacentes, aunque ofrece positivos, e históricamente relevantes, comentarios sobre la política local e internacional.” (Son mías las itálicas, E.F.)
Muy aparte del hecho de que sea de lo más inusual que un editor critique a su propio autor con observaciones despectivas en su propia publicidad, este procedimiento es imperdonable porque no hay nada en el diario que desnude el “fanatismo y egoísmo subyacentes” de Trotsky. La única cosa que queda desnuda es exactamente lo contrario. Desafiaría al escritor de la editorial de Harvard a probar con incluso una sola oración del diario que indicara el egoísmo de Trotsky. Probablemente este escritor cayó en el compartido malentendido popular sobre personas tales como Marx y Trotsky. Si un hombre que ve la esencia de la realidad social e individual dice lo que ve, sin simulaciones ni equivocarse, ello no debe ser tomado como ser egocéntrico, agresivo o vano. Si tiene convicciones inquebrantables, le llaman fanático, sin importar absolutamente si estas convicciones fueran adquiridas por experiencias y pensamientos intensos, o si son ideas irracionales con un tinte paranoico. Esperamos que esta publicidad sea omitida en las próximas publicaciones.

(*)Traducción: Andrés Lund Medina

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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